Queremos las cosas ya. Inmediatamente. La información, los placeres, los gustos. Lo disfrutable lo es más si es ya, ahora, en este momento, en este instante… como si no hubiese mañana, como si no fuese a haber futuro.
El refrán por excelencia para soportar este afán de inmediatez, esta desesperación por lo rápido, por lo urgente, es tal vez uno de los más conocidos:
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
En realidad se ha refinado un poco; así es que nos recomiendan:
“No dejes para mañana lo que puedas comprar, hoy. Créditos al instante”
O podría ser:
“No dejes para mañana las vacaciones en este lugar paradisíaco. Con los cambios en el clima es probable que se desertifique prontamente.”
Hasta tal vez:
“No dejes para mañana lo que puedas consumir hoy. Mañana tal vez ya no esté de moda y no pueda vendértelo”
Seguramente estoy exagerando, pero siguiendo la misma línea de pensamiento prefiero no dejar para mañana lo que puedo exagerar hoy. Tal vez mañana, muy probablemente si seguimos como vamos, ya no sea una exageración.
Inmediato quiere decir que sucede sin tardanza, enseguida; pero también cercano, contiguo, próximo… prójimo. Es interesante porque el prefijo in, que en muchas palabras significa negación (in-moral por ejemplo), aquí significa “en”, o “dentro”. O sea inmediato es: en lo mediato, en el medio, en el momento en el que estamos, en el lugar en el que estamos.
Inmediato es urgente. Como el refrán sugiere: hoy, no mañana. El problema, para los que lo vemos, es a qué le damos urgencia. Como casi siempre la culpa no es del martillo sino del que lo empuña.
Que tal si en lo inmediato nos preocupamos por atender lo verdaderamente inmediato, o sea lo próximo, lo cercano, lo que nos requiere, los que nos grita por favor que lo atendamos. Que tal esta lista de cosas próximas que son inmediatas:
• Hijos que necesitan límites.
• Vecinos con necesidades.
• Niños con hambre.
• Gente sin trabajo a la cuál pudiésemos ayudar.
• Corrupciones que denunciar.
• Parientes que necesitan una mano; o ni tanto, tal vez una oreja; o inclusive menos, una sonrisa.
¿Por qué dejar eso para mañana? ¿Por qué al ser inmediatistas lo somos sólo para algunas cosas? ¿Por qué no ponemos en serio de moda la palabra inmediato y nos dedicamos con urgencia a resolver temas que una vez resueltos, en lo inmediato, dejen de hipotecar el futuro en el que parecemos no creer pero que es tan indefectible como la muerte? ¿Qué tal educar en lo inmediato, para que no tengamos que sufrir la cercanía, la inmediatez, de la pobreza de los que no saben y por eso no pueden? ¿Qué tal construir en lo inmediato medios para que tengamos un país mejor, y no tengamos que sufrir la proximidad, la inmediatez, de la inseguridad que nosotros mismos producimos?
Tal vez me haya equivocado, como tantas otras veces, y lo que esté de moda no sea la inmediatez. Tal vez lo que está de moda es la in-madurez, la falta de ese crecimiento que nos hace discernir qué es lo que hay que hacer hoy y no dejar para mañana, porque si lo dejamos hoy el mañana va a ser una porquería.
Como siempre soy optimista, tal vez no en los resultados inmediatos, pero sí en un mañana en el cual inmediatamente me tengo que poner a trabajar: con mis actitudes, con mis hechos y no sólo con mis palabras, con la educación que les doy a mis hijos… con lo que definitivamente no debo dejar para mañana.
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