domingo, febrero 14, 2010

Charlar con el viento

Cuesta hoy en día mirar la televisión, escuchar la radio, o leer un periódico sin espantarse, ¿cierto? Crímenes, accidentes, exaltación de lo degradante, múltiples crisis de lo que deje al televidente, oyente o lector, enganchado la mayor cantidad de tiempo posible.

Soy de los que cree que la cosa no está peor que siempre, el asunto es que ahora hay más canales, más radios, y un poco menos de pudor. Las bestias exaltadas, los adictos, los criminales siempre existieron, pero antes no se los “publicitaba” tanto. Guerras hubo siempre, pero sólo ahora las transmiten en directo. Todos los veranos hizo calor, pero ahora –con tanto medio de comunicación necesitado de audiencia– lo hacen noticia al titular: “explota la ciudad”, “el país es un horno”, etcétera. El amarillismo y la exageración se extendieron hasta la temperatura y la humedad.

Causa vértigo salir a la calle, porque todo lo que pasa en la tele “nos puede pasar”, ¿no es así? Incluso, ese desastre natural en un pueblo del medio de aquel lugar que no conocemos, del que nunca nos hubiésemos enterado antes pero que por ahora es noticia hasta que otro desastre o crimen o pelea de artistas lo destrone, se puede repetir en nuestra ciudad, ¿o no?, ¿no produce eso la globalización?

La realidad que los medios nos tiran por la cabeza produce dolor, lastima, agrede constantemente, por eso pareciera que vivir se ha convertido en un gran peligro.
Cuando terminé de pensar en eso, justo en el medio de un brote paranoico que me impedía incluso mirar para el costado, escuché un tema de un grupo de rock de nombre La Renga, que dice cosas así:

“Hoy me detuve en tu mirada que raja el velo del dolor
y supe que hay mucho más que percibir
en este mundo que todo lo muele y desgarra.

El águila muerte siempre vuelve y afina su aguda vista
hoy cualquiera puede morir sin saber cómo fue vivir.
Yo sólo espero, sin dormirme en mis sueños,
estar tan lejos, lejos de esa ignorancia”.

Claro, el asunto no es intentar un escape de los aludes o inundaciones globalizadas, o pretender esconderme de los crímenes que las fuerzas de seguridad no pueden controlar –o dejar de apañar. Lo que el “Chizzo” Nápoli, el autor del tema, teme, es a lo único que en realidad hay que tenerle miedo, a “morir sin saber cómo fue vivir”. Yo, como él, también espero estar muy lejos de esa ignorancia.

Qué buena forma de decir lo que deberíamos decirnos todos los días bien temprano. No es que sea yo fanático de La Renga, o de su tipo de música, pero una letra como esta debería escucharse más seguido. Que mágico es poder decir tanto con tan pocas palabras.

Habrá que discutir luego qué es vivir. Pero claro, ahí empezarán los entuertos. ¡Vivir es consumir!, me dirá el gerente de marketing y ventas del mundo globalizado. Disfrutar consumiendo. Comprando para consumir. Consumir, consumir, consumir, eso genera fuentes de trabajo, que a su vez hacen que el nivel de vida de la gente suba, para que puedan consumir, más, y más. Vivir es consumir.

No. No me cierra. Viene a mi mente la imagen de uno de esos pequeños animalitos de laboratorio (hamsters, ratas, cobayos), corriendo sin parar en una rueda sin fin sólo para provecho del científico que lo estudia o la diversión de su hijo, que consumen hasta la vida del bicho al que no dejan parar de correr.

Cada uno tendrá su pasión, la mía es reflexionar, leer, escribir. Tal vez la de alguno sea consumir, lo cuál no voy a criticar, pero ¿eso es vivir?, ¿reflexionar, leer, consumir? No creo. Reflexiono para vivir mejor. Leo para aprender y poder vivir más cosas. Consumo lo que necesito para vivir. Esto no es lo mismo que vivir para consumir, o vivir para escribir o leer.

No creo tener “la” respuesta. Que cada uno busque la suya, después de todo estas columnas no pretenden proveer respuestas, sólo son invitaciones a pensar. De lo que estoy seguro es que conectados a la televisión, o paralizados debajo de un diario amarillista, creyendo vivir de prestado en las vidas y los escándalos de otros, seguro nos morimos sin saber realmente cómo fue vivir.

Como me gustó el planteo del asunto que me acercó el “Chizzo”, dejo que él proponga algo que me parece bastante cercano a lo que podría ser una buena respuesta, aunque no tenga porqué ser la suya:

“Hoy que no hay tiempo que perder,
que todo anda a reloj,
que se destruye sin razón,
y la vida muere en un discurso,
y alguien se encarga de encerrarte,
y otro prepara el fin del mundo,
y tan lejana queda la esencia,
que sólo el hecho de encontrarte para mí
le da sentido, le da sentido a mi vida".

La pareja, el o la compañera, la base de la familia, la construcción de la sociedad desde su unidad más básica, la educación posterior de esa familia… Tal vez esté yo “estirando” un poco más de lo debido las palabras del poeta. No sé. Así leo yo la frase: “sólo el hecho de encontrarte para mí, le da sentido a mi vida”.

“Sólo eso, sólo eso
despierta en mí el viento que todo empuja
Sólo eso, sólo eso
qué más puedo esperar, sólo eso”.

Como dije no tengo respuestas, ni creo que usted quisiera que yo se las diese. Pero algo debe despertar en mí y en usted un viento que nos empuje para estar lejos de la ignorancia de morir sin saber como fue vivir. Y lo que sí dudo mucho es que lo encontremos en los amarillentos titulares que exaltan crímenes, desastres y desmanes.

Alguien hay (y si no, habrá ya que salir a encontrarlo) que nos haga olvidar de toda la porquería que nos exageran, y le de sentido a nuestras vidas como para querer que el mundo empiece de vuelta, que la humanidad se vuelva a fundar en un amor y en el fruto de ese amor. Ese, o esa, debe ser, con seguridad, un viento lo suficientemente fuerte. Dedíquele un rato a pensarlo, es muy probable que vivir tenga algo –mucho– que ver con eso. De ser así tal vez convenga apagar la tele o dejar el diario, y ponerse a conversar.


J. R. Lucks




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