jueves, julio 26, 2007

26-07-07. Para cosechar, al campo hay que sembrarlo primero

Hoy, como se inaugura la Exposición de la Sociedad Rural Argentina, les traje dos cuentitos que tienen que ver con el campo. Aparte ahora que está tan en boga, vieron, por esto de la soja que ha resuelto más problemas nacionales que los últimos veinte gobiernos juntos. Así que vamos a hablar un poco del campo y del esfuerzo que implica trabajarlo en serio. Así que acá va el primero(a), cuya lucksización dio lo siguiente:

“Un ingeniero agrónomo recién recibido llega al campo, y pregunta al paisano que encuentra muy cómodamente sentado bajo un ombú:
-Don Zoilo, ¿dará maíz este campo?
El paisano mira al agrónomo con cara de desconfiado, y devuelve enseguida un categórico: -Maíz, ¡no!, este campo nunca ha dado maíz.
El agrónomo, confundido por cierto, repregunta: -Y soja, ¿dará soja?
Don Zoilo se acomoda, lo mira de arriba abajo, y con una mezcla de curiosidad y sorna le dice: -¡No m´hijo!, este campo jamás de los jamases ha dado soja.
-¡No puede ser!, -se desespera el joven profesional, -y… ¿algodón?..., ¿o arroz?
-Mire joven, -contesta el hombre de campo, ya poniéndose de pié- yo he vivido aquí toda mi vida. Y este campo nunca ha dado ni maíz, ni soja, ni algodón, ni nada que se le parezca. Lo único que yo lo he visto dar a este campo, es ese cardito que usté ve allí, y que le gusta mucho a los caballos.
El recién llegado se termina de desorientar… casi abatido le dice: -Pero yo invertí una fortuna… No puede ser… yo estudié estas tierras… tienen que servir… Mire Don Zoilo, yo respeto mucho su opinión, pero no puedo ir contra lo que estudié… mire… ¡yo voy a sembrar a ver que pasa!
El viejo baqueano lo mira sorprendido y le dice: -¡Ah bueno m´hijo!,…sembrando es otra cosa”.

Dulce el cuentito, ¿no?, pero bueno, es cierto que muchos esperamos cosechar sin sembrar. Es esa especie de milagro por el cual podemos rezar mucho, pero ni de casualidad levantar un dedo. El otro cuento(b) va por ese lado, y dice así:

“Un padre muere, no sin antes decirles a sus hijos, que en el terreno que les dejaba había un tesoro escondido.
Los hijos vivían cada uno por su cuenta, casi sin contacto entre ellos. Sólo se habían reunido para asistir a las últimas horas de su padre.
A la muerte del venerable, conversan entre ellos y deciden entonces arar el terreno para encontrar el tesoro. Ante el consejo del más sabio de los tres, para evitar sospechas de los vecinos, se ponen de acuerdo en fingir que trabajaban, así que mientras remueven la tierra van tirando semillas en los surcos. Deciden incluso poner tiras de tela para que los pájaros no se lleven las semilla, y hacer todos los procedimientos, de los cuales el padre tanto les había hablado, para que la farsa fuese completa. Así continúan su tarea y van de a poco arando y sembrando todo el campo. La tarea toma unos días, y cuando terminan, si bien no habían encontrado joyas ni dinero, las semillas de los primeros surcos habían comenzado a brotar.
Se miran entre ellos, y entienden entonces que el tesoro del cuál el padre les hablaba, tenía que ver con el trabajo, con la unión de ellos tras un objetivo común, y con la cosecha, que no tardaría en llegar”.

Hoy, como verán, estoy totalmente positivo y casi nada cínico como otras veces. Es que estos cuentos me dieron a pensar. A veces nos quedamos allí sentados, sin hacer nada, esperando que el campo de algo sin sembrarlo. Incluso eso no sería tan grave. A veces trabajamos como locos y nos esforzamos muchísimo para figurar, para aparentar, para parecer, para sobresalir sin fijarnos contra quien nos comparamos. Si ese esfuerzo lo pusiésemos en cosas positivas, y con resultado cierto, lograríamos algo sin tener que esperar que nos lo den. Pero peor todavía, muchas veces gastamos miles de calorías en criticar, en trabar, en envidiar, en ver como hacemos para que otros no puedan disfrutar de lo que tienen, cuando con ese mismo esfuerzo, puesto en cosas productivas, seguramente lograríamos algo para nosotros.

Los cuentos son cuentos y solamente sirven para reflexionar sobre ellos. Es difícil de que nos pase lo que a los hermanos, y que saquemos cosecha de un lugar en el que sólo arábamos para encontrar tesoros. Lo importante de ese segundo cuento es que ellos reflexionaron, y se dieron cuenta de que el tesoro era el trabajo compartido y el esfuerzo.

¿Y nosotros? Nos dieron este campo tan lindo que se llama Argentina, ¿trabajaremos todos juntos alguna vez?, o seguiremos haciendo un pozos, cada uno de nosotros con su pala, para tratar de encontrar tesoros. Nos daremos cuenta algún día, no digo a nivel país, pero al menos en cada cuadra, de que si no la ensuciamos todos los vecinos la veríamos limpia; en un vagón de tren o de subte, que si no rompemos disfrutamos todos; en la escuela de nuestros hijos, en la cual si no estacionamos en triple fila tal vez salgamos más rápido todos los días, en vez de uno por mes cuando logramos ser nosotros los de la triple. ¿Algún día sembraremos antes de esperar que dé?, ¿algún día haremos algo bueno sin esperar que otro lo haga antes?, ¿algún día dejaremos de ver el ejemplo de los desgraciados, y usarlo como excusa para no hacer lo que sabemos que hay que hacer? Ojalá. Ojalá que la Exposición Rural, aparte de entretenernos y divertirnos, nos haga pensar en que si queremos cosechar primero hay que sembrar.


J. R. Lucks

Bibliografía:

(a) La versión original desde la cual se adaptó este cuento se publicó en: Cuentos desde la cruz del sur, Mamerto Menapace. Editoria Patria Grande, año 1993.

(b) La versión original desde la cual se adaptó este cuento se llama: “El tesoro oculto”. El mismo fue publicado en Cuentos ZEN, Guido Tavani. Editorial Quadrata, año 2007.





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jueves, julio 19, 2007

19-07-07. La justicia, la ecuanimidad y los equilibristas

Me gustaría hoy tocar el tema de la justicia, ahora que se subió un poco a los medios con la anulación de los indultos (1), con las denuncias que hacen renunciar a altos funcionarios (2), o en relación al nuevo aniversario, ayer, del atentado contra la AMIA (3), que lamentablemente aún no tiene resolución en la justicia . Durante mucho tiempo hablamos de si hay o no hay justicia en nuestro querido país, o de si “el marco legal” es estable o no para las inversiones, y cosas por el estilo. Y lo cierto, es que la justicia es un bien preciado y lamentablemente muchas veces escaso. Así que traje algunas cosas de un libro del cual ya habíamos leído algo alguna vez. El Diccionario del Diablo (a), de Ambrose Bierce. Si recuerdan, un americano que vivió y escribió hace unos cien años, muy crítico de su sociedad. Se ve que por allá, al menos en esa época, entre 1900 y 1914 cuando Bierce falleció, la cosa muy bien no andaba con la justicia de su país, y fíjense sino como definía él algunos términos relativos a la justicia de su momento:

Arrepentimiento: Actitud de enmienda que no es incompatible con la continuidad del pecado.

Suena a un arrepentimiento que lamentablemente hemos visto en algunos personajes nuestros, ¿no?, que lloran en público y después siguen en la misma. Sigamos:

Amnistía: Magnanimidad del Estado para con aquellos delincuentes a los que costaría demasiado castigar.

No me van a decir que los indultos que se acaban de levantar no caían en esta definición. Y por si quedan algunas dudas escuchen la definición de indultar:

Indultar: Remitir una pena y devolver al acusado a una vida criminal. Agregar a la fascinación del crimen la tentación de la ingratitud.

Claro como el agua, ¿cierto? Agrego algunos más:

Justicia: Artículo más o menos adulterado que el Estado vende al ciudadano a cambio de su lealtad y sus impuestos.

Apelar: Judicialmente, volver a poner los dados en el cubilete para un nuevo tiro.

Legal: Compatible con la voluntad del juez actuante.


¿Que tal?, pareciera que no hablaba de la justicia de Estados Unidos, sino de la de ciertos países que conocemos, aunque para no ser odioso mejor no dar nombres.

Así que siguiendo con el amigo Ambrose, les voy a leer la luckisización de un cuentob de él, que aplica tanto a funcionarios de la justicia como a funcionarios en general. Dice así:

Había una vez, no muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio, un país llamado Yohagolamialandia. El susodicho había sido manejado por políticos y funcionarios corruptos o incompetentes durante muchas décadas. Con el tiempo se montó un esquema de gobierno en el cuál, si por casualidad llegaba a ingresar lo que ellos denominaban un “terrorista”, o sea alguien que quisiese hacer las cosas correctamente y sin enriquecerse a costa del pueblo, era prontamente identificado e inoculado con una sustancia que lo “normalizaba”, o sea, que lo transformaba en alguien similar a los demás funcionarios. Obviamente, con el tiempo, la mayoría de la población terminó siendo igual que sus gobernantes. Más allá de que no dejaban de criticarlos, en sus vidas privadas también aprovechaban cada ventaja que podían sin importarles las consecuencias, no les interesaban sus vecinos, evadían, eludían, o simplemente ignoraban toda carga o impuesto que podían, en fin, practicaban la filosofía del salvesequienpuedismo. Lo cierto, es que a pesar de aplicar esta filosofía, hacía mucho tiempo que en este loco país no se salvaba nadie. Un día, no se sabe bien como, un ciudadano es afectado por un raro ataque de escrupulitis. Esta enfermedad consistía en una extraña inflamación de los escrúpulos. Los mismos, al volver a tomar un tamaño razonable por dicha inflamación, permitían a los ciudadanos identificar injusticias. La escrupulitis no duraba en general más de uno o dos días, ya que era eficazmente controlada con tratamientos intensivos de prebendas o sobornos. El mencionado enfermo, en un ataque agudo, se presenta en tribunales para denunciar a un juez de la Suprema Corte de Injusticia, acusándolo de haber obtenido fraudulentamente su cargo. En respuesta, el magistrado bajo sospecha, alega que no debe considerarse de tanta importancia la forma en que él obtuvo su cargo, ya que lo trascendente, es cómo él lo ha ejercido. Luego de un rápido tratamiento antiescrupulítico, el acusador responde levantando los cargos de la siguiente forma: –Estimado juez, luego de conversaciones con sus amables enviados, y de reconsiderar mi acusación, me disculpo y levanto los cargos; ya que ciertamente, la forma vil y ruin con la que ha llegado a su puesto, en comparación a como usted lo ha ejercido, no es más que inofensiva e inocente.

Parece que a nuestro amigo lo habían curado de la escrupulitis, pero le agarró un ataque de cinismis epidermis, que es una erupción de cinismo que te agarra cuando te toman el pelo en forma reiterada y abusiva, y no podés más que sonreír.

En fin, como dijimos en su momento cuando trajimos a Bierce para hablar de la política, si hace cien años, democracias que fueron luego más estables que la nuestra, tenían esos problemas y evolucionaron, tenemos que tener esperanzas de que en esos países muy cercanos, que no mencionamos para no ser odiosos, la cosa también mejore con el tiempo.

Para cerrar, y para que la esperanza se base en algo cierto, quiero dejar un último cuentitoc para que los que aplican justicia, y porque no nosotros también, lo meditemos y lo empecemos a aplicar, así tal vez algún día la justicia es justa. Tiene que ver con la ecuanimidad, que es un ingrediente fundamental de la justicia, y dice así:

Un discípulo pregunta a su maestro por la ecuanimidad.
El anciano le hace tensar un cable muy fino entre dos árboles, y se pone a caminar por él haciendo equilibrio con su vara.
El joven estudiante, confundido, pregunta qué es lo que debe aprender de esta demostración de su venerable guía.
El maestro, mientras sigue en su equilibrio, dice: -Esto es justamente ecuanimidad, avanzar, sin irte ni hacia un lado ni hacia otro. Cuando sientes que estás inclinándote, compensas para no caerte. Si no compensas cada movimiento, y caes, te destruyes.

Ojalá podamos practicar algo de ecuanimidad, aunque sea a diez centímetros del piso para no lastimarnos demasiado, y que la dama de la justicia pueda usar su venda para ser ecuánime, y no para proteger sus ojos de las barbaridades que en su nombre hacen los que la representan.


J. R. Lucks


Bibliografía

(a) Una versión de este diccionario puede hallarse en la siguiente dirección web: http://www.ciudadseva.com/textos/otros/dicdia01.htm

(b) Este cuento se adaptó de otro llamado: “El juez y su acusador”, publicado en Fábulas Fantásticas de Ambrose Bierce. Editorial Valdemar, año 1999.

(c) Este cuento se adaptó de otro llamado: “Ecuanimidad”, publicado en Cuentos ZEN, de Guido Tavani. Editorial Quadrata, año 2007.


Notas de contexto

(1) Ese mes de julio de 2007 la Suprema Corte de Justicia había, luego de dieciocho años, declarados inválidos los indultos otorgador por el ex Presidente Carlos Menen, a militares juzgados por crímenes cometidos durante la última dictadura militar que concluyera en 1983.

(2) También ese mes de julio de 2007, la Ministra de Economía Felisa Micelli debió renunciar a su puesto. Esto se debió a una denuncia originada por haber sido encontrado en el baño de su despacho, una bolsa con una cuantiosa cantidad de dinero, sobre cuyo origen la ex Ministra no había podido dar explicaciones convincentes.

(3) Por último, el día 18 de julio, se había recordado el 13° aniversario del atentando contra la mutual de la comunidad judía, AMIA, en el cual fallecieron 85 personas. Aún luego de trece años del mismo, la justicia no tenía responsables identificados y condenados por ese hecho de terrorismo.





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jueves, julio 12, 2007

12-07-07. Para arreglar al mundo hay que vivir como los perros

Hoy quiero hablar de algo que me llama la atención, y es el tema de la exageración. Vivimos en un mundo en que todo parece exagerado. Si en la televisión no hay mujeres desnudas bailando en un caño, parece que no hay programa viable. Hay gente que hace turismo en el espacio, y escuche que quieren ir a la luna. ¿Se acuerdan hace un par de meses hubo neblina como por siete días seguidos?, en mayo hizo frío como si fuese julio, y ahora, en julio, nieva en Buenos Aires. Ni que hablar de cuando llueve, que parece que cae todo lo del año en un día y se inunda la ciudad, o de las granizadas que tuvimos. Es increíble, pero hasta el clima exagera últimamente.

Como lo exageramos todo, no pensamos más en problemas pequeños, sino que pensamos en problemas globales, pensamos en los problemas del mundo y nos abruman. Pensamos en problemas graves y grandes, no en el que tenemos al lado. Nos preocupamos por la guerra en medio oriente, más que por la violencia en nuestro fútbol. Cuando después nos damos cuenta que hay violencia en el fútbol local, nos distraemos con eso y no pensamos en la violencia que ven los chicos en la televisión y en los videojuegos. Finalmente nos preocupamos de eso, entonces definitivamente no nos preocupamos por nuestras agresividades en casa o cuando manejamos, que es lo que nuestros hijos aprenden realmente, el resto, en realidad es consecuencia. Así que me puse a buscar y encontré un cuento (a) que me pareció fantástico. Es un cuento en el que nuestro hijo nos enseña. Con o sin querer, nos dice que hacer para no caer en esto de la exageración, y para poder concentrarnos en lo importante. El cuento dice así:

Había una vez un señor, que vivía preocupado con los problemas del mundo. Estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
Cierto día, su hijo pequeño invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El hombre, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible alejarlo, el padre pensó en algo que pudiera entretenerlo.
Tomó entonces uno de los tantos mapas del mundo que tenía sobre su escritorio. Éste en particular, había sido publicado en una revista de actualidad de las que el señor habitualmente leía. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos, y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: –como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que me ayudes, y lo repares sin ayuda de nadie.
Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días recomponer el mapa, pero no fue así. Pasados sólo algunos minutos, escuchó la voz del niño que lo llamaba: – ¡Papá!, ya hice todo!,… conseguí arreglar el mundo.
El padre no le creyó. Se le figuró imposible, que a su edad, hubiese conseguido componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el señor levanto la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible?, ¿cómo el niño había sido capaz?
–Hijito, tu no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?
–Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura del hombre. Entonces, di vuelta los recortes y comencé a arreglar al hombre, que sí sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, voltee la hoja, y vi que había arreglado al mundo también.

¿Que tal? Suena lógico, ¿no? Si arreglamos al hombre, se arregla el mundo. Más allá de los cuentos y de las exageraciones. Tal vez me vayan a decir que estoy pecando por el otro extremo, que en vez de exagerar ahora estoy simplificando demasiado. ¿Quién sabe?, yo realmente creo que si se arregla al hombre se arregla el mundo. El asunto es cómo se arregla al hombre. Claramente que de a uno. No hay forma de arreglarlo de a montones. Y me da la sensación de que aparte es una cuestión de paciencia, y de ingenuidad. Sin querer, arreglando hombres de a uno, como el niño, un día el mundo estará arreglado casi sin habernos dado cuenta. Tal vez algunos no tengan arreglo y haya que esperar a que se extingan. El asunto es que hacemos mientras los que no tienen arreglo se extinguen: ¿producimos otros sin futuro arreglo?, o tratamos de que los nuevos salgan bien, mejores que nosotros. Así que yo también voy a exagerar con lo que voy a decir: para que sus hijos salgan mejores, trátenlos como a los perros. Sí. Hagan que sus hijos se comporten como perros. Y para que se comporten como perros, todos los días díganles a sus hijos que hagan lo siguiente (b):

Hijo:
- Alegrate con el placer de una simple caminata y nunca dejes pasar la oportunidad de salir a pasear.
- Cuando alguien que amás se aproxima, corré para saludarlo y mostrale alegría por su llegada.
- Cuando haga falta, se obediente.
- Dejá que los demás sepan cuando están invadiendo tu territorio.
- Siempre que puedas, dormí una siesta, y estirate bien antes de levantarte.
- Corré, saltá y jugá diariamente. Cuando estés feliz, bailá y sacudí tu cuerpo.
- Se siempre fiel.
- Comé con gusto y entusiasmo, pero detenete cuando estés satisfecho.
- Mantenete siempre alerta, pero tranquilo.
- Evitá morder cuando la cuestión puede solucionarse con un simple gruñido.
- En los días cálidos, recostate sobre tu espalda en el césped, y da gracias.
- Cuando alguien tenga un mal día, guardá silencio, sentate cerca de ella o de él, y demostrale que te importa.
- Da cariño con alegría, y dejá que te acaricien.
- Si lo que deseás está enterrado, cavá hasta hallarlo, esforzate hasta lograr lo que tiene valor para vos.


J. R. Lucks


Bibliografía

(a) Cuento original de Gabriel García Márquez. Citado por Adolfo Pérez Esquivel en un discurso pronunciado durante la conferencia pública de Premios Nobel "Memoria y cultura de paz", en febrero del año 2004. Una trascripción de parte del discurso, incluida la cita del cuento, puede hallarse en la siguiente dirección web:
http://www.una.ac.cr/campus/ediciones/2004/febrero/pag11.html

(b) Otra versión de esta lista, denominada Filosofía Canina, puede encontrarse en la siguiente dirección web:
http://www.veterinaria.org/revistas/tacuari/12.html





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jueves, julio 05, 2007

05-07-07. Los políticos y la sincerotomía

Me preocupa mucho este tema del desprestigio de la política. No vamos por buen camino así, la política tiene que ser algo aspiracional, no algo deleznable. Debería ser un honor para todos participar activamente. Por eso me puse a investigar un poco, a ver si podía ayudar, y ayudarme a resolver este asunto. Lo primero que hice fue buscar el significado de la palabra político en el Diccionario de la Real Academia Española (a) (RAE), y encontré varias cosas. Obviamente la definición básica, que dice: “Dicho de una persona que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado”, y acá es donde empiezan los problemas, “negocios del Estado”, ya allí, en la propia definición los políticos tienen permiso para meter la mano en los “negocios del Estado”, y el diccionario no dice más nada, no aclara: “ojo, no se lleven nada”, o no explica: “negocios del estado para el beneficio del pueblo, no para beneficio personal”.

Pero eso no es casi nada. La definición sigue y se complica, porque por ejemplo, político, también está definido como: “Denota parentesco por afinidad. Padre político (suegro), hermano político (cuñado)…”. O sea personas que caen en tu vida de casualidad, por decisión de otro, a la cual tenés que tratar bien y sonreírle de vez en cuando, y normalmente no hacen nada por vos excepto pedirte algún favor de vez en cuando.

También el Diccionario de la RAE define político o política como: “Arte, […] referente al gobierno de los Estados”. ¿Arte? Debe ser por eso que tenemos tantos artistas en política, gente que exagera, que hace tragedias con el pueblo, o que te hacen reír por las payasadas que dicen, y después llorar por las consecuencias. En fin, la parte que remató mi confusión y que aparte me convención de que político es un término que da para todo, es que para la RAE, político también significa: “Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto”. O sea: cariño y amor, nada. Vendría a ser como que “nos aguantan”. No nos echan después de que los votamos porque nos tienen que cobrar impuestos, y esperan que los volvamos a votar en cuatro años, pero afecto, cero.

Así que cerré el diccionario y entendí porqué son como son. Pueden actuarnos, tratarnos sin afecto, pedirnos favores o esfuerzos por un supuesto lazo no elegido del todo por nosotros (sobre todo en los cargos no electivos), y dedicarse a hacer negocios del estado sin que nadie les aclare que ellos no tienen que quedarse con nada. Patético. Tendríamos que escribirle a la RAE y darle una definición más conveniente para nosotros, por ejemplo:

Político: persona que debe ser íntegra. Debe expresarse diciendo siempre lo que piensa y únicamente la verdad. Si es elegido debe entregarse por entero a la función pública, única y exclusivamente por el bienestar de los gobernados. A los integrantes del pueblo cuales debe sentirlos como individuos tan, o aún más, importantes que sí mismo. Tiene la potestad, pero por sobre todo la obligación, de manejar los asuntos y negocios del Estado, sólo en beneficio del pueblo gobernado y de las futuras generaciones. Sería más claro así, ¿no? La duda que me queda, es si no entraríamos en una anarquía mortal por falta de gente que se quiera ceñir a esta definición. Aunque tal vez aun así fuese mejor.

Fíjense, que encontré también una lista de cosas por las cuáles aparentemente ningún político nos viene bien (b). Es una lista que produjo el filósofo postmoderno y saxofonista don Roberto Pettinato. Dice así:

“¿Por qué ningún político nos viene bien?, Pues por esto:
Si habla más de 20 minutos, es aburrido.
Si habla más bien poco es que no tiene mucho para decir
Si hace un gran despliegue de campaña, es que está comprado.
Si no tiene apoyo económico… ¿cómo va a gobernar después?
Si habla con énfasis, es que está actuando.
Si tiene un tono más bien bajo es que le falta fuerza.
Si visita su pueble es un demagogo.
Si no lo visita, ya no le importa nada la gente que lo votó.
Si es joven, no tiene experiencia.
Si es viejo… ya está en edad de retirarse."

Algo de razón tiene, no nos viene nada bien. Por eso no me satisfizo y seguí buscando. Y encontré, porque el que busca siempre encuentra, en un cuento (c), lo que creo que es la solución. Los políticos en general desconocen, por algún virus extraño que les extirpó ese conocimiento de sus cabezas, el significado de una palabra. Yo creo que si se los pudiésemos volver a enseñar se arreglarían todos los problemas. Así que les voy a leer este cuento, que ejemplifica claramente lo que quiero decir y después conversamos. La lucksización del cuento dio esto:

“El funcionario superior del M.F.E. (Ministerio de Falacias Económicas) de Yohagolamialandia, llama a su despacho, muy enojado, al muchacho que habían contratado para calcular las estadísticas oficiales. Este muchacho, si bien era joven y algo inexperto, tenía ojos y oídos, por lo tanto no era, ni se hacía, el ciego y el sordo. El organismo en cuestión se denominaba I.N.D.A.E. (Instituto Nacional de Aberraciones Estadísticas). Cuando el joven entra a las oficinas del funcionario, este lo increpa:
–Muchacho, esta información que me pasas no sirve para nada. Dices que los alimentos han subido mucho en vez de decir que sólo hubo ajustes mínimos. Dices que los empresarios no han invertido casi nada, en vez de asegurar que la confianza está en alza, y dices también de que los niveles de ocupación han mejorado un poco, en vez de afirmar enfáticamente de que ya no tenemos problemas con ese tema.
–Considere, –objetó el muchacho– que mis datos pueden ser insípidos con respecto al crecimiento, decepcionante en cuanto al nivel de precios, y tal vez chocante en cuanto a la recuperación del empleo, pero tienen la ventaja de ser la verdad.
–No entiendo lo que dices –dijo el funcionario rascándose la cabeza.
–Bueno, –aclara nuestro amigo–, la ventaja, eh… el mérito… la distinción… la provechosa excelencia…
–Oh, conozco muy bien el significado de la palabra ‘ventaja’ –aclara el funcionario–; pero ¿qué demonios quisiste decir con ‘verdad’?”

Para mí allí está la clave. Por algún contagio raro, un virus maléfico les reforzó el significado de la palabra “ventaja” y les extirpó el de la palabra “verdad”, es como si les hubiesen hecho una sincerotomía. A mucho de los políticos del mundo les han extirpado la sinceridad.

¡Hombres de ciencia!: busquen por favor un procedimiento para hacer un transplante de sinceridad, y empecemos a buscar donantes. Les reinjertamos sinceridad a nuestros queridos políticos, y yo estoy seguro de que la cosa mejora. Que así sea.

J. R. Lucks


Bibliografía:

(a) La versión digital puede encontrarse en: www.rae.es/
(b) Entre la nada y la eternidad. Roberto Pettinato. Ediciones B Argentina, año 2006.
(c) Adaptación de un cuento llamado “La palabra misteriosa”, publicado en Fábulas Fantásticas, de Ambrose Bierce. Editorial Errepar, año 2000.







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