“Ignorancia es felicidad”
La misma es más conocida en los países de habla inglesa, donde su versión original dice: ignorance is bliss.
Lo cierto es que esta frase forma parte de un poema de Thomas Gray, titulado: “Oda al Colegio Eton desde una perspectiva distante” (Ode on a Distant Prospect of Eton College), que fuera escrito en el año 1742.
El autor, ex alumno del colegio Eton (1), desde su adultez –lo que le da la perspectiva distante– “mira” a las nuevas camadas de jóvenes educandos preocupado por lo que les espera.
El poema comienza con alabanzas a los antiguos y maravillosos edificios, a los campos del colegio, incluso a los agradables momentos que se viven durante las tempranas épocas de la vida donde todo es proyecto, donde todo es fuerza, vigor, alegría. Momentos en los cuales los que parecen grandes esfuerzos o sufrimientos, en realidad, no son más que “juegos de niños” en comparación con lo que viene.
Gray, acto seguido, ofrece una lista de “lo que viene”. Su enumeración incluye cosas que como adultos esos jóvenes tendrán que sufrir, situaciones a las que han de exponerse. Él lista: pasiones personales como furia, vergüenza, temor, celos y envidia; conductas reprobables desde lo social, como ambiciones desmedidas, reacciones inadecuadas originadas en momentos de desesperación, infamia, falsedad, descortesía, remordimiento; concluyendo con referencias a las enfermedades y las “incomodidades” que la vida ira presentando a medida que se envejece.
Ante este pensamiento, ante la comparación entre la alegría de los jóvenes y su mirada de “lo que les sucederá”, la última estrofa del poema dice:
“A cada uno sus sufrimientos: todos son hombres,
igualmente condenados a gemir;
…
¡Pero, ah! ¿Por qué deberían conocer su destino?
Si el pesar nunca llega demasiado tarde,
y la felicidad se esfuma tan rápidamente.
Pensar en esto destruiría su paraíso.
Basta; donde la ignorancia es felicidad,
es una tontería querer saber”.
Terrible y lamentable… o irónico y movilizador. Creo que propone infinidad de cosas para pensar.
Por un lado pueden compararse las preocupaciones que en 1742 atormentaban al autor, lamentablemente dignas de seguirnos persiguiendo hoy mismo. Evidentemente no debe haber sido en uno de sus días más optimistas, cuando Thomas escribió esta oda en la cual –como supongo muchos de nosotros alguna vez– pareciera envidiar a esos jóvenes “ignorantes”.
Cuántas veces nos habremos encontrado como queriendo retornar a esa inocencia de nuestra niñez, de la cual con tanta desesperación queríamos salir cuando allí estábamos para poder hacer cosas de “adultos”.
Por otro lado está el tema de la ignorancia, que para el inglés original con el que se escribió el poema significa: falta de conocimiento, nada más, sin el sentido peyorativo con el que muchas veces se usa la palabra en castellano. La felicidad de la ignorancia, aún en su versión de falta de conocimiento: ¿es felicidad?, o es sólo una fantasía. ¿Será mejor dejar “feliz” a alguien y esperar a que la realidad le caiga como un piano encima de la cabeza?, o será mejor “interrumpir” su supuesta dicha en pos de prepararlo para que no tenga que sufrir sin herramientas para defenderse.
Pareciera que para Gray la lista de cosas que le pasarán a los niños al salir de Eton (o de cualquier juventud) es tan inevitable que no tiene sentido prevenir. ¿Será así?, ¿estamos y están nuestros hijos “condenados” –palabra que el autor utiliza en su poema?
Las pasiones a las que Gray se refiere están ya descriptas en las tragedias griegas, las inconductas sociales que menciona son tan antiguas como la sociedad misma, la enfermedad y el envejecimiento son inherentes a la condición de seres vivos. Tal vez el autor tenga razón y sea todo esto tan inevitable, que resulte mejor dejar a los niños, en su ignorancia, disfrutar de una felicidad que en realidad no saben que tienen puesto que no poseen punto de comparación.
Tal vez se pudiese tratar a un grupo de niños de tal forma de nunca avisarles que crecieron, y por lo tanto que los males de la adultez no les lleguen gracias a su ignorancia de la misma. ¿En qué isla cósmica estarían protegidos? ¿Dónde pudiese su ignorancia crecer virgen?
¿Será este poema el motor de las actuales tendencias de “estirar” la pubertad hasta los treinta o cuarenta años, tratando de esquivar responsabilidades y compromisos? ¿Tendrá que ver la influencia de Gray con sociedades que se comportan cada vez más como niños, centradas en sí mismas, con mucha más capacidad y voluntad de consumir que de producir? ¿Habremos decidido entre todos prolongar la felicidad de la juventud y la niñez haciéndonos cada vez más ignorantes de lo que pasa a nuestro alrededor? Cada uno puede evaluar como nos está yendo casi tres siglos después.
Prefiero la versión de: Irónico y movilizador que sugerí anteriormente. No le puedo preguntar –aún–, pero creo que Gray instaba, por el ridículo, a que la educación no sólo previniese sino que además intentara evitar esas malas conductas que enumera.
Crear sociedades justas. Educar seres humanos dignos de diferenciarse de los animales –y no justamente por el hecho de ser más salvajes que las bestias. Problema no resuelto. Preocupaciones que evidentemente desde siempre han existido, y que mientras no queramos ser felices por ignorancia deberían seguir atormentándonos (en el buen sentido de la palabra si es que lo tiene).
Creo realmente que se puede pensar mucho sobre esto.
Para mí, algo importante después de buscar el poema, leerlo, investigar sobre el asunto, etcétera, es que no debe tomarse la frase como consejo, sino como advertencia:
“Donde la ignorancia es felicidad, es una tontería querer saber”
Pienso esto porque las advertencias son justamente para evitar caer en las situaciones advertidas. No querer saber es la verdadera tontería, después de todo el ignorante no es feliz, porque ni sabe que lo es.
J. R. Lucks
(1) Eton College, fundado en 1440 por el rey Enrique VI de Inglaterra, tiene según su página WEB más de seis siglos educando jóvenes. www.etoncollege.com
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