jueves, diciembre 27, 2007

27-12-07. Amor para el año nuevo

Como ya viene fin de año, les traje un par de cuentos que tienen que ver con lo que creo es el mejor deseo y saludo con el que se puede recibir y agasajar al año nuevo. Espero que les guste. El primero dice así:

Una mujer salió de su casa y vio a tres viejos de largas barbas sentados frente a su jardín.
Ella no los conocía, pero igualmente les dijo:
–No creo conocerlos, pero deben tener hambre. Por favor entren a mi casa para que coman algo.
Ellos preguntaron:
–¿Estás sola en tu casa o está tu familia?
–No, en este momento estoy sola.
–Entonces no podemos entrar –dijeron ellos– si aún lo crees conveniente, cuando tu familia llegue, vuelve a convidarnos.
Al atardecer, cuando el marido y la hija llegaron, ella les contó lo sucedido.
–¡Entonces diles que ya llegamos e invítalos a pasar! –dijeron ambos al unísono. La mujer salió nuevamente a invitar a los hombres a pasar a su casa.
–No podemos entrar a una casa los tres juntos –explicaron los viejitos.
–¿Por qué? –quiso saber ella.
Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó:
–Su nombre es Riqueza, –luego indicó hacia el otro– su nombre es Éxito y yo me llamo Amor. Ahora ve adentro, y decidan con tu familia a cuál de nosotros tres ustedes desean invitar.
La mujer entró a su casa, y contó lo que los viejitos les dijeron. El hombre se puso feliz:
–¡A qué bueno! Y ya que así es el asunto, entonces invitemos a Riqueza, dejemos que entre y llene nuestra casa de bienes y fortunas.
Su esposa no estuvo de acuerdo:
–¿No querido, mejor invitamos a Éxito?, la riqueza no es tan satisfactoria como la popularidad.
La hija del matrimonio, desde la otra esquina de la casa, vino corriendo con una idea:
­–¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestro hogar entonces estaría lleno de bueno sentimientos y cariño.
–Hagamos caso del consejo de nuestra hija, –dijo el esposo a su mujer–, ve afuera e invita a Amor para que sea nuestro huésped.
La esposa salió y les preguntó a los tres viejos:
–¿Cuál de ustedes es Amor? Por favor que venga para que sea nuestro invitado.
Amor se puso de pie y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y lo siguieron.
Sorprendida, la dama les preguntó a Riqueza y a Éxito:
–¿Yo sólo invité a Amor, por qué ustedes también vienen?
Los viejos respondieron juntos:
–Si hubieras invitado a Riqueza o Éxito, los otros dos habríamos permanecido afuera. Pero ya que invitaste a Amor, al lugar que él vaya nosotros lo seguimos. Donde quiera que haya Amor, hay también, de una u otra forma, Riqueza y Éxito.

Es un buen deseo, espero que pueda realmente ser así. Pero no estoy hablando de cualquier cosa cuando digo amor. No habla este cuento de atracción física, o de calores juveniles o ataques hormonales, habla de verdadero amor, así que este otro cuento trata de aclarar un poco la cosa. Dice así:

Un hombre fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse.
El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos, y solamente le dijo una palabra:
–Ámala –luego se calló.
–Pero es que ya no siento nada por ella.
–Ámala, –reiteró el sabio.
Y ante el desconcierto del visitante, después de un oportuno silencio, el viejo sabio agrego lo siguiente:
–Amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es dedicación y entrega. El Amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega, procura y cuida. Está preparado, porque habrá plagas, sequías, o excesos de lluvias, más no por eso abandones tu jardín –respiró profundamente y siguió:
–Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela. Eso es todo. Ámala.
El sabio se detuvo por un instante como para dejar que el hombre meditara lo que se acababa de decir. Luego de un instante continuó:
–La vida sin amor te lleva a ser un sujeto indeseable, sino fíjate esta lista de consecuencias de vivir sin amor:
La inteligencia sin amor, te hace perverso.
La justicia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La docilidad sin amor, te hace servil.
La belleza sin amor, te hace ridículo.
La verdad sin amor te hace hiriente.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, te hace esclavo.
La ley sin amor, te esclaviza.
La fe sin amor, te hace fanático.
La vida sin amor, no tiene sentido.

Así que mi deseo para todos es amor. Ese amor que nos hace seres humanos, ese amor que transforma lo ridículo en bello, lo insípido en sabroso, lo común en único. Muy feliz año lleno de amor.

J. R. Lucks




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jueves, diciembre 20, 2007

20-12-07. Regalos

Como ahora viene la época de los regalos, más allá de la religión que cada uno profese, nuestro querido capitalismo agnóstico, o aun ateo, se ha encargado de que casi todos nos regalemos algo. Por eso les traigo un cuento (a) que tiene que ver con regalos. Dice así:

El padre se enojó y gritó muy fuerte a su pequeña hija de 3 años por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorado. El dinero era escaso en esos días, por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una vieja caja de zapatos, para ponerla debajo del árbol de navidad.
Sin embargo, la niña le llevó el regalo a su padre la siguiente mañana y dijo:
–Esto es para ti, Papito.
El se sintió avergonzado de su reacción del día anterior, pero volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía.
Volvió a gritarle diciendo:
­–¿Acaso no sabés que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro? Es muy cruel regalar una caja vacía.
La pequeñita volteó hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo:
–Pero, papito, no está vacía, yo puse besos adentro de la caja, todos para vos.
El padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplicó que lo perdonara.
Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí.
Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que esta.

Golpe bajo, ¿eh? Pero es que así son lo verdaderos regalos, no por lastimar, sino porque a uno le llegan, a uno lo tocan los verdaderos regalos. No necesariamente el electrodoméstico, o la computadora, o incluso la botella, o el detalle comestible que también se suele regalar. Pero claro, una caja llena de besos, a menos de que la caja sea muy cara, no es negocio. No mantiene los negocios abiertos, no paga los sueldos. Pero bueno, son esos los regalos que nos hacen hacer memoria, los regalos de nuestros hijos, o de nuestros sobrinos o nietos nos hacen recordar la época en que éramos inocentes como ellos y regalábamos amor y cariño en lo que fuese. Dibujitos, o algún juguete querido que a veces envuelto en un papel madera o en un papel de diario se pudo haber transformado en el regalo más importante de nuestras vidas. Esos regalos que no sabes donde poner pero que seguro no se cambian. No tenés problema de que te guste el color o que el talle te entre. Cuántos portalápices de lata de tomates habrán decorado escritorios de grandes empresarios. Cuántos cuadritos hechos con palitos de helado se habrán colgado de las heladeras. Cuántas agarraderas pintadas con las manos habremos usado hasta que se quemaron irremediablemente.

En fin, me pareció interesante esto de volver un poco a esa inocencia sana, a esa maravilla del poder de la buena voluntad en contraposición con el poder de la tarjeta de crédito o de la campaña publicitaria. Así que para terminar, para aportar alguna idea que sirva para despertar esa inocencia que todos tenemos o tuvimos, les quiero dejar mi regalo (b), que tiene que ver un poco con esto y para que si pueden lo pongan en práctica. Dice así:

Estoy sentado leyendo mientras mi hijo de tres años, juega a mi alrededor.
-Papá -me dice -peráte, eperáte ahí.
Comienza a buscar locamente debajo de los muebles, en la cocina, debajo de mis pies. A mí, que me está dando curiosidad, me dan ganas de entrar a su juego, pero me contengo.
-¿Qué estás buscando?- le pregunto mientras lo sigo observando...-Perá, papá, eperáte- me dice mientras sigue alocadamente buscando.-¡Aca tá!- grita de repente.
Levanta algo del suelo y lo coloca sobre mi mano. Yo instintivamente la cierro apretando el objeto invisible e impalpable, y le sigo la corriente en un intento por entender de qué se trata.
-¡Garrála fuerte, pa! -Me ordena... - ¡Es una Idea!
Yo me quedo sentado, con la mano apretada para no dejar escapar el ‘tesoro’ que me acaban de confiar, y lo veo salir corriendo a tomar su caja de crayones y una hoja.
-¡Ahora vamos a pintar! -me dice con autoridad mientras levanta sus brazos expresivamente cual maestro de jardín de infantes. Toma sus colores, me pide que le devuelva la idea y que deje lo que estaba leyendo. Me mira para asegurarse de que estoy con él, y comienza a recrear el mundo con tan solo una idea y una hojita de papel.

Ojalá que en esta época de regalos nos animemos cada uno de nosotros a recuperar algo de esta inocencia, y a intentar un regalo de este tipo. Si no nos animamos, al menos sentarnos en la mesa familiar y recordar esos regalos que dimos o recibimos alguna vez. Seguro que nos va bien.


J. R. Lucks



Bilbiografía

(a) Cuento adaptado de un original publicado en la siguiente dirección web:
http://www.lecturasparacompartir.com/reflexion/lacajallenadebesos.html
(b) Cuento adaptado de un original de Celia Alviarez. publicado bajo el nombre de: La Chiqui








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jueves, diciembre 13, 2007

13-12-07. Discursos capicúa, llantos y concursos de canto

Tenemos nuevas autoridades asumidas. Ya la semana pasada hablamos de lo que significaba asumir según la etimología, así que ahora es cuestión de esperar y ver que hacen. Pero por otro lado, todos, o casi todos los que asumieron, dieron discursos. Y los discursos de a asunción son en general bastante diferentes de los de campaña.

Entre todos los discursos que escuche quiero rescatar este. Porque si bien es un discurso muy corto, es impresionante. Dice así:

Cumpliremos con lo que prometemos
sólo los imbéciles pueden creer que
no lucharemos contra la corrupción
porque si hay algo seguro para nosotros es que
la honestidad y la transparencia son fundamentales
para alcanzar nuestros ideales
pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que
se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política
cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que
comprendan desde ahora que
somos la "nueva política".

Ahora y tratando de recordar las frases que les leí, se los voy a leer al revés. Frase por frase de desde la última hasta la primera. Escuchen bien:

Somos la "nueva política"
comprendan desde ahora que
cuando asumamos el poder, haremos lo imposible para que
se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política
pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que
para alcanzar nuestros ideales
la honestidad y la transparencia son fundamentales
porque si hay algo seguro para nosotros es que
no lucharemos contra la corrupción
sólo los imbéciles pueden creer que
cumpliremos con lo que prometemos.

Discurso capicúa, como esto de pasar los discos al revés para encontrar mensajes satánicos. El punto acá es que a candidatos como esos los ponemos nosotros en puestos públicos. Pero bueno, iremos mejorando y los iremos haciendo desaparecer. En todos lados hay políticos como estos y en todos lados logran engañar a la gente. Con el tiempo uno va aprendiendo y consiguen engañarlo menos. El asunto es la actitud con la cual se encara el problema. Acá tengo un cuento (a) que creo que a los argentinos nos debería ayudar. Dice así:

Un señor entra en un templo de la religión que más te guste, y en un asiento encuentra a otro señor llorando amargamente.
-¿Por qué, porqué a mi?... ¡No por favor, no!
El que acababa de entrar se siente incómodo, no quiere hacer ruido para no molestar al que llora. Trata de pasar desapercibido, pero los llantos del otro son demasiado fuertes. Termina por conmoverse y se acerca.
-¿Qué le pasa amigo?, ¿qué es lo tan terrible?, seguramente algo puede hacerse. ¿Qué es lo que llora tan amargamente?
-Es que me quieren dar una responsabilidad muy grande en mi empresa, y yo no la quiero bajo ningún punto de vista.
-¡Amigo!, pero eso no es tan irremediable. Renuncie a su empresa y listo.
-¡Oh no! Prefiero llorar.

Ridículo ¿no? Preferir llorar. “Argentinos a las cosas”, hubiese dicho Ortega y Gasset, y a dejarse de llorar. Y bueno, en mucho los argentinos preferimos llorar, o quejarnos sin realmente hacer nada. Y me parece que tiene que ver con esta creencia de que lo individual no hace a lo colectivo. Los argentinos nos perdemos muchas veces en un escepticismo basado en que si hacemos algo bueno no va a tener impacto, y actuamos creyendo que si hacemos algo malo no se va a notar. Y lo que termina pasando es lo contrario. Como nadie piensa que su “tirar un papelito”, o su “no pagar tal o cual impuesto”, no va a afectar a nadie, todo el mundo lo hace. En cambio con lo bueno y lo positivo, el efecto contagio nunca empieza porque nadie cree en eso. Traje un cuentito más (b) que creo nos pinta un poco este asunto.

Se produce en el bosque una gran discusión sobre quién era el que mejor cantaba. Como no podía llegarse a ninguna conclusión, el búho sabio propone llevar a cabo una votación. Cada uno de los animales, incluido el hombre, votará por el que crea que es el mejor cantor, y con eso quedará resuelto el dilema.
Llega el día de la elección, todos colocan su voto en la ranura de un viejo árbol seco, y por la tarde se reúnen para presenciar el recuento. El búho sabio, con la ayuda de unos monos va separando los votos y comienza a contar.
–Primer voto: ¡para el burro!
Todos se miran asombrados.
–¿Cómo puede ser?, si todos sabemos que el sonido que el burro emite es el más feo de todos.
El hombre que también había ido a presenciar el recuento mira al burro con desprecio y le dice:
–¡Que vergüenza! Nadie pudo haber votado por ti, seguro que votaste por ti mismo. Eso no se hace.
El búho llama a la calma y prosigue.
–Segundo voto: ¡para el burro otra vez!
Y el tercero, y el cuarto, y prácticamente todos los demás. No queda otro remedio que nombrar al burro como el mejor cantor del bosque, y por lo tanto dejarlo cantar sin poder pedirle que se calle o que siquiera baje el volumen de su canto.
¿Qué había pasado? ¿Qué locura había afectado a todos los animales?
En su viejo árbol, cuando ya la noche había caído, el búho sabio reflexionaba y comentaba con la comadreja.
–Yo sé lo que pasó mi amiga. Sólo espero que todos aprendan de esto. Convencidos de que cada uno iría a ganar, dieron su voto al burro creyendo que de esa manera no se lo daban a ningún potencial competidor.
Y ¿quiénes votaron entonces a la calandria y al hombre?, –preguntó intrigada la comadreja– ya que cada uno saco un voto.
–Muy fácil amiga. El voto de la calandria lo puso el burro, ya que como es lógico, él votó sinceramente, votó por el que creyó que canta mejor. En cuanto al voto que recibió el hombre: ¿te queda alguna duda de que fue él que se votó a sí mismo?

En fin. Ojalá aprendamos algo de estos cuentos, nos dejemos de llorar por cosas que sí podemos arreglar, y tengamos en cuenta que lo individual sí suma, así algún día no tendremos que preocuparnos por discursos capicúa.

J. R. Lucks


Bibliografía

(a) Cuento adaptado de un original publicado en 40 nuevas parábolas, de Víctor Codina. Ediciones Paulinas, 1993.
(b) Cuento adaptado de un original publicado en Recuentos para Demián, de Jorge Bucay. Editorial Nuevo Extremo, 1999.




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jueves, diciembre 06, 2007

06-12-07. Los números dicen lo que uno quiera

Me quedé bastante impresionado con el asunto éste de la consulta popular en Venezuela. Me pareció algo llamativo escuchar a alguien en una radio diciendo que el pueblo había hablado, y que había dejado claro que no quería la reforma. Como saben el No a la propuesta del Presidente Chávez ganó por algo así como un punto porcentual, aproximadamente 50.5% a 49.5%. Y es cierto, en una democracia es así, por esa diferencia se puede ganar y se puede decir que le pueblo habló. Ahora, hubo un 40% de gente que no voto. Por lo cual, sólo con que un mínimo porcentaje de esos no votantes hubiese ido, tal vez el resultado fuese otro totalmente diferente. Y de haber sido así, el ganador hubiese dicho lo mismo: el pueblo se expresó mayoritariamente… Lo cierto es que más que un pueblo que se expresó, tenemos: casi la mitad de la población sin interés en el asunto, y a la otra mitad dividida en dos bandos que si se juntan se sacan chispas. O sea que más que contento por un gran acto democrático, yo estaría preocupadísimo. Pero bueno los números son así.

En nuestro bienamado país se puede leer algo similar de los números de las elecciones. El que ganó sacó sólo 45%, o sea que la mayoría, más del 50%, realmente no lo quiere. Pero por otra parte ganó por la mayor diferencia desde que volvió la democracia. Teniendo esto en cuenta, realmente es la opción mayoritaria más consolidada cuando la comparamos con situaciones más bipolares que vivimos en otros años. Y, ¿cuál es la lectura? De alegría por la diferencia; de desazón por no haber llegado al menos a la mitad de la gente; o debería ser de preocupación también por tener un país en el que cada cual tira para su lado, y en vez de dos opciones hay cerca de una decena. Porque en esa línea de pensamiento, la diferencia entre la primera minoría y el resto se debe a que ese resto es prácticamente marginal, aunque justamente las personas que votaron esas propuestas no sean los que se consideran a sí mismos marginales.

En realidad esta introducción es para tocar el tema de que los números no son muy confiables; los números dicen lo que uno quiere, si se los tortura lo suficiente; engañan más de lo que aclaran. En esa línea de ideas les traje una demostración numérica de que en realidad sólo trabajamos unos pocos días por año, así que en este mes en el que hay tanto feriado y asueto, los que todavía no se decidieron a moverse apúrense porque se les acaba el tiempo. La demostración dice así, vayan anotando las cuentas para que vean que no hay trampa:

Para empezar, dormimos más o menos ocho horas por día. Eso es un tercio del día. Así que se puede decir que también es un tercio de nuestra vida, y por lo tanto un tercio del año. Todas esas horas representan más o menos 122 días, con lo cual, de los 365 anuales, sólo estamos despiertos y aptos para el trabajo unos 243.
Por otro lado, la semana tiene dos días no laborables para la mayor parte de la gente. ¿Cierto? Sábado y domingo o en su defecto algún día cambiado por un franco de entre semana. Como el año tiene 52 semanas, tenemos entonces 104 días de fin de semana. Restando esto de los 243 que me quedaban después de dormir, sólo sobran unas 139 jornadas realmente laborables. Esto es más o menos cuatro meses y medio.
Pero acá no termina, de hecho recién empieza. Cada año tiene más o menos trece feriados, y aparte, gozamos en general de quince días de vacaciones –aunque muchos en realidad tienen más días–, ahí tenés veintiocho días, los trece más los quince. Así es como se nos va un mes del tamaño de febrero entre feriados y vacaciones. O sea que de los cuatro meses y medio que me quedaban, sacando vacaciones y feriados, sólo restan tres y medio disponibles para trabajar. Lo cierto es que el medio mes, quince días, se te van entre los que uno pide para trámites, para días de estudio, enfermedad o para ir al médico, día femenino y masculino, etcétera. Restando esto, o sea sacando todo lo no laborable “grande”, no hay más tiempo para trabajar que tres meses por año.
El asunto es ahora el siguiente. Todos los días nos aseamos antes de salir, y en algún lado desayunamos, ahí se nos va en promedio hora y media. Después viajamos al trabajo, y con los líos de tráfico que hay hoy, ida y vuelta, como mínimo usamos del día un par de horas. En la oficina nos tomamos unos cuantos cafecitos, y seguro nos tomamos un tiempo para almorzar, o sea que dedicados al estómago en el trabajo nos llevamos otra hora y media. Sólo en estas cosas tenemos cinco horas por día. Eso es como 1.825 horas por año, o sea algo así como sesenta días. Dos meses. Si nos quedaban tres, y dos nos los pasamos en el baño, en un medio de transporte, comiendo, o charlando y tomando café, realmente disponibles para trabajar nos queda entonces un solo mes. Treinta hermosos días, como los calificaría mi amiga Ester.
Ahora, todavía no conté el tiempo en que miramos la televisión, o leemos, o le dedicamos al sexo, a los hijos, a la familia, a las novias y novios o a conseguirlos, a ir a la cancha, o a un museo, o a lo que se te ocurra. Les gusta ponerle a esto un par de horas por día. Un día una cosa, otro día otra cosa, pero más o menos le dedicamos un par de horas por día a alguna de las actividades de la lista que acabo de contar. Eso, por año, da 730 horas. Si transformo esas horas en días me da veinticinco. O sea que de los treinta sólo me quedan ahora cinco. Cinco días netos para trabajar por año. Una semana laboral real y concreta por año. Sinceramente no se de que nos quejamos.

Y bueno, es así, nos la pasamos quejándonos de que tenemos mucho trabajo, o de que el que gana las elecciones ganó por poco o por mucho. Yo diría: no nos quejemos tanto que cinco días por año de trabajo no son tantos, y que por mucho o por poco, la democracia que tenemos no deja de ser una bendición en comparación con otras. Siempre se puede mejorar, seguramente nuestra democracia mejorará, y con suerte, hasta puede ser que logremos trabajar menos de cinco días por año.


J. R. Lucks





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