Hoy vengo sin un foco muy específico, simplemente traje dos cuentos que me gustaron y que creo que ayudan a pensar. El primero (a) dice así:
En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la mujer; planearon hacerlos muy parecidos a ellos, entonces, uno de ellos dijo:
-Esperen, si los vamos a hacer similares a nosotros, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra; debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser así, estaremos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo, ¿pero qué les quitamos?
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo:
-Ya sé, vamos a quitarles la felicidad. Lo único que tenemos que pensar ahora, es dónde esconderla para que no la encuentren jamás.
Propuso el primero:
-Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo-, a lo que inmediatamente repuso otro:
-No, recuerda que les dimos fuerza; alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está.
Luego propuso otro:
-Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar, o mejor aún, en algún planeta lejano a la tierra-, y otro contestó:
-No, recuerda que les dimos inteligencia; alguna vez alguien va construir una máquina que les permita buscar en las profundidades, o una nave para explorar el espacio, y entonces la van a descubrir. Todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.
El último de ellos, era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó en silencio cada una de ellas, y entonces rompió el silencio diciendo:
-Creo saber a donde ponerla para que realmente nunca la encuentren.
Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
-¿Dónde?
-La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo. Desde entonces ha sido así: El hombre se pasa la vida buscando la felicidad, sin saber que la trae consigo.
Lo cierto es que es difícil buscar dentro de uno. Hoy el mundo tiene mucho ruido, mucho ajetreo, fuera de uno pasan demasiadas cosas que no te permiten buscar adentro tuyo. Por eso este segundo cuento (b) creo que puede dar una pista.
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo, y ahora su antiguo camión se niega a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el auto.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
-Oh, ése es mi árbol de problemas- contestó.
-Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es-, dijo sonriendo, -que cuando salgo en la mañana a recogerlos, nunca parecen tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.
Pregunto: ¿autoayuda de la más barata, o filosofía de la más profunda? Depende de dos cosas. Una, obviamente, es que si está escrito en una pared o en una revista para adolescentes, en vez de ser dicho por alguien que se ganó un premio Nóbel, es probable que no le prestemos tanta atención. Pero la segunda, que es en realidad la más importante, es justamente esa atención que le prestamos o no, independientemente de dónde esté escrita, de dónde la escuchemos, o de quién nos las diga al pasar.
Tanto el mundo nos atosiga con fuentes de información que muchas veces nos preocupa más quién nos dice la cosas, que el contenido de lo que nos dicen. Tantos lugares hay para buscar afuera de nosotros, que nunca empezamos por lo más básico. Estos dos cuentos contienen verdades que discutían Sócrates y sus discípulos en las plazas de Atenas, y también se conversan con una ginebrita de por medio en un bar de cualquier esquina de Buenos Aires.
Que tal si buscamos algún árbol para colgar los problemas a la noche, a ver si con un poco menos de peso en las espaldas, o de preocupaciones en la cabeza, podemos buscar dentro nuestro a ver qué encontramos.
J. R. Lucks
Bibliografía
(a) Otra versión de este cuento puede encontrarse en:
http://www.webmujeractual.com/mensajes/esconditeperfecto.htm
(b) El cuento que se utilizó para esta columna puede hallarse en:
http://www.buscadichos.com/Pensar/pensar_arbol.htm
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