jueves, mayo 15, 2008

15-05-08. El glamour

Hoy vamos a hacer bastante etimología. La palabra elegida es glamour. Sí, eso que hoy por hoy hay que tener, nos venden glamour, nos recomiendan ser glamorosos o glamorosas. Hay estrellas que derrochan glamour, la gente se opera para sentirse más glamorosa, en fin el glamour hoy es deseable.

Bueno glamour figura en el diccionario de la Real Academia Española, así que es una palabra que se puede usar en nuestro idioma, y en este noble diccionario nuestra palabra de hoy significa: encanto sensual que fascina.

¡Aha!, me dije a mí mismo, esto no me aclara demasiado, así que me puse a buscar entre los significados de encanto, de sensual, y de fascinar.

Encantar viene del latín incantare, y significa primero que nada: someter a poderes mágicos. “Empezamos mal”… pensé para mí, así que seguí leyendo y descubrí que también significa: atraer o ganar la voluntad de alguien. No me gustó nada esto de encantar. Sigo leyendo y me encuentro con el tercer significado que le da el diccionario de la RAE: entretener con razones aparentes y engañosas. Definitivamente lo de encantar no me pareció muy sano. El primer componente de glamour, entonces, tiene que ver con atraer para someter con razones aparentes y engañosas.

Vamos pues a la tercera palabra de la definición: fascina. El glamour fascina. Y fascinar, según el mismo diccionario viene de fascinare, que en latín quiere decir embrujar. También en latín, fascinum, es embrujo. Fascinar según la RAE es: engañar, alucinar, ofuscar; atraer irresistiblemente; y como tercera definición hacer mal de ojo.

Este glamour es un peligro. Me somete a un embrujo, me atrae irresistiblemente y me hace el mal de ojo para ganar mi voluntad.

Y, ¿cómo hace eso? Ahí entra la segunda palabra de la definición. Sensual. Recordemos que glamour es: encanto sensual que fascina. O sea, hasta ahora: sometimiento sensual que embruja. Pero ¿qué quiere decir sensual? Bueno, sensual es: perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos. Se dice de los gustos y deleites de los sentidos, de las cosas que los incitan o satisfacen y de las personas aficionadas a ellos.

O sea que sensual es lo que entra por los sentidos, por los cinco sentidos, lo que uno incorpora “sin pensar”, “sin razonar”. Sensual viene del latín sentire, que, como se darán cuenta, significa sentir. De la misma raíz vienen palabras como consentir, o asentir, y por lo tanto de allí se derivan significados como opinar o darse cuenta.

¿Está mal ser sensual?, o sea: ¿está mal percibir cosas por los sentidos? De ninguna manera. Sólo que una vez que algo fue sentido sería bueno pensarlo, para que no me someta a un embrujo, al menos tan fácilmente.

Hasta acá con las definiciones. Lo cierto es que lo glamoroso está de moda, cuesta resistirse a lo que brilla con glamour. Este asunto termina siendo como un imán que nos arrastra, que nos atrae a pesar de que sea para someter nuestra voluntad. Veamos que nos decía (1) don José Ortega y Gasset (2) por allá por la primera mitad del siglo pasado. Hace más de 60 años:

Es la época de las corrientes, del dejarse arrastrar. Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales. Por lo mismo, más que nunca, triunfará la retórica.

El triunfo de la retórica: en glamour hecho palabras. Parece que no es un problema nuevo. Lo que también parece es que no lo pudimos arreglar. Imagínense lo que diría ahora don José Ortega si viera lo que los medios masivos de comunicación le hicieron a su preocupación. Cualquier cosa que fuese un torbellino superficial que arrastraba, hace 60 años, ahora se transformó en la tormenta perfecta multiplicada por cuatro a nivel interestelar...

Apliquemos ahora esto a la política. Si suena bien, si la retórica es buena: se cree, y eventualmente se vota. La verdad nunca es tan glamorosa como una buena promesa. La atracción de una campaña bien armada, con figuras llenas de glamour, fascina, o sea embruja. Desde hace tiempo que las contiendas preelectorales se juegan más en las pantallas de televisión y en los avisos en vía pública, que en los debates. Y realmente no creo que tenga que ver sólo con la era comunicacional en la que vivimos, es que no tienen nada que decirse, nada que debatir. Si lo hicieran sólo romperían el encanto al que someten a la gente, la cuál, como hubiese dicho mi abuelo, se daría cuenta que no son más que cartón pintado. Actualizando a don Manuel, hoy se podría decir con más glamour: colágeno maquillado o entretejidos teñidos; pero en el fondo no cambió nada.

No nos dejemos arrastrar. Duele que a uno lo arrastren. ¿Se dejarían arrastrar por un auto?, entonces: ¿porque dejarse arrastrar por un gobierno, o por un programa de televisión glamoroso?

El glamour nos somete a un embrujo, nos atrae para que veamos algo de una forma distorsionada, diferente en relación a cómo realmente es. Cuidémonos entonces del glamour y de los glamorosos.

Una amiga mía, Josefina Martillazo, a la cual siempre aprecié por sus pensamientos aunque no tanto por modales, decía: “Si la moda es ser estúpido, es mejor no andar a la moda”.



J. R. Lucks



Referencias:

(1) La Rebelión de las masas. José Ortega y Gasset. Editorial Espasa Calpe, 2007.

(2) José Ortega y Gasset, (Madrid, 9 de mayo de 1883 – Madrid, 18 de octubre de 1955). Filósofo y ensayista español, famoso por su crítica de la civilización moderna. Gran pensador, gran filósofo que con sus artículos, conferencias y ensayos -sobre temas filosóficos y políticos- contribuyeron al renacer intelectual español de las primeras décadas del siglo XX.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante análisis. Recomiendo estas dos canciones de la salsa que están de acuerdo con tu apreciación:

http://www.youtube.com/watch?v=9u7FvG7Ys1s

http://www.youtube.com/watch?v=8rrA963uZDc&feature=related