domingo, diciembre 27, 2009

Año nuevo…

Más allá del momento en que usted lea usted este comentario (ya que la magia de la letra escrita –impresa o electrónica– hace que pueda ser encontrada en cualquier momento), yo lo estoy escribiendo muy cerca del fin de un año.

Siendo el objetivo de estas columnas buscar en refranes ideas para reflexionar, qué mejor ejemplar para la época en la que escribo que:

“Año nuevo: vida nueva”

Siempre me resultó interesante esta “fantasía”, basada en que el “cambio” de año tiene “poder” para cambiar nuestra vida; particularmente si se está atravesando un mal momento, pues de estar pasándola bien seguramente querríamos que fuese: año nuevo, vida seguí como vas que vas bien.

El año deja de ser uno y empieza a ser el siguiente un día como cualquier otro; sólo que a ese día, el que inventó el calendario –alguien tan humano como usted o yo– lo puso en un lugar especial.

El día de año nuevo es aquel en el cual el Sol (más o menos) “vuelve” a estar en un determinado lugar del cielo (según nuestra visión, ya que en realidad el Sol no se mueve) porque la Tierra terminó de darle la vuelta, pero nada más. O sea, el día de año nuevo es como cualquier otra jornada, porque esto que acabo de describir pasa todos los días; la diferencia es que los lugares en donde el sol “vuelve” a estar son diferentes.

Cada día puede ser fin de año, si así lo queremos. De hecho cada día es fin de un año que empezó 365 días antes (para los que seguimos el calendario Gregoriano) sin importar que día de que mes sea. Cada día puede ser inicio de una nueva vida, si hacemos algo para que así sea. Sin embargo, el 31 de diciembre –para algunos de los miles de millones de habitantes de este planeta, no para todos– tiene una magia especial, motiva, le da a uno fuerzas “diferentes” para tomar impulso.

Se puede cambiar de vida el 28 de septiembre, o el 16 de marzo, pero esos días, excepto para los que nacieron en ellos, no son sino “otros” días en el calendario. El 31 de diciembre produce algo especial, y vale la pena aprovecharlo. Nuestra vida sólo va a cambiar si hacemos algo para que cambie, pero tomar impulso cuando las condiciones son mejores (aunque estas no sean más que imaginarias) es algo muy recomendable.

Hay un autor, llamado Ernie Zelinski, que en sus varios libros escribe sobre las actitudes que permiten pensar en una nueva vida. Esta primera cita (1), de uno de sus trabajos más conocidos, me parece apropiada para pensarla en un cambio de año:

“La vida es un juego. Las personas felices son los jugadores. Los que no lo están son normalmente los espectadores. ¿Cuál quiere usted ser?”

Nos pasa eso a veces ¿cierto?, nos quejamos desde la tribuna sin bajar al campo de juego. Vemos la vida como espectadores de una obra en la que hacemos a los demás protagonistas, nos quejamos de lo que hacen –o “nos” hacen– pero no bajamos nunca a poner nuestra transpiración y nuestras calorías en el lugar correcto.

Sería interesante tomar coraje y, para esta vida nueva que con la que deseamos iniciar el año, hacer algo diferente, actuar o “jugar” en vez de tanto mirar.
En otra de sus obras (2) , el mismo autor, escribe esto que también me pareció muy digno de ser tenido en cuenta, él dice:

“El éxito repentino sólo ocurre en los cuentos de hadas, en las novelas basura y en las películas malas”.

La perseverancia es otra cosa a tener en cuenta si uno quiere cambiar la vida, sobre todo en estos tiempos que vivimos en que todo es tan fugaz.

De tanto ver boxeadores o deportistas de película que se entrenan en cinco minutos, o cosas por el estilo, me parece que muchos nos desanimamos por no poder lograr lo que deseamos en un santiamén.

El esfuerzo sostenido, el trabajo constante, la capacidad de mantener relaciones o trabajos en el tiempo, no son cosas que estén de moda en la actualidad, pero el mundo llegó hasta acá básicamente por eso, ¿no? ¿No valdría la pena repensar un poco las cosas? ¿No será que muchas veces no logramos lo que nos proponemos porque no intentamos lo suficiente? ¿No será que muchos fracasos son lo que son por no esperar a que las cosas maduren, o se calmen, o se estabilicen? ¿No será que nuestra vida no cambia porque no nos damos el tiempo de cambiarla?

La educación, la clave y la llave de un mundo mejor, requiere de tiempo, paciencia, compromiso. No sigamos destruyendo nuestro futuro y el de nuestros hijos por no ocuparnos lo suficiente. Nuestra vida probablemente no sea un cuento de hadas, que tal si no la transformamos en una novela basura o en una película mala por no darle atención a lo más importante que podemos dejarle a los niños.

Una última frase de este autor, de otro de sus escritos (3) , nos incita a pensar y pensarnos de vuelta diciéndonos:

“Imagine que está en control de su vida. Ahora, la pregunta es: ¿Por qué tiene que imaginarlo?”

Una respuesta posible es porque se prefiere imaginar en vez de asumir la responsabilidad. El resultado de esta postura es seguramente catastrófico. Nadie niega que pasen cosas incontrolables en nuestra vida. Lo que también es cierto es que el qué hacemos con ellas es prerrogativa nuestra.

Año nuevo vida nueva, pero no mágicamente. Año nuevo vida nueva tomando control de la misma, bajando de la tribuna para ser protagonista, con la certeza de que los esfuerzos que hagamos, eventualmente –con esmero y paciencia–, darán resultados.

Si está leyendo esto a fin de año, bien; buen momento para pensar y decidir hacer algo, porque la deseada vida nueva no va a aparecer mágicamente saliendo de la botella con la que vaya a brindar.

Si no, si está leyendo esto el 3 de junio, o el 25 de octubre, o en cualquier otro día del año, no se preocupe, para alguna religión o secta, en algún calendario de la antigüedad olvidado pero no por eso inválido, para alguna otra raza que mora en alguno de los cientos de millones de mundos posibles, hoy, justamente hoy, es año nuevo, así que aproveche y “hágase” una vida nueva si realmente lo desea.



J. R. Lucks



Referencias

(1) El éxito de los perezosos. Ernie Zelinski. Ediciones B, 2003.

(2) 101 Cosas que ya sabes, pero siempre olvidas. Ernie Zelinski. Planeta, 2007.

(3) El arte de mejorar nuestra calidad de vida. Ernie Zelinski. Amat Editorial, 2003.




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domingo, diciembre 20, 2009

Podemos arreglarlo

Hay un tema de The Beatles, compuesto por Paul McCartney y John Lennon en un aparentemente “raro” ejemplo de colaboración entre ellos, que tiene por título “We can work it out”, o sea el mismo título con el que se ha bautizado esta columna.

Parece que McCartney, en las estrofas de su autoría, le decía a una novia que se alejaba de él para seguir su carrera teatral, que podían arreglarlo si ella viese las cosas como él lo hacía. El poema que da letra a la canción, con algunas frases de Paul y otras de John, dice algo así:

“Trata de verlo a mi manera.
¿Tengo que seguir hablando hasta que no pueda más?
Mientras lo ves a tu manera,
corremos el riesgo de darnos cuenta que nuestro amor pronto se perderá.

Podemos arreglarlo.
Podemos arreglarlo.

Piensa lo que dices.
Puedes estar equivocada y aún así pensar que tienes razón.

La vida es muy corta, y no hay tiempo
para discutir y pelear mi amigo.
Yo siempre pensé que es un crimen,
por eso te vuelvo a decir.
Trata de verlo a mi manera…
…”

La escuché miles de veces, la leí, la pensé, la repensé, y no puedo sacarme de la cabeza el pedido que percibo como excluyente: “trata de verlo a MI manera”.

No es mi intención criticar la letra, ya que al hacerlo sin contar la historia completa la estaría sacando de contexto. Tendría que haber vivido la situación para saber si lo que voy a decir aplica a Paul y a su novia o no, por lo tanto no es para con ellos.

Lo cierto es que la mayor parte de la gente que escucha la canción tampoco vivió la historia, y por lo tanto sólo le llegan las palabras; siendo así, lo que no me termina de convencer, como para que sea tomado literalmente, es el pedido de ver las cosas desde un punto de vista –el del que pide– a cambio del otro, en lugar del otro.

Somos expertos en decirles a los demás cómo por ver las cosas como las ven es que se equivocan. Tal vez no lo seamos tanto en meditar si nuestro punto de vista no será el errado.

Yo veo las cosas desde mi punto de vista, desde allí es que decido, pienso, juzgo. Usted ve desde su punto de vista, y desde ese lugar hace lo mismo que yo. No está mal, así es. En algunas cosas coincidimos y en otras no.

En las faltas de coincidencia nos podemos pedir “mirarlo” desde otro punto de vista, pero mirar es una cosa y ver es otra. No sé si puede realmente ver desde un punto de vista ajeno. De cualquier forma, lo que no deberíamos es pedir reemplazar una visión o una mirada por la otra, eso es asumir que el otro está completamente equivocado y que la propia visión es la verdad absoluta.

Soy de los que está “brutalmente” de acuerdo en tratar de ponerse en el lugar de la persona con la que se interactúa, sobre todo si estamos en desacuerdo; pero no para “dejar” de ser yo y transformarme en esa otra persona, sino para hacer el esfuerzo de intentar pensar como el otro, para tratar de percibir las diferencias, no necesariamente para tener que perderme en una mirada o en un pensamiento ajeno.

Mi punto de vista debería poder enriquecerse con la mirada del otro, y viceversa, no necesariamente intercambiarse. No debería ser un: “lo tuyo o lo mío”. ¡Basta de maniqueísmo! ¡Basta de exclusión!

Harta la gente que cree tener razón y considera, por lo tanto, que el único problema es que los demás aún no vieron las cosas desde su punto de vista. Puedo decir esto, desgraciadamente, porque en gran medida yo soy así. Lucho para morigerar los efectos de mi tozudez y falta de perspectiva, y percibo inmediatamente en otros esos mismos defectos que a mí me cuesta tanto dominar (proyección, según mis amigas psicoanalistas).

Por eso me planteo muy seguido: que tal pensar en crecimientos, en mejoras de los puntos de vista. Que tal si uniendo los dos puntos de vista, como en geometría, trazamos una línea que sea más que dos puntos individuales. No digo que sea fácil, acabo de confesar que a mí me cuesta, pero eso no me desanima a seguir intentando.

Que tal si cada uno mantiene su punto de vista pero comparte la visión del otro en esta línea que se acaba de formar, y se busca una solución que sea más y mejor de lo que las soluciones individuales pudiesen haber sido. Basta de MI punto de vista o TU punto de vista. Que la línea represente NUESTRO (nuevo, recién nacido, sinérgico) punto de vista, que la línea una puntos de vista.

Vivo en una ciudad moderna (tal vez) y conflictiva (eso sin duda). Cortes de calles, inseguridad, protestas, violencia verbal en los medios... Todos puntos de vista individuales que quieren ser tenidos en cuenta sin hacer nada por los demás. Mayorías que ganan y gobiernan como si nadie más existiese, y minorías que paran la ciudad o traban cualquier iniciativa porque su punto de vista no es tenido en cuenta. Ninguno busca un punto intermedio, ninguno dibuja “líneas” entre los puntos de vista. Tiranos unos y los otros, en eso sí coinciden. Se habla de consensos, siempre y cuando se haga lo que cada uno quiere (imposible). Se habla de propuestas superadoras (retórica pura que sólo pretende cambiar una opinión por otra, generalmente incompatible).

Aunque si lo pienso dos veces me doy cuenta de que no es mi país y mi ciudad solamente, es un poco el mundo así también, con los subsidios agrícolas que distorsionan mercados, y el calentamiento global que parece importar sólo en las conferencias, y las deudas externas, y el desarrollo de los países que no se desarrollan, y la ayuda humanitaria que no llega, y la que sí llega pero después de la guerra estúpida creada por el mismo que lleva la ayuda, etcétera. Allí también hay sólo puntos de vista y no líneas, allí también hay retórica barata y poca geometría de unificación. ¿Podremos arreglarlo?

Reflexionando sobre esto se me ocurrió que no sólo valdría la pena pensar en la geometría bidimensional. Que tal si pensamos en el espacio, si le damos "volumen" a nuestro pensamiento. Que tal si incorporamos los puntos de vista de los que vienen a vivir el mundo que les estamos destruyendo: nuestros hijos y nietos. Que tal si cuando decidimos ya no sólo lo hacemos egoístamente pensando en nuestro punto de vista; si además agregamos otros de “prójimos”, cercanos y lejanos, y trazamos líneas; y además, como si esto fuese poco, incorporamos los de los que van a venir y entonces dibujamos planos, figuras…

¡Utopías!… utopías mías… ¿o no?... ¿podremos arreglarlo?

Sí podemos, pero antes tendríamos que decidirnos. Eso sí, por favor, no lo vean desde mi punto de vista solamente. Compartamos puntos de vista, empecemos a trazar líneas.

J. R. Lucks





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domingo, diciembre 13, 2009

Hacer y hacerse

Volví a escuchar, hace unos días, una frase proveniente de la filosofía de Jean Paul Sartre que asegura lo siguiente:

“Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

Siempre me pareció ésta una idea poderosísima. Más que una idea, en realidad, una cantidad de ideas empaquetadas en una frase tan compacta y armoniosa, que podría incluso ser slogan de una marca de zapatillas, de alguna bebida espirituosa, o de alguna empresa de telefonía móvil.
Permítaseme practicarle una disección.

La segunda parte siempre me incomodó: “…lo que hicieron de él”, o ella. O sea: nos hacen. Estamos “hechos” por otros. Es en gran medida cierto: nos educan; nos condicionan; nos enseñan; nos exponen a ciertas cosas y a otras no, y a partir de allí somos de una manera y no de otra.

Sé que es así, pero se produce en mí una rebelión; no me gusta, me parece demasiado pasivo. Aunque creo, por desgracia, que es innegable que pueda considerarse a demasiados de nosotros como no mucho más que receptáculos en los que padres, maestros, amigos, cultura, televisión, diarios, etcétera, vacían sus “contenidos”; algunos de ellos haciéndolo con amor, otros como si llenaran un pozo ciego (negro, séptico).

“Dime con quien andas y te diré quien eres”.

Por algo este refrán es refrán. “Eres” con quién andas. Aquellos con los que andas te hacer “ser” lo que eres. Me parece un poco exagerado, aunque con mucho de verdad.

Pero, en mi opinión, no para todos es tan así como le leo a Sarte. Es cierto que las influencias externas son fundamentales en la formación, pero algunas de las mías las elegí yo. No estoy “condenado” a ser pasivo (si algún psicoanalista está leyendo esto seguro saca conclusiones interesantes). A mí Nietzsche no me vino a buscar, tampoco Sarte mismo, o Lao Tse y así cientos más. No me los enseñaron en mi casa o en la escuela, simplemente me los fui encontrando o buscando, los fui incorporando, completos o no, creyéndoles todo, parte o nada.

Algo de lo que soy no es lo que hicieron de mí, sino lo que yo hice de mí. No me resigno a ser sólo lo que hago con lo que alguien más hizo de mí. No sólo eso, pretendo ser más que lo que logro hacer, con lo que hicieron e hice de mí. Quiero tener el poder de saber que si hay algo que aún no puedo hacer, no estoy atrapado, sino que me puedo hacer a mí mismo capaz haciéndome más de lo que soy. No quiero límites a lo que soy, ni tampoco autorías totalmente ajenas.

Defendiendo la frase Sartreana me diría: te hacés más porque alguien hizo de vos una persona con intereses y voluntad de crecer. Puede ser. Pero la misma genética no deja hermanos idénticos, ni siquiera la misma crianza o educación. Puede ser que seamos meras consecuencias de algo externo a nosotros, pero no me lo creo. Prefiero no creérmelo. Prefiero creer que mi voluntad de ser me hace ser más de lo que hicieron de otros de mí.

Siguiendo con la disección, la primera parte de la frase del amigo Jean no es menos “polémica”: “Soy lo que hago…”. Reduciéndola podría decir: hago casas, soy albañil; hago asientos contables, soy contador. No me convence, soy más de lo que hago. Hago lo que puedo, lo que me sale, pero soy más que eso. Lo que hago es historia, está hecho; sin embargo parte de lo que soy es potencial, proyectos, ilusiones, ideales, es futuro, es capacidad por desarrollar, es algo que todavía no hice.

Sé que es injusto de mi parte “pelearme” con Sarte sin dejarlo defenderse. Está claro que coincido en que hacer es importante. La intención se manifiesta verdaderamente sólo en la acción. Para muchas filosofías no “existe” lo que no se percibe, lo que no tiene una manifestación sensible; para ellas, podría exagerarse: si no hago no soy. No estoy de acuerdo en un ciento por ciento, pero entiendo el sentido básico de esta idea y me parece razonable.

Un refrán interesante en este orden de ideas nos enumera:

“Hay tres clase de hombres: los que hacen, los que ven hacer, y los que se preguntan porqué les han hecho lo que les hicieron”.

Evidentemente quiero ser de los primeros. Ser espectador no fue nunca mi rol preferido, y el de víctima siempre me pareció patético. Pero el hacer es sólo una parte del ser. Hacer es muchas veces equivocarse, y no se es un error. Defendiendo, nuevamente, la literalidad de la frase de Sarte me diría a mí mismo: “es que si te equivocas no es que seas un error, es que tu error demuestra que no eres perfecto, demuestra que eres humano”. Si claro.

Como se habrá dado cuenta el lector estoy pensando en el papel en el que escribo. No tengo conclusiones, sólo pensamientos… después de todo esto no es más que una invitación a pensar; esto no es ni pretende ser una clase magistral.

Lo que sí me gusta de la frase, definitivamente, es que pone la responsabilidad en uno, en lo que uno hace con lo que es (sea que otros nos hayan hecho o que hayamos participado de la obra). Hablando en refranes se podría decir:

“A lo hecho, pecho”.

Creo ser más que lo que hago, creo ser más que lo que los demás hacen de mí, creo que Sarte sintetizó muy bien un montón de ideas en esta frase (aunque no esté de acuerdo con varias de las cosas que piensa y enseña), y estoy seguro de que me gustaría muchísimo poder tomarme (haber podido tomarme) un café con él y discutir sobre estos asuntos.

Es lamentable pensar que haya humanos que no hacen nada. Otros que no participen de la obra de hacerse a sí mismos, o que se dejan hacer por publicidades o modas. Cualquiera de los dos tipos, de los que lamentablemente creo hay cada día más, responden tal vez a este otro refrán:

“Hay muchos tontos que nacen, pero son más los que se hacen”.

No leo el “hacen” como sinónimo de fingir, sino de fabricarse a sí mismos. Se hacen tontos no haciendo nada, o se dejan hacer tontos por alguien que solamente los hace vivir para comprar la última oferta, o seguir la última tendencia de la fugaz moda.

Puede estar o no de acuerdo conmigo, pero si “aguantó” este comentario hasta aquí, con seguridad, es porque usted es lo suficientemente humano como para no dejarse hacer solamente por otros, o para nada más sentarse a ver qué es lo que hacen los demás. Salud por eso.

Espero realmente que la “rebeldía” que muestran las nuevas generaciones, mucho más autodeterminadas de lo que fuimos yo y la mía, los lleve a hacer y hacerse por sí.

En el “pasado” nos dejábamos influir más por la autoridad, por los modelos sociales, por las grandes o pequeñas religiones, y es así que en gran parte nos hicieron lo que somos. Los jóvenes de hoy se rebelan a todo eso. Espero realmente que los que quieran hacerlos ahora, en pantallas gigantes y a todo color, no logren atraparlos para siempre.

Si aplican su rebeldía (que ¿quién les hizo?, le preguntaría yo a Sarte entre café y café) a ser lo que quieren, muy probablemente su futuro sea mejor que nuestro presente. Salud por eso también.


J. R. Lucks





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domingo, diciembre 06, 2009

Sueño Galatéico… o pesadilla

Galatea fue siempre para mí un personaje interesantísimo de la mitología. Su nombre tiene que ver con la blancura, por comparación con la leche. De la palabra original en griego, gala –que significa leche–, derivan otras relacionadas, como por ejemplo galaxia (vía láctea).

El nombre se usa en al menos dos mitos. Uno en el que una pobre doncella con ese nombre termina, después del asesinato de su amado a manos del cíclope Polifemo, siendo la madre de Gálata y Celto, dioses de los pueblos de nombres homónimos.

El otro mito, que es el que me interesa compartir hoy, es el de Pigmalión, un rey de Chipre a quién como no le gustaba ninguna mujer, “fabrica” una (esculpiéndola en marfil) acabando enamorado de ella. Por obra de Venus (o Afrodita, dependiendo si siguen las “novelas” griegas o las romanas), diosa del amor, ésta termina cobrando vida.

A raíz de este mito luego se desarrollaron varias piezas literarias y teatrales, como la obra de 1916 de George Bernard Shaw, “Pigmalión”, sobre la cuál luego también se basó el musical “My Fair Lady” (Mi bella dama), de mitad del siglo XX. Pueden citarse otros ejemplos de piezas que han “usado” la idea, como los guiones de las películas “Mujer bonita”, o incluso “S1m0ne” (Simone). Tampoco tenemos que dejar de lado algunas adaptaciones un poco menos obvias (tal vez), como la que pudiera intuirse en la historia de Pinocho.

El poeta romano Ovidio, en “Las Metamorfosis”, cuenta una de las primeras versiones del mito. Aquí incluyo alguno de sus versos.

“… ofendido por los vicios
que numerosos a la mente femínea la naturaleza dio,
célibe de esposa vivía
y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía.

Entre tanto, níveo, con arte felizmente milagroso,
esculpió un marfil, y una forma le dio
con la que ninguna mujer nacer puede,
y de su obra concibió él amor…

…muchas veces las manos a su obra allega,
tanteando ellas si sea cuerpo o aquello marfil,
y todavía que marfil es no confiesa.

Los labios le besa, y que se le devuelve cree
y le habla y la sostiene
y está persuadido de que sus dedos se asientan
en esos miembros por ellos tocados,…

…tras cumplir él su ofrenda, ante las aras
se detuvo y tímidamente: “Si, dioses, dar todo podéis,
que sea la esposa mía, deseo” –sin atreverse a “la virgen
de marfil” decir– Pigmalión, “semejante”, dijo, “a la de marfil.”…

…Cuando volvió, los remedos busca él de su niña
y echándose en su diván le besó los labios:
que estaba templada le pareció;
le allega la boca de nuevo, con sus manos también los pechos le toca.
Tocado se ablanda el marfil y depuesto su rigor
en él se asientan sus dedos y cede,…”

Esto fue escrito por allá por los años en los que Cristo nacía, con lo cual, la “carga” machista de que el escultor estaba motivado a crear su propia mujer debido a “los numerosos vicios de la mente femenina”, es algo de lo que no me hago cargo (se pelean con Ovidio por favor, conmigo no). Yo solamente transcribo, no es eso lo que al menos a mí me pone a escribir.

Lo que me resulta interesante para esta invitación a la reflexión es el tema implícito de que uno se enamora de su obra, porque en definitiva la propia obra “es” uno. Lo que además sugiere que uno, en soledad, puede “crear” la perfección desde “su” punto de vista. Interesante, aunque tal vez (más bien seguramente) peligroso.

Pero el punto al que quiero llegar es que hay un par de damas a las que tal vez sí deberíamos poder “fabricar”, no necesariamente al gusto de cada uno, pero sí como pueblo, como nación.

Se me ocurrió pensar qué pasaría si como Pigmaliones nos dedicamos a “crear” a la señora República y a su amiga inseparable Justicia, ya que el arte las ha representado como mujeres desde casi siempre (al menos el occidental).

Qué le pondríamos como virtudes, si pudiésemos esculpirlas y luego por mérito a nuestras oraciones darles vida. Tal vez les daríamos equidad, sentido de justicia, bondad, inteligencia, integridad, visión de futuro para que siempre pensasen en las generaciones que vienen. ¿Qué más? Magnanimidad, generosidad, paciencia, vocación de servicio…

Acompáñeme pensando un minuto: ¿qué más le pondría a esas dos obras galatéicas?, para luego poder enamorarnos perdidamente de ellas, y por lo tanto respetarlas, no violarlas nunca, cuidarlas y nutrirlas todos los días, alimentarlas y dar todo por ellas, hasta que la muerte nos separe y no por obligación, sino por amor.

El mito original, como muchos de ellos, permitió luego hacer algunas otras derivaciones de lo que enseña. Una de estas derivaciones se terminó denominando: “Efecto Pigmalión”, estudiado básicamente por psicólogos, sociólogos y educadores.

Básicamente significa que, en mucho, el condicionamiento que ponemos en el trato o la educación de alguien termina reflejándose en el resultado. Tanto positiva como negativamente, si creemos que algo ha de suceder generamos una fuerza importante para que la cosa ocurra. Se puede pensar en la famosa expresión: es una profecía auto cumplida.

Si tratamos a alguien como ladrón, es probable que termine robando. Si educamos a alguien con amor y pensando que ha de lograr grandes cosas, es probable que para ese lado termine disparando. El efecto Pigmalión hace que la conducta del educador o formador influya sobre la autoestima del sujeto, y éste termine comportándose de la manera en la que se lo percibe o se lo induce. En definitiva, la “obra” es un reflejo del artista, que hace de ella “su” obra, “su” reflejo.

Aquí es donde me vuelvo a preguntar por las dos damas. La República y la Justicia, pero ahora me pregunto por las que tenemos, ¿no son las que nosotros esculpimos hasta ahora?, las que se han formado con el efecto Pigmalión que le imponemos. ¿No es así? Es interesante la “fantasía” de crearlas de nuevo en base a lo que consideramos bueno, pero: ¿y las que tenemos ahora quién las crea día a día?

La “pesadilla” galatéica que vivimos (si es que usted lector así también lo considera) es resultado de nuestra forma de ver, de vivir, de sentir, de formar a la República y a la Justicia, ¿o si empezamos de cero nuevamente las vamos a hacer bien? ¿Podremos de una vez empezar a darnos cuenta que lo que vemos en la calle no es más que una imagen reflejada de lo que somos?

Es probable que rehacer la República y la Justicia lleve algún tiempo. No vamos a poder empezar de cero. Las fantasías de los mitos son interesantes como material de estudio pero no dejan de ser fantasías. Si queremos que algún descendiente nuestro pueda algún día hablar nuevamente de sueño y no de pesadilla, tenemos que empezar hoy. La Justicia y la República van a ser tan nobles, tan solidarias, tan ecuánimes, tan lo que les parezca bueno y deseable como nosotros lo seamos.

Siempre habrá basura en la sociedad, pero no me cabe duda de que son y serán siempre minoría. No los dejemos tomar el cincel, ganémosle por abrumadora mayoría, expongamos su mugre y no los dejemos ser ellos los que fabrican y forman Repúblicas y Justicias.


J. R. Lucks




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