“Panza llena corazón contento”
Este refrán pretendía decirnos que la felicidad tiene que ver con la alimentación. ¿O no? Bueno hay muchas formas de verlo. Es cierto que comer, como cobertura de las necesidades básicas –digamos fisiológicas– del ser humano, hace a un primer nivel de “felicidad”. Pero con comer no alcanza. De hecho hay otro refrán que, si bien tiene raíces religiosas, también es bastante “famoso”, y aclara:
“No sólo de pan vive el hombre”.
Sin necesariamente atenerme al sentido original con el que éste se dijo, aún así podemos coincidir en que el ser humano no sólo necesita comida, también necesita amor, educación, posibilidades de desarrollarse dignamente como persona, capacidad de ejercer su libertad y su creatividad, etcétera.
Lamento escuchar y leer todos los días como “panza llena corazón contento” es mal usado por muchos para mantener al hombre sometido, dándole de comer a cambio de votos, a cambio de que no trabajen y por lo tanto dependan siempre del “animal” de turno a cargo de repartir la dádiva política. Políticos basura usan el llenar panzas para mantener a pobres seres humanos en la ignorancia, para no dejar que la gente tenga lo que necesita más la necesidad de mejorar y de crecer.
Pero por otro paradójico lado, en un mundo en el que la pobreza insólitamente crece –a pesar de todos los avances y recursos que tenemos a disposición– hay muchos que no comen, hay muchos que mueren desnutridos antes de poder caminar, que nunca llegan a saber lo que es la felicidad. El presupuesto de cualquier guerra o expedición al espacio para averiguar quién sabe que cosa resuelve el problema, y seguimos gastando en eso en vez de llenar panzas, o mejor, generar las condiciones para que la gente se pueda llenar la panza con un trabajo digno.
Cómo podemos haber llegado a esto: gente que nunca tiene la panza llena y gente a la que se le llena la panza para que no piense o para que se someta.
Otros, de tener la panza tan llena, ya no se contentan con eso. Le hacen honor al segundo refrán pero no necesariamente siendo solidarios, que también es una forma de contentar corazones, no sólo al propio sino al de otros. Muchos de los que ya no ven en su panza llena la satisfacción la buscan en otras cosas como las drogas, el alcohol, o en algún otro consumo que los mantenga “contentos” o al menos adormecidos.
Muchos contentan su corazón –al menos por unos días hasta que necesitan volver a comprar– con tener un televisor de última moda, un auto de gran valor, o ropa siempre actualizada, para lo cual comen basura que los termina enfermando. Y aun sin tener que hacerlo para pagar el crédito de la compra que supuestamente iba a dejar contento al corazón, hoy los jóvenes –y muchos grandes también– comen mal porque comen lo que grandes marcas les dan de comer, y se quedan contentos con sabores y logotipos que han de ponerlos tristes cuando sepan que mal les hizo eso algunos años después.
Por otra parte hoy este refrán se ha vuelto incluso odioso para las –y los también– que si no entran en un talle cero no se ven bien. Los grandes medios han difundido imágenes de belleza que harían decir al refrán: panza vacía corazón contento, liposucción corazón contento, bulimia y anorexia corazón contento… ridículo, insólito, aberrante.
¿Cómo hacemos para poner esto en orden, en equilibrio? ¿Cómo hacemos para comer lo necesario todos, lo sano? ¿Cómo hacemos para, luego de llenar nuestra panza, buscar felicidad en cosas que también le hagan bien a otros? ¿Cómo hacemos para no consumir en exceso y después vomitar lo que consumimos de más, consumiendo nuestra vida en el proceso? ¿Qué fue lo que hicimos con nuestra libertad –lo que nos diferencia de los animales– que ellos parecen convivir mejor con el refrán que nosotros?
Acabo de almorzar y no tengo el corazón contento. Escribo y me pregunto cosas, que comparto, y no me queda el corazón contento. Trato de colaborar en lo que puedo para arreglar el hambre de algunos que tengo cerca, y aunque a veces lo logro, no llego del todo a tener el corazón contento. Debo ser yo un inconformista…
Por favor, seamos todos un poco inconformistas. Que no nos contente nuestra panza llena o nuestro televisor último modelo, pero no para volver a consumir más buscando “contentura” en eso, sino para colaborar en lo que podamos con el fin de equilibrar este desastre en que transformamos a la raza humana.
Démosle de comer a los que no tienen la panza llena, pero eduquemos. Este lío en el que nos metimos no se arregla de un día para el otro. Sembremos en nuestros hijos o nietos la semilla de un mundo más razonable, con panzas llenas, trabajo, dignidad, consumo moderado y, dentro de lo posible, algo de sana alegría en los corazones.
J. R. Lucks
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