domingo, octubre 25, 2009

Dylan y Los 007

Por allá por la década del 60 del siglo pasado, Bob Dylan se –y nos– hacía una cantidad de preguntas en una canción que se hizo muy famosa. En la letra de esa canción se encuentran expresadas algunas dudas como estas:

"¿Cuántos caminos el hombre debe recorren antes de que lo llamamos hombre?

¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón antes de que las prohibamos para siempre?

¿Cuántas veces el hombre debe mirar hacia arriba antes de poder ver el cielo?
¿Cuántas orejas debe tener un hombre antes de poder escuchar a la gente llorar?
¿Cuántas muertes deberán ocurrir antes de que el hombre se de cuenta de que demasiadas personas han muerto ya?

¿Cuántos años debe existir cierta gente antes de que se le permita ser libre?
¿Cuántas veces puede un hombre voltear su cabeza pretendiendo no haber vis
to?
…"

Muchas preguntas. Buenas preguntas. Preguntas que lastiman porque siguen sin ser respondidas.

Para Dylan las respuestas: flotan en el viento. “The answer my friend, is blowing in the wind”.

Una banda venezolana, también de esa década, “adaptaba” algunos temas famosos y luego los interpretaba con la misma música. El grupo que “tomó prestada” esta canción se llama Los 007, y con la música original cantaba:

“Nada le importa a la gente de mí
nada le importa de mí.

Hay quienes gastan dinero en placer
y hay quien no puede comer.

El mundo gira y todo sigue igual
como cuando yo no nací
y aun que verdades yo pueda decir
a quién le puede importar
…”

Acá no había preguntas. Parece que a pesar de haber tomado la música fielmente, la “bajada” de la letra desde Estados Unidos a Latinoamérica (esta canción también la cantaba más al sur el famoso Sandro) le puso un toque pesimista a las preguntas de Dylan. ¿O sería que lo que el viento le contestaba a Dylan hacía que las preguntas fuesen en realidad irónicas?

El estribillo de la canción de Los 007 sentenciaba:

“Basta de hablar
por que es igual
dejen el viento soplar”.

Resignación. No era lo que Dylan decía. Aparentemente en una entrevista que le hicieron sobre la canción, insinuándole que sus preguntas tenían una respuesta poco feliz, el contestó:

“…la mejor forma de responder a las preguntas de la canción, es exponerlas”.

Lo que le soplaba en el viento a Dylan no sería maravilloso, pero él sugería seguir exponiendo las preguntas, tal vez hasta que alguien las quisiera escuchar. La otra canción, la que a millones que no sabían inglés les habrá sonado igual, llamaba a la resignación… ¿qué diferencia notable, no?

Una de las preguntas de la canción original de Dylan pretendía saber:

“¿Cuántos años puede existir una montaña antes de ser tragada por el mar?”

Supongo que algún estudioso de las montañas o de los mares podría responder a eso, pero seguramente la respuesta sería algo así como miles de años. Que la erosión destruya sistemáticamente la montaña, y el viento la lleve al mar, debe ser un proceso lento.

¿O sería que Dylan, hace 50 años, previendo el desastre ecológico en el que el hombre metió al planeta, estaba avizorando inundaciones terribles que harían al mar comerse a las montañas en poco tiempo? Este plazo corto sería bueno para responder a las otras preguntas, lo negativo es que nadie quedaría para ver a las balas de cañón prohibidas, o a la gente entendiendo que ya murieron o lloraron demasiados seres humanos.

¿Tan “irónica” será la letra? ¿Nos podremos contestar finalmente las preguntas cuando sea tan tarde que ya hayamos arruinado todo? Espero que no.

Definitivamente no me quiero resignar. Tal vez haya algunas preguntas, como la de la prohibición de las balas o la de la montaña, que solo no pueda responder; pero hay algunas que son preguntas personales, que no tengo que esperar a nadie para contestar ni tampoco buscar la respuesta en el soplido del viento.

Yo me puedo contestar cuanto tiempo voy a tardar para escuchar llorar al que tengo al lado, yo me puedo contestar cuanto tiempo hace falta para que me sensibilice lo suficiente como para ver que no estoy solo en este mundo.

Yo me puedo contestar cuanto tiempo más voy a dar vuelta la cabeza ante la injusticia, ante la corrupción, ante el hambre; y no estoy hablando del hambre en África –que es muy importante pero no puedo resolver–, estoy hablando del hambre del que tengo enfrente, o incluso del hambre de afecto de mi hijo, o de mi tía mayor a la que ignoro desde hace años y la cuál me necesita.

Esas preguntas me las puedo contestar yo solo, y usted también. No hace falta resignarnos, exponer las preguntas no es la única salida; podemos contestarnos algunas nosotros solos enfrente del espejo; eso sí, si la respuesta no nos agrada la culpa es nuestra, no miremos alrededor, no echemos la culpa al “mundo” que gira desde que nosotros nacimos.

Hay una parte del mundo a la que nosotros hacemos girar, en esa, al menos, si sólo dejamos al viento soplar, es porque no somos lo suficientemente… (Llene cada uno, con su conciencia y su espejo, los puntos suspensivos).



J. R. Lucks



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