“Las cosas más importantes de la vida no son cosas”.
Interesante. ¿Si no son cosas que son? Se me ocurrió una lista de “cosas que no son cosas”, y que por no serlo deberían ser importantes:
1. Personas
2. Sentimientos
Definitivamente estas no son cosas, y son importantes. Pero por estas “no cosas” es difícil cobrar, y en el mundo de consumo que vivimos esto es falta mortal. Así que me puse a pensar otras que otras “cosas que no son cosas” sí se pueden vender:
1. Música
2. El efecto que causan las drogas
3. Sexo
4. Actividades excitantes
5. Deportes
6. … y la verdad que muchas más.
Algunas de ésta última lista son buenas, otras malas, pero ninguna es una cosas en sí. Aunque algunas necesiten de cosas para poder consumirlas o “disfrutarlas”.
Entonces me vino a la mente algo relacionado con estas palabras que se ponen de moda, y la palabra a la que me refiero es: sensación.
El sentir, al menos en el hombre, tiene dos vertientes:
1. Los hombres (los animales también) sienten por sus sentidos. El tacto, el olfato, el oído, el gusto y la vista. Por estos cinco maravillosos regalos de Dios, o de la naturaleza, el hombre siente: sensaciones.
2. Los hombres (tal vez los animales también) tienen además sentimientos. Algunos buenos: amor, compasión, fraternidad, amistad. Algunos malos si no se los canaliza correctamente: el odio (que no es malo si por ejemplo odiamos las injusticias y hacemos algo para evitarlas) o la envidia (que tampoco es mala si luego de la comparación que nos la causa nos esforzamos, sin molestar a nadie, para alcanzar ese estado de bienestar que la produjo).
¿Entonces? El mundo de consumo se enamoró de las sensaciones. Por todas y cada una se puede fabricar alguna cosa vendible, sea la cosa un televisor que transmite un evento deportivo, o un equipo de audio con el que escuchar música, o un hotel en el cual tener sexo casual, o…, lo que sea por lo que vía una sensación se pueda cobrar algo, alquilar algo, hacer que alguien pague por algo.
No creo que sean malas las sensaciones, al contrario, la sensación de frescura que se siente en un campo sobre el que acaba de llover es una de las que más me gusta, y es gratis… bueno, ya alguien la puso en un aerosol para que pueda sentirla en mi departamento de ciudad, donde no hay pasto ni en la plaza. Pero eso no quita lo bueno de la sensación.
Seriamente no estoy en contra de las sensaciones, pero sí estoy a favor de los sentimientos. Esos, me los puedan cobrar o no, le dan motor a mis acciones pero en lo que es importante, en la relación con otras personas, y no solo para sentirlas vía el tacto, sino para vivir con ellas, para con-vivir.
Tanto nos dedicamos a las sensaciones (porque nos hacen dedicar), que me parece que muchas veces dejamos de lado los sentimientos.
La familia, la unidad mínima de la sociedad que nos trajo hasta acá como especie animal “privilegiada”, no se basa en sensaciones, se basa en sentimientos. Claro que los cinco sentidos pueden maravillarse en un ambiente familiar, pero no alcanza con eso. Tal vez en algún momento las sensaciones de vivir con las mismas personas mucho tiempo no sean las mejores, o al menos no tan exóticas como las que se nos proponen desde alguna publicidad o tendencia de consumo. Ahí son los sentimientos los que deben estar, para que la familia se mantenga y las sensaciones agradables vuelvan.
El refrán no dice que las cosas no sean importantes. Solo sugiere que no son lo más importante. Yo lo re expresaría:
Los “sentires” mas importantes no son las sensaciones, son los sentimientos.
Tengamos todas las sensaciones que queramos, deleitémonos con toda la variedad de ofertas de gustos y sabores que se nos ofrece para que no se nos ocurra dejar de consumir, pero tengamos claro que más importantes que esas sensaciones, son nuestros sentimientos.
Las sensaciones tienen límite. Hay sólo una cantidad de gustos de helado que probar antes de que nos cansemos de comer helado. Los sentimientos son inagotables, el amor, la amistad, producen y se reproducen todos los días si los cultivamos.
El hombre ha inventado mucho, casi todo referido a las cosas, o a lo sensible vía sensaciones. El amor que sentimos ahora no debe ser muy diferente del que sentían los romanos o los griegos en el siglo primero, aunque ellos no tuvieran a mano un helado de frutos del bosque con crema celeste al oporto bañada con salsa de cilantro tibio.
No caigamos en el error de vivir sólo de sensaciones, o de poner en peligro sentimientos por algunas sensaciones que son siempre pasajeras. Podemos perder los sentidos por accidente o negligencia, o al menos la sensibilidad que nos permite captar diversas sensaciones.
Perder la sensibilidad en cuanto a los sentimientos, en cambio, es algo que “decidimos”. Nos pueden cortar una mano o podemos perder el olfato de tanto inhalar porquerías, pero nadie o nada externo nos puede hacer dejar de amar, o de sentir compasión. No hay accidente que nos corte la capacidad de sentir sentimientos, “decidimos” dejar de sentirlos, o de darles la importancia que tienen.
Cuando se trata de sentimientos, decidamos bien, son más importantes que las sensaciones aunque no haya comerciales que los publiciten.
J. R. Lucks
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