Por eso, volviendo al título de la asamblea de antiguo alumnos a la que hice referencia en la columna pasada: Historia, realidad y compromiso me pareció, a priori, mejor.
Historia tiene mejor estatus que pasado. Historia viene del griego histór que quiere decir hábil, o sabio. Para la Real Academia Española (RAE), historia quiere decir: relato de una serie de sucesos reales y dignos de memoria. Y aquí está justamente el centro del asunto, en lo que es digno de memoria. Pasado es simplemente lo que pasó, valga la redundancia, pero así lo define el diccionario de la RAE. Pasado vienen de passus que es el movimiento del pie cuando va de un lado a otro. Algunos pasos serán pasibles de ser olvidados, como sugería la tira cómica de Ibáñez, pero no todos, y los que son dignos de ser recordados, hayan sido buenos para repetirlos o malos para evitarlos, son historia. Esa historia se lee, se escribe, se hacen películas acerca de ella, se recuerda, se celebra o se conmemora pero no se olvida, no debe olvidarse. Hay que aprender de la historia, lo bueno y lo malo. El pasado pisado, como dice el refrán popular, pero pisémoslo luego de reacatar lo histórico, lo que le da sentido a nuestra memoria, lo que no debe ser pisado ni pasado.
Como toda esta columna tiene que ver con juegos de palabras, quisiera incluir esta cita (2) de José Ingenieros (3), que nos dice que la historia no es sólo lo que pasó o lo que hicimos, es también lo que hacemos. Para tener una buena historia hay que hacer en el ahora. Cómo nos conducimos, obviamente en nuestras realidades de cada día, es lo que escribe nuestra historia. Y si queremos que lo que hacemos sea historia y no solamente pasado, será mejor hacerle caso a Ingenieros:
“Las existencias vegetativas no tienen biografía: en la historia de su sociedad sólo vive el que deja rastros en las cosas o en los espíritus. La vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos. No ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal; las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuánta juventud la precedió. La medida social del hombre está en la duración de sus obras: la inmortalidad es el privilegio de quienes las hacen sobrevivientes a los siglos, y por ellas se mide.
Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos a una parte mayor de humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hacia ideales definidos”.
Vayamos ahora al segundo juego de palabras. ¿Por qué prefiero realidad a presente?
Realidad es para la RAE: existencia real y efectiva de algo; verdad, lo que ocurre verdaderamente; lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio. Presente no es tan fuerte. Presente es lo que tenemos enfrente en un momento dado, es el tiempo en el cual estamos. Pero nada más.
Es obvio que estoy jugando con los términos, pero esa era la idea. El momento en el que estamos podemos desperdiciarlo, podemos cerrar los ojos y no verlo, pretender superarlo, como sugería Ibáñez. El presente nos refiere a “nuestro” presente. La realidad, en cambio, nos excede, es más que nosotros, podemos cerrar los ojos pero la realidad no desaparece por ese motivo. Podemos desperdiciar nuestro presente por no querer verlo o mirarlo. No podemos ignorar la realidad, al menos sin consecuencias.
Presente viene, entre otros orígenes, del verbo latino sedere, que quiere decir estar sentado. Muchas veces nos pasa eso, la realidad nos abruma y nos sentamos a mirar en vez intentar acomodarla. Últimamente, como sociedad, nos hemos sentado a mirar, y la realidad nos muestra que otros países cercanos, por no estar sentados, cambian sus coyunturas y las hacen mejores… y nosotros, seguimos sentados, “superando” el presente. Seamos realistas, aceptemos la realidad. Que nuestro presente incluya a toda la realidad, y que nos encuentre haciendo algo para mantener lo bueno y modificar lo malo.
El presente es sólo un pedazo de tiempo, no somos “dueños” del tiempo. Pero la realidad no es un absoluto, podemos interactuar con ella, podemos mejorarla, podemos moldearla. Habrá partes de la realidad que tengamos que aceptar pero podemos ser actores en la realidad, no estamos condenados a ser meros espectadores, sentados, viendo como nuestro presente se evapora de nuestras vidas sin remedio. Sigamos con José Ingenieros:
“La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección”.
Este autor era un gran promotor de los ideales, y me dirán que muchas veces la realidad no nos ayuda a plantearnos proyectos, a sostener ideales. Vemos que piensa Ingenieros de este asunto:
“Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan”.
Si la realidad no ayuda, al menos que nos eduque, en el fondo que sirva; si al menos no en el corto plazo, en el mediano y largo. Definitivamente tiene que ver con nuestra acción, con nuestra persona involucrada.
Usando las palabras con las que estamos jugando, hay otra frase del autor que estamos citando hoy que tiene que ver con los proyectos que tenemos para el futuro que queremos construirnos, para el tiempo que vendrá que nosotros debemos moldear para que sea lo que queremos. Ingenieros decía:
“En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”.
El tiempo es mucho menos lineal de lo que pensamos, y si no lean algún libro de física moderna, de física cuántica o cosas por el estilo. Como dije no somos “dueños” del tiempo, pero sí somos capaces de influir en esa dimensión, sólo tenemos que darnos cuenta y manejarla. El futuro no es “mucho” más que las consecuencias de las acciones que tomamos hoy, de los proyectos que nos planteamos, de la actitud nuestra –que sí controlamos– hacia las vicisitudes externas que no dominamos. En gran medida el futuro lo hacemos nosotros en el presente, como el presente lo hicimos en el pasado.
Por último está el tercer par de palabras con el que ya comenzamos a jugar. Futuro o compromiso. Para empezar el futuro no existe. El pasado existió, fue. El presente es; pero el futuro ni fue ni es, va a ser, tal vez, no sabemos. Puede ser que exista o no. Puede ser que sea éste o aquél, quien sabe. Está fuera de nosotros, es lo que está por venir… o no, realmente no sabemos. El compromiso en cambio es una proyección de nuestra voluntad. Es nuestro proyecto, es lo que hoy nos planteamos hacer y, si seguimos los pasos, sí va a ser futuro. Compromiso es según la RAE, palabra dada, obligación contraída; con terceros o con nosotros mismos, en definitiva con el futuro.
El futuro es como una tela en blanco enfrente de un pintor. Nosotros con la paleta y los pinceles en la mano podemos hacer con él, y en él, lo que queramos. Es cierto que habrá factores externos que influyan en el futuro y que estén fuera de nuestro hacer, pero esos van a ocurrir igual, lo que no va a ocurrir es lo que nosotros no nos comprometamos a hacer, y ejecutemos con seriedad y tesón.
El compromiso nos incluye, nos hace protagonistas del futuro, nos hace hacedores del futuro, o al menos de parte del él. Con, o com como en este caso, es el prefijo intensivo por excelencia. El compromiso nos pone intensamente a llevar hacia adelante una realidad que queremos que nos encuentre cuando lleguemos al futuro.
Para ir redondeando entonces, les dejo otra cita de don José (4), que me indica, al menos a mí, una de las cosas que tengo que hacer para que mi futuro sea más parecido a lo que quiero, y menos a lo que no.
“Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo […] Creando el hábito del esfuerzo inteligente, se constituye la mejor disciplina del carácter. La injusticia social ha conseguido que, hasta hoy, el trabajo sea odiado, convirtiéndolo en una marca de servidumbre; no puede amarse lo que se impone precozmente, como una ruindad o un envilecimiento, bajo la esclavitud de yugos torpes […] El trabajo será bello y amado cuando represente una aplicación natural de las vocaciones y de las aptitudes”.
¿Por qué esta cita?, ¿qué tiene que ver con el futuro? Hoy tenemos una realidad, demasiada llena de ídolos. ¿Qué tal si le creemos a Ingenieros y nos transformamos en ejemplos, para nuestros hijos, de que todo lo que nos da orgullo es fruto del trabajo?, ¿qué tal si empezamos a vivir para evitar esa injusticia social a la que se refiere el autor? ¿Será que nos preparamos un futuro más mullido si hacemos esto? ¿Podremos comprometernos hoy para que las realidades de nuestros hijos sean mejores que las nuestras? ¿Podremos dejar de idolatrar idiotas y trabajar en construir ejemplos? Yo estoy seguro de que sí podemos. Es cuestión de decidirse, es cuestión de abrir los ojos en nuestros presentes, pararnos de la silla en la que estamos sentados y dejar de quejarnos de una realidad que tal vez no nos favorezca, para que teniendo memoria de la historia que tenga sentido recordar, encontrando en ella los ejemplos que valgan la pena y actuando como ellos, nos comprometamos en que el futuro sea mejor y no sólo lo que el azar nos traiga.
Esta última frase que voy a incluir no es de José Ingenieros, es más bien todos y de nadie, aunque seguramente alguien la dijo por primera vez. Creo que está basada en una de Sábato, ojalá que resuma lo que quise decir.
“Vive siempre bien el presente, para que puedas disfrutar del futuro, y con buenos recuerdos de tu pasado”.
J. R. Lucks
Referencias
(1) Sergio Ibáñez nació en Buenos Aires en 1966. Es profesor de lengua y literatura. Comenzó a publicar profesionalmente en 1988 en editorial Columba, para la que colaboró intensamente durante más de 10 años realizando infinidad de series entre las que pueden contarse: Crap, Dimitri, Wolf, El Cosaco, No way land, Mark y hasta el mítico Nippur de Lagash.
(2) El hombre mediocre. José Ingenieros. Editorial Losada, 2008.
(3) José Ingenieros, (24 de abril de 1877, en Palermo, Italia; 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires, Argentina), fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino.
(4) Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.
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