jueves, junio 26, 2008

26-06-08. El líder

Les quiero hablar del liderazgo. De los líderes. Porque últimamente se han generado algunos, otros creen serlo, en fin, hubo últimamente mucho vedetismo entre líderes, pseudo líderes, proyectos de líderes, en fin, pan y circo pero con líderes en vez de con actrices y bailarinas rellenadas con siliconas.

Líder viene del inglés, lead, que significa guiar. El líder es el que te lleva hacia algún lado. Y es interesante ese asunto de guiar a otros, de ser el primero, el que lleva y al que los demás siguen, por eso es como que siempre estuvo de moda ser líder. Es agradable, es bueno.

El asunto es que el mundo ha evolucionado un poco, y no es lo mismo ser líder de una manada de homo sapiens en busca de un mamut para hacerlo a la parrilla, que tratar de ser líder hoy en día, con gente muy informada, o al menos muy llena de información, con gente incluida y gente excluida, con un mundo en el que cada uno cada día más se mira el ombligo, en fin, en donde “el adonde ir” para que ese líder nos guíe, es un poco más complejo que en la antigüedad.

Hay un viejo dicho, que según escuché una vez repetía muy seguido el General Patton (1), y que asemeja el liderazgo a la acción de querer mover una soga estirada sobre el piso. El punto es que si uno quiere mover esta soga no puede pararse detrás de ella y empujarla, porque lo único que va a lograr es que se amontone en una pila y no que avanzace. Para mover la soga estirada hay que pararse delante de ella, tomarla con firmeza y avanzar. Siempre me resultó muy interesante esta analogía porque es muy clara. Lo que también esta analogía me hizo entender, es la que algunos creen la única posición posible para el líder.

El líder es, según esta teoría, alguien que de espaldas a lo liderado, avanza hacia un objetivo sin mirar atrás. No puede mirar atrás porque corre el riesgo de tropezar. Tiene que estar de espaldas a lo liderado o a lo guiado porque tiene que tener la vista puesta en el objetivo, que obviamente ha a estar delante de él.

Seguramente esta postura de liderazgo hace falta en algunas ocasiones, tal vez en las guerras de Patton fuera la más adecuada. El punto es si parte de las novelas y peleas de conventillo que hemos visto últimamente entre alguno de nuestros pseudo líderes, no serán porque han tomado sólo ésta postura de líderes, en vez de las decenas de otras ideas un poco más modernas y avanzadas que hay sobre el tema.

¿Será que no sólo cada uno está mirando para su lado, sino que aparte están de espaldas a su gente y guiándolas a lugares a los cuales tal vez ellos no quieran ir? ¿Sabrán estos auto-convencidos de sus liderazgos donde ellos mismos han de llegar? ¿Sabrán dónde tiene sentido ir?, o nos estarán guiando a lugares ridículos de donde luego, y como siempre, tendremos que volvernos solos, a pie, sin guía, y con una tonelada de decepciones sobre la espalda.

Para cerrar entonces me gustaría compartir unas ideas publicadas por Marco Denevi (2) allá por 1982 (3):

“Frente a un problema concreto, la reacción mental del hombre inteligente es dinámica: buscará el camino de la solución, a menudo a través de exploraciones, de asedios desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida. En latín, salida se dice exitus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al éxito. […]

Con alguna frecuencia la realidad nos pone, de momento, mentalmente paralíticos. Es cuando decimos que estamos estupefactos, lo cual significa "estar hechos unos estúpidos". La inteligencia, si la tenemos, vendrá a rescatarnos de esa pasajera estupidez […]

Cuanto más complejo sea el problema, más exigirá del inteligente paciencia y esfuerzo, más lo someterá al silencioso y tedioso análisis crítico, y al constante repaso de los conocimientos”.

Yo espero que nuestros líderes dejen un poco de lado la vehemente definición de liderazgo que parecía tanto gustarle a Patton. No estamos en guerra todavía, no hace falta que los guíen hacia una.

Ojalá le hagan caso a Denevi y nos guíen sí, pero a una salida, a un exitus exitoso del atolladero al cual nos han guiado hasta ahora (4). Para eso van a tener que dejar de mirar para sus “incompatibles adelantes”, se van a tener que sentar y usar la inteligencia, la paciencia, el esfuerzo y el análisis crítico. Ojalá aparte de vehemencia tengan al menos alguna de estas habilidades. Por nuestra parte, no somos la hebra de una soga, nos merecemos líderes más completos que los que solo saben tirar de una cuerda. Por eso, no nos dejemos tirar por cualquiera hacia un “adelante” aparentemente egoísta y seguramente incierto.



J. R. Lucks


Referencias

(1) George Smith Patton, Jr. (11 de noviembre de 1885 – 21 de diciembre de 1945), general del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. La historia ha dejado la imagen de un brillante pero solitario líder militar salpicado por insubordinaciones, transgresiones y periodos de cierta inestabilidad emocional. Patton trataba de infundir en sus soldados el respeto de su figura por el temor y buscaba la ser idolatrado en forma permanente. Odiaba al soldado cobarde y se mostraba muy complaciente con aquellos que se destacaban en acción.

(2) Marco Denevi nació en Buenos Aires en 1922. Su primera y siempre recordada novela, Rosaura a las diez, obtuvo el Premio Kraft en 1955, iniciándolo en el camino de la literatura. Desde 1980 practicó el periodismo político, actividad que, según él, le ha proporcionado las mayores felicidades en su oficio de escritor. Murió en la Ciudad de Buenos Aires el 12 de diciembre de 1998.

(3) La viveza, entre la inteligencia y la estupidez. Por Marco Denevi, para La Nación, 1982.

(4) En referencia al conflicto entre los productores rurales y el gobierno por las retenciones móviles sobre el precio de la soja de exportación, que al día de la publicación original de la columna llevaba ya más de cien días con cortes de rutas y gran tensión en la población.



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jueves, junio 19, 2008

19-06-08. Los tiempos, unplugged

Se publicó una vez una tira cómica que me impacto bastante. Era una tira de Ibáñez (1). La acción transcurre en un colegio, aparentemente la maestra está por enseñar las diversos tiempos verbales, y un niño la interrumpe asegurándole que en este país no tiene sentido hacerlo: ya que en general el pasado queremos olvidarlo, el presente normalmente nos vemos obligados a superarlo, y el futuro más de una vez esconde alguna crisis, así que es mejor no pensar en él.

Por eso, volviendo al título de la asamblea de antiguo alumnos a la que hice referencia en la columna pasada: Historia, realidad y compromiso me pareció, a priori, mejor.

Historia tiene mejor estatus que pasado. Historia viene del griego histór que quiere decir hábil, o sabio. Para la Real Academia Española (RAE), historia quiere decir: relato de una serie de sucesos reales y dignos de memoria. Y aquí está justamente el centro del asunto, en lo que es digno de memoria. Pasado es simplemente lo que pasó, valga la redundancia, pero así lo define el diccionario de la RAE. Pasado vienen de passus que es el movimiento del pie cuando va de un lado a otro. Algunos pasos serán pasibles de ser olvidados, como sugería la tira cómica de Ibáñez, pero no todos, y los que son dignos de ser recordados, hayan sido buenos para repetirlos o malos para evitarlos, son historia. Esa historia se lee, se escribe, se hacen películas acerca de ella, se recuerda, se celebra o se conmemora pero no se olvida, no debe olvidarse. Hay que aprender de la historia, lo bueno y lo malo. El pasado pisado, como dice el refrán popular, pero pisémoslo luego de reacatar lo histórico, lo que le da sentido a nuestra memoria, lo que no debe ser pisado ni pasado.

Como toda esta columna tiene que ver con juegos de palabras, quisiera incluir esta cita (2) de José Ingenieros (3), que nos dice que la historia no es sólo lo que pasó o lo que hicimos, es también lo que hacemos. Para tener una buena historia hay que hacer en el ahora. Cómo nos conducimos, obviamente en nuestras realidades de cada día, es lo que escribe nuestra historia. Y si queremos que lo que hacemos sea historia y no solamente pasado, será mejor hacerle caso a Ingenieros:

“Las existencias vegetativas no tienen biografía: en la historia de su sociedad sólo vive el que deja rastros en las cosas o en los espíritus. La vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos. No ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal; las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuánta juventud la precedió. La medida social del hombre está en la duración de sus obras: la inmortalidad es el privilegio de quienes las hacen sobrevivientes a los siglos, y por ellas se mide.
Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos a una parte mayor de humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hacia ideales definidos”.


Vayamos ahora al segundo juego de palabras. ¿Por qué prefiero realidad a presente?
Realidad es para la RAE: existencia real y efectiva de algo; verdad, lo que ocurre verdaderamente; lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio. Presente no es tan fuerte. Presente es lo que tenemos enfrente en un momento dado, es el tiempo en el cual estamos. Pero nada más.

Es obvio que estoy jugando con los términos, pero esa era la idea. El momento en el que estamos podemos desperdiciarlo, podemos cerrar los ojos y no verlo, pretender superarlo, como sugería Ibáñez. El presente nos refiere a “nuestro” presente. La realidad, en cambio, nos excede, es más que nosotros, podemos cerrar los ojos pero la realidad no desaparece por ese motivo. Podemos desperdiciar nuestro presente por no querer verlo o mirarlo. No podemos ignorar la realidad, al menos sin consecuencias.

Presente viene, entre otros orígenes, del verbo latino sedere, que quiere decir estar sentado. Muchas veces nos pasa eso, la realidad nos abruma y nos sentamos a mirar en vez intentar acomodarla. Últimamente, como sociedad, nos hemos sentado a mirar, y la realidad nos muestra que otros países cercanos, por no estar sentados, cambian sus coyunturas y las hacen mejores… y nosotros, seguimos sentados, “superando” el presente. Seamos realistas, aceptemos la realidad. Que nuestro presente incluya a toda la realidad, y que nos encuentre haciendo algo para mantener lo bueno y modificar lo malo.

El presente es sólo un pedazo de tiempo, no somos “dueños” del tiempo. Pero la realidad no es un absoluto, podemos interactuar con ella, podemos mejorarla, podemos moldearla. Habrá partes de la realidad que tengamos que aceptar pero podemos ser actores en la realidad, no estamos condenados a ser meros espectadores, sentados, viendo como nuestro presente se evapora de nuestras vidas sin remedio. Sigamos con José Ingenieros:

“La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección”.

Este autor era un gran promotor de los ideales, y me dirán que muchas veces la realidad no nos ayuda a plantearnos proyectos, a sostener ideales. Vemos que piensa Ingenieros de este asunto:

“Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan”.

Si la realidad no ayuda, al menos que nos eduque, en el fondo que sirva; si al menos no en el corto plazo, en el mediano y largo. Definitivamente tiene que ver con nuestra acción, con nuestra persona involucrada.

Usando las palabras con las que estamos jugando, hay otra frase del autor que estamos citando hoy que tiene que ver con los proyectos que tenemos para el futuro que queremos construirnos, para el tiempo que vendrá que nosotros debemos moldear para que sea lo que queremos. Ingenieros decía:

“En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”.

El tiempo es mucho menos lineal de lo que pensamos, y si no lean algún libro de física moderna, de física cuántica o cosas por el estilo. Como dije no somos “dueños” del tiempo, pero sí somos capaces de influir en esa dimensión, sólo tenemos que darnos cuenta y manejarla. El futuro no es “mucho” más que las consecuencias de las acciones que tomamos hoy, de los proyectos que nos planteamos, de la actitud nuestra –que sí controlamos– hacia las vicisitudes externas que no dominamos. En gran medida el futuro lo hacemos nosotros en el presente, como el presente lo hicimos en el pasado.

Por último está el tercer par de palabras con el que ya comenzamos a jugar. Futuro o compromiso. Para empezar el futuro no existe. El pasado existió, fue. El presente es; pero el futuro ni fue ni es, va a ser, tal vez, no sabemos. Puede ser que exista o no. Puede ser que sea éste o aquél, quien sabe. Está fuera de nosotros, es lo que está por venir… o no, realmente no sabemos. El compromiso en cambio es una proyección de nuestra voluntad. Es nuestro proyecto, es lo que hoy nos planteamos hacer y, si seguimos los pasos, sí va a ser futuro. Compromiso es según la RAE, palabra dada, obligación contraída; con terceros o con nosotros mismos, en definitiva con el futuro.

El futuro es como una tela en blanco enfrente de un pintor. Nosotros con la paleta y los pinceles en la mano podemos hacer con él, y en él, lo que queramos. Es cierto que habrá factores externos que influyan en el futuro y que estén fuera de nuestro hacer, pero esos van a ocurrir igual, lo que no va a ocurrir es lo que nosotros no nos comprometamos a hacer, y ejecutemos con seriedad y tesón.

El compromiso nos incluye, nos hace protagonistas del futuro, nos hace hacedores del futuro, o al menos de parte del él. Con, o com como en este caso, es el prefijo intensivo por excelencia. El compromiso nos pone intensamente a llevar hacia adelante una realidad que queremos que nos encuentre cuando lleguemos al futuro.

Para ir redondeando entonces, les dejo otra cita de don José (4), que me indica, al menos a mí, una de las cosas que tengo que hacer para que mi futuro sea más parecido a lo que quiero, y menos a lo que no.

“Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo […] Creando el hábito del esfuerzo inteligente, se constituye la mejor disciplina del carácter. La injusticia social ha conseguido que, hasta hoy, el trabajo sea odiado, convirtiéndolo en una marca de servidumbre; no puede amarse lo que se impone precozmente, como una ruindad o un envilecimiento, bajo la esclavitud de yugos torpes […] El trabajo será bello y amado cuando represente una aplicación natural de las vocaciones y de las aptitudes”.

¿Por qué esta cita?, ¿qué tiene que ver con el futuro? Hoy tenemos una realidad, demasiada llena de ídolos. ¿Qué tal si le creemos a Ingenieros y nos transformamos en ejemplos, para nuestros hijos, de que todo lo que nos da orgullo es fruto del trabajo?, ¿qué tal si empezamos a vivir para evitar esa injusticia social a la que se refiere el autor? ¿Será que nos preparamos un futuro más mullido si hacemos esto? ¿Podremos comprometernos hoy para que las realidades de nuestros hijos sean mejores que las nuestras? ¿Podremos dejar de idolatrar idiotas y trabajar en construir ejemplos? Yo estoy seguro de que sí podemos. Es cuestión de decidirse, es cuestión de abrir los ojos en nuestros presentes, pararnos de la silla en la que estamos sentados y dejar de quejarnos de una realidad que tal vez no nos favorezca, para que teniendo memoria de la historia que tenga sentido recordar, encontrando en ella los ejemplos que valgan la pena y actuando como ellos, nos comprometamos en que el futuro sea mejor y no sólo lo que el azar nos traiga.

Esta última frase que voy a incluir no es de José Ingenieros, es más bien todos y de nadie, aunque seguramente alguien la dijo por primera vez. Creo que está basada en una de Sábato, ojalá que resuma lo que quise decir.

“Vive siempre bien el presente, para que puedas disfrutar del futuro, y con buenos recuerdos de tu pasado”.



J. R. Lucks


Referencias

(1) Sergio Ibáñez nació en Buenos Aires en 1966. Es profesor de lengua y literatura. Comenzó a publicar profesionalmente en 1988 en editorial Columba, para la que colaboró intensamente durante más de 10 años realizando infinidad de series entre las que pueden contarse: Crap, Dimitri, Wolf, El Cosaco, No way land, Mark y hasta el mítico Nippur de Lagash.

(2) El hombre mediocre. José Ingenieros. Editorial Losada, 2008.

(3) José Ingenieros, (24 de abril de 1877, en Palermo, Italia; 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires, Argentina), fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino.

(4) Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.




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jueves, junio 12, 2008

12-06-08. Ídolos o ejemplos

Hace unos días participé de una asamblea de antiguos alumnos de una escuela de negocios, y me llamó mucho la atención el título que eligieron. La asamblea se llamaba: Historia, realidad y compromiso, y me agradó porque la idea era hacer un recorrido por el tiempo.

El punto es que de una u otra forma estas tres palabras me gustaron más que las tres básicas para referirse al tiempo, me parecieron más adecuadas para el título, que de haber usado: Pasado, presente y futuro. En definitiva es un juego de palabras, pero eso me hizo pensar en las diferencias entre cada par de términos. Ya volveré sobre eso más adelante.

Uno de los disertantes en la asamblea era el rabino Sergio Bergman (1). En varios pasajes de su discurso él también jugó un poco con las palabras, por ejemplo planteó en un momento la diferencia entre promesa y proyecto. Si bien etimológicamente son bastante parecidas, ya que ambas quieren decir: echar algo hacia adelante, cuando vemos bien lo que significan son bastante diferentes. Una promesa es solamente una expresión de la voluntad de dar algo a alguien, o hacer por él algo. Digo "solamente" porque con esto de las promesas creo que tenemos miles de malos ejemplos, lamentablemente. Un proyecto, en cambio, es la “disposición” que se forma para la realización o para la ejecución de algo de importancia.

Es como que una promesa es un conjunto de palabras, mientras que un proyecto es algo mucho más concreto. Proyecto viene de abjicere, que como dije significa echar algo hacia delante, pero con dirección, con sentido de tiempo y lugar; de allí justamente vienen también proyectil, algo que se echa hacia adelante pero a un lugar concreto, con un plan, con recursos que nos garanticen que lo que “echamos” hacia adelante ha de llegar al lugar deseado.

Estamos llenos de promesas y creo que, lamentablemente, con muy pocos proyectos, con muchas palabras que expresan voluntad, pero con muy pocos objetivos con dirección cierta de llegar a un lugar concreto. No sólo por parte de los gobiernos, muchas veces de nosotros hacia nosotros también.

Otro par de palabras que el rabino usó en un momento fue ídolo y ejemplo. Y tienen mucho que ver con lo de promesa y lo de proyecto. Ídolo viene de idolum, que significa figura de una falsa deidad, es derivado de eidos que quiere decir: semejanza, sombra, fantasma. En cambio ejemplo, que viene del latín exemplum, quiere decir: muestra, modelo. Para la Real Academia Española ejemplo significa: caso que se propone, o bien para que se imite y siga, si es bueno y honesto, o para que se evite si es malo. El ejemplo no sólo tiene valor: bueno o malo, sino que implica acción de nuestra parte, o lo imitamos o lo repudiamos. El ídolo, en cambio, no sólo es una semejanza, una sombra o fantasma, sino que no llama a la acción. Está allí, arriba de un supuesto altar inalcanzable. Es etéreo como la promesa. El ejemplo en cambio es concreto como el proyecto.

El rabino Bergman comentaba como hoy nos hemos transformado en grandes consumidores de ídolos, en vez de buscar ejemplos para imitar. Compramos lo que el ídolo usa, leemos de sus separaciones o de sus amoríos en las revistas o lo vemos bailar en un caño o cantar por un sueño, pero ¿cuántos de nosotros buscamos lo ejemplar en el ídolo para poder imitarlo?, ¿cuántos vemos en el ídolo lo que no es ejemplar para bajarlos un poco de los altares y dejar de consumirlos como si fuesen realmente nutritivos para nuestra vida?

Hace un tiempo leí un libro que se llama: El hombre light (2). El mismo se refiere a cómo esta tendencia en la alimentación se ha metido no sólo en el aparato digestivo del hombre, sino también en su forma de ser. El punto es que, desgraciadamente, ser light en la forma de ser y pensar, nos lleva a buscar más ídolos que ejemplos, a creer en cualquier promesa en vez de a construir proyectos propios. Creo que esta pequeña cita, sacada del mencionado libro, redondea lo que estamos reflexionando aquí. Dice lo siguiente:

“La vida siempre es anticipación y porvenir. Somos proyectos. El hombre es, sobre todo futuro. Ahí se engarzan los pequeños objetivos, las metas y tantos afanes como jalonan su recorrido. Y para que éstos salgan a delante, es necesario que sean concretos, bien delimitados, con unos perfiles nítidos, sin intentar abarcar demasiado.
[…]
No se puede vivir sin ilusiones, y para que éstas salgan es necesario tener un afán de superación permanente. Ahí está la esencia de muchas vidas ejemplares. Siempre fuertes, a pesar de la adversidad. Ésa es, para mí, la mejor fórmula para llegar a ser uno mismo.
[…]
Decía el Derecho Romano que eran tres las claves para llevar una existencia positiva: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo suyo".


Comamos light para cuidar el colesterol y la salud, pero no seamos light. Busquemos ejemplos para imitar en vez de ídolos para adorar. Creamos en promesas, que tal vez como las ilusiones son necesarias para vivir, pero construyamos proyectos para alcanzar estas promesas e ilusiones. No las tengamos arriba de altares como ídolos que no son más que fantasmas. El Derecho Romano es muy antiguo pero muy sigue muy vigente. Que los buenos ejemplos y nuestros proyectos nos pongan donde queremos, viviendo honestamente, sin dañar a nadie y siendo justos. No suena tan complicado, ¿cierto?


J. R. Lucks



Referencias

(1) Rabino Sergio Bergman: Rabino, egresado del Seminario Rabínico Latinoamericano de Buenos Aires y egresado del Hebrew Union College de Jerusalem – Israel. Master en Educación, Estudios Judaicos y Literatura Rabínica, egresado Cum Laude del Melton Institute de Jerusalem – Israel.

(2) El hombre light. Enrique Rojas Editorial Planeta 2004.




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jueves, junio 05, 2008

05-06-08. El egoísmo, unplugged

El hombre es un animal social. No lo digo yo. Lo dijo Aristóteles (1) muy claramente hace más de dos mil años. Por si esto fuera poco lo volvieron a decir, lo investigaron, y lo comprobaron, casi todos los filósofos, los antropólogos, los sociólogos, y casi cualquier ser humano pensante que pisó este planeta durante todo ese tiempo.

Que el hombre sea un animal social quiere decir que necesita de los otros de su especie para sobrevivir. Veamos el argumento que usa Aristóteles para justificar esto, en su tratado La Política (2):

"Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios".

Es un argumento práctico. Como no puede vivir sólo el hombre tiene que vivir en sociedad, y para vivir en sociedad debe respetar ciertas reglas de convivencia, reglas morales sobre las cuales se construye la ética. Simple, ¿no? Según Aristóteles no es posible pensar que el individuo sea anterior a la sociedad. La sociedad no puede ser un arreglo de individuos que vivían por su cuenta y que decidieron juntarse, porque nunca hubiesen podido vivir en soledad. Sea el hombre creado, o producto de la evolución, lo es en grupo, en familia, en comunidad… con otro u otros.

Por ese motivo, un punto de vista egoísta, o sea uno que sólo ve desde el yo, es ridículo; porque es ridículo que el hombre viva solo. En realidad más que ridículo es imposible. Pero el mundo moderno, particularmente el mundo que quiere un desarrollo de las empresas y de sus negocios, se ha ido encargando de diluir esta idea. De transformar al egoísmo en algo no tan ridículo sino en una especie de motor del bienestar… general. Aunque suene a contradicción. O sea, el egoísmo particular, sumado, produce bienestar general… suena como un excelente esfuerzo de transformar una cosa en otra ¿Por qué?, porque sirve a las intenciones de incrementar el comercio y los volúmenes de producción y de trabajo. Para ilustrar este punto he aquí una cita de un libro (3) de Jaime Barylko, escritor y pensador argentino:

“El egoísmo practica una ética utilitarista. Do ut des, en latín. Te doy para que me des. El egoísmo, bien entendido, es un programa de vida, e incluso una ética. Todo egoísta esta comprometido con el egoísmo ajeno. Cuenta con ello. En la vida, como en los negocios, hay que tener muy presente al otro y sus intenciones”.

Creo que la cita es auto explicativa. Sin embargo es interesante como pareciera que aún el egoísmo necesita del otro, de otro egoísmo. Este mundo en el que vivimos, en donde se ha exaltado el bienestar personal, en donde se ha exacerbado la necesidad de auto satisfacerse para garantizar compradores fieles, retorna al punto de partida de Aristóteles. El hombre egoísta necesita de otro egoísta para poder serlo eficazmente. Que nos queda en este mundo de hoy entonces. Barylko lo plantea de la siguiente forma:

“¿Todo lo que tenemos es el mercado? Aparentemente sí. La libre transacción, la economía de mercado, el mercado de valores, de talentos. Mercado. Negocio. Te doy para que me des. Todo es mercancía. Ni fraternidad, ni piedad ni relación humana de tipo de comunidad personalista. Solamente intereses”.

Suena a resignación. Suena a que lo “único” que “nos queda” es el mercado. Como si el mercado hubiese ahogado al resto. ¿Qué sería el resto?, ¿el romanticismo?, ¿el heroísmo?, ¿el actuar desinteresadamente?, ¿qué cosas ya no tenemos puesto que sólo nos queda el mercado? ¿La solidaridad tal vez? El libro citado toca el tema, y se refiere a esta aparentemente desaparecida cualidad de la siguiente forma:

“La solidaridad social depende de que la gente comparta cierto número de estados de conciencia comunes a todos los miembros. Si entendemos que personalidad es lo que nos hace diferentes de los otros, la solidaridad social es tanto más fuerte cuanto menos se desarrolle la personalidad y viceversa.

El individuo crece sobre la disminución o mengua de la comunidad”.

Pareciese que el egoísmo y la individualidad están de punta con la solidaridad. Barylko parece sugerir incluso que el individuo debe dejar de crecer para que no mengue la comunidad.

¿Hacia donde vamos?, ¿iremos hacia una nueva sociedad en la cual hasta la solidaridad esté basada en un complejo entretejido de egoísmos como el autor citado sugiere cuando habla de una ética utilitarista? No creo. No al menos si logramos evitarlo, y considero que Barylko escribía justamente por la misma creencia.

Pero, ¿que es solidaridad? Esta palabra viene de solidario que a su vez viene del latín sólidum o sólidus, lo cual hacía referencia a una moneda sólida o con valor cierto. Era la moneda con la que se pagaba, entre otras cosas, a los que iban a la guerra, de allí, eventualmente, soldado. Solidario es el que responde, con su patrimonio, en partes proporcionales con otro, a una obligación. De allí la expresión: deudor solidario. Y solidaridad, según el diccionario de la Real Academia Española quiere decir: Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. El solidario, aunque más no sea porque lo obliga una ley, ve al otro, acuerda con el otro, incluye al otro.

Como sugería Barylko, para ser solidario hay que compartir cierto número de estados de conciencia, hay que no ser egoísta, al menos a ultranza. ¿Será esto que acabo de plantear algo que el hombre moderno puede hacer?: mirar al otro, ver al otro, compartir el punto de vista del otro para poder hacer algo en conjunto. ¿Qué lo obliga al hombre moderno a mirar al otro, a ver al otro? ¿Qué propaganda le dice que deje de pensar en sí mismo y piense en otro –sin contar las que nos excitan a comprar regalos para el día de la madre, del padre, del hijo, del tío segundo o de la mascota preferida –?

Vamos un poco más atrás en el tiempo y veamos que nos decía (4) otro gran escritor y pensador, Jacques Rousseau (5):

“Hay además otro principio, el cual, habiéndole sido dado al hombre para suavizar en ciertas circunstancias la ferocidad de su amor propio o su deseo de conservación…, modera el ardor que siente por su bienestar con una innata repugnancia a ver sufrir a sus semejantes. Me refiero a la piedad, disposición adecuada a seres tan débiles y sujetos a tantos males como somos nosotros; virtud tanto más universal y tanto más útil al hombre cuanto que precede al uso de toda reflexión, y tan natural que las bestias mismas dan de ella algunas veces sensibles muestras… Observase a diario la repugnancia que experimentan los caballos a pisotear un cuerpo vivo”.

Si hasta los caballos parecieran tener piedad y por lo tanto “percibir” al otro, ya no desde su egoísmo sino desde otro lado, creo que los hombres podemos albergar algo de esperanza. Si no nos mueve lo positivo, al menos debería movernos la repugnancia de ver sufrir a alguien.

Rousseau nos lleva a tener que entender otra palabra. Piedad. Ésta viene de pius, que quiere decir obediente, servicial, respetuoso, que cumple su deber. ¿Qué deber? Pues según yo el deber de ser humano, de ser ese animal social que Aristóteles nos justificaba con gran claridad.

Pero claro, se habla de deber, y hoy, en este mundo con tendencias egoístas, el deber, sobre todo hacia el otro, causa rebeldía. Pensando en esto encontré otro libro muy interesante (6) que habla de la libertad y de los valores del hombre. En una primera parte se refiere el autor justamente a esta rebeldía que se presenta en los jóvenes, o en quienes sienten una imposición externa, y se refiere luego a cómo salir de esta fase si es que el hombre no quiere quedarse atascado en una etapa no productiva de su vida. Dice así:

“El fruto más preciado de la superación de esta etapa –la de la trasgresión de la ley, sea esta impuesta por el derecho o por la moral– (7) es la libertad.
Esa disponibilidad que permite, con claridad, con lucidez, sentirse dueño de lo que se elige.
Profundamente comprometido e identificado con ello.
Es entonces cuando lo que no se hace, no se deja de hacer por miedo.
Y lo que se hace no se realiza por simple obligación.
Cuando la libertad es consciente de su responsabilidad. Cuando la heteronomía y la autonomía se funden en una unidad existencial concreta.
[...] Cuando se realiza la paradoja. –La de crecer mi ego, mi yo, al aceptar e incorporar al otro para nuestro crecimiento conjunto–(7)”.

Interesante. Al menos para mí cierra el circuito. Me referí a puntos de vista, que nuestra sociedad de consumo ha llevado más hacia el “yo” que hacia el “nosotros”. Pero como el hombre no puede vivir sólo pareciera construir sus relaciones sobre una ética utilitarista, como planteaba Barylko. Ahora, él también habla de solidaridad, para lo cuál se requiere más que una ética construida con egoísmos mutuos, y para eso nos hace falta algo de piedad, que hasta los caballos parecen tener.

El punto que nos humaniza de vuelta, que nos hace animales sociales, pero no por obligación o por instinto –como a los caballos–, es la libertad. La libertad de elegir no prestar tanta atención a los comerciales sino a nuestra naturaleza, a esa que nos hace sociales. La libertad de elegir la piedad y la solidaridad. Cuando dejamos de hacer las cosas por miedo, por obligación o por utilitarismo, cuando concientemente decidimos ser hombres y mujeres, humanos, aceptamos nuestra naturaleza social y volvemos a mirar al otro, a incluirlo, a dejar de actuar con egoísmo y empezar a pensar con nosotrismo. Volvemos a ver a los que tenemos cerca y no tan cerca, a nuestra familia, a la gente del barrio o de la ciudad, respetando no porque nos obligue nadie, sino porque nos hace sentido.

¿Cómo se logra que nos contagiemos todos, de esto, al mismo tiempo? ¿Querrá alguien hacer comerciales con esta temática? Probablemente no. Va a seguir dependiendo de nosotros, sólo de todos y cada uno de nosotros. Pero no me digan que no suena mejor el poder mirar al otro ejerciendo mi libertad de ser social con lo que eso implique, en vez de estar atrapado en una ética utilitarista.

En función de esto entonces, no creo que el hombre deba dejar de crecer para que la comunidad deje de menguar. No necesariamente tengo que perder personalidad para que el nosotros crezca. Creo que el egoísmo sí debe dejar de crecer, pero que el hombre, el humano que no es mucho más que un animal social, debe de seguir creciendo en habilidades y capacidades que tienen que ver con el nosotros, con la comunidad de la que necesita para vivir. Porque ese hombre sólo crece cuando la comunidad crece y viceversa. Un nosotros que nos incluya no puede ser más grande si las partes que lo componen dejan de desarrollarse. Ese nosotros será más grande en la medida en que las personalidades que lo conforman crezcan, pero desde un punto de vista compartido y no egoísta, desde un punto de vista nosotrista.



J. R. Lucks


Referencias:

(1) Aristóteles: (Estagira, Macedonia 384 A. C. – Calcis Eubea, Grecia 322 A. C.) Fue uno de los más grandes filósofos de la antigüedad y acaso de la historia de la filosofía occidental. Fue precursor de la anatomía y la biología y un creador de la taxonomía.

(2) La Política. Aristóteles. Editorial Alianza, 2007.

(3) La dimensión del hombre. Jaime Barylko. Editorial Sudamericana, 2005.

(4) El origen de la desigualdad entre los hombres. Jacques Rousseau. Editorial Claridad, 2006.

(5) Jacques Rousseau: (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 – Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un escritor, filósofo, músico, franco-suizo; usualmente es definido como un ilustrado, pero parte de sus teorías prefiguran el posterior Romanticismo. Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución Francesa, el desarrollo de las teorías Liberales, y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en su más célebre frase, contenida en El contrato social: «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado».

(6) El hombre la libertad y los valores. Julio Cesar Labake.

(7) Acotaciones de José Ricardo Lucks.



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