Supuestamente el 21 de diciembre del año 2012, momento en que llega a su fin un calendario utilizado por el pueblo Maya, sucederán ciertas cuestiones en el conjunto de astros que rodea a la Tierra (alineamiento de planetas, explosiones solares, etcétera) que tendrán un efecto terrible en nuestro querido mundo, causando grandes cataclismos.
En esta versión del fin del mundo los humanos no tenemos la culpa. Sólo somos incapaces de evitarlo, o de darnos cuenta de lo que va a pasar con la suficiente anticipación como para no tener que estar corriendo a último momento.
Aparentemente sigue siendo más fácil saber que fue lo que pasó hace millones de años, con cosas como el Big Bang y el origen de la vida, que predecir el estado del clima y con mucha más razón el fin del mundo.
Estas cosas me hicieron pensar en que ya llegamos al fin de la primera década del siglo XXI (que termina al final del 2010). De hecho el 2012 ya forma parte de la segunda década. Mucha ciencia ficción había puesto fecha de caducidad a nuestro mundo por estos años. Así que o no falta demasiado para saber si nosotros mismos o algo externo que no podemos prever nos hará desaparecer, o si serán todos esos autores y profetas desmentidos.
Si nos va a pegar un meteorito gigante, o una explosión solar va a calentar el centro de la Tierra hasta que explotemos como una olla a presión, es probable que mucho no podamos hacer. Pero que tal si nosotros nos dejamos de romper el “barco” en el que vamos “navegando”.
Hace poco terminó una cumbre mundial para ponerse de acuerdo en qué hacer para evitar que se siga destruyendo el planeta, y nuestros maravillosos líderes no se pudieron poner de acuerdo. Es probable que sea porque como tienen en promedio un par de años más de mandato, y seguramente después se van a vivir a otra galaxia, ésta mucho no les importa.
Me puse a pensar cuanto gastaron para no ponerse de acuerdo, y cuantas vidas de niños desnutridos se hubiesen salvado si ese dinero se invertía en comida. O cuántos sueldos de maestros se hubiesen pagado para educar chicos que, al crecer, tal vez sí se preocupasen en serio por el calentamiento global (si es que para ese momento no es tarde).
Por eso estuve releyendo esa “Carta escrita en el 2070” (1) que circula por Internet , y me sonó mucho más real y concreta que lo que me sonaba cuando la leí por primera vez, no hace demasiado tiempo atrás. En ella alguien cuenta como vive dentro de 60 años y cómo, por falta de agua, la expectativa de vida vuelve a ser de cerca de 50 años al igual que unos cuántos siglos atrás. Se cuentan además algunas otras cosas también algo “aterradoras”, que desgraciadamente suenan cada vez más verosímiles. Es ciencia ficción, que comienza a transformarse en crónica periodística.
Lamentablemente me da la sensación de que estamos más cerca de eso que de la “predicción” que nos hace el autor de la saga de “Terminator”, que dice que para esta época, más o menos, vamos a haber creado computadoras tan inteligentes como para tomar el control y esclavizarnos.
No hay todavía autos voladores o viajes interestelares (apenas logramos mandar sondas a un par de planetas de nuestro propio sistema solar). Si bien nos gobiernan un montón de locos no hubo todavía una guerra nuclear, y no parece que en el futuro cercano las máquinas –o los primates amaestrados del “Planeta de los Simios”– nos vayan a esclavizar.
Parece que antes nos vamos a quedar sin agua, o vamos a tener que pagar para respirar, o vamos nosotros solitos a derretir el hielo de los polos y vamos a tener que vivir en “arcas”. ¿Patético no? Pero nuestros líderes no se ponen de acuerdo. Ellos probablemente no hagan nada. ¿Podremos hacer algo nosotros?
Enseguida me vino esto a la cabeza (también circula en diversas formas por Internet):
“Si lo abrió ¡Ciérrelo!
Si lo encendió ¡Apáguelo!
Si lo enchufó ¡Desenchúfelo!
Si lo ensució ¡Límpielo!
Si está usando algo ¡Cuídelo!
Si es gratis, no lo desperdicie.
Si algo le sirve, trátelo con cariño”.
Ahora ponga las palabras planeta, agua, medioambiente, fauna y flora, ecosistema, energía, aire, árboles, etcétera al final o al principio de cada oración, y eso le va a responder si podemos hacer algo. Una última frase de esta serie de consejos que creo puede servir dice:
“Si no puede hacer lo que quiere, trate de querer lo que hace”.
Puede sonar muy ingenua la poesía que me vino a la mente cuando me puse a pensar si podemos hacer algo desde cada uno de nosotros. Justamente por eso, porque tiene esa carga de idealismo y sencillez, es tal vez que tanto se usa en actos de fin de año de colegios y escuelas, donde los niños tienen que escucharla y creérsela. Ojalá nosotros nos creamos también, un poco, esta letra de Diego Torres:
“…
Saber que se puede, querer que se pueda
quitarse los miedos sacarlos afuera
…
tentar al futuro con el corazón.
…
Es mejor perderse que nunca embarcar
mejor tentarse a dejar de intentar
…
Sé que lo imposible se puede lograr
que la tristeza algún día se irá
y así será la vida cambia y cambiará”.
J. R. Lucks
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