El nombre se usa en al menos dos mitos. Uno en el que una pobre doncella con ese nombre termina, después del asesinato de su amado a manos del cíclope Polifemo, siendo la madre de Gálata y Celto, dioses de los pueblos de nombres homónimos.
El otro mito, que es el que me interesa compartir hoy, es el de Pigmalión, un rey de Chipre a quién como no le gustaba ninguna mujer, “fabrica” una (esculpiéndola en marfil) acabando enamorado de ella. Por obra de Venus (o Afrodita, dependiendo si siguen las “novelas” griegas o las romanas), diosa del amor, ésta termina cobrando vida.
A raíz de este mito luego se desarrollaron varias piezas literarias y teatrales, como la obra de 1916 de George Bernard Shaw, “Pigmalión”, sobre la cuál luego también se basó el musical “My Fair Lady” (Mi bella dama), de mitad del siglo XX. Pueden citarse otros ejemplos de piezas que han “usado” la idea, como los guiones de las películas “Mujer bonita”, o incluso “S1m0ne” (Simone). Tampoco tenemos que dejar de lado algunas adaptaciones un poco menos obvias (tal vez), como la que pudiera intuirse en la historia de Pinocho.
El poeta romano Ovidio, en “Las Metamorfosis”, cuenta una de las primeras versiones del mito. Aquí incluyo alguno de sus versos.
“… ofendido por los vicios
que numerosos a la mente femínea la naturaleza dio,
célibe de esposa vivía
y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía.
Entre tanto, níveo, con arte felizmente milagroso,
esculpió un marfil, y una forma le dio
con la que ninguna mujer nacer puede,
y de su obra concibió él amor…
…muchas veces las manos a su obra allega,
tanteando ellas si sea cuerpo o aquello marfil,
y todavía que marfil es no confiesa.
Los labios le besa, y que se le devuelve cree
y le habla y la sostiene
y está persuadido de que sus dedos se asientan
en esos miembros por ellos tocados,…
…tras cumplir él su ofrenda, ante las aras
se detuvo y tímidamente: “Si, dioses, dar todo podéis,
que sea la esposa mía, deseo” –sin atreverse a “la virgen
de marfil” decir– Pigmalión, “semejante”, dijo, “a la de marfil.”…
…Cuando volvió, los remedos busca él de su niña
y echándose en su diván le besó los labios:
que estaba templada le pareció;
le allega la boca de nuevo, con sus manos también los pechos le toca.
Tocado se ablanda el marfil y depuesto su rigor
en él se asientan sus dedos y cede,…”
Esto fue escrito por allá por los años en los que Cristo nacía, con lo cual, la “carga” machista de que el escultor estaba motivado a crear su propia mujer debido a “los numerosos vicios de la mente femenina”, es algo de lo que no me hago cargo (se pelean con Ovidio por favor, conmigo no). Yo solamente transcribo, no es eso lo que al menos a mí me pone a escribir.
Lo que me resulta interesante para esta invitación a la reflexión es el tema implícito de que uno se enamora de su obra, porque en definitiva la propia obra “es” uno. Lo que además sugiere que uno, en soledad, puede “crear” la perfección desde “su” punto de vista. Interesante, aunque tal vez (más bien seguramente) peligroso.
Pero el punto al que quiero llegar es que hay un par de damas a las que tal vez sí deberíamos poder “fabricar”, no necesariamente al gusto de cada uno, pero sí como pueblo, como nación.
Se me ocurrió pensar qué pasaría si como Pigmaliones nos dedicamos a “crear” a la señora República y a su amiga inseparable Justicia, ya que el arte las ha representado como mujeres desde casi siempre (al menos el occidental).
Qué le pondríamos como virtudes, si pudiésemos esculpirlas y luego por mérito a nuestras oraciones darles vida. Tal vez les daríamos equidad, sentido de justicia, bondad, inteligencia, integridad, visión de futuro para que siempre pensasen en las generaciones que vienen. ¿Qué más? Magnanimidad, generosidad, paciencia, vocación de servicio…
Acompáñeme pensando un minuto: ¿qué más le pondría a esas dos obras galatéicas?, para luego poder enamorarnos perdidamente de ellas, y por lo tanto respetarlas, no violarlas nunca, cuidarlas y nutrirlas todos los días, alimentarlas y dar todo por ellas, hasta que la muerte nos separe y no por obligación, sino por amor.
El mito original, como muchos de ellos, permitió luego hacer algunas otras derivaciones de lo que enseña. Una de estas derivaciones se terminó denominando: “Efecto Pigmalión”, estudiado básicamente por psicólogos, sociólogos y educadores.
Básicamente significa que, en mucho, el condicionamiento que ponemos en el trato o la educación de alguien termina reflejándose en el resultado. Tanto positiva como negativamente, si creemos que algo ha de suceder generamos una fuerza importante para que la cosa ocurra. Se puede pensar en la famosa expresión: es una profecía auto cumplida.
Si tratamos a alguien como ladrón, es probable que termine robando. Si educamos a alguien con amor y pensando que ha de lograr grandes cosas, es probable que para ese lado termine disparando. El efecto Pigmalión hace que la conducta del educador o formador influya sobre la autoestima del sujeto, y éste termine comportándose de la manera en la que se lo percibe o se lo induce. En definitiva, la “obra” es un reflejo del artista, que hace de ella “su” obra, “su” reflejo.
Aquí es donde me vuelvo a preguntar por las dos damas. La República y la Justicia, pero ahora me pregunto por las que tenemos, ¿no son las que nosotros esculpimos hasta ahora?, las que se han formado con el efecto Pigmalión que le imponemos. ¿No es así? Es interesante la “fantasía” de crearlas de nuevo en base a lo que consideramos bueno, pero: ¿y las que tenemos ahora quién las crea día a día?
La “pesadilla” galatéica que vivimos (si es que usted lector así también lo considera) es resultado de nuestra forma de ver, de vivir, de sentir, de formar a la República y a la Justicia, ¿o si empezamos de cero nuevamente las vamos a hacer bien? ¿Podremos de una vez empezar a darnos cuenta que lo que vemos en la calle no es más que una imagen reflejada de lo que somos?
Es probable que rehacer la República y la Justicia lleve algún tiempo. No vamos a poder empezar de cero. Las fantasías de los mitos son interesantes como material de estudio pero no dejan de ser fantasías. Si queremos que algún descendiente nuestro pueda algún día hablar nuevamente de sueño y no de pesadilla, tenemos que empezar hoy. La Justicia y la República van a ser tan nobles, tan solidarias, tan ecuánimes, tan lo que les parezca bueno y deseable como nosotros lo seamos.
Siempre habrá basura en la sociedad, pero no me cabe duda de que son y serán siempre minoría. No los dejemos tomar el cincel, ganémosle por abrumadora mayoría, expongamos su mugre y no los dejemos ser ellos los que fabrican y forman Repúblicas y Justicias.
J. R. Lucks
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