domingo, marzo 14, 2010

Sandalias por la cabeza

Me contaron hace tiempo una historia que aseguraba que, tratando de alcanzar un tren que partía, a Mahatma Gandhi se le cayó una sandalia al andén desde el vagón en movimiento. Como no parecía posible recuperarla, antes de que fuese tarde, él se sacó la otra y la tiró con la primera. Cuando le preguntaron porqué lo había hecho contestó que una sola sandalia no servía, ni a él ni al que se encontrara la perdida, en cambio de esta forma el afortunado tendría el par completo.

Me hizo acordar a varios refranes que me gustan mucho, como:

“Haz el bien sin mirar a quién”

…o:

“Para hacer el bien no hay que pedir permiso”

Más allá de si sea cierta o no, es una buena historia. Por eso me puse a buscar para ver si encontraba su origen, o podía verificar su autenticidad. Haciendo esto hallé, entre otros, un artículo del escritor Paulo Coelho (1) , en donde él cuenta la historia citando a su vez como fuente de la misma a un tal C. Fadiman (2) .

La verdad es que no pude quedarme satisfecho con la veracidad de la anécdota, pero de todos modos me pareció muy interesante cómo, con un cuento tan corto, se puede mostrar la manera de transformar una tragedia (la pérdida de algo valioso para quién no tenía demasiado) y una frustración (el hallazgo de algo necesario pero “incompleto”), en un acto de desprendimiento (la entrega de la segunda) y en una alegría (el hallazgo del par completo).

¿Cuánto hubiese pagado alguien por quedarse con ese par de sandalias?

La pregunta no es caprichosa, porque buscando por el suceso de mi interés, me encontré con otras dos historias bastante más negras.

Una de ellas –relatada en diversas notas periodísticas de febrero, marzo y abril del 2009–, comenzaba con un reclamo del bisnieto de Gandhi intentando detener una subasta de, justamente, un par de sandalias, uno de anteojos y algunos utensilios donde su bisabuelo comía. La subasta no fue detenida, y el coleccionista americano de nombre James Otis, termina entonces vendiendo los ítems en 1.8 millones de dólares.

Me quedé un largo rato leyendo los artículos, porque me parecían de novela grotesca. Incluso las biografías de los personajes. De hecho encontré esta descripción que Osvaldo Bayer hace, en una columna suya (3) , del magnate indio que gana la subasta con la supuesta intención de retornar los ítems a su país de origen:

“… el remate en Nueva York de las sandalias, los anteojitos y una taza con plato del Mahatma Gandhi, que fue comprado nada menos que por un multimillonario […] Esas humildes pertenencias del hombre de la paz y el voto de pobreza se vendieron por millones y millones de dólares. Y el que los compró es nada menos que el rey de la superficialidad. Se llama Vijay Mallya y le gusta llamarse el “rey del placer”. A él le pertenece el más grande negocio de licores, la productora de cerveza Kingfisher, una empresa aérea y el stud de coches de carrera de Fórmula 1 Force India. Posee el yate más grande de todos los millonarios, que se llama “Indian Empress”, donde le gusta fotografiarse con jóvenes bellas de todos los países” […].

De locos. Según las notas el magnate termina “discutiendo” con el gobierno indio, a causa de que algún funcionario salió a decir que el millonario había actuado en nombre del estado, cosa que el desmiente. Hay demandas cruzadas del gobierno contra el vendedor, y luego del vendedor contra la casa de subastas, ya que al ver tanto alboroto el amigo Otis aparentemente se arrepiente de la venta. Todo un escándalo en las antípodas de lo que Gandhi predicaba, incluso con manifestaciones en las calles de Nueva York pidiendo por la suspensión del asunto.

El vendedor de las reliquias, en una nota de prensa de fin de marzo del 2009, se “disculpa” con el pueblo indio y –luego de asegurar la donación del dinero de la venta a fundaciones pro paz– comunica su intención de hacer un mes de ayuno, para expiar la culpa por el sufrimiento que hizo pasar a los con-nacionales de Gandhi.

Un descaro inconmensurable. Pero esto no es lo único. Buscando sobre el bisnieto de Gandhi, Tushar, se me cruza otra serie de notas en las que se cuenta cómo el heredero “vende” la imagen de su bisabuelo –seis meses después del asunto de la subasta– a una compañía de artículos de escritura por algo más de 100.000 euros, para que ésta produzca una serie limitada de plumas de plata y oro.

Aparentemente las lapiceras, cuya venta fue suspendida en febrero de 2010 por otra demanda judicial relativa al uso de la imagen de Gandhi, son joyas de gran valor material, descriptas en artículos de prensa de la siguiente manera:

“…ha lanzado dos series limitadas de superlujo con la silueta de Gandhi en el plumín, su firma en el culote y la capucha, y que se vende junto a un libreto con las frases más célebres del ‘padre de la patria india’.
Las plumas han sido comercializadas en forma de dos series limitadas de 241 ejemplares cada una el número de kilómetros que recorrió a pie Gandhi durante su célebre marcha de 1930, para protestar contra los impuestos de los ingleses. […]
Las estilográficas están hechas a mano y son de plata maciza y oro blanco de dieciocho kilates, coronado por una piedra semipreciosa de color naranja intenso que simboliza el azafrán indio.
Cada ejemplar tiene un precio aproximado de 17.000 euros, una cifra tan elevada que ha provocado que mucha gente considere una frivolidad asociar tales objetos al nombre de alguien que defendió la pobreza y la austeridad como virtudes supremas.
En los estuches de las plumas se incluye un hilo de oro de ocho metros que, […], es una referencia al algodón que hilaba cada día Gandhi en su rueca. […].
Por cada pieza de la colección que se venda, […] donará a la Fundación Gandhi entre 140 y 750 euros”.

Me costó no olvidarme de porqué había empezado a buscar sobre las sandalias de Gandhi. ¿Sería Otis el que se las encontró en el andén? ¿Se quejaría Tushar de la subasta porque hubiese querido hacerla él?, claro que siempre para donar lo obtenido a alguna fundación.

“El dinero no compra la felicidad”

… pero sí compra sandalias, anteojos, lapiceras de oro y plata, y las integridades de las personas que, en nombre de alguien que predicaba el desprendimiento, hacen las barbaridades que acabo de contar.

Busqué un refrán que me ayudara a entender que era lo que había pasado, cómo se podía “justificar” esto –incluso asumiendo reales buenas intenciones de todos los participantes de las historias–, y el único que pude encontrar fue:

“El dinero corrompe al hombre”

Aún creyendo que todo lo producido por la subasta y la venta de plumas fuese a ayudar pobres que necesitaran sandalias (lo cual ni en mis días más ingenuos me suena factible), ¿hacía falta todo el show?, ¿no podía el recurso ir hacia el necesitado sin “ensuciarse” en el medio?

Sería interesante plantear este dilema a grupos de jóvenes, pidiéndoles que imaginen soluciones para lograr el efecto de la segunda sandalia multiplicado por los millones, sin tener que pasar por los escándalos. No sólo los prevendría (a algunos tal vez) de caer en estas ridiculeces, sino que además ayudaría al mundo que ellos han de vivir a contar con más ideas de cómo hacer el bien sin mirar a quién, evitando que el dinero los corrompa.

Gandhi no era violento, por eso “supongo” no les hubiese tirado las sandalias por la cabeza a estos personajes… ¿Qué cree usted?


J. R. Lucks


Referencias:

[1] http://colunas.g1.com.br/paulocoelho/2007/06/16/as-sandalias-de-gandhi/

[2] Clitfon Fadiman. Autor y personalidad de la radio y televisión estadounidense

[3] Fuente: Diario Página12, 14 de Marzo 2009 por Osvaldo Bayer, escritor argentino.





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