domingo, noviembre 15, 2009

Jamón y huevos, gobernados y gobernantes.

Hay un refrán, o tal vez no tanto como eso aún sino más bien una frase que según creo debería “refranizarse”, que dice:

Ham and eggs...a day's work for a chicken, a lifetime commitment for a pig”.

Esto se traduce como: Jamón y huevos… un día de trabajo para la gallina, un compromiso de vida para el chancho.

Jamón y huevos es un típico desayuno en algunos países, particularmente Estados Unidos donde se usa mucho esta frase. La gallina pone un huevo y se desentiende. El cerdo, en cambio, para poner el jamón pone su pierna, pero para poner la pierna tuvo que poner su vida. Su vida se le va al amigo porcino en desarrollar la pierna, y, a su vez, su vida se le va cuando se la sacan para hacer el jamón.

Es como que la gallina pasa, pero el cerdo se queda. La gallina se involucra sólo un momento, el chancho compromete su vida.

Esto me hizo acordar a una frase que me llegó mucho cuando la dijo el que la dijo. La misma sentenciaba:

“Los gobernantes pasan, los obispos nos quedamos”.

Se lo escuché al Obispo de San Isidro, una de las diócesis de la Provincia de Buenos Aires en Argentina, Monseñor Jorge Casaretto. La ocasión fue en una de las tantas peleas que el gobierno nacional inició con la iglesia, debido a una declaración del Obispo que “molestaba” al gobierno.

Más allá de la iglesia que representaba el Obispo, me pareció terriblemente cierto. El gobierno de hecho pasó. Pasan porque son elegidos para pasar. Los obispos en realidad también pasan, pero más lento, mucho más lento. Los que más nos quedamos somos nosotros, los ciudadanos, los habitantes, los feligreses, aunque en el fondo, también pasamos.

Todos pasamos, pero algunos nos comprometemos más que otros, o estamos más comprometidos –aunque más no sea porque no nos queda otra alternativa–, o nos comprometen más los que pasan más rápido y hacen cosas que después entre los que nos quedamos tenemos que pagar o que arreglar.

Los gobernantes pasan, nosotros nos quedamos. Nos quedamos arreglando desastres, pagando deudas –externas e internas, sociales y económicas, deudas a la moral y a la justicia, etcétera–, tratando de re-educar conductas sociales que los gobiernos que pasaron exacerbaron o sepultaron por sus intereses de turno.

Claro, es un problema, le damos el poder a tipos –y tipas, no hay que discriminar aun para esto–, que en su gran mayoría se comportan como las gallinas del desayuno sustancioso, ponen huevos mientras nos hacen a nosotros poner el jamón.

Cuatro años, ocho tal vez, contra los setenta y cinco u ochenta de muchos que no llegan a vivir con sus jubilaciones, no porque no las hayan pagado, sino porque alguna “gallina” se las fue robando de a poco para pagar quién sabe que campaña, o para conseguir quién sabe que voto.

Los gobernantes pasan, nosotros nos quedamos. Vivimos en un sistema representativo, “el pueblo gobierna a través de sus representantes”, dice nuestra querida constitución. No podemos hacer consultas populares vinculantes o plebiscitos para todas las decisiones importantes, y aún así dudaría de que las “gallinas” a cargo hagan las preguntas correctas.

¿Será que las gallinas pueden representar a los chanchos? ¿Será que nos tenemos que preocupar más cuando elegimos a quienes nos representan?... porque ellos pasan, nosotros nos quedamos.

Los ridículos tiranos que pretenden reelecciones indefinidas quieren quedarse, pero no son la solución. ¿Cómo hacemos “quedar” a los que nos representan sin caer en la tiranía?

Deberían comprometerse a vivir como el que peor ha de vivir después de que ellos pasan. Deberíamos agarrarlos a todos y meterlos en el congreso, a todos los de todos los partidos, y decirles:

–¿Quieren gobernar?, bien, gobiernen, tienen cuatro años, u ocho si les hace falta, pero cuando eso se termine todos van a vivir por el resto de sus vidas como el que menos tenga de los habitantes que ustedes hayan gobernado, con ese salario, con esa atención médica, con ese acceso a la educación y a los diversos recursos... Después de gobernar se quedan.

¿Aceptarían?...

Hoy me levanté más utópico que lo de costumbre, tal vez con algún brote de anarquismo romántico. Pero es que yo me quedo…, usted se queda, así que dejemos de pensar que las “gallinas” van a arreglar algo, ellas tienen otros objetivos, otras vidas, ellas ponen un huevo –muchas veces nos estrellan uno podrido en la frente– y se van. Nosotros nos quedamos.

¿Cuáles son las cosas importantes con las que nos quedamos? ¿Desde qué ámbito podemos hacer algo para que eso no quede sólo en manos de “gallinas”? ¿Podemos hacer algo más, algo mejor? ¿Podemos poner “chanchos” en el gobierno, aunque más no sea el municipal? Yo creo que sí, pero primero tenemos que entender que los gobernantes pasan, los gobernados nos quedamos.

Lo de ellos, aunque no deba ser así, en el mejor de los casos es un trabajo, lo nuestro es un compromiso de vida, debe ser un compromiso de vida. Comprometámonos, porque, de todos modos, las “gallinas” nos comprometen.




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1 comentario:

Ramón Morales dijo...

Me ha encantado tu articulo.

Lo valoro con un 10. Enhorabuena!