domingo, diciembre 27, 2009

Año nuevo…

Más allá del momento en que usted lea usted este comentario (ya que la magia de la letra escrita –impresa o electrónica– hace que pueda ser encontrada en cualquier momento), yo lo estoy escribiendo muy cerca del fin de un año.

Siendo el objetivo de estas columnas buscar en refranes ideas para reflexionar, qué mejor ejemplar para la época en la que escribo que:

“Año nuevo: vida nueva”

Siempre me resultó interesante esta “fantasía”, basada en que el “cambio” de año tiene “poder” para cambiar nuestra vida; particularmente si se está atravesando un mal momento, pues de estar pasándola bien seguramente querríamos que fuese: año nuevo, vida seguí como vas que vas bien.

El año deja de ser uno y empieza a ser el siguiente un día como cualquier otro; sólo que a ese día, el que inventó el calendario –alguien tan humano como usted o yo– lo puso en un lugar especial.

El día de año nuevo es aquel en el cual el Sol (más o menos) “vuelve” a estar en un determinado lugar del cielo (según nuestra visión, ya que en realidad el Sol no se mueve) porque la Tierra terminó de darle la vuelta, pero nada más. O sea, el día de año nuevo es como cualquier otra jornada, porque esto que acabo de describir pasa todos los días; la diferencia es que los lugares en donde el sol “vuelve” a estar son diferentes.

Cada día puede ser fin de año, si así lo queremos. De hecho cada día es fin de un año que empezó 365 días antes (para los que seguimos el calendario Gregoriano) sin importar que día de que mes sea. Cada día puede ser inicio de una nueva vida, si hacemos algo para que así sea. Sin embargo, el 31 de diciembre –para algunos de los miles de millones de habitantes de este planeta, no para todos– tiene una magia especial, motiva, le da a uno fuerzas “diferentes” para tomar impulso.

Se puede cambiar de vida el 28 de septiembre, o el 16 de marzo, pero esos días, excepto para los que nacieron en ellos, no son sino “otros” días en el calendario. El 31 de diciembre produce algo especial, y vale la pena aprovecharlo. Nuestra vida sólo va a cambiar si hacemos algo para que cambie, pero tomar impulso cuando las condiciones son mejores (aunque estas no sean más que imaginarias) es algo muy recomendable.

Hay un autor, llamado Ernie Zelinski, que en sus varios libros escribe sobre las actitudes que permiten pensar en una nueva vida. Esta primera cita (1), de uno de sus trabajos más conocidos, me parece apropiada para pensarla en un cambio de año:

“La vida es un juego. Las personas felices son los jugadores. Los que no lo están son normalmente los espectadores. ¿Cuál quiere usted ser?”

Nos pasa eso a veces ¿cierto?, nos quejamos desde la tribuna sin bajar al campo de juego. Vemos la vida como espectadores de una obra en la que hacemos a los demás protagonistas, nos quejamos de lo que hacen –o “nos” hacen– pero no bajamos nunca a poner nuestra transpiración y nuestras calorías en el lugar correcto.

Sería interesante tomar coraje y, para esta vida nueva que con la que deseamos iniciar el año, hacer algo diferente, actuar o “jugar” en vez de tanto mirar.
En otra de sus obras (2) , el mismo autor, escribe esto que también me pareció muy digno de ser tenido en cuenta, él dice:

“El éxito repentino sólo ocurre en los cuentos de hadas, en las novelas basura y en las películas malas”.

La perseverancia es otra cosa a tener en cuenta si uno quiere cambiar la vida, sobre todo en estos tiempos que vivimos en que todo es tan fugaz.

De tanto ver boxeadores o deportistas de película que se entrenan en cinco minutos, o cosas por el estilo, me parece que muchos nos desanimamos por no poder lograr lo que deseamos en un santiamén.

El esfuerzo sostenido, el trabajo constante, la capacidad de mantener relaciones o trabajos en el tiempo, no son cosas que estén de moda en la actualidad, pero el mundo llegó hasta acá básicamente por eso, ¿no? ¿No valdría la pena repensar un poco las cosas? ¿No será que muchas veces no logramos lo que nos proponemos porque no intentamos lo suficiente? ¿No será que muchos fracasos son lo que son por no esperar a que las cosas maduren, o se calmen, o se estabilicen? ¿No será que nuestra vida no cambia porque no nos damos el tiempo de cambiarla?

La educación, la clave y la llave de un mundo mejor, requiere de tiempo, paciencia, compromiso. No sigamos destruyendo nuestro futuro y el de nuestros hijos por no ocuparnos lo suficiente. Nuestra vida probablemente no sea un cuento de hadas, que tal si no la transformamos en una novela basura o en una película mala por no darle atención a lo más importante que podemos dejarle a los niños.

Una última frase de este autor, de otro de sus escritos (3) , nos incita a pensar y pensarnos de vuelta diciéndonos:

“Imagine que está en control de su vida. Ahora, la pregunta es: ¿Por qué tiene que imaginarlo?”

Una respuesta posible es porque se prefiere imaginar en vez de asumir la responsabilidad. El resultado de esta postura es seguramente catastrófico. Nadie niega que pasen cosas incontrolables en nuestra vida. Lo que también es cierto es que el qué hacemos con ellas es prerrogativa nuestra.

Año nuevo vida nueva, pero no mágicamente. Año nuevo vida nueva tomando control de la misma, bajando de la tribuna para ser protagonista, con la certeza de que los esfuerzos que hagamos, eventualmente –con esmero y paciencia–, darán resultados.

Si está leyendo esto a fin de año, bien; buen momento para pensar y decidir hacer algo, porque la deseada vida nueva no va a aparecer mágicamente saliendo de la botella con la que vaya a brindar.

Si no, si está leyendo esto el 3 de junio, o el 25 de octubre, o en cualquier otro día del año, no se preocupe, para alguna religión o secta, en algún calendario de la antigüedad olvidado pero no por eso inválido, para alguna otra raza que mora en alguno de los cientos de millones de mundos posibles, hoy, justamente hoy, es año nuevo, así que aproveche y “hágase” una vida nueva si realmente lo desea.



J. R. Lucks



Referencias

(1) El éxito de los perezosos. Ernie Zelinski. Ediciones B, 2003.

(2) 101 Cosas que ya sabes, pero siempre olvidas. Ernie Zelinski. Planeta, 2007.

(3) El arte de mejorar nuestra calidad de vida. Ernie Zelinski. Amat Editorial, 2003.




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domingo, diciembre 20, 2009

Podemos arreglarlo

Hay un tema de The Beatles, compuesto por Paul McCartney y John Lennon en un aparentemente “raro” ejemplo de colaboración entre ellos, que tiene por título “We can work it out”, o sea el mismo título con el que se ha bautizado esta columna.

Parece que McCartney, en las estrofas de su autoría, le decía a una novia que se alejaba de él para seguir su carrera teatral, que podían arreglarlo si ella viese las cosas como él lo hacía. El poema que da letra a la canción, con algunas frases de Paul y otras de John, dice algo así:

“Trata de verlo a mi manera.
¿Tengo que seguir hablando hasta que no pueda más?
Mientras lo ves a tu manera,
corremos el riesgo de darnos cuenta que nuestro amor pronto se perderá.

Podemos arreglarlo.
Podemos arreglarlo.

Piensa lo que dices.
Puedes estar equivocada y aún así pensar que tienes razón.

La vida es muy corta, y no hay tiempo
para discutir y pelear mi amigo.
Yo siempre pensé que es un crimen,
por eso te vuelvo a decir.
Trata de verlo a mi manera…
…”

La escuché miles de veces, la leí, la pensé, la repensé, y no puedo sacarme de la cabeza el pedido que percibo como excluyente: “trata de verlo a MI manera”.

No es mi intención criticar la letra, ya que al hacerlo sin contar la historia completa la estaría sacando de contexto. Tendría que haber vivido la situación para saber si lo que voy a decir aplica a Paul y a su novia o no, por lo tanto no es para con ellos.

Lo cierto es que la mayor parte de la gente que escucha la canción tampoco vivió la historia, y por lo tanto sólo le llegan las palabras; siendo así, lo que no me termina de convencer, como para que sea tomado literalmente, es el pedido de ver las cosas desde un punto de vista –el del que pide– a cambio del otro, en lugar del otro.

Somos expertos en decirles a los demás cómo por ver las cosas como las ven es que se equivocan. Tal vez no lo seamos tanto en meditar si nuestro punto de vista no será el errado.

Yo veo las cosas desde mi punto de vista, desde allí es que decido, pienso, juzgo. Usted ve desde su punto de vista, y desde ese lugar hace lo mismo que yo. No está mal, así es. En algunas cosas coincidimos y en otras no.

En las faltas de coincidencia nos podemos pedir “mirarlo” desde otro punto de vista, pero mirar es una cosa y ver es otra. No sé si puede realmente ver desde un punto de vista ajeno. De cualquier forma, lo que no deberíamos es pedir reemplazar una visión o una mirada por la otra, eso es asumir que el otro está completamente equivocado y que la propia visión es la verdad absoluta.

Soy de los que está “brutalmente” de acuerdo en tratar de ponerse en el lugar de la persona con la que se interactúa, sobre todo si estamos en desacuerdo; pero no para “dejar” de ser yo y transformarme en esa otra persona, sino para hacer el esfuerzo de intentar pensar como el otro, para tratar de percibir las diferencias, no necesariamente para tener que perderme en una mirada o en un pensamiento ajeno.

Mi punto de vista debería poder enriquecerse con la mirada del otro, y viceversa, no necesariamente intercambiarse. No debería ser un: “lo tuyo o lo mío”. ¡Basta de maniqueísmo! ¡Basta de exclusión!

Harta la gente que cree tener razón y considera, por lo tanto, que el único problema es que los demás aún no vieron las cosas desde su punto de vista. Puedo decir esto, desgraciadamente, porque en gran medida yo soy así. Lucho para morigerar los efectos de mi tozudez y falta de perspectiva, y percibo inmediatamente en otros esos mismos defectos que a mí me cuesta tanto dominar (proyección, según mis amigas psicoanalistas).

Por eso me planteo muy seguido: que tal pensar en crecimientos, en mejoras de los puntos de vista. Que tal si uniendo los dos puntos de vista, como en geometría, trazamos una línea que sea más que dos puntos individuales. No digo que sea fácil, acabo de confesar que a mí me cuesta, pero eso no me desanima a seguir intentando.

Que tal si cada uno mantiene su punto de vista pero comparte la visión del otro en esta línea que se acaba de formar, y se busca una solución que sea más y mejor de lo que las soluciones individuales pudiesen haber sido. Basta de MI punto de vista o TU punto de vista. Que la línea represente NUESTRO (nuevo, recién nacido, sinérgico) punto de vista, que la línea una puntos de vista.

Vivo en una ciudad moderna (tal vez) y conflictiva (eso sin duda). Cortes de calles, inseguridad, protestas, violencia verbal en los medios... Todos puntos de vista individuales que quieren ser tenidos en cuenta sin hacer nada por los demás. Mayorías que ganan y gobiernan como si nadie más existiese, y minorías que paran la ciudad o traban cualquier iniciativa porque su punto de vista no es tenido en cuenta. Ninguno busca un punto intermedio, ninguno dibuja “líneas” entre los puntos de vista. Tiranos unos y los otros, en eso sí coinciden. Se habla de consensos, siempre y cuando se haga lo que cada uno quiere (imposible). Se habla de propuestas superadoras (retórica pura que sólo pretende cambiar una opinión por otra, generalmente incompatible).

Aunque si lo pienso dos veces me doy cuenta de que no es mi país y mi ciudad solamente, es un poco el mundo así también, con los subsidios agrícolas que distorsionan mercados, y el calentamiento global que parece importar sólo en las conferencias, y las deudas externas, y el desarrollo de los países que no se desarrollan, y la ayuda humanitaria que no llega, y la que sí llega pero después de la guerra estúpida creada por el mismo que lleva la ayuda, etcétera. Allí también hay sólo puntos de vista y no líneas, allí también hay retórica barata y poca geometría de unificación. ¿Podremos arreglarlo?

Reflexionando sobre esto se me ocurrió que no sólo valdría la pena pensar en la geometría bidimensional. Que tal si pensamos en el espacio, si le damos "volumen" a nuestro pensamiento. Que tal si incorporamos los puntos de vista de los que vienen a vivir el mundo que les estamos destruyendo: nuestros hijos y nietos. Que tal si cuando decidimos ya no sólo lo hacemos egoístamente pensando en nuestro punto de vista; si además agregamos otros de “prójimos”, cercanos y lejanos, y trazamos líneas; y además, como si esto fuese poco, incorporamos los de los que van a venir y entonces dibujamos planos, figuras…

¡Utopías!… utopías mías… ¿o no?... ¿podremos arreglarlo?

Sí podemos, pero antes tendríamos que decidirnos. Eso sí, por favor, no lo vean desde mi punto de vista solamente. Compartamos puntos de vista, empecemos a trazar líneas.

J. R. Lucks





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domingo, diciembre 13, 2009

Hacer y hacerse

Volví a escuchar, hace unos días, una frase proveniente de la filosofía de Jean Paul Sartre que asegura lo siguiente:

“Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

Siempre me pareció ésta una idea poderosísima. Más que una idea, en realidad, una cantidad de ideas empaquetadas en una frase tan compacta y armoniosa, que podría incluso ser slogan de una marca de zapatillas, de alguna bebida espirituosa, o de alguna empresa de telefonía móvil.
Permítaseme practicarle una disección.

La segunda parte siempre me incomodó: “…lo que hicieron de él”, o ella. O sea: nos hacen. Estamos “hechos” por otros. Es en gran medida cierto: nos educan; nos condicionan; nos enseñan; nos exponen a ciertas cosas y a otras no, y a partir de allí somos de una manera y no de otra.

Sé que es así, pero se produce en mí una rebelión; no me gusta, me parece demasiado pasivo. Aunque creo, por desgracia, que es innegable que pueda considerarse a demasiados de nosotros como no mucho más que receptáculos en los que padres, maestros, amigos, cultura, televisión, diarios, etcétera, vacían sus “contenidos”; algunos de ellos haciéndolo con amor, otros como si llenaran un pozo ciego (negro, séptico).

“Dime con quien andas y te diré quien eres”.

Por algo este refrán es refrán. “Eres” con quién andas. Aquellos con los que andas te hacer “ser” lo que eres. Me parece un poco exagerado, aunque con mucho de verdad.

Pero, en mi opinión, no para todos es tan así como le leo a Sarte. Es cierto que las influencias externas son fundamentales en la formación, pero algunas de las mías las elegí yo. No estoy “condenado” a ser pasivo (si algún psicoanalista está leyendo esto seguro saca conclusiones interesantes). A mí Nietzsche no me vino a buscar, tampoco Sarte mismo, o Lao Tse y así cientos más. No me los enseñaron en mi casa o en la escuela, simplemente me los fui encontrando o buscando, los fui incorporando, completos o no, creyéndoles todo, parte o nada.

Algo de lo que soy no es lo que hicieron de mí, sino lo que yo hice de mí. No me resigno a ser sólo lo que hago con lo que alguien más hizo de mí. No sólo eso, pretendo ser más que lo que logro hacer, con lo que hicieron e hice de mí. Quiero tener el poder de saber que si hay algo que aún no puedo hacer, no estoy atrapado, sino que me puedo hacer a mí mismo capaz haciéndome más de lo que soy. No quiero límites a lo que soy, ni tampoco autorías totalmente ajenas.

Defendiendo la frase Sartreana me diría: te hacés más porque alguien hizo de vos una persona con intereses y voluntad de crecer. Puede ser. Pero la misma genética no deja hermanos idénticos, ni siquiera la misma crianza o educación. Puede ser que seamos meras consecuencias de algo externo a nosotros, pero no me lo creo. Prefiero no creérmelo. Prefiero creer que mi voluntad de ser me hace ser más de lo que hicieron de otros de mí.

Siguiendo con la disección, la primera parte de la frase del amigo Jean no es menos “polémica”: “Soy lo que hago…”. Reduciéndola podría decir: hago casas, soy albañil; hago asientos contables, soy contador. No me convence, soy más de lo que hago. Hago lo que puedo, lo que me sale, pero soy más que eso. Lo que hago es historia, está hecho; sin embargo parte de lo que soy es potencial, proyectos, ilusiones, ideales, es futuro, es capacidad por desarrollar, es algo que todavía no hice.

Sé que es injusto de mi parte “pelearme” con Sarte sin dejarlo defenderse. Está claro que coincido en que hacer es importante. La intención se manifiesta verdaderamente sólo en la acción. Para muchas filosofías no “existe” lo que no se percibe, lo que no tiene una manifestación sensible; para ellas, podría exagerarse: si no hago no soy. No estoy de acuerdo en un ciento por ciento, pero entiendo el sentido básico de esta idea y me parece razonable.

Un refrán interesante en este orden de ideas nos enumera:

“Hay tres clase de hombres: los que hacen, los que ven hacer, y los que se preguntan porqué les han hecho lo que les hicieron”.

Evidentemente quiero ser de los primeros. Ser espectador no fue nunca mi rol preferido, y el de víctima siempre me pareció patético. Pero el hacer es sólo una parte del ser. Hacer es muchas veces equivocarse, y no se es un error. Defendiendo, nuevamente, la literalidad de la frase de Sarte me diría a mí mismo: “es que si te equivocas no es que seas un error, es que tu error demuestra que no eres perfecto, demuestra que eres humano”. Si claro.

Como se habrá dado cuenta el lector estoy pensando en el papel en el que escribo. No tengo conclusiones, sólo pensamientos… después de todo esto no es más que una invitación a pensar; esto no es ni pretende ser una clase magistral.

Lo que sí me gusta de la frase, definitivamente, es que pone la responsabilidad en uno, en lo que uno hace con lo que es (sea que otros nos hayan hecho o que hayamos participado de la obra). Hablando en refranes se podría decir:

“A lo hecho, pecho”.

Creo ser más que lo que hago, creo ser más que lo que los demás hacen de mí, creo que Sarte sintetizó muy bien un montón de ideas en esta frase (aunque no esté de acuerdo con varias de las cosas que piensa y enseña), y estoy seguro de que me gustaría muchísimo poder tomarme (haber podido tomarme) un café con él y discutir sobre estos asuntos.

Es lamentable pensar que haya humanos que no hacen nada. Otros que no participen de la obra de hacerse a sí mismos, o que se dejan hacer por publicidades o modas. Cualquiera de los dos tipos, de los que lamentablemente creo hay cada día más, responden tal vez a este otro refrán:

“Hay muchos tontos que nacen, pero son más los que se hacen”.

No leo el “hacen” como sinónimo de fingir, sino de fabricarse a sí mismos. Se hacen tontos no haciendo nada, o se dejan hacer tontos por alguien que solamente los hace vivir para comprar la última oferta, o seguir la última tendencia de la fugaz moda.

Puede estar o no de acuerdo conmigo, pero si “aguantó” este comentario hasta aquí, con seguridad, es porque usted es lo suficientemente humano como para no dejarse hacer solamente por otros, o para nada más sentarse a ver qué es lo que hacen los demás. Salud por eso.

Espero realmente que la “rebeldía” que muestran las nuevas generaciones, mucho más autodeterminadas de lo que fuimos yo y la mía, los lleve a hacer y hacerse por sí.

En el “pasado” nos dejábamos influir más por la autoridad, por los modelos sociales, por las grandes o pequeñas religiones, y es así que en gran parte nos hicieron lo que somos. Los jóvenes de hoy se rebelan a todo eso. Espero realmente que los que quieran hacerlos ahora, en pantallas gigantes y a todo color, no logren atraparlos para siempre.

Si aplican su rebeldía (que ¿quién les hizo?, le preguntaría yo a Sarte entre café y café) a ser lo que quieren, muy probablemente su futuro sea mejor que nuestro presente. Salud por eso también.


J. R. Lucks





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domingo, diciembre 06, 2009

Sueño Galatéico… o pesadilla

Galatea fue siempre para mí un personaje interesantísimo de la mitología. Su nombre tiene que ver con la blancura, por comparación con la leche. De la palabra original en griego, gala –que significa leche–, derivan otras relacionadas, como por ejemplo galaxia (vía láctea).

El nombre se usa en al menos dos mitos. Uno en el que una pobre doncella con ese nombre termina, después del asesinato de su amado a manos del cíclope Polifemo, siendo la madre de Gálata y Celto, dioses de los pueblos de nombres homónimos.

El otro mito, que es el que me interesa compartir hoy, es el de Pigmalión, un rey de Chipre a quién como no le gustaba ninguna mujer, “fabrica” una (esculpiéndola en marfil) acabando enamorado de ella. Por obra de Venus (o Afrodita, dependiendo si siguen las “novelas” griegas o las romanas), diosa del amor, ésta termina cobrando vida.

A raíz de este mito luego se desarrollaron varias piezas literarias y teatrales, como la obra de 1916 de George Bernard Shaw, “Pigmalión”, sobre la cuál luego también se basó el musical “My Fair Lady” (Mi bella dama), de mitad del siglo XX. Pueden citarse otros ejemplos de piezas que han “usado” la idea, como los guiones de las películas “Mujer bonita”, o incluso “S1m0ne” (Simone). Tampoco tenemos que dejar de lado algunas adaptaciones un poco menos obvias (tal vez), como la que pudiera intuirse en la historia de Pinocho.

El poeta romano Ovidio, en “Las Metamorfosis”, cuenta una de las primeras versiones del mito. Aquí incluyo alguno de sus versos.

“… ofendido por los vicios
que numerosos a la mente femínea la naturaleza dio,
célibe de esposa vivía
y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía.

Entre tanto, níveo, con arte felizmente milagroso,
esculpió un marfil, y una forma le dio
con la que ninguna mujer nacer puede,
y de su obra concibió él amor…

…muchas veces las manos a su obra allega,
tanteando ellas si sea cuerpo o aquello marfil,
y todavía que marfil es no confiesa.

Los labios le besa, y que se le devuelve cree
y le habla y la sostiene
y está persuadido de que sus dedos se asientan
en esos miembros por ellos tocados,…

…tras cumplir él su ofrenda, ante las aras
se detuvo y tímidamente: “Si, dioses, dar todo podéis,
que sea la esposa mía, deseo” –sin atreverse a “la virgen
de marfil” decir– Pigmalión, “semejante”, dijo, “a la de marfil.”…

…Cuando volvió, los remedos busca él de su niña
y echándose en su diván le besó los labios:
que estaba templada le pareció;
le allega la boca de nuevo, con sus manos también los pechos le toca.
Tocado se ablanda el marfil y depuesto su rigor
en él se asientan sus dedos y cede,…”

Esto fue escrito por allá por los años en los que Cristo nacía, con lo cual, la “carga” machista de que el escultor estaba motivado a crear su propia mujer debido a “los numerosos vicios de la mente femenina”, es algo de lo que no me hago cargo (se pelean con Ovidio por favor, conmigo no). Yo solamente transcribo, no es eso lo que al menos a mí me pone a escribir.

Lo que me resulta interesante para esta invitación a la reflexión es el tema implícito de que uno se enamora de su obra, porque en definitiva la propia obra “es” uno. Lo que además sugiere que uno, en soledad, puede “crear” la perfección desde “su” punto de vista. Interesante, aunque tal vez (más bien seguramente) peligroso.

Pero el punto al que quiero llegar es que hay un par de damas a las que tal vez sí deberíamos poder “fabricar”, no necesariamente al gusto de cada uno, pero sí como pueblo, como nación.

Se me ocurrió pensar qué pasaría si como Pigmaliones nos dedicamos a “crear” a la señora República y a su amiga inseparable Justicia, ya que el arte las ha representado como mujeres desde casi siempre (al menos el occidental).

Qué le pondríamos como virtudes, si pudiésemos esculpirlas y luego por mérito a nuestras oraciones darles vida. Tal vez les daríamos equidad, sentido de justicia, bondad, inteligencia, integridad, visión de futuro para que siempre pensasen en las generaciones que vienen. ¿Qué más? Magnanimidad, generosidad, paciencia, vocación de servicio…

Acompáñeme pensando un minuto: ¿qué más le pondría a esas dos obras galatéicas?, para luego poder enamorarnos perdidamente de ellas, y por lo tanto respetarlas, no violarlas nunca, cuidarlas y nutrirlas todos los días, alimentarlas y dar todo por ellas, hasta que la muerte nos separe y no por obligación, sino por amor.

El mito original, como muchos de ellos, permitió luego hacer algunas otras derivaciones de lo que enseña. Una de estas derivaciones se terminó denominando: “Efecto Pigmalión”, estudiado básicamente por psicólogos, sociólogos y educadores.

Básicamente significa que, en mucho, el condicionamiento que ponemos en el trato o la educación de alguien termina reflejándose en el resultado. Tanto positiva como negativamente, si creemos que algo ha de suceder generamos una fuerza importante para que la cosa ocurra. Se puede pensar en la famosa expresión: es una profecía auto cumplida.

Si tratamos a alguien como ladrón, es probable que termine robando. Si educamos a alguien con amor y pensando que ha de lograr grandes cosas, es probable que para ese lado termine disparando. El efecto Pigmalión hace que la conducta del educador o formador influya sobre la autoestima del sujeto, y éste termine comportándose de la manera en la que se lo percibe o se lo induce. En definitiva, la “obra” es un reflejo del artista, que hace de ella “su” obra, “su” reflejo.

Aquí es donde me vuelvo a preguntar por las dos damas. La República y la Justicia, pero ahora me pregunto por las que tenemos, ¿no son las que nosotros esculpimos hasta ahora?, las que se han formado con el efecto Pigmalión que le imponemos. ¿No es así? Es interesante la “fantasía” de crearlas de nuevo en base a lo que consideramos bueno, pero: ¿y las que tenemos ahora quién las crea día a día?

La “pesadilla” galatéica que vivimos (si es que usted lector así también lo considera) es resultado de nuestra forma de ver, de vivir, de sentir, de formar a la República y a la Justicia, ¿o si empezamos de cero nuevamente las vamos a hacer bien? ¿Podremos de una vez empezar a darnos cuenta que lo que vemos en la calle no es más que una imagen reflejada de lo que somos?

Es probable que rehacer la República y la Justicia lleve algún tiempo. No vamos a poder empezar de cero. Las fantasías de los mitos son interesantes como material de estudio pero no dejan de ser fantasías. Si queremos que algún descendiente nuestro pueda algún día hablar nuevamente de sueño y no de pesadilla, tenemos que empezar hoy. La Justicia y la República van a ser tan nobles, tan solidarias, tan ecuánimes, tan lo que les parezca bueno y deseable como nosotros lo seamos.

Siempre habrá basura en la sociedad, pero no me cabe duda de que son y serán siempre minoría. No los dejemos tomar el cincel, ganémosle por abrumadora mayoría, expongamos su mugre y no los dejemos ser ellos los que fabrican y forman Repúblicas y Justicias.


J. R. Lucks




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domingo, noviembre 29, 2009

Vida y muerte

Asistí recientemente a una conferencia sobre la muerte y el sentido de la vida. De hecho, ese era el título de la misma.

El conferencista inició muy rápidamente haciéndonos ver que lo único cierto en la vida, es la muerte. Esto es algo bastante obvio, y ha sido dicho y planteado por filósofos, predicadores, científicos, plomeros, recolectores de residuos y hasta por jugadores de fútbol y sus novias.

La frase que más me gusta en términos de poner esta verdad al alcance del oído forma parte del guión de la película “El club de la pelea”, en donde el esquizofrénico protagonista, a lo largo de la trama, repite un par de veces:

“En una línea de tiempo lo suficientemente larga, el índice de supervivencia para todo el mundo se reduce a cero”.

Acto seguido, el encargado de brindar la charla nos “convenció” de que si lo único que hacemos es ir hacia la muerte, entonces la vida “apesta”; porque indefectiblemente e irremediablemente todo lo que hagamos termina, desaparece, lo hagamos por nosotros o por otros que también seguirán la misma suerte.

Y allí fue donde se abrió lo que para mí fue un juego interesante. El conferencista nos hizo notar el peso del condicional en la frase. “Si lo único que hacemos es ir hacia la muerte...”. Claro, si el foco de la vida está en la muerte, la vida apesta. Si vivimos la vida sólo yendo hacia la muerte, si le damos a la muerte el rol central de nuestra vida, si valoramos más el irremediable destino que el camino a recorrer… entonces la vida apesta. Si en cambio vivimos la vida no sólo yendo hacia la muerte, entonces, tal vez, le podamos dar sentido.

Ha de ser por eso que siempre me gustó un refrán, un poco cínico, que dice:

“Cualquier lugar es bueno en un cortejo fúnebre, excepto en el ataúd”.

O una frase que repetía mi padre, quién, a pesar de los consejos dermatológicos, disfrutaba muchísimo de tomar sol:

“Déjenme al sol, que para estar a la sombra ya voy a tener tiempo”.

El foco de la vida no puede ser la muerte, aunque sea lo único cierto. Claro que tampoco podemos obviarla, ¿qué hacer entonces?

El hombre, cuando reflexiona, tiende a preguntarse, en general, tres cosas:
• ¿De dónde venimos? (¿fuimos creados, somos la evolución de una ameba, o la nefasta consecuencia de una explosión en el espacio?).
• ¿Hacia adónde vamos? (¿hay algo después de la muerte, nos reencarnamos y volvemos a jugar?).
• Y también: ¿qué se supone hay que hacer entre un extremo y otro?

La ciencia y las religiones se han encargado, en gran medida, de tratar de contestar el de dónde venimos y el hacia donde vamos, pero el verdadero asunto es para mí el qué hacemos mientras estamos acá, porque las otras dos preguntas, nos las puedan contestar o no, no dependen de nosotros.

En un libro llamado Regreso a sí mismo, el autor, Bob Mandel, nos dice:

“Su derecho a ser usted es diferente a los demás derechos. No se trata de un derecho que le ha otorgado un gobierno, un país o una autoridad externa, sino que viene con el "paquete", es decir, usted. La vida es un viaje que empieza con usted y termina con usted, y en el medio hay un territorio desconocido esperando ser explorado”.

Este derecho, si bien no deja de serlo ya que cada uno puede hacer lo que quiera con él, para mí siempre fue más una “maravillosa” obligación (en el buen sentido de la palabra): tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que queramos, por lo tanto hay que hacer algo bueno.

Se han intentado a lo largo de la historia de la humanidad cientos de miles de soluciones a este dilema.

Se ha “negado” la muerte. “Vivamos como si no fuésemos a morir”, parecen decir algunos: “nada importa, hagamos lo que queramos, ignoremos la muerte”. Perdemos la vida, sea por el trabajar como si fuésemos a llevarnos cosas materiales a la tumba, o por el desperdiciarla en cosas sin sentido ni para el que las hace ni para los demás.

Por otro lado, hoy en día, muchas corporaciones se han encargado de responder a la pregunta de qué hacemos con la vida (en mucho negando la muerte), y la respuesta es: consuman. Se podría decir “a consumir que se acaba el mundo”, pero no queda bien para un comercial. No me convencen, me suena raro que darle sentido a la vida sea consumirla consumiendo, y nada más.

Un refrán que aplica a esta visión del asunto podría ser:

“De esta vida sacaras lo que disfrutes, nada más”.

Sé que mucha gente piensa así, tal vez usted lector. Mis disculpas, pero no coincido con este punto de vista. De esta vida no sacaremos nada. No estoy en contra de disfrutar, pero no creo que sea lo único. Exagerar este refrán –lo cual desgraciadamente no es poco común– nos deja en un mundo en gran medida egoísta, que termina viendo a todo, incluso a las demás personas, como un “objeto” de disfrute.

Se ha también “negado” la vida. “Matémonos: ya que vamos a morir, al menos decidamos cuándo”. Siempre ha habido suicidas, de todo tipo, sobre todo en la actualidad en la que la gente, mucha gente, decide matarse en cuotas con adicciones que saben mortales, pero que como van matando de a poco son mucho más socialmente aceptadas que una soga al cuello o un tiro en la sien.

Tan negados a la vida están algunos, incluso muchas veces haciendo las mismas cosas que los que están negados a la muerte –sólo que con otra actitud–, que mueren en vida. Por buscar un refrán que les pueda aplicar citaría:

“Una vida inútil es una muerte prematura”.

Inutilizan su vida, dándole más importancia a la muerte que la que tiene que tener. Es cierto que vamos a morir. Suena bien el consejo de que hay que vivir cada día como si fuese el último, pero no es cierto; no es una probabilidad de 50 y 50 la de morir y la de vivir. En nuestra vida nos morimos sólo un día, son muchos más los que vivimos.

Entiendo el consejo y trato de vivir mi vida haciendo lo que tengo que hacer cada día como si esa noche me fuese a morir, pero sin exagerar, porque estadísticamente es muy probable que al día siguiente me levante. El chiste, el desafío, la cuestión, es encontrar un equilibrio.

El asunto entonces es qué hacer con la vida, sin negar la muerte ni la vida misma.

La vida no es sólo una suma de deberes –como nos pretendieron enseñar alguna vez–, ni tampoco un lugar en donde el único objetivo es disfrutar y consumir –como parece estar ahora de moda–. Ni una versión ni la otra satisfacen, venimos como raza probando los dos extremos desde hace miles de años, y seguimos sin encontrar la solución.

No sé si la muerte tiene sentido, lo que sí se es que la vida –por sí sola– no lo tiene. El sentido a la vida se lo tiene que dar cada uno, y la solución de cada uno es única y particular, es un equilibrio propio.

Como la invitación a la reflexión la estamos buscando en refranes, me pareció razonable este:

“Hay tres cosas que el ser humano necesita en su vida: alguien a quien amar, algo que hacer y una esperanza para el futuro”

Tiene que ver con el consejo de tener un hijo (para lo cuál hay que amar), escribir un libro (tal vez un blog, o filmarse, o cualquiera de las mil opciones que hay hoy, pero aplicarse a algo concreto y útil para uno y para los que nos rodean) y plantar un árbol (esperanza de recuperar algo del medioambiente que tan alegremente hemos destruido, sembrar para que alguien más adelante vea los frutos o aproveche de la sombra).

Equilibrio. Deber y placer a la vez, viviendo la vida como si fuese cada día el último sólo para amar, trabajar y sembrar para el futuro lo justo y necesario.

No hay respuestas mágicas, no era mi pretensión ofrecerlas. Sólo, y como siempre, abrir un espacio para pensar, para reflexionar, para dedicarle unos minutos al menos al tema más importante de nuestras vidas: nuestra vida.

Nos perdemos muchas veces en el hacer o en el disfrutar –o nos dejamos aconsejar por comerciales y propagandas–, y nos olvidamos de pensar en qué es lo que tiene sentido hacer y disfrutar.

No perdamos la vida, puede ser lo único que tengamos; y de no ser así, es todavía más importante vivirla como se debe… luego de haber pensado y decidido por nosotros mismos, cómo creemos que debemos vivirla.



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domingo, noviembre 22, 2009

Tiempos más modernos aún que los de Chaplin

Escuchando una canción llamada “Ever changing times” (lo que puede traducirse como tiempos de cambio constante, o tiempos siempre cambiantes) me pareció interesante lo que decía y por lo tanto busque la poesía que le da letra para poder reflexionar sobre ella.

Encontré dos temas con el mismo nombre. Uno de ellos es de un cantautor llamado Steve Lukather, y dice cosas como:

“Cuando se pone el sol a través de la niebla color marrón en un pueblo vacío

es el resultado de un pasado venenoso, y no pasará mucho tiempo
hasta que no haya nadie para comer o respirar
esa es la senda que hemos tomado.

Por lo tanto ponte en fila y sigue a los tontos
o levántate y grita la verdad.

Estos son tiempos de cambio
llenos de signos peligrosos
y la única esperanza de sobrevivir
es borrar las mentiras
todas las lágrimas de cada ojo
que todas las mujeres, hombre y niños se den cuenta
estos son tiempos de cambio
…”

Letra Interesante… perturbadora tal vez. El otro tema es de Aretha Franklin, data de 1991 y dice:

“Es un tiempo de cambios

todo va a tanta velocidad
parece como si viese mi vida, y todo lo que hago
preguntándome si los sueños en los que creía
podrán aún volverse realidad.
Atrapados entre medio, todo vuelve
a ti y a mí quedándonos sin tiempo,

tanto de mi vida, aún por completar
esperanzas y temores
viéndola transformarse en algo nuevo
…”

Algo angustiante también. Vivimos en tiempos de cambio. En tiempos de angustia. En tiempos que parecen dominarnos en vez de lo contrario.

Siempre creo que todas las personas, de todas las épocas, han pensado lo mismo. Me imagino a un romano pensando en si poner los ahorros familiares en la compra de una tienda para vender comidas y bebidas cerca del Coliseo, justo una semana antes de las invasiones bárbaras al imperio. O a un joven que lleno de ilusiones en 1939 se encuentra, de repente, en una guerra que parecía no tener fin. O alguien que en la Edad Media vive el oscurantismo sin poder imaginar el Renacimiento.

Ha habido muchos tiempos de cambio. Algunos de decadencia. Algunos de prosperidad. La característica de “estos” tiempos nuestros es que todo pasa a mucha velocidad, muy rápido, los cambios se aceleran.

Conversando con docentes, hace unas semanas, me contaban cómo la “niñez” en el aula cambia, más o menos, cada cinco años. El “largo” de una generación se ha acortado. En los últimos cinco años han aparecido nuevas tendencias, nuevas drogas, nuevas formas de comunicarse por el etéreo Internet, etcétera, y esto ha generado que los niños de 15 años sean distintos a los de 10, y los de 10 a los de 5. Antes las generaciones eran de 15 años, o incluso más.

¿Cómo nos adaptamos los padres a eso? ¿Cómo se adaptan los educadores y las escuelas?

Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, escribió sobre el final del siglo pasado (el siglo XX) un maravilloso libro llamado Modernidad Líquida y Fragilidad Humana. En ese libro, Bauman, se refiere a cómo antes uno podía “construir” su vida sobre lo sólido: su profesión, la familia, su trabajo en una empresa a la que “pertenecía”. Hoy en cambio (para bien y / o para mal) construir es difícil porque el mundo dejó de tener componentes sólidos. Hoy todo y todos “fluimos” como líquidos, de una profesión a la otra, de una familia a la otra, de una empresa a la otra. Nuestros hijos, los de 5 los de 10 y los de 15, se crían y educan en un mundo líquido.

Como se pregunta Aretha: ¿Se darán cuenta de la velocidad a la que van? ¿Se preguntarán si sus sueños van a cumplirse? O como viven es este mundo “liquido” de Bauman ya no “producen” sueños de mediano plazo.

Mi generación –que tiene varias veces 5, 10 o 15 años sumados en diversas combinaciones–, soñaba cosas que tal vez no podían cumplirse, o que los tiempos cambiantes no dejaron acontecer.

¿Cuántos futuros se soñaron en la década de 1960, tanto por pacifistas como por revolucionarios, que terminaron con los soñadores en un escritorio burocrático o en una tienda vendiendo cigarrillos o gaseosas? ¿Tendrán nuestros hijos el derecho de tener sueños así, independientemente de cómo terminen? O sólo estarán “condenados” a soñar con lo que alguna propaganda comercial les promete a cambio de sus tarjetas de crédito o las de sus padres.

¿Podrán soñar los jóvenes con un mundo mejor que el que les dejamos? O los cambiantes tiempos les habrán arrebatado esa “capacidad” y ese derecho a cambio de una promesa de placer ilimitado en alguna discoteca, en alguna bebida o en alguna droga.

¿Estamos mejor que ayer y peor que mañana?, lo cuál sería el resultado de un trabajo bien hecho, o estamos peor que ayer y degradándonos. ¿Cuándo llega la próxima invasión bárbara o desintegración del imperio? ¿De dónde van a venir estos bárbaros “salvadores” que no son sino la semilla del próximo dolorosísimo renacimiento? ¿Llegará el tiempo de que el péndulo nos vuelva a una sociedad más estable, no digo sólida pero al menos no tan líquida?

Ni las murallas de los imperios protegieron a sus habitantes, ni la pertenencia al feudo en la edad media, ni el auto y la casa propias del sueño americano más moderno.

El tiempo fluyó y se llevó las protecciones, las seguridades. Eso es lo que nos hace ahora tal vez querer vivir –equivocadamente desde mi punto de vista– el momento como si el futuro no fuera a existir. Eso, o las propagandas que nos cambian el foco de placer, status y seguridad de la muralla, el feudo y la casa propia, por el televisor de mil pulgadas super plano o por el último aparato que saca fotos, pasa música, sirve para comunicarse aparte de venir en el color de nuestros ojos.

Darwin concluyó que el animal que sobrevive es el que mejor se adapta, y el hombre debe adaptarse, inevitable e indefectiblemente. Pero muchas de las cosas a las que pareciéramos tener que adaptarnos, sobre todo algunas de las malas, son condiciones que nosotros mismos creamos. ¿Tiene sentido? ¿Vale la pena hacer esfuerzos de adaptación a conductas que sólo le sirven al que paga por la publicidad y cobra cuando nos vende?

Demasiadas preguntas para pensar, para meditar, para hacer algo de una vez por todas.

Bauman se refiere en el prólogo de su libro a la desintegración social que signa de alguna forma los tiempos en los que vivimos. Él dice:

“… la desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica del poder, que emplea como principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida. Para que el poder fluya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras, fronteras fortificadas y controles. Cualquier trama densa de nexos sociales, y particularmente una red estrecha con base territorial, implica un obstáculo que debe ser eliminado. Los poderes globales están abocados al desmantelamiento de esas redes, en nombre de una mayor y constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la garantía de su invencibilidad”.

¿De qué poder habla el sociólogo?, ¿del poder de los estados?, ¿del poder de las empresas?, ¿del poder de la fantasía de que la felicidad se asocia a cosas que pueden consumirse a crédito? Tal vez haya que escuchar con atención el estribillo del tema de Lukather:

Por lo tanto ponte en fila y sigue a los tontos
o levántate y grita la verdad.

Estos son tiempos de cambio
llenos de signos peligrosos
y la única esperanza de sobrevivir
es borrar las mentiras
…”






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domingo, noviembre 15, 2009

Jamón y huevos, gobernados y gobernantes.

Hay un refrán, o tal vez no tanto como eso aún sino más bien una frase que según creo debería “refranizarse”, que dice:

Ham and eggs...a day's work for a chicken, a lifetime commitment for a pig”.

Esto se traduce como: Jamón y huevos… un día de trabajo para la gallina, un compromiso de vida para el chancho.

Jamón y huevos es un típico desayuno en algunos países, particularmente Estados Unidos donde se usa mucho esta frase. La gallina pone un huevo y se desentiende. El cerdo, en cambio, para poner el jamón pone su pierna, pero para poner la pierna tuvo que poner su vida. Su vida se le va al amigo porcino en desarrollar la pierna, y, a su vez, su vida se le va cuando se la sacan para hacer el jamón.

Es como que la gallina pasa, pero el cerdo se queda. La gallina se involucra sólo un momento, el chancho compromete su vida.

Esto me hizo acordar a una frase que me llegó mucho cuando la dijo el que la dijo. La misma sentenciaba:

“Los gobernantes pasan, los obispos nos quedamos”.

Se lo escuché al Obispo de San Isidro, una de las diócesis de la Provincia de Buenos Aires en Argentina, Monseñor Jorge Casaretto. La ocasión fue en una de las tantas peleas que el gobierno nacional inició con la iglesia, debido a una declaración del Obispo que “molestaba” al gobierno.

Más allá de la iglesia que representaba el Obispo, me pareció terriblemente cierto. El gobierno de hecho pasó. Pasan porque son elegidos para pasar. Los obispos en realidad también pasan, pero más lento, mucho más lento. Los que más nos quedamos somos nosotros, los ciudadanos, los habitantes, los feligreses, aunque en el fondo, también pasamos.

Todos pasamos, pero algunos nos comprometemos más que otros, o estamos más comprometidos –aunque más no sea porque no nos queda otra alternativa–, o nos comprometen más los que pasan más rápido y hacen cosas que después entre los que nos quedamos tenemos que pagar o que arreglar.

Los gobernantes pasan, nosotros nos quedamos. Nos quedamos arreglando desastres, pagando deudas –externas e internas, sociales y económicas, deudas a la moral y a la justicia, etcétera–, tratando de re-educar conductas sociales que los gobiernos que pasaron exacerbaron o sepultaron por sus intereses de turno.

Claro, es un problema, le damos el poder a tipos –y tipas, no hay que discriminar aun para esto–, que en su gran mayoría se comportan como las gallinas del desayuno sustancioso, ponen huevos mientras nos hacen a nosotros poner el jamón.

Cuatro años, ocho tal vez, contra los setenta y cinco u ochenta de muchos que no llegan a vivir con sus jubilaciones, no porque no las hayan pagado, sino porque alguna “gallina” se las fue robando de a poco para pagar quién sabe que campaña, o para conseguir quién sabe que voto.

Los gobernantes pasan, nosotros nos quedamos. Vivimos en un sistema representativo, “el pueblo gobierna a través de sus representantes”, dice nuestra querida constitución. No podemos hacer consultas populares vinculantes o plebiscitos para todas las decisiones importantes, y aún así dudaría de que las “gallinas” a cargo hagan las preguntas correctas.

¿Será que las gallinas pueden representar a los chanchos? ¿Será que nos tenemos que preocupar más cuando elegimos a quienes nos representan?... porque ellos pasan, nosotros nos quedamos.

Los ridículos tiranos que pretenden reelecciones indefinidas quieren quedarse, pero no son la solución. ¿Cómo hacemos “quedar” a los que nos representan sin caer en la tiranía?

Deberían comprometerse a vivir como el que peor ha de vivir después de que ellos pasan. Deberíamos agarrarlos a todos y meterlos en el congreso, a todos los de todos los partidos, y decirles:

–¿Quieren gobernar?, bien, gobiernen, tienen cuatro años, u ocho si les hace falta, pero cuando eso se termine todos van a vivir por el resto de sus vidas como el que menos tenga de los habitantes que ustedes hayan gobernado, con ese salario, con esa atención médica, con ese acceso a la educación y a los diversos recursos... Después de gobernar se quedan.

¿Aceptarían?...

Hoy me levanté más utópico que lo de costumbre, tal vez con algún brote de anarquismo romántico. Pero es que yo me quedo…, usted se queda, así que dejemos de pensar que las “gallinas” van a arreglar algo, ellas tienen otros objetivos, otras vidas, ellas ponen un huevo –muchas veces nos estrellan uno podrido en la frente– y se van. Nosotros nos quedamos.

¿Cuáles son las cosas importantes con las que nos quedamos? ¿Desde qué ámbito podemos hacer algo para que eso no quede sólo en manos de “gallinas”? ¿Podemos hacer algo más, algo mejor? ¿Podemos poner “chanchos” en el gobierno, aunque más no sea el municipal? Yo creo que sí, pero primero tenemos que entender que los gobernantes pasan, los gobernados nos quedamos.

Lo de ellos, aunque no deba ser así, en el mejor de los casos es un trabajo, lo nuestro es un compromiso de vida, debe ser un compromiso de vida. Comprometámonos, porque, de todos modos, las “gallinas” nos comprometen.




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domingo, noviembre 08, 2009

Matando estrellas

Vino a mi reflexiva (y obsesiva) atención, hace unos días, la letra de una canción bastante famosa, cuyo nombre en ingles es Video killed the radio star. En castellano se traduce como: El video asesinó a la estrella de radio.

La letra dice algo como esto:

“Te escuche en ‘el aire’ allá por el 52
en un intento de sintonizarme contigo

Ellos tomaron crédito por tu segunda sinfonía
re-escrita con una máquina y nueva tecnología
y ahora entiendo los problemas que tu ves

Conocí a tus niños

¿Qué les dijiste?
El video asesinó a la estrella de radio

Las imágenes aparecieron y rompieron tu corazón

Y ahora nos encontramos en un estudio de grabación abandonado
escuchamos las grabaciones y parece que tanto tiempo ha pasado

Tú fuiste el primero

Tú fuiste el último
El video asesinó a la estrella de radio.

En mi mente y en mi automóvil, no podemos rebobinar porque hemos ido demasiado lejos
Las imágenes llegaron y rompieron tu corazón, la culpa es de la video grabadora.
Tú eres una estrella de la radio.

El video asesinó a la estrella de radio.
…"

El video de este tema, irónicamente, fue el primero que se transmitió por MTV (Music Television), un canal de televisión que transmite básicamente videos musicales. El lector se preguntará porqué aclaro qué es MTV siendo que es tan conocido, pues bien, lo hago en beneficio de alguien que dentro de un tiempo lea esto, cuando algo más haya asesinado al video.

MTV comenzó a transmitir en 1981, en agosto de 1981. El tema es de un grupo británico llamado The Buggles, y aparece en un álbum de nombre nada más ni nada menos que: “La era del plástico”.

Parece que, como dice la canción, el video como medio de llevar la música a los oyentes “mataba” a la radio y a sus estrellas. Si bien la televisión ya reinaba, pasar música sin imágenes por televisión no resultaba muy lógico. El video resuelve ese problema. Las estrellas de radio, que no “dieran” bien en imágenes, irían a morir.

No estoy en contra del avance, lo que no me gusta es que el avance mate otras cosas. Desde siempre hubo quejas por lo nuevo. Sócrates se quejaba de los escritores porque decía que el discurso escrito no podía defenderse, entonces escribir mataba a la palabra conversada. Nietzsche se quejaba de que la imprenta de Gutemberg hacía tan fácil el trabajo de producir libros que entonces cualquier idiota escribía, sobre todo en momentos en el que a alguien se le había “ocurrido” enseñarle a la gente a leer. Y el ferrocarril mató a la diligencia, el avión al trasatlántico, y ahora Internet mata al libro, al discurso, a la radio, a la televisión… y tal vez dentro de poco al avión y al ferrocarril.

¿Por qué lo nuevo mata a lo viejo? ¿Por qué no avanzamos de una manera menos “destructiva”?

El avance es bueno, los cambios son buenos. La tecnología, cuando la usamos para bien, es buena, aunque haya cambios y aplicaciones de la tecnología que dan algo de miedo.

También hace unos días leí sobre unos muñecos llamados Reborn (que traducido quiere decir Renacidos). Estos muñecos sintéticos, en la era que los Buggles parecen haber bien bautizado como del plástico, son trabajados hasta hacerlos parecer bebés reales, pueden incluso solicitarse con un opcional de latidos de corazón. Según la nota que leí algunos los coleccionan, aunque también se usan con fines terapéuticos cuando los verdaderos bebés ya no están.

Las tiendas que los venden no los ponen en las vidrieras porque les parece un poco extraño exhibir “bebés”, así de reales parecen parecer. Cada uno de estos renacidos es distinto y único, anuncian sus fabricantes, tienen pelo y uñas increíblemente trabajadas para parecer reales. Se “fabrican” incluso en base a fotografías de bebes reales.

No pretendo hacer un juicio de valor, tal vez en algunos casos sea necesario este sustituto, pero no será que tal vez dentro de un tiempo escucharemos una canción que diga que los renacidos “mataron” a los verdaderos.

En Japón, donde aparentemente hay mucha gente mayor que vive sola ya que su familia está muy ocupada, se producen hace tiempo unos muñecos robóticos que se venden como compañía. Alguna nota que leí sobre el tema en su momento los asemeja a nietos sustitutos. Escucharemos alguna vez una canción, cantada por un robot, que diga que los robots mataron a las familias, porque películas de esto, que en parte “mataron” al teatro, ya vimos.

Matar no es bueno, ni a las estrellas de radio, ni a los bebés, ni a los libros, ni al avance tecnológico. Tomémonos un tiempo para pensar. El video no mata a nadie porque no tiene manitos para agarrar un revolver, somos nosotros los que “descartamos” una forma de escuchar música por otra. Somos nosotros los que dejamos a los ancianos abandonados como para que terminen necesitando un robot que los acompañe. Somos nosotros los que en la soledad en la que nos encerramos, para “vivir la vida libremente y sin compromisos”, tenemos que terminar comprando bebé de plástico para sentir que tenemos familia.

La canción de los Buggles tiene sobre su final un especie de lamento –o al menos a mí me gusta escucharlo así– que debería advertirnos para que no vayamos demasiado lejos, ya que si lo hacemos luego es probable que no podamos rebobinar.

Tal vez Sócrates tenía razón y esto hubiese sido mejor decirlo que escribirlo, porque se podría conversar sobre le asunto. Tal vez Nietzsche tenía razón y yo soy uno de los idiotas que no debería escribir, lo hago sólo porque ahora es hasta más fácil hacerlo de lo que lo era en su época. No sé, espero no haber ido demasiado lejos…

J. R. Lucks






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domingo, noviembre 01, 2009

Panza llena… pero ojo.

Hay un viejísimo refrán que de tan viejo, justamente por la imposición de modas y de cambios en los hábitos de consumo, me parece que se pasó de moda. Me refiero a:

“Panza llena corazón contento”

Este refrán pretendía decirnos que la felicidad tiene que ver con la alimentación. ¿O no? Bueno hay muchas formas de verlo. Es cierto que comer, como cobertura de las necesidades básicas –digamos fisiológicas– del ser humano, hace a un primer nivel de “felicidad”. Pero con comer no alcanza. De hecho hay otro refrán que, si bien tiene raíces religiosas, también es bastante “famoso”, y aclara:

“No sólo de pan vive el hombre”.

Sin necesariamente atenerme al sentido original con el que éste se dijo, aún así podemos coincidir en que el ser humano no sólo necesita comida, también necesita amor, educación, posibilidades de desarrollarse dignamente como persona, capacidad de ejercer su libertad y su creatividad, etcétera.

Lamento escuchar y leer todos los días como “panza llena corazón contento” es mal usado por muchos para mantener al hombre sometido, dándole de comer a cambio de votos, a cambio de que no trabajen y por lo tanto dependan siempre del “animal” de turno a cargo de repartir la dádiva política. Políticos basura usan el llenar panzas para mantener a pobres seres humanos en la ignorancia, para no dejar que la gente tenga lo que necesita más la necesidad de mejorar y de crecer.

Pero por otro paradójico lado, en un mundo en el que la pobreza insólitamente crece –a pesar de todos los avances y recursos que tenemos a disposición– hay muchos que no comen, hay muchos que mueren desnutridos antes de poder caminar, que nunca llegan a saber lo que es la felicidad. El presupuesto de cualquier guerra o expedición al espacio para averiguar quién sabe que cosa resuelve el problema, y seguimos gastando en eso en vez de llenar panzas, o mejor, generar las condiciones para que la gente se pueda llenar la panza con un trabajo digno.

Cómo podemos haber llegado a esto: gente que nunca tiene la panza llena y gente a la que se le llena la panza para que no piense o para que se someta.

Otros, de tener la panza tan llena, ya no se contentan con eso. Le hacen honor al segundo refrán pero no necesariamente siendo solidarios, que también es una forma de contentar corazones, no sólo al propio sino al de otros. Muchos de los que ya no ven en su panza llena la satisfacción la buscan en otras cosas como las drogas, el alcohol, o en algún otro consumo que los mantenga “contentos” o al menos adormecidos.

Muchos contentan su corazón –al menos por unos días hasta que necesitan volver a comprar– con tener un televisor de última moda, un auto de gran valor, o ropa siempre actualizada, para lo cual comen basura que los termina enfermando. Y aun sin tener que hacerlo para pagar el crédito de la compra que supuestamente iba a dejar contento al corazón, hoy los jóvenes –y muchos grandes también– comen mal porque comen lo que grandes marcas les dan de comer, y se quedan contentos con sabores y logotipos que han de ponerlos tristes cuando sepan que mal les hizo eso algunos años después.

Por otra parte hoy este refrán se ha vuelto incluso odioso para las –y los también– que si no entran en un talle cero no se ven bien. Los grandes medios han difundido imágenes de belleza que harían decir al refrán: panza vacía corazón contento, liposucción corazón contento, bulimia y anorexia corazón contento… ridículo, insólito, aberrante.

¿Cómo hacemos para poner esto en orden, en equilibrio? ¿Cómo hacemos para comer lo necesario todos, lo sano? ¿Cómo hacemos para, luego de llenar nuestra panza, buscar felicidad en cosas que también le hagan bien a otros? ¿Cómo hacemos para no consumir en exceso y después vomitar lo que consumimos de más, consumiendo nuestra vida en el proceso? ¿Qué fue lo que hicimos con nuestra libertad –lo que nos diferencia de los animales– que ellos parecen convivir mejor con el refrán que nosotros?

Acabo de almorzar y no tengo el corazón contento. Escribo y me pregunto cosas, que comparto, y no me queda el corazón contento. Trato de colaborar en lo que puedo para arreglar el hambre de algunos que tengo cerca, y aunque a veces lo logro, no llego del todo a tener el corazón contento. Debo ser yo un inconformista…

Por favor, seamos todos un poco inconformistas. Que no nos contente nuestra panza llena o nuestro televisor último modelo, pero no para volver a consumir más buscando “contentura” en eso, sino para colaborar en lo que podamos con el fin de equilibrar este desastre en que transformamos a la raza humana.

Démosle de comer a los que no tienen la panza llena, pero eduquemos. Este lío en el que nos metimos no se arregla de un día para el otro. Sembremos en nuestros hijos o nietos la semilla de un mundo más razonable, con panzas llenas, trabajo, dignidad, consumo moderado y, dentro de lo posible, algo de sana alegría en los corazones.


J. R. Lucks






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domingo, octubre 25, 2009

Dylan y Los 007

Por allá por la década del 60 del siglo pasado, Bob Dylan se –y nos– hacía una cantidad de preguntas en una canción que se hizo muy famosa. En la letra de esa canción se encuentran expresadas algunas dudas como estas:

"¿Cuántos caminos el hombre debe recorren antes de que lo llamamos hombre?

¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón antes de que las prohibamos para siempre?

¿Cuántas veces el hombre debe mirar hacia arriba antes de poder ver el cielo?
¿Cuántas orejas debe tener un hombre antes de poder escuchar a la gente llorar?
¿Cuántas muertes deberán ocurrir antes de que el hombre se de cuenta de que demasiadas personas han muerto ya?

¿Cuántos años debe existir cierta gente antes de que se le permita ser libre?
¿Cuántas veces puede un hombre voltear su cabeza pretendiendo no haber vis
to?
…"

Muchas preguntas. Buenas preguntas. Preguntas que lastiman porque siguen sin ser respondidas.

Para Dylan las respuestas: flotan en el viento. “The answer my friend, is blowing in the wind”.

Una banda venezolana, también de esa década, “adaptaba” algunos temas famosos y luego los interpretaba con la misma música. El grupo que “tomó prestada” esta canción se llama Los 007, y con la música original cantaba:

“Nada le importa a la gente de mí
nada le importa de mí.

Hay quienes gastan dinero en placer
y hay quien no puede comer.

El mundo gira y todo sigue igual
como cuando yo no nací
y aun que verdades yo pueda decir
a quién le puede importar
…”

Acá no había preguntas. Parece que a pesar de haber tomado la música fielmente, la “bajada” de la letra desde Estados Unidos a Latinoamérica (esta canción también la cantaba más al sur el famoso Sandro) le puso un toque pesimista a las preguntas de Dylan. ¿O sería que lo que el viento le contestaba a Dylan hacía que las preguntas fuesen en realidad irónicas?

El estribillo de la canción de Los 007 sentenciaba:

“Basta de hablar
por que es igual
dejen el viento soplar”.

Resignación. No era lo que Dylan decía. Aparentemente en una entrevista que le hicieron sobre la canción, insinuándole que sus preguntas tenían una respuesta poco feliz, el contestó:

“…la mejor forma de responder a las preguntas de la canción, es exponerlas”.

Lo que le soplaba en el viento a Dylan no sería maravilloso, pero él sugería seguir exponiendo las preguntas, tal vez hasta que alguien las quisiera escuchar. La otra canción, la que a millones que no sabían inglés les habrá sonado igual, llamaba a la resignación… ¿qué diferencia notable, no?

Una de las preguntas de la canción original de Dylan pretendía saber:

“¿Cuántos años puede existir una montaña antes de ser tragada por el mar?”

Supongo que algún estudioso de las montañas o de los mares podría responder a eso, pero seguramente la respuesta sería algo así como miles de años. Que la erosión destruya sistemáticamente la montaña, y el viento la lleve al mar, debe ser un proceso lento.

¿O sería que Dylan, hace 50 años, previendo el desastre ecológico en el que el hombre metió al planeta, estaba avizorando inundaciones terribles que harían al mar comerse a las montañas en poco tiempo? Este plazo corto sería bueno para responder a las otras preguntas, lo negativo es que nadie quedaría para ver a las balas de cañón prohibidas, o a la gente entendiendo que ya murieron o lloraron demasiados seres humanos.

¿Tan “irónica” será la letra? ¿Nos podremos contestar finalmente las preguntas cuando sea tan tarde que ya hayamos arruinado todo? Espero que no.

Definitivamente no me quiero resignar. Tal vez haya algunas preguntas, como la de la prohibición de las balas o la de la montaña, que solo no pueda responder; pero hay algunas que son preguntas personales, que no tengo que esperar a nadie para contestar ni tampoco buscar la respuesta en el soplido del viento.

Yo me puedo contestar cuanto tiempo voy a tardar para escuchar llorar al que tengo al lado, yo me puedo contestar cuanto tiempo hace falta para que me sensibilice lo suficiente como para ver que no estoy solo en este mundo.

Yo me puedo contestar cuanto tiempo más voy a dar vuelta la cabeza ante la injusticia, ante la corrupción, ante el hambre; y no estoy hablando del hambre en África –que es muy importante pero no puedo resolver–, estoy hablando del hambre del que tengo enfrente, o incluso del hambre de afecto de mi hijo, o de mi tía mayor a la que ignoro desde hace años y la cuál me necesita.

Esas preguntas me las puedo contestar yo solo, y usted también. No hace falta resignarnos, exponer las preguntas no es la única salida; podemos contestarnos algunas nosotros solos enfrente del espejo; eso sí, si la respuesta no nos agrada la culpa es nuestra, no miremos alrededor, no echemos la culpa al “mundo” que gira desde que nosotros nacimos.

Hay una parte del mundo a la que nosotros hacemos girar, en esa, al menos, si sólo dejamos al viento soplar, es porque no somos lo suficientemente… (Llene cada uno, con su conciencia y su espejo, los puntos suspensivos).



J. R. Lucks



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domingo, octubre 18, 2009

Si no está roto…

Existe un refrán en ingles que aconseja:

If it ain’t broke it, don’t fix it

Lo cual significa: si algo no está roto, no intente arreglarlo. Si algo funciona, déjelo “tranquilo”. Incluso tiene un “refrán sinónimo” que también traducido del inglés dice algo así como:

“No discutas con el éxito”

Siempre me pareció un consejo interesante, aunque nunca le hice demasiado caso. Por alguna razón yo siempre me metí con cosas que andaban aunque más no sea para ver cómo andaban. Así rompí unas cuantas, terminé dejando otras en el mismo estado en el que las encontré antes de tocarlas, y eventualmente llegué a lograr que alguna anduviese mejor.

Lo cierto es que hace unos días terminé de perder por este refrán todo el respeto que podía llegar a tenerle, aunque acepto que en algunos casos podría considerarse razonable.

Estuve por diversas razones asistiendo como invitado a unas sesiones de trabajo sobre innovación y creatividad, y obviamente, más allá del impacto que me pudo causar el trabajo en sí, mi mente relacionó el refrán con la innovación e inmediatamente produjo un cortocircuito.

Si se hace caso al refrán no habría innovación, al menos no tanta.

No importa si no esta roto, siempre se puede mejorar. No es relevante que esté funcionando, seguramente hay una mejor forma de lograr la misma cosa, o una forma más económica, o más ecológica, o menos ruidosa, o…

Comer carne cruda, o solamente verduras, “funcionaba” hasta que alguien aplicó el fuego a la cocción. ¿O no? Andar a caballo o en carreta no estaba “roto” como medio de transporte, antes de que alguien inventara el automóvil. Cruzar el Atlántico en barco “andaba bien”, justo hasta antes de que se inventara el aeroplano.

Hay otra frase que apoya esta idea y dice algo así como:

“Si seguís haciendo lo mismo de siempre vas a seguir obteniendo siempre los mismos resultados”.

De aquí es que este tipo de ideas se aplica mucho al mundo de los negocios. Si quiero ganar un nuevo mercado, o atraer a más consumidores, por más que lo que esté haciendo funcione o que mi estrategia no esté “rota”, no voy a mejorar, no voy a crecer, no voy a ser nunca más de lo que soy si no hago algo distinto, si sigo con lo mismo voy a seguir obteniendo los mismos resultados.

Hay un libro que trata sobre esto y se llama justamente: Si no está roto, rómpalo (1) , en el cual los autores justamente recomiendan cambiar las cosas, mirar más allá, pensar en futuros mejores.

Y leyendo algo de esto me vino a la mente otro autor que no tiene nada que ver con los negocios, pero que toma igualmente el tema, José Ingenieros, que escribió maravillosas cosas tratando de convencernos de que quedarse estancado en lo que “anda” no es lo hace avanzar a la humanidad. Por ejemplo cuando, en El Hombre mediocre (2) nos dice:

“La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección. Sus etapas refléjanse en la mente humana como ideales. Un hombre, un grupo o una raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su imaginación a concebir perfeccionamientos posibles”.

Ideales. Evolución. No sé si hace falta romper lo que no está roto, pero sí hace falta pensar en mejores funcionamientos.

Yo leí por primera vez El Hombre Mediocre muy cerca de los momentos en que también leí: La rebelión de las masas (3) y El Lobo estepario (4) , y me pareció que los tres libros decían lo mismo. Tres autores muy diferentes, provenientes de diversas épocas y culturas, cada uno escribiéndole a las propias y diciéndoles más o menos lo mismo. Daría para un ensayo completo (tal vez algún día lo escriba) comparar esas tres maravillas de la literatura, así que dejo en manos del lector la inquietud de comprobar si lo que estoy diciendo tiene sentido o no.

Lo interesante, para mí, es cómo una frase o refrán tan corto puede producir tantas relaciones, tantas ideas, tantas broncas de que cosas que “andan” estén condenadas a nunca mejorar justamente porque andan…

Esto último me hizo pensar en algo más, y es el cuento de la rana a la cual al ponerla en agua hirviendo salta, obviamente, fuera del recipiente; mientras que a otra, a la que el agua se le va calentando de a poco, se la termina cocinando sin que la misma llegue nunca a notar la diferencia en la temperatura.

La temperatura del agua que se iba calentando de a poco “andaba” para la rana, nunca sintió que tenía que hacer un cambio ya que su ambiente “funcionaba”, aunque la realidad era que se iba arruinando lentamente. ¿No nos pasará a nosotros lo mismo?, ¿no estaremos pensando que hay cosas que “andan” cuando en realidad nuestra vida, nuestra humanidad se va deteriorando poco a poco?, y por no hacer nada, por hacer caso al ahora “maldito” refrán con el que empecé la columna, nos estamos dejando lentamente “cocinar”.

Me quedo con Ingenieros:

“Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud. La imaginación dará a unos el impulso original hacia lo perfecto; la imitación organizará en otros los hábitos colectivos. Siempre habrá, por fuerza, idealistas y mediocres.

El perfeccionamiento humano se efectúa con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los más poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varían, avanzando sobre el porvenir…”

Usted sabrá de qué lado quiere ponerse.


J. R. Lucks

[1] Si no está roto, rómpalo. R. J. Kriegel y Louis Patler. Warner Books, 1992.

[2] El Hombre mediocre. José Ingenieros. Longseller, 2005.

[3] La rebelión de las masas. José Ortega y Gasset. Alianza, 1999.

[4] El Lobo estepario.Hermann Hesse. Alianza, 1998.




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domingo, octubre 11, 2009

Nietzsche, Sabina y los monos

Un tema que canta Joaquín Sabina, llamado “Eclipse de mar”, comienza hablando de lo que dice el periódico, y luego sigue por lo que comenta la radio o un supuesto programa de lo que me imagino una televisión. Una sección de esa letra dice:

“Hoy dijo la radio
que han hallado muerto al niño que yo fui
que han pagado un pasote de pelas
por una acuarela falsa de Dalí.

Que ha caído la bolsa en el cielo,
que siguen las putas en huelga de celo en Moscú.
Que subió la marea,
que fusilan mañana a Jesús de Judea,
que creció el agujero de ozono,
que el hombre de hoy es el padre del mono del año 2000”.

Esta última frase, particularmente, me resultó espectacular.

Como el tema fue escrito “el siglo pasado”, por allá por 1990, habla del año 2000 como de un hipotético futuro. Aunque no fue por el “juego de tiempos” que me resultó interesante, sino por una idea que tuvo Nietzsche hace dos siglos, publicada en 1878.

En Humano demasiado humano, un libro en el que Nietzsche empieza a protestar contra todo, él dice:

“Tal vez toda la humanidad no sea más que una fase de la evolución de una especie determinada de animales de duración limitada; de suerte que el hombre haya provenido del mono y vuelva otra vez al mono, aunque hoy no haya nadie que tenga interés en este maravilloso desenlace de la comedia”.

Sabina, que debe haber leído a Nietzsche y a bastantes filósofos más, sutilmente, nos deja en esa última frase un resumen de lo que los medios nos transmiten, –claro que muy probablemente sin darse cuenta de lo que hacen–, como crónica del fatal arribo de la hora en la cual el temor del filósofo se hace realidad.

Nietzsche veía al hombre involucionar nuevamente hacia el mono (por “ceder” su libertad ante la moral de la época), en caída libre por un tobogán de embrutecimiento que él pretendió cambiar (aunque creo que le terminó saliendo al revés, pero eso más que para una columna es para un libro entero).

Sabina resume, en esta frase que sugiere la misma involución, lo que los periódicos y los medios nos muestran, lo que publican, lo que prácticamente exaltan en sus páginas y en sus pantallas y parlantes. Pero la involución de la que Sabina se percata no es por apegarnos demasiado a la moral, sino por todo lo contrario: por la exaltación de la corrupción, por los jueces que insultan y discriminan, por los funcionarios que roban, por los asesinatos pasionales y los animales que abusan de menores, por el descaro ante la pobreza y por la desidia ante la des-educación. Por las programaciones televisivas en las que bolsas de silicona recubiertas con piel humana son el único contenido, y por la droga, el alcohol y cualquier otra cosa que hoy se consume para esconder la angustia de no tener proyecto, de no querer vivir una realidad vacía que muchos parecen haber elegido. Por toda la basura que todos los días nos encontramos en los medios, que hacen de esa basura: noticia, espectáculo.

¿Cuánto tuvo que ver Nietzsche con esta involución, al recomendar el egoísmo y predicar el desapego a aquella moral que tanto le molestaba, por más hipócrita que a él le pareciese? ¿No le habremos hecho demasiado caso al filósofo? ¿El problema de Nietzsche era la moral, o la gente que decía seguirla? Pagaría por sentarme en una mesa de café con Joaquín y don Friedrich a charlar de esto, pero no será en este “turno”.

Lo que Nietzsche intentaba evitar pareciera estar pasando de todas formas (no por apegarnos hipócritamente a una moral, sino por desapegarse de cualquier moral que no se pueda pagar con tarjeta de crédito, en cuotas sin interés) y Sabina lo canta con una estética maravillosa, aunque muy preocupante.

Pero Nietzsche tenía esperanzas, en el mismo libro ya citado él decía:

“[…] así también, merced a la ruina eventual de la civilización terrestre en su conjunto, pueda producirse una deformación mucho mayor y, por último, un embrutecimiento del hombre hasta que lo restituya a su naturaleza simiesca. Precisamente porque podemos abarcar con la mirada esta perspectiva, estamos quizá en situación de prevenir semejante desenlace”.

Pareciera que no hemos podido prevenir nada, pero tal vez no sea tan grave. Sabina, también sutilmente, nos sugiere eso en el estribillo:

“Hoy amor, como siempre
el diario no hablaba de ti, el diario no hablaba de mí.
el diario no hablaba de ti, ni de mí”.

Claro, el diario no habla de los que trabajan, de los que estudian, de los que todos los días se toman el subte o el colectivo para hacer algo útil; a menos que el subte esté de paro, o el colectivo choque y la gente se lastime, o que algún desgraciado viole a alguien en alguna parada.

Tal vez por poder “abarcar con la mirada esta perspectiva”, por tener enfrente todos los días la basura que llena la mayoría de los medios sabiendo que no hablan “de ti ni de mí”, podamos prevenir el desenlace que profetiza Sabina.

El diario habla de lo a-normal, porque lo normal no es noticia. ¿Será así o me estaré queriendo convencer de que a pesar de todo aún no somos de vuelta animales? Si la noticia es la corrupción y no la honestidad, debe ser porque aún hay más honestos que corruptos, y por lo tanto lo llamativo es el corrupto. El diario habla de las huelgas de putas, del milésimo fusilamiento de algún pobre Jesús sin nombre en África o en Medio Oriente, del agrandamiento del agujero de ozono en aras de seguir usando cosas que son cómodas para el involucionante humano por más que destruyan el mundo de a poco. La radio cuenta cómo se cayó la bolsa –de un lugar tan remoto como el cielo– en la cuál no tengo plata puesta; y también de lo que un idiota pagó por una copia de un cuadro de Dalí, que tal vez hasta sea mejor que el original.

Leer el diario y verlo lleno de porquería debería ser entonces un alegría, si está allí es porque sigue siendo lo llamativo, lo fuera de lo normal. ¡Claro!, como en el circo, donde siempre desfilaron los raros, las mujeres barbudas; no las amas de casa, o las estudiantes, o las enfermeras, o las maestras. Por eso ahora la televisión está llena de mujeres “barbudas afeitadas” peleándose entre sí por quién tuvo más sexo con el ex de la otra, desvistiéndose y arrastrándose por un caño, porque son las raras, son las que causan “admiración” o risa, no son lo normal. Lo que pasa es que en la carpa del circo todo quedaba claro, los que desfilaban por el centro de la pista estaban allí para entretener o para asombrar, no para ser imitados. Con la televisión hay que tener un poco más de cuidado, no siempre resulta tan obvio.

Si vivimos evitando imitar a los que publica el diario o salen en la televisión, tal vez nos salvemos de ser los padres de los monos del año dos mil y algo. Como dice mi amigo Nietzsche, tal vez podamos prevenir “semejante desenlace”. Después de todo, según Sabina, el diario no habla de nosotros, porque como somos normales, como somos gente común, no le llamamos la atención a nadie.



J. R. Lucks




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domingo, octubre 04, 2009

Sarna con gusto pica también, pero…

Me encontré con un refrán –o ¿será que él me encontró a mí?– que me llamó la atención, y seguramente por lo que estaba viviendo me hizo pensar.

El susodicho me decía:

“Si te gusta el arco iris, tendrás que aceptar la lluvia”.

Interesante. Lo deseable tiene un costo asociado. No lo veo desde el lado pesimista de que todo lo bueno trae también algo malo, sino desde la óptica de que se requiere la espera –en la lluvia–, la paciencia, el “trabajo”, para poder disfrutar de algo agradable.

Yo fui criado en una cultura del esfuerzo. Para lograr algo en mi casa, en mi vida, en lo que fuese… había que trabajar, sembrar y esperar, prepararse y probarse, etcétera.

Es cierto que algunas cosas “le caen a uno de arriba”. Sin tener que hacer nada más que estar en el lugar correcto en el momento correcto. Claro que para eso se puede andar por la vida esperando que todo coincida mágicamente, o se puede buscar el lugar y el momento –con pasión, con trabajo, con preparación– y luego “esperar” que te caiga lo que te tiene que caer.

De allí esta frase muy famosa (algunos dicen que de Voltaire, otros que de Séneca) que reza:

“Suerte es cuando la preparación y la oportunidad se encuentran”

Interesante.

No tanto esta frase sino más bien el primer refrán, me hizo pensar en otro también muy conocido; con el cual, a partir de este del arco iris, dejé de estar tan de acuerdo:

“Sarna con gusto no pica”.

La sarna pica, con gusto o no. Lo que pasa es que cuando es con gusto la picazón no importa, o no tiene que importar.

La picazón de la sarna que gusta es la consecuencia de una decisión, que, si bien tomada debe ser menos dolorosa que el gusto, y aún mal tomada habría que soportarla porque es resultado de la propia voluntad. Pero que pica, pica.

Creer que sarna por ser con gusto no pica, podría entenderse como que las consecuencias de las decisiones que uno toma no van a existir, o que de existir se pueden ignorar; y esto, hoy en un mundo tan dedicado al placer y al disfrute (con cierta aversión por el esfuerzo sostenido y el compromiso, desde mi punto de vista), me parece peligroso como mensaje.

Si te gusta el arco iris “aguantate” la lluvia; es más claro, más contundente, no deja lugar a dudas. Casi me dan ganas de “torcerlo” y decir: Si te gustan los arco iris “hace llover”.

Es un tanto difícil hacer llover, al menos sin derrochar agua dejando la manguera abierta colgando de un árbol para ver los siete colores, pero que tal: Si querés un título, estudiá; si querés tal o cual cosa, ahorrá; si querés que te respeten, respetá; si querés un mundo mejor hace algo más que pedir a otros que lo hagan por vos.

Tal vez lo que planteo sea mucho querer. Pero si quiero grandes cosas –como un arco iris– tendré que aceptar la espera, tendré que tener confianza, pero por sobre todo tendré que hacer mi mejor esfuerzo para aportar en lo que pueda a esa “cosa grande”. Claro que “me pica”, pero vale la pena.


J. R. Lucks



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