jueves, julio 31, 2008

31-07-08. La amistad, unplugged

Dicen que la amistad es como la mayonesa:

“Hay que ponerle huevos, y evitar que se corte”.

No será esta frase una de las joyas de la literatura de todos los tiempos, pero no por eso deja de enfatizar una gran verdad.

La amistad no necesariamente es fácil, requiere de esfuerzo para mantenerse y para evitar que se corte, que se termine. Perder una amistad es perder una fortuna. Discépolo (1) se refería a esto de la siguiente forma en Cafetín de Buenos Aires (2):

“Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía...”

La magia de los poetas. En tan pocas palabras tantas cosas con respecto a un tema tan complejo. Primero se refiere a lo valioso de la amistad al compararla con el oro. La amistad no se transa, no se trafica, no se comercia. Se puede comprar un cuerpo, una oreja –para ser escuchado–, se puede pagar por un servicio de acompañantes o contratar a un actor para diga que fue con nosotros a la escuela en alguna reunión, y pretender ser por eso más valioso… pero la amistad, que es como el oro, no. Quién sabe si hoy la gente considere al oro tan valioso, después de todo el oro se atesoraba y hoy todo se gasta, todo se consume, todo se usa. Una letra de hoy tal vez debería decir que la amistad vale tanto como un plasma de 72 pulgadas o como un teléfono celular de ultimísima generación. No sé, lo que sé es que la tecnología, o lo que se considera valioso desde lo económico, puede cambiar, los sentimientos, en cambio, no cambiaron desde que el hombre es hombre. El amor sigue siendo igual al que profesaban los griegos o los egipcios, y la amistad también. Ya estaban terminados de inventar cuando aparecieron, el hombre no los pudo mejorar, como si pudo mejorar con su tecnología los televisores o los teléfonos. Lo que lamentablemente sí puede hacer el hombre con sus sentimientos, con el amor o con la amistad, es arruinarlos, así que sea cual sea la mejor forma de representar el valor de la amistad, que es muchísimo, no lo arruinemos.

Volviendo al poema de Discépolo, luego se refiere a ese apoyo que la amistad sabe brindar, ese aliento mutuo de los amigos, que es tan vital a la amistad como el aliento que produce el sistema respiratorio para nuestra vida.

También trata de alguna forma ese compartir de la amistad y el “casi” sentir lo que el otro siente. Vean que no se refiere a sus amigos como: José el de River o Marcial el de Boca. Los identifica con sus características más personales, “el de la quimera” –el que cree en cosas fantásticas, en ilusiones–; y el otro que espera, también cree en algo pero espera. Como si el de la quimera fuese activo en tratar de encontrarla y el otro, crea en lo que crea, espera. Personalidades diferentes, una mesa de café, sueños alcanzables o no pero sueños al fin, que mientras lo sean son lo que definen a quienes los poseen: ingredientes básicos para pintar un cuadro sobre la amistad.

Y una más, cierra con otra característica de la amistad: el flaco Abel, el que se fue. Falleció tal vez, o se mudo a un lugar lejano, en una época en la cual todavía no había chat o SMS y la gente perdía contacto, pero no perdía la amistad. El flaco Abel, que no estaba, todavía lo guiaba. No importa dónde. Ni dónde estaba el flaco, ni dónde el guiado se dejaba guiar, el vínculo se mantiene a pesar de la ausencia. La magia de los poetas. El poder de la amistad.

Esta frase no la dejó Discépolo sino que se le asigna a Aristóteles (3), pero contiene igualmente una gran riqueza poética:

“La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”.

Y ya que volví a las frases, estas otras dos también me gustaron. La primera es de Tagore (4) y dice así:

“La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”.

No sé si califique como poética, pero nadie puede negar que sea descriptiva, y vuelve al punto de que la amistad se verifica más en los momentos de necesidad que en las fiestas y celebraciones. Es una pena tal vez que sea así, pero si uno necesita realmente saber quiénes son sus amigos, la lista no puede hacerse en una fiesta de cumpleaños, habrá que hacerla en algún momento de pesar.

La otra frase (5) que quería compartir definitivamente no es poética, es más bien matemática:

“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”.

Ya que no hay etimologías o definiciones muy concretas, creo que el aporte de esta frase es interesante para los que crean más en las ciencias exactas que en la poesía.

Aún los personajes más solitarios de la literatura han tenido compañeros, amigos, han buscado y encontrado alguien con quien compartir. Un poco en broma, un poco en serio, pero Robinson Crusoe tuvo a Viernes, como Tom Hanks en Náufrago se inventó a Wilson en una pelota de vóleibol. Don Quijote conversaba de los temas más profundos con Sancho Panza, y hasta Tarzán tenía a Chita. El solitario por excelencia, ya más local y menos en broma, Martín Fierro (6), tuvo en Cruz a un amigo a quien despide, luego de muerto, de la siguiente manera:

“Aquel bravo compañero
en mis brazos espiró;
hombre que tanto sirvió,
varón que fue tan prudente,
por humano y por valiente
en el desierto murió.

Y yo, con mis propias manos,
yo mesmo lo sepulté;
a Dios por su alma rogué
de dolor el pecho lleno,
y humedeció aquel terreno
el llanto que redamé”.

Aún en la dureza de un hombre tan sufrido como el personaje que pinta José Hernández, estas lágrimas son comprensibles. Quedémonos ya con este poema tan argentino, en los consejos que él termina dando a sus hijos:

“Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada,
pero no le pidan nada
ni lo aguarden todo de él:
siempre el amigo más fiel
es una conducta honrada.

[…]

Bien lo pasa, hasta entre pampas,
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos:
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes”.

Fidelidad, honradez, respeto, prudencia, moderación, con los amigos y de los amigos.

Por ser un sentimiento la amistad es difícil de definir. Los poetas, los cantores, los literatos, nos dan algunas pistas, con las conductas que se exaltan en sus obras, para considerar cuáles han de ser ingredientes importantes en algo tan necesario para la vida del hombre como lo es la amistad.

Para estar rodeado de buena gente hay que ser bueno, no va a ser que no nos pase como al personaje de este relato (7) de Roberto Pettinato (8):

“No te voy a decir que yo era desagradable de pequeño, pero es cierto que tenía dos amigos imaginarios y… sólo jugaban entre ellos”.




J. R. Lucks



Referencias:

(1) Enrique Santos Discépolo: (27 de marzo de 1901 – 23 de diciembre de 1951) Poeta, compositor, actor y autor teatral.
(2) Cafetín de Buenos Aires. Tango. Letra: Enrique Santos Discépolo, música: Mariano Mores.

(3) Aristóteles: (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

(4) Rabindranath Tagore: (1861-1941) Filósofo y escritor indio.

(5) Sir Francis Bacon: (1561-1626) Filósofo y estadista británico.

(6) Versos incluidos en La vuelta de Martín Fierro. José Hernández. EDAF, 1999.

(7) Entre la nada y la eternidad. Roberto Pettinato. Ediciones B, 2006.

(8) Roberto Pettinato: nacido en Buenos Aires, 15 de diciembre de 1955. Es un conocido músico, humorista, libretista, periodista, conductor de radio y televisión de Argentina. Su principal característica es el humor mordaz, la ironía, y la extravagancia.



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jueves, julio 24, 2008

24-07-08. La amistad

La palabra de hoy es amistad. Un poco tarde porque el domingo pasado fue el día del amigo, pero lo que pasa es que el calendario es inflexible.

Como esta columna se trata de palabras y de su significado, me puse a buscar, a ver si la etimología me contaba algo, pero no. O al menos no demasiado. Parece que amigo viene de amor, lo cual resulta bastante razonable, pero lo cierto es que ni amigo, ni amistad, ni amor tienen etimologías muy convincentes.

Creo que esto se debe a que son sentimientos, y es difícil definir un sentimiento. No son actitudes, o comportamientos, o cosas que se puedan asimilar a otras o describir concretamente, con lo cual, las palabras que se usaron para nombrar a esos sentimientos se han usado por milenios, pero sus definiciones siguen siendo más bien abstractas o etéreas.

Por eso, vamos directamente a la literatura. Ya que los diccionarios no nos dicen mucho, veamos que nos han dicho los artistas, los escritores, los poetas, en fin, los literatos.

Primero algunas frases sueltas como para entrar en calor. Por ejemplo se dice que un amigo es:

“… como la sangre, porque acude a las heridas sin ser llamado”.

Bueno ¿no?, eso esperamos de un amigo que esté presente no sólo en los momentos felices, sino también en los complicados. Otra por ejemplo dice que un amigo

“… es aquel que te tiende la mano aunque no la merezcas”

O aquel que:

“… conoce todos tus defectos, y a pesar de ello igualmente te quiere”.

Ambas muy buenas. El amigo te conoce y te acepta como sos, te perdona, te apoya, está “a pesar de”. Pero también algo más:

“Un amigo verdadero es alguien que cree en ti, aunque tu hayas dejado de creer en ti mismo".

No me cabe duda de que por más que etimológicamente no venga de la misma raíz que amor, la amistad tiene que tener de componente básico a ese sentimiento que es tan viejo como el hombre.

Alguien que está con nosotros no sólo en los buenos momentos sino en los malos, alguien que a pesar de nuestros defectos o nuestras ofensas igualmente se queda, nos apoya y perdona, y alguien que nos potencia, que nos da esperanza en nosotros mismos cuando nos dejamos vencer, tiene que amar. Seguramente no puede estar allí sólo por conveniencia o por placer, que son hoy por hoy las dos motivaciones más en boga, y que a cualquiera que quiera vendernos algo le vienen como anillo al dedo.

Pasando ahora a los poetas, tal vez una de las canciones más conocidas sobre el tema de la amistad la cante don Alberto Cortez (1), cuando nos recita (2):

“Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río”.

Tremenda descripción de vacío. Un espacio que no se puede llenar con nada, o un fuego que no se puede apagar ni siquiera con toda el agua de un río. Aunque sabemos que toda la letra se desarrolla en la misma temática, la de la pérdida, estoy convencido de que esta canción no es tanto un lamento por la pérdida, como sí una advertencia para evitar tener que lamentarse. Al menos yo siempre trato de escucharla así.

Por eso, tal vez me gusta más esta otra canción (3) de Cortez, que agradece a sus amigos el estar. Dice así:

“A mis amigos les adeudo la ternura
y las palabras de aliento y el abrazo,

[…]

A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme mis espinas más agudas,
los arrebatos del humor, la negligencia
las vanidades, los temores y las dudas”.

Creo que un agradecimiento, un reconocimiento sincero, es mil veces mejor regalo que los millones de pavadas que nos ofrecen comprar para estas fechas, pero como los agradecimientos no tienen valor monetario, aunque si cuesten mucho y valgan una enormidad, los shoppings no los tienen disponibles.

Para cerrar esta columna les dejo el estribillo de la canción de Cortez de la cual les acabo de leer un par de versos. Dice así:

“Un barco frágil de papel
parece a veces la amistad,
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad.
Porque ese barco de papel
tiene aferrado a su timón,
por capitán y timonel...
¡un corazón!”

A cuidar entonces la amistad, no sólo el 20 de julio sino todo el tiempo, porque a pesar de tener en el amor, representado por un corazón, un capitán y timonel capaz de resistir la más violenta tempestad, es mejor agradecer, que lamentar un vacío que no se pueda llenar con nada.



J. R. Lucks



Referencias:

(1) Alberto Cortez: es un compositor y cantante argentino. Es un autor contemporáneo de gran intensidad y calidad poética.

(2) Cuando un amigo se va. Alberto Cortez

(3) A mis amigos. Alberto Cortez


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jueves, julio 17, 2008

17-07-08. La crisis, unplugged

Voy a comenzar el unplugged con unas frases. Por ejemplo esta de un funcionario político americano llamado John W. Gardner que decía:

“Nos enfrentamos continuamente a series de grandísimas oportunidades, brillantemente disfrazadas como problemas irresolubles”

O esta otra del famoso Benjamín Frankiln, también político y científico estadounidense, que refiriéndose a los que no encaran las crisis para decidir, discernir, etcétera, decía:

“Tú puedes retrasar, pero el tiempo no lo hará”

O esta otra de Robert Frost, poeta de la misma nacionalidad que los antes citados, que relaciona los momentos de crisis o decisión, con la salida exitosa a los problemas, recomendando:

“Él mejor camino de salida, es siempre ‘a través de’”

Por si tanta cita de americanos les suena a demasiado, entonces quedémonos con un refrán que se puede escuchar siempre de boca de un optimista, y es universal.

“No hay mal que por bien no venga”

Creo que queda claro el punto. Una crisis no es un problema sí o sí. Ante un problema ciertamente tenemos una crisis, que es un momento de decisión; si decidimos, y lo hacemos correctamente, el problema desaparecerá, o sus efectos no nos harán tanto daño. Si decidimos mal o no hacemos nada, perdemos con seguridad.

Pero hay gente que piensa incluso más allá. Si en un momento de crisis hacemos lo correcto, no sólo nos estaremos defendiendo, sino que incluso podemos sacar ventaja. Creo que en este país, luego de ver cuantos se enriquecieron con los problemas económicos, devaluaciones, corralitos y demás yerbas que acontecieron, sobran pruebas de que una crisis puede ser una real oportunidad.

La etimología que garantiza esto es la china, para la cual la palabra crisis se forma con dos ideogramas, uno es el que representa al peligro y el otro a la oportunidad. Nadie niega que ante una crisis hay peligro. En cualquier decisión hay un riesgo de que nos equivoquemos. Pero si no tomamos la iniciativa y buscamos la oportunidad, en vez de riesgo habrá certeza de que el peligro va a acontecer.

Imagínense alguien que cae en una piscina, y como no sabe nadar se queda quieto. Nadie hace esto. Por más que no sepa nadar intentará moverse para tratar de flotar, algunos lo lograrán y tal vez otros no, pero los que se queden inmóviles se ahogan seguro.

El asunto es la actitud y la preparación previa para evitar el desastre. Fíjense lo que decía Nicolás Maquiavelo (1) al respecto:

“No se me oculta que muchos creyeron y creen que la fortuna, o dígase la Providencia, gobierna de tal modo las cosas del mundo, que a los hombres no les es dable, con su prudencia, dominar lo que tienen de adverso esas cosas, y hasta que no existe remedio alguno que oponerles. Con arreglo a semejante fatalismo, llegan a juzgar que es en balde fatigarse mucho en las ocasiones temerosas, y que vale más dejarse llevar entonces por los caprichos de la suerte.

[…] Sin embargo, como nuestro libre albedrío no queda completamente anonadado, estimo que la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también que nos deja gobernar la otra mitad, o, a lo menos, una buena parte de ellas. La fortuna me parece comparable a un río fatal que cuando se embravece inunda llanuras, echa a tierra árboles y edificios, arranca terreno de un paraje para llevarlo a otro. Todos huyen a la vista de él y todos ceden a su furia, sin poder resistirle. Y, no obstante, por muy formidable que su pujanza sea, los hombres, cuando el tiempo está en calma, pueden tomar precauciones contra semejante río construyendo diques y esclusas, para que al crecer de nuevo se vea forzado a correr por un canal, o por lo menos, para que no resulte su fogosidad tan anárquica y tan dañosa. Pues con la fortuna sucede lo mismo. No ostenta su dominación más que cuando encuentra un alma y una virtud preparadas, porque cuando las encuentra tales vuelve su violencia hacia la parte en que sabe que no hay muros ni otras defensas capaces de contenerla”.

Clarísimo. Maquiavelo habla de esta mala fortuna –o mala suerte– que se presenta como un problema y describe gente que huye y por lo tanto pierde. Sin embargo, si uno se prepara, no sólo puede evitar las consecuencias sino aprovecharlas canalizando este problema e incluso de alguna forma tornarlo en beneficio propio. Aquí hay actitud y preparación. Actitud de encarar la situación, de discernir y separar posibles malos efectos de potenciales beneficios, actitud de lucha y de trabajo. También hay preparación, diques, ahorros, los huevos en distintas canastas, seguros, etcétera, cada cuál sabrá como prepararse.

Encontré otro cuento que me pareció interesante para bosquejar este tema de actitud ante los problemas. Una actitud que nos permita decidir mejor en esos momentos de crisis y encarar la “mala fortuna” de manera más productiva para que no nos afecte, e incluso eventualmente nos haga crecer. Dice así:

“Había una vez una persona que a menudo se quejaba de cómo las cosas le resultaban tan complicadas y problemáticas. Estaba realmente agotada de pelear contra las circunstancias. Cuando algo se arreglaba, otra cosa aparecía.
Como ella era chef, un día uno de sus ayudantes, que la quería mucho le dijo:

–Vos que tanto sabés de cocina, deberías saber como lograr que esto que te pasa se solucione.
Ella sorprendida lo miró, como pidiéndole que le explicase. El muchacho prendió tres fuegos y colocó sobre los mismos sendas ollas con agua hasta que comenzaran a hervir suavemente. Apenas esto sucedió, puso en una de ellas una zanahoria, en otra un huevo, y en la tercera una buena cucharada de café.

La chef ya no sólo estaba intrigada, sino que empezaba a enojarse ante este supuesto desperdicio de ingredientes, pero su amigo y ayudante de cocina la calmó, pidiéndole que esperase sólo un instante.
Luego de unos minutos apagó los fuegos sacó la zanahoria y el huevo del agua y puso el café en una taza. Mirando a su amiga le dijo:

–¿Qué ves?

–Zanahorias huevos y café –contestó la jefa de cocina con cierto fastidio.

El hizo que tocara la zanahoria, que obviamente se había ablandado. Luego le pidió que rompiera el huevo, que se había hecho duro. Por último le pidió que apreciara el aroma del café.

–¿Y cómo esto va a ayudarme a resolver mis múltiples problemas? –pregunto ya muy desconcertada nuestra protagonista.

Él le dijo:

– Las tres cosas pasaron por lo mismo. La zanahoria llegó al agua dura, casi rígida, y la adversidad que enfrentó la hizo blanda, fácil de deshacer y aplastar. El huevo, por otra parte, había llegado frágil, pero su paso por el problema del agua hirviendo lo había endurecido irremediablemente en su interior. El café en cambio, después de estar como la zanahoria y el huevo en el mismo medio, había logrado cambiar el agua”.

El agua caliente quema, a todos por igual. Los problemas no le gustan a nadie, pero a unos los hace débiles, a otros los amarga y los hace duros de corazón, y a otros, a pesar de afectarlos, los termina convirtiendo en algo más. Estos últimos, en general, por dejarse transformar terminan siendo mejores luego del enfrentamiento que antes de haber entrado en el, como el café, que después de pasar por el agua hirviendo puede tomarse y disfrutarse, pero antes no.

Incluso, la Real Academia Española sólo se refiere a crisis como situación dificultosa o de escasez en la sexta y la séptima acepción. Nunca equipara a esta palabra con problema o un desastre. Por ejemplo la primera acepción dice:

“Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente”.

La segunda hace referencia a cambios importantes, pero no dice que sean necesariamente negativos. La tercera habla de dudas en la modificación, continuación o cese de un proceso, pero como no valora el proceso a ser modificado como bueno o malo, la crisis que lo afecte será del signo contrario al del proceso, pero no necesariamente negativo.

La cuarta y la quinta son las que tienen que ver con la etimología griega. Una describe a la crisis como momento decisivo y de consecuencias importantes, y la otra como juicio que se hace de algo luego de haberlo examinado cuidadosamente.

Así que cuando alguien me dice que los argentinos estamos condenados a las crisis periódicas, le contesto que sí, que tenemos momentos decisivos en los cuales tenemos que emitir juicios o decidir –siempre luego de un cuidadoso examen–, y que eso no me parece malo. El resto del mundo también está “condenado” a eso, si es que lo descrito ha de considerarse una condena.

El problema es que nos tomamos las cosas de una manera que casi siempre nos garantiza el desastre. Malo sería que me obligaran a no decidir y sólo sufrir las consecuencias de las situaciones dificultosas o de escasez, eso ya nos pasó y no era divertido. Es cierto que algunos tienen más capacidad de decidir que otros, excepto cuando vamos a las urnas, en las cuales ricos y pobres todos tienen un voto cada uno.

Decidamos bien, no nos paralicemos como el comerciante de la columna anterior. Entendamos que excretar también viene de la misma raíz que crisis y separemos y saquemos de nuestra vida y de nuestro comportamiento la basura que no nos sirve, y que nos hace sufrir crónicamente. Movámonos en la crisis para que no nos afecte pero decidiendo, no solamente protestando.

Echarle la culpa a otro siempre ha sido un recurso para la humanidad. Mucho mejor si ese otro no tiene cara ni lengua para defenderse. “La culpa la tiene la crisis”, decimos muchas veces, total la crisis no me puede decir que estoy usando mal la palabra, que en realidad no sé lo que significa, y que en vez de estar lloriqueando debería, dentro de lo posible, tomar las decisiones necesarias para que no se vuelva a repetir, si es que no tuve la precaución de prepararme como se sugería ya en el siglo XVI.

La próxima vez que alguien les diga que estamos en crisis, los invito a hacer el ejercicio de pensar qué decisión los están enfrentando a tomar. Les guste o no, puedan tomar esa decisión o no, prefieran seguir como están o no. Simplemente siéntanse con el derecho de pensar en cuál es la decisión a tomar y cuáles serían las consecuencias. Empezando a hacer esto de a poco, seguramente algún día alguna crisis será motivo de alegría en vez de solamente enojo o tristeza.




J. R. Lucks



Referencias
(1) El Príncipe. Nicolás Maquiavelo. Editorial Época, 1987.


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jueves, julio 10, 2008

10-07-08. La crisis

Hoy les quiero hablar de las crisis. Ese estado permanente en el que vivimos los argentinos. ¿Es así no? Si no es una cosa es otra: si no es la crisis del campo es la energética, o la crisis de la educación, o la crisis habitacional, o la crisis del cambio climático, o es que el tránsito de la ciudad está en crisis. En fin, si en vez de la humedad midiésemos la crisisedad, en Argentina daría siempre el 100%, y la gente andaría diciendo: “lo que mata es la crisisedad”.

Crisis viene del griego, y deriva de krinó, que quiere decir juzgar y también separar. De ese término griego deriva el latín cerno, y el verbo cernere, que en español se traduce como cernir; nuevamente separar, pero también seleccionar, examinar, distinguir. Podría decirse poner lo bueno de un lado y lo malo de otro.

De esta raíz se derivan palabras como crítico. Un crítico de cine, por ejemplo, es alguien que examina las películas y las distingue entre malas y buenas. Otra interesante que sale de aquí es excreción, que es lo que se expulsa, se saca, se tira luego de una selección.

Esta otra palabra es interesantísima, de la misma raíz viene: decreto. El prefijo de, en este caso significa movimiento, algo que va de una parte a otra; y el resto de la palabra es nuevamente un juicio sobre algo, un discernimiento, un punto de vista. Un decreto entonces en un juicio sobre algo, una decisión, que va del que lo emite hacia los demás. Debe ser por eso que nuestros queridos gobernantes, que evidentemente saben muchísimo de etimología, resuelven todas las crisis a decretazo puro.

Pero bueno, como verán la palabra tiene bastantes significados. Ahora: ¿alguien me puede decir por qué nosotros la usamos como sinónimo de problema, en vez de cómo momento para tomar una decisión? ¿Por qué ante una crisis pareciera que las únicas opciones que tenemos son cortar una ruta, salir corriendo a algún consulado, o ponernos a llorar?, si el significado de la palabra es mucho más cercano a decidir, que a comenzar a protestar, escaparse o entristecerse.

No digo que vaya a ser una decisión agradable, ni divertida, ni fácil, la que haya que tomar, pero lo cierto es que un momento de crisis es un momento de discernir, de juzgar, de distinguir entre lo que sirve y lo que no, y de separar lo malo y eventualmente excretarlo. Es cierto que la probabilidad de que justo en ese momento nos caiga un decreto es muy alta, pero bueno habrá que ver que se hace con eso.

Hace unas semanas hablamos de los líderes y de cómo ellos debían encontrar salidas a los problemas, ya que la salida era la única forma exitosa de resolverlos. Evidentemente para encontrar esa salida hay que juzgar y hay que discernir, el momento de crisis, que es un momento de decisión, hay que enfrentarlo para encontrar salida al problema. No hay que evitar la crisis, ya que si no decidimos nada no salimos del atolladero.

Muchas veces en la crisis, en vez de decidir nos paralizamos. No tomamos la decisión que tenemos que tomar, no excretamos lo que tenemos que excretar, o discernimos lo que tenemos que discernir, porque estamos demasiado ocupados protestando, escapando o llorando, y entonces el problema nos gana. No es la crisis la que nos gana, es el problema porque nosotros no aprovechamos la crisis para decidir que hacer.
Les traje un muy pequeño cuentito para ejemplificar esto que estoy diciendo. Más o menos relata lo siguiente:

“Una vez, hace mucho tiempo, un comerciante de seda inició un viaje de negocios hacia tierras lejanas, motivo por el cual se llevó con él una espada y una lanza por si surgía algún problema. En el camino, un bandido, cuya única arma era una rama retorcida, lo detuvo y lo despojo de sus pertenencias.

Cuando llego a la ciudad mas próxima el comerciante contó su desgracia a sus amigos, quienes le preguntaron como había sucedido que él, estando armado con una espada y una lanza, no hubiera podido dominar al ladrón que sólo cargaba una rama de palo.

El contestó: El problema fue precisamente ese, que no pude defenderme porque yo tenía las dos manos ocupadas, una con la espada y la otra con la lanza”.

Muchas veces tenemos la solución en nuestras manos en momentos de crisis, en momentos de decisión; y muchas veces por no tomar la actitud correcta, de decidir en vez de protestar, el problema nos termina ganando.

A nivel personal cada uno sabrá cuando son sus momentos de crisis, sus momentos de decisión. En las democracias, al menos en la nuestra, no sé si tenemos tantas crisis como creemos; o sea si podemos realmente ponernos a discernir tanto como decimos. De lo que estoy seguro es que tendremos una crisis, entendida como momento de decisión, el año que viene para renovar parte del congreso, y otra en dos años más para gobernadores y autoridades nacionales. Cuando tengamos un sobre en una mano y una boleta electoral en la otra, no hagamos lo que hizo el comerciante robado, esas son las cosas que tenemos para defendernos de lo que creamos nos pueda estar atacando. No lloremos ni después ni durante la crisis, distingamos, tomemos la decisión y excretemos lo que no sirva.


J. R. Lucks


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jueves, julio 03, 2008

03-07-08. El líder, unplugged

Tanta gente ha hablado a lo largo del tiempo de los líderes y del liderazgo, que es muy poco lo que se puede decir de nuevo.

Uno de los que no sólo han hablado, o más bien escrito, sino que también ha sido tomado en innumerables ocasiones como base para volver a hablar del tema es el amigo Nicolás Maquiavelo (1). Éste ex funcionario enviado al exilio por traición, en 1513 escribe para Lorenzo de Medici un tratado sobre cómo debe gobernar un príncipe, intentando congraciarse con él y ser así perdonado. El libro resultante, El Príncipe (2), es donde Maquiavelo propone que el fin justifica los medios, frase o idea que se ha discutido desde que fue escrita y que, obviamente sacada del contexto original, permite cualquier interpretación, desde las más amorales hasta otras más benevolentes.

Maquiavelo le hablaba a un líder, de hecho a uno que aparentemente con este tratado debía encontrar la forma de unificar una Italia partida en decenas de ducados y principados. El texto del controvertido párrafo dice textualmente así:

“En general, los hombres juzgan más por los ojos que por las manos, y, si es propio a todos ver, tocar sólo está al alcance de un corto número de privilegiados. Cada cual ve lo que el príncipe parece ser, pero pocos comprenden lo que es realmente y estos pocos no se atreven a contradecir la opinión del vulgo, que tiene por apoyo de sus ilusiones la majestad del Estado que le protege. En las acciones de todos los hombres, pero particularmente en las de los príncipes, contra los que no cabe recurso de apelación, se considera simplemente el fin que llevan. Dedíquese, pues, el príncipe a superar siempre las dificultades y a conservar su Estado. Si logra con acierto su fin se tendrán por honrosos los medios conducentes a mismo, pues el vulgo se paga únicamente de exterioridades y se deja seducir por el éxito”.

No me digan que este párrafo no pudo haber sido escrito ayer. Tiene tanta vigencia, lamentablemente, que muchos de nuestros gobernantes nos lideran de esta forma, y utilizan cualquier medio para hacerlo porque como sugería Maquiavelo, desgraciadamente pocos, tal vez cada vez menos, intentan o intentamos comprender lo que realmente pasa. Con solamente un manejo tibio de los medios de comunicación con los que cuentan los príncipes de hoy, millones sólo han de juzgar por los ojos con los que ven las pantallas planas, y nunca, jamás, se acercarán a “tocar” la verdad de lo que cuando quieren nos hacen creer.

Pero esto no es lo único que sugiere don Nicolás, o sea hacer cualquier cosa para conservar su estado puesto que los “tontos” pobladores no podrán nunca juzgarlo efectivamente. Cuando uno sigue leyendo los consejos del autor es cuando en realidad el susto se potencia. Veamos que recomienda acerca de las virtudes que un líder, o un príncipe, han de tener:

“Sé (y cada cual convendrá en ello) que no habría cosa más deseable y más loable que el que un príncipe estuviese dotado de cuantas cualidades buenas he entremezclado con las malas que le son opuestas. Pero como es casi imposible que las reúna todas, y aun que las ponga perfectamente en práctica, porque la condición humana no lo permite, es necesario que el príncipe sea lo bastante prudente para evitar la infamia de los vicios que le harían perder su corona”.

Pasable, ¿cierto? Si bien podría recomendar desarrollar virtudes, o abstenerse de liderar si no se las posee, al menos propone evitar vicios. Este otro párrafo, sin embargo, aclara lo que realmente sugería:

“No hace falta que un príncipe posea todas las virtudes de que antes hice mención, pero conviene que aparente poseerlas. Hasta me atrevo a decir que, si las posee realmente, y las practica de continuo, le serán perniciosas a veces, mientras que, aun no poseyéndolas de hecho, pero aparentando poseerlas, le serán siempre provechosas. Puede aparecer manso, humano, fiel, leal, y aun serlo. Pero le es menester conservar su corazón en tan exacto acuerdo con su inteligencia que, en caso preciso, sepa variar en sentido contrario. Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiera mantenerse en su trono, ha de comprender que no le es posible observar con perfecta integridad lo que hace mirar a los hombres como virtuosos, puesto que con frecuencia, para mantener el orden en su Estado, se ve forzado a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión. Su espíritu ha de estar dispuesto a tomar el giro que los vientos y las variaciones de la fortuna exijan de él, y, como expuse más arriba, a no apartarse del bien, mientras pueda, pero también a saber obrar en el mal, cuando no queda otro recurso”.

No es difícil entender porqué se ha denostado tanto a este político y autor, aunque yo siempre creí y sigo creyendo que habría que sentarse con don Nicolás y conversar con él para entender cabalmente lo que quiso decir. Lo que está claro es que la lectura literal de lo que escribió es bastante preocupante, y creo que así lo leen muchos de los que luego lo ponen en práctica. Pero dejemos de lado a Maquiavelo, total de querer saber que pensaba no hay más que seguir las biografías de muchos líderes actuales. Recomiendo de todas formas la lectura de El Príncipe ya que es definitivamente interesante, no sólo para entender porqué actúan como actúan, sino también para eventualmente prevenirse de actitudes por venir.

Por suerte hay otra literatura acerca de cómo un líder debe comportarse. Que tal entonces algo de El Principito (3), para ir bajando de a poco del lugar donde El Príncipe nos dejó:

“… al Rey lo que realmente le importaba era que su autoridad fuera respetada, no toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero, como era muy bondadoso, daba órdenes razonables.
–Si yo ordenara a un general que volara de flor en flor como una mariposa, […] o se convirtiera en un ave marina y, si el general no ejecutara la orden, ¿Quién de los dos estaría equivocado?
–Sin duda vos –afirmó rotundamente el Principito.
–Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar –continuó el rey–. Ante todo. La autoridad se funda en la razón. […]. Yo tengo el derecho de exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.
–Entonces ¿mi puesta de sol? –le recordó el Principito.
–Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero esperaré a que las condiciones sean favorables, según dicta mi sabiduría de gobernante.
– ¿Y para cuando? –inquirió el Principito.
– ¡Hem! ¡Hem! Será para… para… (mientras consultaba el calendario) ¡Será para esta noche, para las siete cuarenta! Y ya verás como me obedece”.

¿Patético o tierno?, ¿o ambos? Me inclino por ambos. Sobre todo realista. No se puede pedir lo que no se puede pedir, pero sobre todo no se puede pedir lo que no se debe pedir. Este Rey lo sabía, lo que no sabía era que el resto de la gente normal también. ¿Por qué es, o fue, tan difícil de entender esto para algunos de los gobernantes que hemos tenido en las últimas décadas?

Como dije en la columna anterior líder viene del inglés lead, que significa guiar. Y esta palabra, guiar, viene del árabe huad que quiere decir mano. Este término derivó luego en castellano a guad y posteriormente a guid, de allí guiar, y también el verbo en inglés to guide, representando la idea de llevar de la mano. De allí entonces se deriva la idea de que el que guía está de alguna forma prestando un servicio a los guiados, los está llevando de la mano hacia cierto destino.

Tal vez sería bueno que los líderes se diesen cuenta de que en realidad son servidores de los liderados. Sí, suena raro, pero hay una teoría de liderazgo que sugiere que el pueblo es el que constituye a los líderes en tales. De hecho no es difícil de entender: sin liderados el líder es un solitario, un loco, o un fenómeno gracioso. El punto es que no sólo esto es así, sino que el pueblo elige a un líder en función de donde quiere llegar. No es cierto entonces que el líder ponga la dirección, –aunque en algunos casos así sea–, sino que el pueblo designa un líder, o lo sigue, porque cree que lo llevará donde estaba interesado en ir antes de haberlo elegido. Es como cuando voy a tomar un transporte público, el líder es el que maneja, yo lo elijo en función de donde yo quiero ir, no me subo a cualquiera, me subo sólo al que me lleva a mi destino, y el que maneja será el líder hasta que me baje, cuando buscaré otro y así sucesivamente. Desde este punto de vista no sólo el líder es un servidor, sino que además está condicionado por sus liderados.

Si esto fuese al menos sospechado como cierto por los aspirantes a líderes, esta cita de La rebelión de las masas (4) sería mucho más conocida de lo que es:

“El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de si mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone […] es la criatura de selección […] quién vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar le falta, siente desasosiego e inventa normas más difíciles, más exigentes, que le opriman”.

Sería tan agradable que alguno de los líderes que nos vayan a tocar fuesen personas selectas o excelentes, en vez de egoístas con buena retórica. Si nos tienen que hacer el servicio de guiarnos adonde queremos ir, ¿por qué leen tanto a Maquiavelo y tan poco una cita como la precedente? El mismo autor que escribió el párrafo anterior propone que nosotros mismos tenemos la culpa:

“Es la época de las corrientes, del dejarse arrastrar. Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas o en política, o en los usos sociales. Por lo mismo, más que nunca, triunfará la retórica”.

La culpa es nuestra si nos dejamos llevar por la corriente. Este párrafo ya fue citado antes en este trabajo, pero vale la pena recordarlo porque desgraciadamente es demasiado cierto. Y recuerdo, otra vez, que esto fue dicho o escrito en la primera mitad del siglo pasado, harán pronto cien años, con medios de comunicación masivos mucho menos efectivos y difundidos que los de hoy. Imagínense lo que la retórica, en vez del servicio, puede triunfar hoy con los recursos que tienen a mano los que le hacen caso a Maquiavelo, y nos quieren hacer juzgar sólo con los ojos inyectados de tanto ver televisión.

Hay otras formas. Hay otros caminos más allá de la retórica. Hace mucho más que cien años se recomendaba esto en el Tao Te Ching (5).

“Tengo tres dones que guardo y cuido como a tres piedras preciosas.
Amor, moderación y modestia.
Porque amo, soy valiente.
Por la moderación soy generoso.
Por la modestia puedo reinar para otros.

Ser valiente sin amor,
generoso sin moderación,
reinar sin modestia, conduce a la muerte.
Sólo quien pelea con amor, vence.
Sólo quien gobierna con amor defiende al pueblo”.

¿Conocen muchos líderes así?, ¿qué tal si comenzamos a practicarlo ahora? Tal vez algún día seamos líderes y nos sirva haber comenzado antes. Tal vez sin ser gobernantes algún día alguien mire nuestro ejemplo y quiera comportarse como nosotros, tal vez un hijo, un empelado, un compañero, alguien en el equipo de fútbol del domingo, ese día estaremos guiando, siendo líderes aun sin saberlo.

Aristóteles, de quién también ya hablamos alguna vez, parecía tener claro cuál era el objetivo y el destino que los líderes, al menos los políticos, tenían que perseguir. Él lo planteaba así (6):

“Siendo el bien el fin y el objeto de todas las ciencias y artes, el mayor bien en su grado sumo que es la justicia, es decir el interés general, es el fin de la ciencia superior a todas ellas, que es la política”.

Qué diferencia con Maquiavelo. Para Aristóteles el fin no es la conservación del estado sino el bien en grado sumo: la justicia. ¿Será lo mismo?, ¿habrá don Nicolás querido referirse a la justicia en vez de a un supuesto afán mezquino de conservar el poder? No sé, pero si quiso decir eso podía haber usado palabras más claras. Me quedo con la versión más antigua que no deja lugar a dudas.

Lo difícil es muchas veces saber “cuál” es esa situación de justicia, o como se construye ese “interés general” que la representa. Uno de los principales problemas de los líderes es saber cuál es ese destino al que deben guiar a los que en ellos confían, particularmente un problema de los que quieren ser buenos líderes, ya que los otros guiaran hacia donde a ellos les interese, no hacia esta justicia, bien supremo para Aristóteles. Para ser un buen líder, un buen guía, hay que tener varias características pero sobre todo una dirección decente, un objetivo bueno. No tener esto claro muchas veces nos amedrenta, nos deja llevarnos por otros que sí parecen tenerlo. Las fuerzas morales (7), de José ingenieros, nos da una pista para no caer en la desesperación, en la inacción, o en la impotencia que nos lleva a dejarnos convencer por cualquiera:

“La meta importa menos que el rumbo. Quién pone bien la proa no necesita saber hasta donde va, sino hacia donde. Los pueblos, como los hombres, navegan sin llegar nunca; cuando cierran el velamen es la quietud, la muerte. Los senderos de perfección no tienen fin. Belleza, verdad, justicia, quien sienta avidez de perseguirlas no se detenga ante fórmulas que se dicen inhallables”.

No hay líderes perfectos, no creo que los haya habido y probablemente no los habrá. Esto, sin embargo, no implica de que no haya personas honestas que aun sin ser perfectas valga la pena seguir. Lo que sí seguramente hay es líderes fraudulentos, que saben estar abusando de sus atribuciones, que engañan a conciencia para lograr fines bastante diferentes de la justicia. Es obvio que ante una persona de mala fe uno puede caer, pero es cierto también que gran parte de la responsabilidad es nuestra por dejarnos llevar por torbellinos superficiales.

Todos podemos ser líderes; de hecho, en alguna situación, todos somos líderes, asumamos esa responsabilidad pensando al menos como Ingenieros proponía. Tal vez no seamos perfectos, pero sí al menos honestos y bien intencionados. No hace falta una banda y un bastón para dar un buen ejemplo y guiar en la oscuridad del egoísmo en el que vivimos. Hay muchas y muy buenas cosas que hacer. No nos amedrentemos por no saber exactamente “hasta” donde vamos, pero eso sí, lideremos sabiendo siempre “hacia” donde debemos ir.

J. R. Lucks

Referencias:

(1) Nicolás Maquiavelo: nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa a unos quince kilómetros de Florencia el 3 de Mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli, abogado, perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y con orígenes nobiliarios pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre. Tuvo una mente privilegiada y entre 1494 y 1512 Maquiavelo estuvo a cargo de una oficina pública. Viajó a varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. Maquiavelo fue encarcelado por un breve período en Florencia en 1512 y después exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado ahí en la Santa Cruz.

(2) El Príncipe. Nicolás Maquiavelo. Editorial Época, 1987.

(3) El Principito. Antoine de Saint-Exupéry. Editorial Centro Editor de Cultura, 2005.

(4) La rebelión de las masas. José Ortega y Gasset. Editorial Espasa Calpe, 2007.

(5) Tao Te Ching. Lao Tse. Editorial Negocios Editoriales, 1998.

(6) La Política. Aristóteles. Editorial Alianza, 2007.

(7) Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.



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