domingo, octubre 10, 2010

Lo fundamental no cambia demasiado

“Tú tienes que recordar esto
un beso es todavía un beso…
las cosas fundamentales aplican de la misma manera
(aun) con el paso del tiempo”.


Así comienza el poema que da letra al tema musical “As time goes by” (que traducido del inglés se puede entender como: con el paso del tiempo). Y sigue:

“Cuando dos enamorados se cortejan
aún dicen ‘te amo’,
en eso puedes confiar.
No importa lo que el futuro depare
con el paso del tiempo ”.


El mismo fue escrito en 1931 para un musical de Brodway, por un compositor de nombre Herman Hupfeld. La canción se popularizó grandemente cuando, en 1942, se la incluyó como parte de la banda de sonido de la película “Casablanca”.

¿Seguirá siendo así como aseguró Herman? ¿Seguirán las cosas fundamentales aplicando aun a pesar del paso del tiempo?

Es definitivamente cierto que un beso sigue siendo un beso; pero ¿significa lo mismo?, ¿cuesta lo mismo obtenerlo?, ¿da el mismo placer recibirlo?

Me da la sensación de que, como con tantas otras cosas, los besos cayeron en la trampa del consumo masivo y se comoditizaron; se consiguen con mucho menos esfuerzo y por lo tanto abundan, aunque no sé si satisfacen de la misma forma.

No es crítica a los tiempos modernos. El tiempo pasa y la gente cambia, y está bien. De cualquier manera yo creo que el beso que sí importa sigue siendo tan valioso y exquisito como antes –lo cual aplica a la mayoría de las cosas en realidad, a pesar del esfuerzo de la economía de mercado por “abaratarlo” todo–; más allá de que sin mucho temor a exagerar, pueda verificarse la existencia en la actualidad de un mayor “caudal” de besos intrascendentes –o faltos de la mística que sugiere el tema musical– que los que había en el 31 o en el 42.

El “te amo” también, muy probablemente, haya perdido algo de esa mística que tenía hace setenta años, pero sólo el uso de la palabra, no el sentimiento en sí. De hecho se dice que los sentimientos, en realidad, no han cambiado desde que el hombre apareció sobre la tierra. El amor es el mismo; cambian las formas de amar, los artefactos con los que se ama (o más bien con los que se hace el amor), las maneras de demostrarlo, pero el amor en sí es el mismo.

Herman exageró un poco –probablemente a sabiendas–, pero tenía también algo de razón. Yo cuento con la ventaja de que el tiempo haya pasado, para poder ahora mirarlo en retrospectiva; lo que no quita que él haya así mismo mirado setenta o más años para atrás antes de escribir lo que escribió, fundamentando de esa manera sus dichos.

¡Es así entonces!... ¿es así entonces?

Hace muy poco leí, en un periódico , la aparición de un sitio de Internet dedicado exclusivamente al adulterio. La empresa, que utiliza este medio electrónico para ofrecer sus servicios, está “supuestamente” especializada en facilitar la infidelidad de los casados (al menos así se anuncia). El sitio WEB declara con orgullo:

“Si usted está buscando una emoción con una mujer casada en su ciudad o un amante a miles de kilómetros de casa, ¡XXXXX recibe y une a los infieles de todo el mundo! 159 países, son 159 nacionalidades que le esperan. ¿Una aventura extra-conyugal en América Latina? ¿Un amor a primera vista en Asia? ¿Una amistad a la vuelta de la esquina? Todos los encuentros infieles son posibles”.

¿Qué tal? Otro gran producido de la globalización y la tecnología. En la época de As time goes by había que ser marinero para tener un amor en cada puerto, ahora sólo hace falta una computadora y cruzarse en un aeropuerto.

En la nota, uno de sus fundadores sostiene que en realidad la iniciativa contribuye a la claridad y a la veracidad, ya que:

“La idea surgió tras comprobar, a través de estudios, que el 30% de los inscriptos en sitios de encuentros convencionales se presentan como solteros cuando en realidad están casados”.

Obviamente no está bien mentirle a la persona con la que se va a engañar al propio cónyuge. El emprendedor tiene razón, ¡la sinceridad ante todo!

El periódico donde se publicó la historia que cayó en mis manos, reportaba entre otras cosas:

“Según sus responsables, no es exclusivamente sexo lo que buscan sus miembros. ‘Sexo lo habrá, sin duda. Pero no es nuestra prioridad’, dice Thierry, un director financiero de 45 años casado desde hace 20, involucrado a través de XXXXX con Estelle, una mujer casada. ‘Yo lo que quiero es poder hablar, en casa ya nadie escucha’, agrega. Thierry había tenido aventuras, pero no una amante. ‘Ninguno de los dos ponemos en cuestión nuestra familia, no queremos romper con todo’.
Para concluir, bien vale incluir las palabras de Pixiwoo, una adúltera que desentraña las razones del éxito de XXXXX: ‘Las mujeres engañan generalmente a sus maridos con otros maridos. Los adulterios tienen así algo de conyugal, de honorable, de legal que merece la consideración general’".


Especialmente luego de leer estos comentarios de sendos felices usuarios de este servicio público (calificativo que en este caso considero aplica de mil maravillas), me terminé de convencer: Herman tenía razón.

Con o sin Internet, mintiéndole sólo a la pareja formal o además al amante, muchos Thierry en este mundo necesitan charlar con alguien (y tal vez decirle te amo), y cantidades de Pixiwoo no consiguen dejar del todo de lado su compromiso conyugal, sólo necesitan refrescarlo de vez en cuando cambiando de labios a los que besar.

Las cosas fundamentales no cambian, un beso es todavía un beso, una mentira también. La necesidad de ser reconocido, aceptado, querido y deseado no ha cambiado en esencia; y esa necesidad fue y sigue siendo en gran medida más fuerte que muchos de los compromisos que nos animamos a asumir. Los amantes (legales o ilegales, navegantes de los mares o de la WEB) se siguen diciendo te amo –sintiendo o no lo dicho–, aunque en el momento de pasión a nadie parezca realmente importarle demasiado la sinceridad.

Lo “fundamental” ahí está, intacto, sólo que ahora en grandes volúmenes, y facilitado por la tecnología, tanto besos como mentiras, tanto amores como infidelidades. Herman tenía razón… sigue teniendo razón. Menos mal, ¿o… tal vez no?


J. R. Lucks


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