jueves, noviembre 15, 2007

15-11-07. Las puertas del cielo y del infierno

Ahora que ya tenemos presidenta electa, no se porqué, pero me parece que en el acto de asunción nos van a avisar de que salimos del infierno (1). Es interesante, porque para todas las religiones el que se mete en el infierno es uno, nadie puede meterlo, y a lo sumo el que te saca es el dios de turno de la religión en cuestión. Con lo cual, ya para empezar, esto de haber declarado que estábamos en el infierno, y que alguien hipotéticamente se tome la atribución de decir cuando salimos de el, como que no termina de entenderlo. Pero bueno. Como es probable de que del infierno nos declaren salidos, me puse a buscar cuentos del infierno a ver que nos permitían pensar o reflexionar acerca del asunto. Encontré varios y les voy hoy a leer uno,a para que vean que más allá de que alguien quiera arrogarse la capacidad de poner y sacar a la gente de este lugar, la cosa pasa por otro lado. Dice así:

Un guerrero, un samurai, fue a ver su maestro y le preguntó:
-¿Existe el infierno?, maestro ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?
Era un guerrero sencillo. Los verdaderos guerreros, los que llevan su profesión con honor, siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber donde estaban las puertas, para poder evitar el infierno y entrar en el cielo.
El maestro le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido:
-¿Quién eres?- le preguntó.
-Soy un samurai, le respondió el guerrero, hasta el emperador me respeta.
El maestro se rió y contestó:
-¿Un Samurai, tú? Pareces un mendigo.
El orgullo del samurai se sintió herido, y olvidó para que había venido. Sacó su espada y ya estaba a punto de matar al venerable cuando éste dijo:
-Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta.
Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y el anciano volvió a hablar:
-Es en momentos como estos en que se abren las puertas del cielo. La mente es el cielo, la mente es el infierno, y la mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Pero la gente sigue pensando que existen en alguna parte, fuera de ellos mismos. El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren, en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo.

Me pareció interesante, el asunto, porque pone de vuelta en control en nosotros, y no en un funcionario público al que le pagamos para que administre los bienes del pueblo. Las puertas del cielo y las del infierno, las abrimos y cerramos nosotros acá mismo. Depende en gran medida de nosotros vivir en uno u en otro. Es cierto que algunos de esos funcionarios que a veces elegimos nos cambian las reglas de juego y nos ponen en situaciones difíciles, pero lo cierto es que lo importante, al menos según lo que quiere enseñar este cuento, no es la situación sino nuestra reacción a la situación. Nuestra capacidad de tomar la realidad y transformarla en un infierno, o de tratar de salir de ella de la mejor manera.

Ahora, volviendo un poco a lo más colectivo, son nuestras reacciones, nuestros piquetes de cada día, nuestras intolerancias y nuestros cortes de ruta, los que aparentemente nos ponen en el infierno. En cambio son nuestros diálogos y nuestras comprensiones, las que nos ponen en el cielo o al menos nos sacan del infierno. Es cierto que muchas veces ante situaciones de injusticia uno se siente impotente y lo único que le queda por hacer es gritar. Tal vez sea cierto. No se. Habría al menos que ver en qué medida esa situación es realmente así, y cuanto nosotros contribuimos a que haya llegado donde llegó. También habría que ver que aportan a la solución del problema nuestros gritos y piquetes, porque si no arreglan la cosa, seguro que la empeoran.

En fin, no se, me pareció que era un cuento interesante como para pensar un poco en este tema del infierno. Tal vez alguien crea que salimos del infierno porque un par de índices estadísticos están mejor. Habría que preguntarles a las personas a los cuáles esos índices no representan. Habría que ver si los que sí entran en esos índices no se meten solos en el infierno cada vez que salen a la calle e insultan a diestra y siniestra, o que desempeñan mal sus responsabilidades de funcionarios o de ciudadanos. Etcétera, etcétera. La verdad, es que me parece que es un tema un poco más complejo de lo que se puede charlar en un programa de radio de la mañana, o de lo que se puede gritar desde un palco en un discurso.

Ojalá que como el guerrero podamos guardar nuestras “espadas”, y abramos las puertas del cielo en vez de las del infierno. Cada uno sabe que “espada” es la que tiene que guardar.



J. R. Lucks




Bibliografía:

(a) El cuento aquí incluido puede hallarse en una de sus versiones originales en la siguiente dirección:
www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/PUERTASCIELO.htm




Notas de contexto:


(1) Luego de la crisis económica del año 2002, el discurso presidencial se refirió varias veces a la situación aseverando de que el país estaba en el infierno. Si bien la situación económica fue mejorando, nunca en su discurso se planteó la salida del supuesto infierno. Construí esta columna asumiendo que en las palabras de asunción del siguiente mandatario, esposa del presidente anterior, ella se referiría nuevamente al tema “declarando” que para el nuevo período el país habría salido del infierno, y por lo tanto ella conduciría un proceso de crecimiento y de mejora, no ya de recuperación.





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