jueves, diciembre 25, 2008

Epílogo 2008

Y terminó así otro año de radio, de reflexión, de literatura y de palabras. Terminamos con las fiestas, aunque esas columnas no hayan salido muy alegres.

No se si el año que viene habrá o no columna de radio, no se si habrá programa. Seguramente, haya o no, con mayor o menor frecuencia, seguiré publicando aquí pequeñas ideas para reflexionar y citando grandes autores de todos los tiempos, después de todo, de eso se trata Ideas y Libros. Las mismas ideas, los libros siempre, las reflexiones que nunca deben dejar de estar.

Séneca sugería que los sabios disfrutaban más de la vida, porque no sólo vivían el presente, que es efímero, sino también el pasado ya que atesoraban todo lo conocido, todo lo que de una u otra forma está en los libros. De esta manera podían mirar mejor sus futuros, pensar y construir sus futuros.

Espero haber podido transmitir algo bueno, espero haber podido compartir algunas cosas interesantes con usted lector, o con el oyente de la radio. Después de todo para eso es que uno se comunica. Para eso se inventaron el papel y la imprenta, la electricidad y los transistores. Para comunicarse, para compartir.

De una u otra forma todo lo que hacemos comunica. Todo lo que hacemos es para comunicar, para comunicarnos, para dejar algo, para mostrarle algo a alguien, para nos vean, nos escuchen, nos lean, nos huelan, nos sientan.

Ojalá que este intento de comunicación tenga algo de valioso. Ojalá que haya aportado algo: el sentido de una palabra, una pista para pensar y reflexionar, un momento agradable,… algo de gozo, algo de alegría, algo de valor.

Tal vez sea demasiado pretender que algo de este libro, o alguna de las columnas de radio, haya sido un poquito una fiesta.

Yo me divertí, yo lo gocé, para mí sí fue una alegría, para mí fue una fiesta. Si usted llegó hasta esta parte del libro es que asistió a mi fiesta.

Gracias por venir. Gracias por haberse quedado. Gracias por haber hecho exitoso mi esfuerzo por comunicarme, al poner usted la única parte que yo solo no puedo. Tal vez algún día yo pueda devolverle el favor… anímese.

Gracias.



J. R. Lucks



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jueves, diciembre 18, 2008

18-12-08. Las fiestas, unplugged

La intención no es arruinar la fiesta, de hecho, todo lo contrario, pero sería bueno que no usemos las fiestas para descargar las frustraciones y las broncas del año. ¿Por qué digo esto? El hombre desde siempre ha buscado momentos de desenfreno para descargarse, y desde siempre las fiestas han sido lugares propicios para esto.

Las fiestas del desenfreno por antonomasia son las fiestas dionisíacas. Dionisio era en la mitología griega el dios del vino –también conocido como Baco entre los romanos–, inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Adicionalmente es el patrón de la agricultura por su relación con la fertilidad, y del teatro, por lo histriónico de los cultos que se le rendían.

Su misión principal era, a través de la música y del vino, terminar con las preocupaciones o las formalidades de las obligaciones para entregarse a un éxtasis desenfrenado y despreocupado, en el cual la pérdida del sentido propiciaba la fertilidad. Es el contrario de Apolo que se relaciona más con la armonía y la razón.

Aparentemente las fiestas dionisíacas duraban siete días, en ellas explotaba la alegría popular. Los que participaban de las fiestas no dejaban de beber y se entregaban a una desmesura que no era permitida el resto del año. En algún momento, hombres y mujeres bailarines entraban en éxtasis y esto llevaba luego a grandes orgías (una excelente forma de asegurar la fertilidad). Hacían entonces el amor como dioses o como locos, olvidados de sí y del resto del mundo, sintiéndose unidos al cosmos.

El objetivo no es criticar a los griegos, aunque la desmesura no es de mis comportamientos favoritos. Lo cierto es que está bastante de moda hoy la desmesura, muchas personas buscan este tipo de excitaciones para poder sentirse bien. La gran diferencia es que en la época de los griegos no había autos para que los borrachos los manejasen, ni las drogas eran tan potentes; ellos tomaban vino rebajado con agua en vez de energizantes potenciados con licores de más de 50 grados; en fin. Eran fiestas verdaderas y no suicidios encubiertos.

Creo que la gran diferencia tiene que ver con las razones de unos y de otros. Los griegos lo hacían por la fertilidad. Dudo mucho que la intención de los dionisistas de hoy sea quedar embarazados. Da más la sensación de que lo perseguido es un escape a presiones auto impuestas y de racionalidades apolíneas que no gustan, como que hay que trabajar y trabajar para lograr niveles de consumo mínimos (y no estoy hablando de alimentación o salud sino de autos, televisores o equipos de música), que si no se alcanzan producen frustración y rechazo.

No se, pero me parece que las fiestas dionisíacas de hoy no sólo son más peligrosas sino además sin sentido. Las griegas quedaban embarazadas después de las orgías. Los dionisistas de hoy no terminan con sus problemas después de la fiesta.

La fiesta debe ser buena. La fiesta es gozo, es alegría, no hace falta el desenfreno, no hace falta la embriaguez, o mejor dicho no tiene sentido, porque no es más que una turbación pasajera de las capacidades, o sea que no resuelve, solamente confunde y nada más que por un momento.

Arreglemos nuestras tensiones antes de ir a la fiesta, y si no podemos no pretendamos que la fiesta las borre o las solucione. Festejemos lo que se pueda, sin pretender que el alcohol, las drogas, los cohetes, la velocidad o el sexo desenfrenado arreglen lo que sin todas esas intoxicaciones encima no pudimos.

Vamos por verdaderas fiestas. Si una fiesta termina en lamentos, nunca fue una fiesta. Si una fiesta termina con una vida tampoco fue una fiesta. Por esto tal vez valga la pena terminar repitiendo la frase de Aristóteles con la que cerré la columna anterior:

“Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido”.

No vaya a ser que por salir de una fiesta bebidos terminemos saliendo de la vida sedientos, por no haber podido, o querido, hacer algo de lo que creámos que tenemos como misión por ser seres humanos.



J. R. Lucks




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jueves, diciembre 11, 2008

11-12-08. Las fiestas

Como nos acercamos al fin de otro año vale la pena reflexionar sobre las fiestas. Entramos en lo que damos el llamar época de fiestas, aunque no son las únicas. Ni siquiera es época de fiestas para todo mundo, no sólo por un tema de religiones –que no festejan nada en esta parte del año–, sino porque no para todo el mundo el año termina ahora, pero bueno. En el pedazo del mundo que llamamos más o menos occidental, esta es la época de fiestas.

Fiesta viene del latín festum, y significa lo mismo que en español, celebración, gozo. La Real Academia Española habla de diversión, regocijo, en fin, un rato agradable.

Hay una canción muy conocida de Serrat que habla de las fiestas (1), pero como tiene un par de trucos, según yo, vamos a pensarla por partes según aconsejaba Jack. Entre las primeras estrofas se recita:

Y colgaron de un cordel
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
lilas, rojas y amarillas.

Y al darles el sol la espalda
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea,
en la noche de San Juan,
cómo comparten su pan,
su mujer y su galán,
gentes de cien mil raleas.

Esta es la parte buena, compartir el pan, alegría, decoraciones, gente de cien mil raleas. Suena bien. Suena a fiesta. Pero después se arruina un poco, como dije, según yo.

Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.

Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
magreando a una muchacha.

Aquí se mezcla todo, esto me suena más a revuelto que a fiesta. El villano y el gusano no son fiesta, no son gozo, no son alegría, son basura, al menos hasta que se arrepientan. No debería uno bailar con ellos y darles la mano sin importarnos su facha.

Para peor se emborrachan, se pierden, y terminan magreando a una muchacha, que según el diccionario de la Real Academia Española es manosear. Esto ya no es fiesta. Esto no es gozo ni alegría.

Me preguntaba: ¿por qué nos pasa esto a los seres humanos? ¿Por qué pareciéramos encontrarle lado malo a todo lo bueno? Tal vez sea inevitable, tal vez sea parte de ser lo que somos.

Por eso lo más seguro es ir al significado verdadero de las palabras, porque muchas veces por una cosa o por otra nos confundimos. El diccionario no dice de fiesta, exceso, abuso, riesgo de muerte, pelea, etcétera. Si fiesta es gozo, es alegría, es diversión, por qué no buscar cosas cotidianas que provoquen eso, como la sonrisa de un hijo, o de un sobrino, o el encontrarse con un amigo, o el volver a casa y ser bien recibido con lo poco o lo mucho que tengamos. Eso es gozo, eso es alegría, eso es fiesta.

No entiendo a veces porqué nos complicamos, porqué buscamos sofisticaciones cada vez más raras y caras. Li Po (2), un poeta chino, supo decir hace ya como dos mil años:

“El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas”.

No creo que sea una exageración. Esas pequeñas alegrías son pequeñas fiestas, porqué despreciarlas, porqué tener que intoxicarse una vez cada tanto poniéndose en peligro uno y a los demás; si aparte estas pequeñas alegrías encima son gratis, son cosa de todos los días, son cosas de la vida.

Para ir cerrando, ya que llegamos a comprar la vida con una fiesta, viene bien una frase de Aristóteles que también hace como dos mil años nos decía:

“Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido”.

Yo creo que es un buen consejo, ni mucho ni poco, lo justo, lo suficiente, para no terminar magreando a nadie, ni magreado por nadie.

Quedémonos con la primera parte de la canción de Serrat, quedémonos con el consejo de Li Po y con el de Aristóteles. Vamos a pasarla mejor, no solo en esta época que se viene sino todos los días que decidamos hacerlos de fiesta, en algo sencillo, en algo cotidiano y gozoso.




J. R. Lucks

Referencias:
(1) Fiesta, del álbum Mi Niñez. Joan Manuel Serrat. Discográfica Zafiro / Novola, 1970.
(2) Li PO o Li Tai Po: (701 - 762) Es el poeta más famoso y popular de la dinastía Tang, considerada la época de oro de la poesía china.



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jueves, diciembre 04, 2008

04-12-08. Las utopías, unplugged

Seguramente pensará alguno de los lectores que las utopías son para los ingenuos, para los cándidos. Y es efectivamente así. No cabe duda.

De hecho, las palabras: ingenuo y cándido están emparentadas. Ingenuo viene del latín ingenuus que quiere decir noble, generoso, de buena familia, leal, sincero, honrado. Propiamente significa “nacido en el país”, “nacido libre”. Se forma con las voces gignere que quiere decir engendrar, e in que quiere decir dentro. Parientes de esta familia de palabras son por ejemplo genitum, que asumo no hace falta explicar, ya que el verbo significa producir, causar, originar, o dar a luz.

Se usaba esta palabra ingenuus para designar en la antigüedad a los ciudadanos, o a los nacionales de una zona determinada, que eran considerados “parte de”, o nobles, en comparación con los extranjeros no siempre bien recibidos, o al menos sin derechos.

Con el tiempo el término noble fue cambiando y dejando de tener que ver con dónde se había nacido, para relacionarse más con cómo uno se comportaba. El ingenuo, el que era noble y por lo tanto actuaba noblemente, fue transformándose en el que por no aplicar picardía en su provecho, no siempre salía bien parado.

En estricto porteño, un ingenuo es el que no está “avivado”, entendiendo por esto último a estar al tanto de todos los trucos posibles para no cumplir con lo que la ley exige, o las buenas costumbres recomiendan.

Cándido es sinónimo de ingenuo y quiere decir blanco, puro, inmaculado, leal. El término original es candidus, y en esta familia de términos encontramos candor, que quiere decir resplandor, pureza, blancura inmaculada. Otra palabra relacionada, aunque hoy pareciera ser un pariente cada vez más lejano, que también forma parte del clan del candor, es candidato. Sería excelente que para ser candidato, los susodichos, tuviesen que pasar por un examen de pulcritud, de nobleza, de lealtad… en fin, tal vez una utopía.

Por eso, retomando el asunto, no me parece mal que los utopistas sean ingenuos o cándidos, de esa forma las utopías en las que viviremos serán, nobles, puras, inmaculadas.

Pero para ser utopista no sólo hay que preferiblemente ser ingenuo y cándido, también hay que ser poeta. Tal vez sea un poco utópico pensar de que los jóvenes de hoy puedan ser cándidos, ingenuos y poetas, pero si no lo creemos y si no los educamos así, seguramente no lo serán.

Se preguntará ¿por qué poetas? Porque las utopías hay que crearlas, y para volver a escarbar en las etimologías, poseía viene del griego, poiesis, que quiere decir justamente eso.

Para la filosofía de este pueble había tres caminos que permitían a los seres humanos desarrollarse: la teoría, o sea lo que tenía que ver con el conocimiento, con la búsqueda de la verdad; la práctica, refiriéndose a la resolución de problemas; y la poiesis, la búsqueda de la creación, el convertir pensamientos en materia, el hacer.

¿Será demasiado utópico creer en utopías en el mundo de hoy? ¿Será demasiado utópico pensar que todavía quedan cantidad suficiente de cándidos e ingenuos, nobles y puros, como para imaginar utopías decentes y crearlas? ¿Será demasiado utópico pensar que debemos ser poetas para crear un futuro mejor, hoy utópico pero mañana posible?

Yo quiero creer que no es demasiado. Yo quiero creer que es utópico sólo en el más estricto sentido de la palabra, o sea una condición optimista que no parece “hoy” realizable, pero que de ninguna manera es imposible. Por eso escribo lo que escribo.

Ojalá usted piense lo mismo que yo. Ojalá entre nosotros podamos creer y crear una utopía que valga la pena ser vivida, y de la cual nadie tenga que escribir un libro como Moro, porque al haberla hecho realidad, no tenga ya sentido presentarla como una utopía.



J. R. Lucks



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