jueves, octubre 09, 2008

09-10-08. El hedonismo, unplugged

Comenté en la columna anterior que se denomina hedonismo a la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida. En verdad no sólo la búsqueda del placer, sino también, y a la vez, la supresión del dolor.

Esta doctrina se inició en Grecia, algunos siglos antes de Jesucristo, y estuvo desarrollada por varias escuelas. Una de ellas, la cirenaica, fundada por Aristipo de Cirene que fue discípulo de Sócrates, tenía a su vez relación con la escuela cínica, la de Diógenes (no el perro del linyera de Fontanarrosa, sino el filósofo). La otra escuela se llamaba epicúrea.

Los cirenaicos se ocuparon fundamentalmente de cuestiones de ética. Para ellos el bien se identificaba con el placer, aunque éste debía entenderse también como placer espiritual.

Para la escuela cirenaica el casi único criterio de verdad se halla en las emociones internas. En cuanto al origen del conocimiento, debía buscárselo en la sensación. Los cirenaicos, entonces, exaltaban los sentidos como la única fuente de adquisición de conocimiento, es una escuela subjetivista.

En lo que concierne al supremo fin del hombre debo ser considerado como la felicidad, que para Aristipo, consistía en librarse de toda inquietud, siendo la vía para lograrlo la autarquía. Este término describía una conducta que en general fomentaba el ideal de una vida sencilla, en la cual el sujeto tuviese dominio sobre sus pasiones y acciones, y tuviese como principio de vida el ejercicio de la virtud. Frases como: “No es rico el que tiene más sino el que necesita menos”, podría haber sido dicha perfectamente por un cirenaico.

Fíjense que interesante y que actual. Exaltar las sensaciones. El fin de la vida es el placer y evitar las complicaciones. Y por último lo subjetivo, o sea lo propio, lo de uno, por encima de lo de los demás. Se parece mucho a como se vive hoy. Placer por sobre todo, no me meto en lo de los otros, no me comprometo con otros para no complicarme, no le presto atención nada más que a lo que yo pienso. Vivimos en tiempos del hedonismo.

El punto es “para qué” hay que vivir así. Porque esta escuela decía que había que hacer esto para tener una vida sencilla, dominar las pasiones y ejercitar la virtud. Ahí me parece que se le diferencia bastante de la forma de vivir de hoy. El “cómo” vivir, lo tomamos al pie de la letra, pero el “para qué” vivir así, que en definitiva debe ser más importante, lo ignoramos un poquito.

Vamos a escarbar algo más en el tema. El otro maestro del hedonismo fue Epicuro. Éste filósofo también se ocupaba de cuestiones éticas, él plateaba una ética de la reciprocidad. Su enseñanza coincidía con que había que maximizar el bien, o el placer; y minimizar el mal, o el dolor. Para esto predicaba una ética de hacer a los demás lo que queremos que nos hagan, refiriéndose al bien; pero también una de no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan, o sea el mal, o causar dolor.

Para lograr lo que Epicuro plantea, hay que pensar en los demás. Una cosa es que crea que mis sensaciones y mi pensamiento deben ser las cosas a las cuales prestar atención, y la otra es creer que los demás no existen, o peor, que son cosas que están allí para ser usadas por mí en la obtención de placer.

Creo que se puso de moda esto del hedonismo por lo que sugerí antes. A todos nos gustan los “títulos”: placer, felicidad, ausencia de complicaciones, etcétera. El asunto es que los que retomaron este tema para ponerlo de moda y vender como locos, dejaron de lado el asunto de la ética, de los demás a los que hay que respetar, en fin, dejaron de lado cosas que en el hedonismo verdadero son tan o más importantes que los “títulos”, ya que son su sentido de ser.

Uno de los filósofos contemporáneos que adhieren al hedonismo se llama Michel Onfray (1). Fíjense lo que él, que sí sabe de esto y no está sólo tratando de vender zapatillas o bebidas energizantes, dice del tema del cual estamos hablando en una entrevista (2) publicada en 2001.

"Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, […]."

El verdadero hedonismo, no el vulgar, no se trata de llevar las sensaciones al máximo, no se trata de egoísmos, no se trata de consumir todo lo que se nos cruce para maximizar un placer exacerbado. Onfray nos da el mismo consejo que Fromm: “ser en vez de tener”. Nos sugiere un hedonismo filosófico que él mismo llama contrario al que propicia la sociedad. Nos propone buscar placer, que obviamente no es malo, pero no en el consumir sino en el construir, en una modificación del comportamiento. Ya los antiguos, los fundadores del hedonismo nos hablaban de la ética de la reciprocidad, de reducir los males al no provocarlos; de pensar inevitablemente en el otro como elemento indispensable para esto de la felicidad, pero no como objeto a nuestra disposición.

Aún este autor, con el que no coincido muchas cosas de las que propone, encuentra un punto en el que podemos acordar. Él se molesta porque se usa el nombre de su filosofía para justificar algo que considera vulgar; yo porque nos dejamos llevar por modas que nos deshumanizan cosificándonos, entendamos lo que es le verdadero hedonismo o no.

Cómico ¿no? El hedonismo actual de brutal consumismo, de exaltación de lo sensual, de lo relativo a los cinco sentidos y nada más, nos lleva a despersonalizar al otro ya que lo transformamos en un objeto capaz de darnos placer, pero placer sensual solamente. Nos quedamos en el placer que sentimos en la piel, cuando lo que verdaderamente nos sugiere el hedonismo es que entremos un poco más profundo, que construyamos y no que solamente consumamos.

Consumir es justamente extinguir, gastar. A la larga consumir es igual a desaparecer, a morir. Me pregunto: ¿cómo puede ser el morir causa de placer?

Nos confunden o nos confundimos. Lo sensual, lo que se siente en la piel, o en el gusto, o en el olfato, en definitiva en los cinco sentidos, es tan llamativo a nuestro cerebro que no le damos tiempo a sentir más adentro. Usamos los órganos y los aparatos que nos constituyen a un punto ridículo de auto destrucción con tal de sentir un supuesto placer que no es más que una ilusión de corto plazo.

Tomemos por ejemplo el aparato digestivo y todos los órganos asociados. Nos privamos muchas veces del placer de un cuerpo sano por una alimentación correcta, que es el objetivo de ese conjunto de órganos, y nos enceguecemos por el placer de corto plazo que nos causan comidas inadecuadas en las papilas gustativas, (un ínfimo trozo de ese aparato). Terminamos con cuerpos enfermos –que no causan placer sino dolor y complicaciones–, y con sobrepesos que afectan toda nuestra vida. Otras veces para seguir modelos de delgadez que nos imponen desde la moda nos privamos del placer de ese cuerpo sano en busca de uno delgado, al punto de llegar a diversas situaciones de dolor como con la bulimia y la anorexia. Los antiguamente criticados ayunos religiosos pasaron a ser un juego de niños, comparados con las dietas no saludables y los excesos de delgadez perseguidos para poder usar un talle cero, Lamentablemente se podría hacer una equivalencia de estos ejemplos con cada aparato del cuerpo humano, el reproductivo, el olfativo, o casi con cada órgano, y siempre detrás ha de haber una moda que justifica una compra.

Seamos hedonistas, pero con criterio. Ni el sobrepeso, ni la anorexia llevan a la felicidad que Epicuro u Onfray proponen. Acá no es cuestión de no venderle el alma al diablo, el asunto es como no regalarle el cuerpo a la moda o a la publicidad.

Desde que los filósofos griegos se juntaban en algún bar a charlar –perdón la digresión–, la humanidad piensa si debe ir detrás del placer y las sensaciones (hedonismo), o del deber y la razón (estoicismo). Como en casi todo lo demás, según creo, la solución está en el medio. ¡Como me gustaría haber sido invitado a esa mesa de café con estos griegos!

Esta cita (3) puede darnos una perspectiva de lo que quiero decir:

“Hoy más que nunca, el sentir, no por cierto el razonar, domina la cultura. El poder de las ideas pret a porter (listas para usar) que había surgido de las revoluciones Francesa o Rusa, deja el puesto al poder de la sensología pret a porter, que sostiene o soporta la moda y el gusto de las masas. La ideología es sucedida por la sensología, que produce un desarraigo de la subjetividad, una homologación sin precedente”.

El placer exacerbado y sentido sólo en la piel, en gran parte como vivimos hoy, no nos va a llevar más que a consumirnos consumiendo. El deber y la razón al extremo –males de otras épocas tal vez–, tampoco son buenos. No está para nada mal buscar placer, pero hay deberes que también causan placer, hay que encontrarlos, definirlos, aprenderlos.

La razón y lo sensual están presentes en el hombre para que los balancee, no para que anule a uno en función del otro. Tenemos la responsabilidad de ser humanos. Ni los animales son tan tontos como para comer de más o de menos, o basura que les hace mal, ¿por qué nosotros con nuestra razón no podemos encontrar el equilibrio entre dejarnos sentir ese placer que nos construye, y construirnos para generar placer para nosotros y para otros en lo trascendente? Otro filósofo4, argentino ahora, nos indica qué debe ser esto trascendente:

“En lo humano –‘animal enfermo’, lo calificó Hegel con precisión–, la animalidad –léase naturaleza– está ‘enferma’; es decir, no funciona automáticamente, sino que, más bien, está combatida, reprimida, desviada de sus automatismos innatos.
Hay que comer, dictamina la naturaleza. La historia personal del asceta o del dietista ordena, al contrario, ayunar, dejar de comer.
La naturaleza otorga poderes.
La historia los canaliza en estructuras de sentido, en un qué, y por qué, y para qué.
Estamos ante la Ley porque estamos ante el qué, y el porqué, y el para qué compartimos con los demás.
Algo que no es yo, que está por encima de mí, o por delante de mí, y hacia donde debo ir”.

Hemos, o nos han hecho, llevar la deificación del placer sensual a tal punto, que ya más que la lucha entre el placer y el deber parecemos haber hecho del placer una obligación. Nos obligamos a sentir placer, o nos obligamos para sentir placer. Epicuro le tiraría una piedra por la cabeza a alguien que se destruye y se consume a sí mismo y a su familia con tal de ir quince días al Caribe por unas supuestas vacaciones de placer, o al que se enferma de muerte para sentir el supuesto placer de poder ponerse un talle más chico. Nos confundimos o nos confundieron tanto que nos enfermamos.

Es muy probable que yo sea mucho más estoico que hedonista, al menos lo fui durante gran parte de mi vida. Entre otras cosas, la crisis de la mitad de la vida que tuve hace ya bastante, me permitió permitirme un poco más de hedonismo.

El buen hedonismo es bueno, valga la redundancia o el juego de palabras. Pero si vamos a llamarnos hedonistas leamos un poco más de que se trata, de otra forma llamémonos consumistas, superficiales, egoístas, suicidas o lo que sea, pero no usemos para definirnos un término que es mucho más profundo que el tercer plato de ravioles con salsa los domingos, una pastilla deshidratante en una discoteca, o incluso un bar de intercambio de parejas. Este hedonismo moderno en el que vivimos les causa mucho más placer a los accionistas de las compañías que nos venden los supuestos elixires de placer que a nosotros mismos.

La columna anterior comenzó describiendo cómo el placer es producto de la vida y el amor. Transformemos a ésta en una regla simple para “aprobar” placeres en nuestra vida. Si lo que nos están vendiendo u ofreciendo va en contra de la vida, o del amor, no es placer aunque parezca.


J. R. Lucks



Referencias:
(1) Michel Onfray: (nacido en 1959 en Francia). Doctor en filosofía, enseña esta materia en el Lycée de Caen de 1983 a 2002. Según él, la educación nacional enseña la historia oficial de la filosofía y no aprender a filosofar. Dimite en 2002 y crea la Universidad Popular de Caen y escribe su manifiesto en 2004 (communauté philosophique). Michel Onfray cree que no hay filosofía sin psicoanálisis, sin sociología, ni ciencias. Un filósofo piensa en función de las herramientas de que dispone; si no, piensa fuera de la realidad.
Sus escritos celebran el hedonismo, los sentidos, el ateísmo, al filósofo artista en la raza de los pensadores griegos que celebran la autonomía del pensamiento y de la vida. Su ateísmo es sin concesiones, expone que las religiones son indefendibles como herramientas de soberanía y trato con la realidad. Forma parte de una línea de intelectuales próximos a la corriente individualista anarquista, intentando entroncar con el aliento de los filósofos cínicos (Diógenes), y epicúreos (Epicuro).(
(2) Entrevista a Michael Onfray por Cecilia Bembire. Diario Página 12, 2001.
(3) Occasione o tentazione? Arte di discernere e decidere. Silvano Fausti. Editorial Ancora, 2005. Traducción de la cita por José Ricardo Lucks.
(4) El hombre que está solo y no espera. Jaime Barylko. Editorial Planeta, 2000.


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