jueves, agosto 30, 2007

30-08-07. Similitudes entre la política y la fe

Hoy les voy a hablar de la fe, porque estuve analizando y la encuentro muy similar a la política. Así que acá les voy a leer un cuento (a) para empezar, y después analizamos el asunto:

Había una vez un hombre, que luego de mucho esfuerzo, había logrado reunir el dinero suficiente como para irse a esquiar. Toma unas clases y sale a la montaña. Experimenta la libertad, la frescura de la bajada, la imponente maravilla a su alrededor. Se siente pleno, feliz. Se detiene en un claro y da gracias a su Dios. No había sido este hombre muy religioso, o al menos no muy practicante, pero ante tanta maravilla se produce en él una erupción mística. Se conecta con el Creador. Agradece, se convierte, se arrepiente de sus malas acciones, y se promete ser más fiel a sus creencias y a su fe. Profundamente emocionado deja caer una lágrima. Luego de un minuto de silencio y una oración vuelve a la pendiente. Emocionado toma velocidad, y en una curva un tanto cerrada pierde el equilibrio y cae. Rueda por la montaña, golpea contra un arbusto y cae en un barranco. A último momento, por milagro, logra agarrarse de una pequeña rama que sobresale por un costado del cerro. Mira hacia abajo y sólo ve el vacío y la muerte. Se aferra a su rama, pero sabe que no resistirá por mucho tiempo más. El improvisado, y recién reconvertido esquiador, levanta entonces sus ojos al cielo y grita.
–¿Hay alguien?, ¿hay alguien allí?
–Aquí estoy hijo mío –responde una voz celestial–, no tengas miedo y suelta la rama, mis ángeles te recogerán, y te depositarán con suavidad en lugar seguro.
El hombre recuerda su reciente experiencia mística, piensa un segundo, y vuelve a gritar.
–¿No hay alguien más allá arriba?

Hay otra a versión muy parecida en la cual es de noche, y aparte el accidentado está metido en una terrible tormenta. No se ve ni a cinco centímetros de la propia nariz y hace un terrible frío. El hombre reza, y la voz celestial le pide que se suelte asegurándole que nada le pasará. El accidentado no cree, y por lo tanto no se suelta. A la mañana siguiente los grupos de rescate lo encuentran congelado, sostenido de una pequeña rama, a diez centímetros del piso.

Qué difícil es creer en lo que no se ve. Eso es la fe, creer en lo que nunca se vio.

Y yo le encuentro similitudes con la política, porque en política también nos piden que creamos en cosas que nunca vimos. Gobiernos en los que no haya corrupción, promesas que se cumplan, candidatos que nos dicen que van a seguir interesados por la gente después de haber ganado las elecciones, procesos de mejora de la economía que no se desintegren con una crisis mayúscula. Incluso, no sólo nos piden que creamos en cosas que nunca vimos, sino que nos han hecho dejar de creer en cosas que sí veíamos, como la garantía de los depósitos y las garantías constitucionales; o lo que terminó siendo una farsa en cuanto a que los derechos de unos y otros son iguales, y la venda en los ojos de la justicia. En fin. La fe nos promete salvación. De los políticos deberíamos ser salvados. Lo cierto es que excepto estas nuevas religiones mediáticas que pululan ahora recaudando en todos los canales, las religiones son un poco más antiguas que los sistemas políticos, al menos que los nuestros. Por eso es que estas primeras han evolucionado un poco más, y por lo tanto lo que prometen a cambio de la fe está más lejos en el tiempo. Así, por las dudas, el cumplimiento o no de la promesa de la religión no interfiere con la continuidad del pedido de fe. Los políticos, por más que han intentado reelecciones infinitas, imperecederas, o cosas por el estilo, no lo han logrado. Estos muchachos tienen cuatro, seis, u ocho años para cumplir, y si no cumplen la gente les pierde la fe. Pero fíjense que interesante, los políticos descubrieron un recurso para minimizar este problema, y es la fecha de vencimiento de la memoria, que en el caso de los argentinos es tan corta como el suspiro de una bacteria. Y allí van por una nueva campaña, prometiendo hacer lo que no hicieron en su momento aún con el mismo discurso, o incluso aliándose con los que hasta algunos meses antes eran sus peores enemigos. Yo realmente creo que las coincidencias son notables. La fe y la política se parecen. Yo creo que habría que darle para adelante y seguir hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo podríamos encerrar a unos cuantos políticos en un convento y declararlos de clausura, después clausurarlo con los tipos adentro y listo, que se queden allí. Otra podría ser que le pidiésemos que anden con trajes especiales, como túnicas, sotanas, o enrollados en pedazos de tela anaranjados, como los monjes tibetanos, así los reconocemos por la calle y salimos corriendo. Una muy interesante podría ser aplicar lo de la devoción a los santos, a los cuales solamente se les presta atención después de unos cuantos años de su fallecimiento, y luego de haber pasado por un proceso de santificación que valida sus méritos. Por lo tanto, primero que hagan algo, y después de que fallezcan, veremos si les creemos. Y no quiero exagerar, pero lo de la cruz no parece tan mala idea en algunos casos.

Bueno, no me quiero meter en más líos ni con una fe ni con la otra. Así que por hoy dejamos acá, no sin antes elevar una plegaria al Dios en el que cada uno quiera creer, dice así:

Señor. Creador. Todopoderoso. Sabemos que algún día tendremos que rendir cuentas. Sabemos que algún día nos reencontraremos en algún lado. Hasta ese día, cuídanos de los políticos que nos acechan.
Gracias por todo lo que nos das, a pesar de que la mitad se nos va en impuestos, y muy seguido la otra mitad nos la roban en una salidera.
A vos que todo lo podés Señor, te pedimos que al menos nos avises cuál es el más ladrón y mentiroso, para no votarlo de vuelta.
Queremos santificarnos, ser tus mártires, pero sé misericordioso con nosotros Señor, después de todo, antes que otro gobierno esquilmante, te queda la opción de pedirnos reconstruir el Coliseo, y que nos echen a los leones.
Que Dios nos salve. Amén



J. R. Lucks


Bibliografía

(a) El círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero. Jean-Claude Carriére. Editorial Lumen, 2001.





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jueves, agosto 23, 2007

23-08-07. La utopía del Gran Dictador, hagámosla realidad

Como estamos cada vez más encampañados, más y más nos bombardean con discursos, frases hechas, paradojas, verdades medias o mentiras al cien por ciento, quise traerles un discurso (a) que fue pronunciado por primera vez en 1940.

Les voy a leer pedazos del discurso. No tiene ninguna lucksización, excepto por algunos párrafos que saqué para que no fuese tan largo. Dice así:

"Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua, no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente.
En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. […] La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar […] en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos, nuestra inteligencia, duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización. Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. […]
En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderme les digo: no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores perecerán, y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. […] Y ¡vosotros!, vosotros, el pueblo tenéis […] el poder para crear la felicidad, el poder para crear esa vida libre y espléndida, para hacer de esa vida una radiante aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad. Prometiendo estas cosas gente ambiciosa se ha hecho con el poder, […] Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Combatamos por un mundo equilibrado, donde la ciencia, el progreso, lleve a todos a la felicidad. Combatamos para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.
Luchemos por el mundo de la razón".

¿Les gustó? Este texto pertenece al discurso final de la película El Gran Dictador. La primera película hablada de Charles Chaplin. En esta película Chaplin representa dos personajes. Uno es el de un dictador que pretende conquistar al mundo, llamado en el film Adenoid Hynkel, en clara alusión a Adolfo Hitler. Durante el desarrollo de la película, debido a su parecido con el otro personaje que Chaplin representa, un barbero de religión judía ex soldado y con amnesia, el dictador es confundido y apresado por sus propias tropas. Por este motivo, el barbero es tomado por el dictador y llevado a dar un discurso para arengar a sus tropas, puesto que se había iniciado la conquista del planeta.

Me llamó la atención la actualidad de un discurso que tiene casi setenta años, y que estaba dirigido a luchar, desde lo intelectual, contra regímenes totalitarios europeos que comenzaban lamentablemente a florecer. Yo me pregunto: ¿qué pasó? Hoy no tenemos regímenes totalitarios como esos. Hoy “avanzamos”, tanto desde la ciencia como desde la tecnología. Hoy ya sufrimos grandes golpes como los que Chaplin intentaba evitar desde su discurso, y debimos haber aprendido de ellos. ¿Por qué prácticamente todo lo que dice sigue aplicando? ¿Por qué no se volvió obsoleto algo que se dijo hace casi setenta años? No sólo no se puso “rancio” el mensaje, sino que tal vez hoy sea más aplicable incluso que el 1940.

Esto que pide Chaplin es demasiado importante para pedírselo a dictadores o a políticos. Es demasiado vital para “delegarlo” en alguien más. Somos nosotros los que tenemos que hacer este mundo del que se habla en el discurso. Desde cada realidad nuestra de cada día. Desde el aquí y el ahora que pregona mi amiga Ester todas las mañanas. En las democracias vence la mayoría. Si en vez de solamente votar y esperar que alguien más lo haga por nosotros, la mayoría hacemos lo que hay que hacer, vamos a ganar nosotros la elección.
Para cerrar con Carlitos Chaplin, si el discurso fue muy largo, quedémonos con esto:

“En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. […] les digo: no desesperéis, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el […] progreso humano. […] Vosotros, el pueblo tenéis el […] poder para crear la felicidad, el poder para crear esa vida libre y espléndida...para hacer de esa vida una radiante aventura. […] utilicemos ese poder actuando todos unidos. […] para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia”.

J. R. Lucks


Bibliografía

(a) El discurso completo que cierra la película El Gran Dictador puede hallarse en :
http://www.redcientifica.com/doc/doc199903200002.html






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jueves, agosto 16, 2007

16-08-07. Collares y caracoles de regalo, pero con valor

Hoy les traigo regalos… no perdón, cuentos que hablan de regalos. Porque vieron que un regalo es muchas veces lo que más queremos. Y sin embargo, por otro lado, se dice que lo que se regala no se valora. Así que me puse a pensar, y a buscar cuentos para ver si me iluminaban un poco con esto del valor de los regalos, y qué significa regalar, y dónde está el valor de lo regalado, en fin. Eso sí preparen los pañuelos porque son un poco emotivos. El primero (a) dice así:

Una niñita se aproximó a un negocio, y apretó su naricita contra la vidriera. Sus grandes ojos brillaron cuando vio un determinado objeto. Entró en el negocio y pidió para ver el collar de turquesa azul.
–Es para mi hermana. ¿Me lo puede envolver en un lindo paquete? –dijo ella.
El dueño del negocio la miró desconfiando, y le preguntó:
–¿Cuánto dinero tenés?
Sin dudar, sacó de su bolsillo un pañuelo bien atadito y fue deshaciendo los nudos. Colocó su contenido sobre el mostrador, y dijo feliz:
–¿Esto alcanza?
Eran apenas algunas monedas las que la niña exhibía orgullosa.
–¿Sabe?, quiero regalarle este collar a mi hermana mayor. Desde que nuestra madre ya no está ella cuida de nosotros, y no tiene tiempo para sí misma. Hoy es su cumpleaños y estoy segura de que quedará feliz con ese collar, es igual al color de sus ojos.
El hombre tomó el collar, lo puso en un estuche, lo envolvió con un lindo papel rojo, y le hizo un trabajado moño con una cinta verde.
–Tome, –dijo a la niña el dueño de la tienda– llévelo con cuidado.
Ella salió feliz, y se fue corriendo y saltando calle abajo. Aún no acababa el día cuando una señorita joven entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho, y preguntó:
–¿Este collar fue comprado aquí?, ¿cuánto costó?
–¡Ah!, –dijo el dueño del negocio– el precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre mi cliente y yo.
La joven insistió:
–Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es verdadero, ¿no? Ella no tendría dinero para pagarlo.
El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta y lo devolvió a la joven diciendo:
–Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar: ella dio todo lo que tenía.

Obviamente esto me dio esto que pensar: ¿a qué le damos valor?, ¿cuál es el valor de las cosas?, ¿a quién le damos todo lo que tenemos?, ¿a quién le pedimos todo?, y ¿qué estamos dispuestos a dar a cambio de todo lo que el otro tiene, o nos da, o nos puede dar?
Tal vez esta reflexión que leí alguna vez en un sitio web (b), referida a cómo han cambiado los valores y las cosas por las que nos preocupamos, ayude a pensar un poco en esto:

Parece que nos preocupamos más por la calidad y el tamaño de las casas que por los de la familia que la va a ocupar. De tener compromisos, pero no de comprometernos. De que nuestras fortunas crezcan, aunque no se pueda decir lo mismo de nuestros valores. Fíjense que el hombre llego a la luna, pero no sabe quién vive del otro lado del pasillo. Parece que cada vez más conocemos el espacio exterior, y menos el interior. Tenemos más comida, pero menos nutrición. En muchos hogares tenemos dos ingresos por un tiempo, aunque muchas veces se transforman rápidamente en uno, más por rotura de esos hogares que por pérdida del trabajo.

En fin, cosas que pasan, evoluciones o involuciones del hombre como especie. Quién sabe. Para pensar y seguir pensando. Así que para cerrar les quiero leer un cuentito (c) más, uno cortito que dice así:

Una niña en África le dio a su maestra un regalo de cumpleaños. Era un hermoso caracol.
–¿Dónde lo encontraste? –pregunta la maestra.
La niña le dijo que esos caracoles se hallaban solamente en cierta playa lejana.
La maestra se conmovió profundamente porque sabía que la niña había caminado muchos kilómetros para buscar el caracol.
–No debiste haber ido tan lejos sólo para buscarme un regalo.
La niña sonrió, y contestó:
–Maestra, la caminata es parte del regalo.

Fíjense que los personajes centrales de estos cuentos son niñas, o niños, es lo mismo. Los autores de los cuentos pensaron en personajes inocentes, que naturalmente dan valor a lo valioso más allá de lo que cueste. No los arruinemos, que la sociedad de consumo en la que vivimos ya se va a encargar de eso. Aprovechemos mientras son chicos y son como las de los cuentos, tal vez podamos aprenderles algo.
Bueno, no tengo más regalos por hoy. Caminemos, y que los caracoles sean lo de menos. Si el que recibe el regalo realmente se merece nuestra caminata, la va a apreciar aunque el caracol sea feo.


J. R. Lucks



Bibliografía


(a) Este cuento fue adaptado de una versión del mismo que puede encontrarse bajo el nombre: “Amar es darse todo”, en la siguiente dirección web:
http://www.deaccioncatolica.com.ar/


(b) La versión completa de la reflexión a la que se hace mención, fue publicada en la siguiente dirección web:
http://www.elrincondeluz.com.ar/cuentos/mas_que_un_anillo.htm

(c) La versión que se tomó para adaptar este cuento puede encontrarse en la siguiente dirección web:
http://www.elrincondeluz.com.ar/cuentos/un_regalo.htm






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jueves, agosto 09, 2007

09-08-07. El rey acongojado y la rata solidaria

Hoy traje un cuento (a) que habla de la solidaridad, y porqué no, también un poco de la coherencia y de cómo nos comportamos en relación a esto. Es un cuento bastante lucksizado, y dice así:

Había una vez un rey muy acaudalado. Como no tenía mucho más que hacer, habida cuenta de que poseía todo lo imaginable, se dedico a mirar un poco más allá de sus posesiones. No tardó en darse cuenta de que en su reino, todos eran muy egoístas. Sólo pensaban en sí mismos y en acumular riquezas, comida, amistades, en fin, lo que fuese mientras se pudiera acumular, y luego ser contado como posesión. Esto entristeció mucho a nuestro rey. Él no comprendía, que su pueblo sólo hacía lo que le había visto hacer a él durante décadas. El rey, había olvidado una sabia lección que alguna vez le habían impartido. Esta sugería, que si bien los gobernantes muchas veces se parecen al pueblo, pues de allí provienen, no es menos cierto que el pueblo, tarde o temprano, termina siendo como sus gobernantes.
Así de deprimido como estaba, sale un día a caminar por sus inmensos bosques. Tenía prácticamente tomada la decisión de abdicar a su poder e irse a otro lugar, donde la gente no fuese tan centrada en sí misma, en el fondo, donde no fuesen tan parecidos a él.
Estando en lo más profundo del bosque, escucha el rugir de un tigre. Se asusta. Se esconde. Mira con cuidado y encuentra, sólo a unos metros de donde él estaba, un inmenso tigre echado. Observa con cuidado, y percibe que el tigre tenía una pata lastimada, por lo tanto, no podía moverse. Apenas empieza a recuperar el aliento alejándose de la fiera, cuando, por entre sus pies, ve pasar a una rata corriendo con un trozo de carne en la boca, en dirección al tigre. Inmediatamente gira sobre sus talones y se apronta a presenciar, cómo esta tonta rata, iba a terminar en las fauces del hambriento tigre. Pero no es así. La rata llega cerca del imponente animal, deposita el trocito de carne cerca de la bestia, y se aleja nuevamente como a buscar otro. El rey no sale de su asombro. Efectivamente, la rata no tarda en volver con un nuevo trocito de carne, que el tigre come y agradece a su veloz amiga con un dulce ronroneo. – ¡Increíble! –se dice a sí mismo el rey– no puedo dar crédito a lo que veo. ¡Qué ejemplo de solidaridad! Cómo la naturaleza, a pesar de hacer del tigre un depredador de animales como la rata, también se encarga de establecer lazos de solidaridad cuando hacen falta. ¡Esto es lo que necesita mi pueblo! ¡Solidaridad!. Y yo, su rey, voy a remediar esa falta. Encontraré gente solidaria, y los apoyaré para que otros vean su ejemplo. Así, todos cambiarán, y seremos nuevamente un pueblo feliz.
Dicho y hecho, el rey vuelve corriendo al palacio. Busca en viejos arcones ropa en desuso, se la pone, y sale sin que nadie lo note. Va hasta una carretera, y cuando nadie pasa, se tira en el camino fingiendo estar herido.
Alguien se apiadará de mí como la rata del tigre, –se dice para sus adentros– cuando esto ocurra, tomaré a los que me auxilien, y los nombraré ministros de solidaridad. Ya verán como cambio a mi pueblo.
El plan parecía no tener fallas. Sin embargo, nadie se detiene a socorrer al supuesto accidentado. Lo esquivan, lo rodean, le pasan por encima. En un momento dos jóvenes lo toman y lo levantan, pero antes de que el rey pudiese hablar, lo tiran en la zanja al costado del camino para que no estorbase. Pobre rey, creyó que iban a socorrerle. El soberano se acongoja. No entiende que es lo que falla. ¿Por qué la rata se apiada del tigre, y nadie se apiada de él, una persona? En eso, por la zanja, ve pasar a la rata con un trocito de carne en la boca. El rey se queda quieto para no asustarla, y la rata se detiene a su lado. El simpático animalito observa al hombre. El rey mira a la rata. Pareciera que se establece un vínculo entre ellos. Su majestad extiende la mano, y la rata, dejando el trocito de carne, se acerca. Lo huele, y comienza a subir lentamente por el brazo del rey hasta acercarse a su oído. El monarca, aún acongojado, se divierte con esta manifestación de afecto, así es que permite que el animal le camine por el brazo. Justo cuando la rata acababa de subirse a su hombro, el rey escucha una voz muy finita que pareciera venir del animalito. Presta entonces atención, y escucha que la ratita le dice: -Si querés que tu pueblo se vuelva solidario, no imites al tigre, imitame a mí.

¿Fácil no?, seguir el consejo de la rata. Dar el primer paso. Hacer lo correcto primero sin esperar a que otros lo hagan antes. Y algo básico, si nosotros no estamos haciendo lo que hay que hacer, ¿por qué eventualmente quejarnos de que nadie más lo hace? El mensaje de esta fábula pareciera ser doble. Por un lado el tema de dar el primer paso, pero subyacente, está la actitud de este rey que se queja de su pueblo por no ser como la rata, cuando él, a pesar de darse cuenta, intenta “imitar” al tigre en vez de a la “solidaria”.
Y yo me pregunto: ¿por qué si algo nos parece bien no lo hacemos?, o al menos no lo hacemos lo suficiente. Mi profesor de lógica, cuando estudiaba yo hace mucho tiempo, me hubiese dicho:

-Si algo no lo haces, debe ser porque no tenés capacidad para hacerlo, o porque no te parece bien. Pero no tiene sentido que pudiendo hacer algo que te parece bien, no lo hagas. Así que: o sos incapaz, o sos mentiroso.

Y son esas disyuntivas en las que a este caballero le gustaba ponerlo a uno, en las cuales cualquier respuesta es mala. ¿Seré incapaz de ser solidario?, tal vez no sepa cómo se hace para ser solidario.

-Pero entonces no deberías pedir a alguien más que lo sea, -diría mi profesor. -Porque si vos no tenés la capacidad, no sabes lo que estás pidiendo. Y por sobre todo, si nadie lo es, no deberías quejarte, porque no podés juzgar a los demás por cosas de las cuales también eres incapaz.

Hasta acá llega esta complicación. Entonces debe ser la otra opción, debo ser mentiroso. No me parece bien ser solidario. Lo digo porque queda bien, pero en realidad no me parece correcto...

–Entonces no hay problema, –me interrumpiría el maestro de lógica–. Si no te parece bien, no deberías quejarte de no ver solidaridad, al contrario, deberías quejarte si alguien se comporta solidariamente.


–Claro, entonces soy incapaz, o mentiroso, y debería quejarme si alguien es solidario.


–¡No alumno Lucks! –intervendría finalmente mi profesor–, vaya y sea lo solidario que pueda, y si no puede no se queje, pero siga intentándolo.


Yo estudié con métodos antiguos, no se si la lógica que me enseñaba el profesor Kramer seguirá aplicando o no, pero a mí me sigue sonando razonable: si algo me parece bien lo tengo que hacer, y si no lo hago, o no me sale, no debo quejarme, debo seguir intentando. Sería bueno que se pudiese pensar así, porque la verdad ya es bastante malo tener que vivir cada vez con más gente que sólo piensa en su estómago, en su bolsillo o en su espejo, como para encima, tener que estar escuchando quejas. Seamos solidarios como podamos, como me decía el Señor Kramer, y si no, al menos no nos quejemos.

J. R. Lucks



Bibliografía


(a) La versión que se utilizó para adaptar este cuento puede encontrarse en:
http://www.emprendedoras.com/article1023.html






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jueves, agosto 02, 2007

02-08-07. Salvados del diluvio. Condenados a nosotros mismos

Ahora que esta de moda Noe, el personaje bíblico que sobrevivió del diluvio universal, con esto de la película argentina de dibujos animados, y la reedición de Dios Todopoderoso, esta película americana que se va a reeditar con un tema similar, les quiero contar un cuento que encontré en Internet hace tiempo y que me pareció interesante. La lucksización del cuento dice así:

Un día, justo después de unas elecciones, el Señor bajo a la tierra y así le hablo a Noé:
–Noé, dentro de seis meses haré llover cuarenta días y cuarenta noches. Hasta que toda la Argentina sea cubierta por las aguas y los corruptos, los vendepatria, los desgraciados y los inadaptados sean destruidos. Solo voy a salvarte a ti, a tu familia y a una pareja de cada especie animal viviente en la Argentina. Te ordeno construir un arca, y ocuparte de reunir a los animales. Tienes seis meses.
–Pero, Señor... -intento argumentar Noé Gutiérrez, un humilde carpintero de la zona costeña.
– ¡Haz lo que te ordeno! –Bramo el Señor– En este país, la perversión, la corrupción y la injusticia, han alcanzado un grado intolerable. El ansia de poder y de riqueza ha dejado de lado el amor al prójimo y les voy a dar un castigo ejemplar.
–Haré lo que tu ordenas, Señor -dijo Noé, que era un hombre extraordinariamente recto, bueno y piadoso. Pasaron seis meses, se oscureció el cielo y comenzó el diluvio. El Señor se asomó entre los negros nubarrones, y pudo ver a Noé llorando amargamente en la puerta de su casa. Ningún arca estaba construida y sólo unos pocos animales vagaban alrededor de su humilde vivienda.
– ¿Dónde está el arca, Noé?, preguntó Dios enfurecido.
–Perdóname, Señor –suplicó el pobre hombre– hice lo que pude pero encontré grandes dificultades:
Para construir el arca tuve que gestionar un permiso, autorizar los planos y pagar impuestos altísimos. Algunos vecinos se quejaron de que estaba trabajando en una zona residencial, y en eso perdí un tiempo precioso, pues en la Intendencia, para habilitarme, pretendían una contribución a la campaña de reelección que se iba a realizar en cuatro años. Pero el principal problema lo tuve para conseguir la madera, pues en el Instituto Forestal no entendían que se trataba de una emergencia, y me dijeron que sólo había madera disponible para las embarcaciones incluidas en un decreto que no contempla arcas de ninguna clase. Luego apareció el Sindicato, que apoyado por el Ministerio de Trabajo me exigía dar empleo solamente a sus afiliados, aunque no sabían nada de arcas, ni de barcos, ni de nada. Después, durante el trabajo, uno de los carpinteros se enfermó de cirrosis hepática. La Mutual Social a la que estaba afiliado le dijo que la ebriedad no es una enfermedad, y entonces el juicio me lo inició a mí por considerar que la cobertura que no le daba el seguro debía dársela yo. Se hizo lugar a la demanda porque, aunque la cirrosis la tenía desde hace veinte años y para mi no había trabajado ni una semana, siempre había venido a trabajar un poco borracho.
Mientras tanto comencé a buscar animales de cada especie, pero pronto averigüé que si no es para un zoológico, El Ministerio de no sé qué animales… ¿o eran los animales de no sé qué Ministerio?… en fin, te obligan a llenar millones de formularios, y a pagar impuestos que se me hacían imposibles de afrontar. Entonces en el propio Ministerio me recomendaron a unos cazadores furtivos amigos de ellos, pero no me animé cuando les vi las caras.
– ¿A los cazadores? –Pregunta Dios escandalizado.
– ¡No!… a los funcionarios. ¡Ni hablar de las sociedades protectoras de animales! Se pusieron en contra inmediatamente por el supuesto hacinamiento al que iban a estar sometidos los pobres animales. Les explique que irían a morir si no subían al arca, pero me dijeron que la naturaleza podía hacer a los animales lo que quisiera, yo no.
Por ultimo, Impositiva me hizo un allanamiento, apoyado por fuerzas del orden, porque vieron en no sé que sistema de fotos satelitales que estaba haciendo cosas, que si bien no entendían, igual eran sujetas a impuesto. Acto seguido me exigieron comprobantes de pago de tasas municipales por los últimos sesenta años, y como yo no los tenía, puesto que sólo tengo 43, me embargaron la cuenta del banco. Los cheques que había girado para pagar las maderas vinieron de vuelta, y el aserradero me cortó el crédito y me hizo confiscar la camionetita.
El Señor, comenzando a enternecerse, pregunto:
– ¿Eso es todo?
–No Señor –replicó Noe– todo acabó realmente cuando la Unión de Constructores de Embarcaciones de Placer me inició un juicio por competencia desleal, pues entendían que mi arca era recreativa, a pesar de que les hice notar de que por placer, nadie se iba a embarcar cuarenta días con pumas, zorrinos, vacas, elefantes, y demás. El trámite está trabado en la justicia que está de ferias, las cuáles empezaron justo después del paro. Pero me dijeron que si “aceito” el expediente, tal vez en un par de años tenga un dictamen probablemente favorable, o tal vez no.
Noé acabó su relato con lágrimas en los ojos, y el Señor nada respondió. Sin embargo, puso su brazo afectuosamente sobre el hombro de Noé y al cabo de pocos instantes la lluvia cesó. Enseguida el cielo comenzó a despejarse, apareció un sol brillante y un bello arco iris.
–Señor, ¿significa esto que no vas a destruir a la Argentina? –preguntó Noé con los ojos esperanzados, aunque todavía llorosos. –Dejaste de pensar que aquí esta lleno de corrupción y de injusticias.
–No, Noé –respondió Dios– pero no tiene sentido gastar agua. Con lo que me contás veo que igual se está ahogando. Lo que tengo que pensar es como salvarte, porque con el arca no va a alcanzar.

En fin, reírse es bueno aunque sea de las propias desgracias. Eso sí, siempre y cuando después de la risa tratemos de hacer algo para no tener que volver a reírnos de lo que nos causó la desgracia. Así que cada vez que veamos llover, y después salir el sol y el arco iris, no pensemos tanto en que nos acabamos de salvar de algún diluvio, sino que tal vez igual nos estemos ahogando. A ver si así, teniéndolo presente y tratando de hacer algo para cambiar, nos salvamos de condenarnos nosotros mismos.


J. R. Lucks





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