jueves, mayo 29, 2008

29-05-08. El egoísmo

Hoy tengo una palabra controvertida, y digo esto porque si bien durante mucho tiempo se la trató como un defecto, el mundo en el que vivimos parece haberle cambiado el sentido. La palabra es egoísmo.

Esta palabra viene de la raíz ego, que tanto en griego como en latín significa yo. Ismo, por su parte, es una desinencia que significa conformidad en el modo de ser y obrar. La desinencia en sí puede tener una connotación negativa, positiva o simplemente descriptiva. Si la terminación se aplica a algo bueno dará una virtud, por ejemplo moralismo es actuar conforme a la moral. Si se aplica a algo malo dará un defecto, por ejemplo tabaquismo. El neutro tiene que ver con lo descriptivo: socialismo, o cristianismo, palabras que tienen que ver con la forma de actuar en relación a estas doctrinas.

Egoísmo entonces es actuar, obrar, hablar, pensar, etcétera en relación al yo, a mi yo. En general se tomó al egoísmo con un defecto, sin embargo, hoy se habla de sano egoísmo. De mirar hacia uno porque de esa manera se crece, se madura, etcétera. Se construyen doctrinas en las cuales primero hay que mirarse a sí mismo, ya que con eso se logra ser mejor para eventualmente poder dar a los demás. No es que esté del todo mal, pero lo cierto es que es muy fácil extralimitar estos argumentos, y nunca salir de esa forma de pensar que tiene al yo en el centro. No es para nada complicado pasar del egoísmo a la egolatría, que ya no es actuar pensando en el yo sino adorar al yo.

A mí me gusta pensar que el egoísmo tiene que ver con puntos de vista –la egolatría en cambio se pasa, porque alguien que adora está cegado, y por lo tanto no ve nada–, y me parece que tenemos que tener cuidado con esto de los puntos de vista. Porque si miramos las cosas desde o hacia un solo punto de vista nos perdemos un pedazo de la realidad. No se puede ver la vida sólo pensando desde el yo, o desde el mí, o desde lo mío.

Me imagino, para ejemplificar esto, una negociación en la que cada negociador sólo ve su parte. No sólo no ve la del otro, sino que tampoco ve la de cualquiera que pueda a estar a su alrededor, y que se perjudica a medida que la no negociación, o la negociación egoísta, no llega a ningún lado. Ridículo, ¿no?, pero de que ocurre, ocurre.

Les traje un cuentito que creo que tiene que ver con esto de los puntos de vista, y de cómo el quedarse con sólo en uno de ellos, puede hacerlo a uno verse terriblemente ridículo. Dice así:

“Un día como cualquier otro, una señora ya mayor va al cementerio para llevar flores a la sepultura su difunto esposo.

Amorosamente llega a la tumba, se hinca a un costado de la lápida, y con mucho amor coloca un hermoso ramillete de flores en un pequeño vaso dispuesto a tal efecto.
Permanece un rato allí, contemplando la sepultura. Seguramente ensaya alguna oración, pasan por su mente imágenes de la vida pasada.

Repentinamente levanta la cabeza, sin ninguna razón aparente, hallando un par de tumbas más allá a otra señora que, como ella, parecía estar visitando la sepultura de su difunto esposo.

La observa con detenimiento y descubre en esta otra mujer rasgos orientales. No es eso sin embargo lo que le produce curiosidad, sino el hecho de que esta otra viuda deposita, con su mismo cuidado y amor, un plato de arroz sobre el frío mármol. Nuestra protagonista se extraña, pero sigue en su plegaria.

Cuando concluye y comienza a alejarse, aún curiosa, la mujer de rasgos orientales se levanta también para retirarse, y por esas casualidades que son más buscadas que fortuitas, ambas se cruzan en el pasillo de salida.

La primera mujer, no consiguiendo contener su incertidumbre y sin pensarlo demasiado, algo en serio pero no sin ironía, pregunta:

-Discúlpeme por favor, ¿pero cree usted realmente que su difunto vendrá a comer el arroz?

La mujer de rasgos orientales la mira, gira su cabeza para observar, desde lejos, el lugar de donde su casual inquisidora provenía, y tomando aire para responder, le dice con calma:

-Sí. Creo que mi difunto vendrá por el arroz. Seguramente ocurrirá cuando el suyo venga por el aroma de las flores”.

No digo que haya que mirar el punto de vista del otro, y no el nuestro, eso sería otrismo y también se parcial. Pero ya que somos tan evolucionados, porqué no desarrollamos el nosotrismo, o sea una forma de actuar que tenga que ver con el “nosotros”, que incluya en vez de excluir. Sería tal vez más interesante y seguramente menos solitario.


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