Me movió a pensar en esto de los consensos un poema que releí de Sor Juana Inés de la Cruz, llamado: “Finjamos que soy Feliz”. Un fragmento del mismo dice así:
“…
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.
A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.
El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.
Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.
…”
Y eso que Sor Juana estaba en un convento en el que, probablemente, no hubiese mucho lugar para el disenso, o sea para sentir, pensar u opinar diferente.
¿Será factible el consenso?, ¿podremos opinar igual?, ¿hará falta que opinemos, sintamos o pensemos igual?
Muchos de los que se llenan la boca con el consenso son en realidad intolerantes que lo único que quieren es que se haga lo que ellos dicen, o sea que el otro haga lo que a ellos se les ocurre. Obviamente hablo de mis amigos los políticos. En general los que piden consenso son los que no están en el poder… hasta que llegan a el, una vez allí, ya no les parece tan seductor el escuchar al otro.
Pareciera que el consenso, de poder existir, es la solución sub-óptima, porque si Sor Juana tiene razón –lo cuál es muy probable– partimos de puntos de vista diferentes; o tiene razón uno o el otro. Para lograr un consenso, un punto medio, ambas partes deberán dejar de pensar algo de lo que piensan, ignorar parte de sus opiniones.
Esta es la versión de consenso que muchos tienen, lamentablemente, y por eso es difícil llegar allí.
A mí me gusta pensar de otra forma, el consenso no es dejar parte de lo que pienso u opino de lado para no tener que matarme contra el otro. El consenso puede ser creativo, educativo. Mi punto de vista es parcial, igual que el del otro, el consenso se logra cuando ambos nos “educamos” en lo que aún no pensamos, en lo que aún no hemos sentido u opinado. Cuando con más información, ambas partes, miramos nuevamente la realidad, el consenso comienza a ser más razonable, más posible.
Son Juana tiene razón, pensamos distinto, sentimos distinto, pero en mi opinión es muchas veces por ignorancia, por no saber lo que el otro piensa y por no poder ver desde el punto de vista del otro.
Para definir con-senso, usé una palabra que me gusta más: co-laboración. Trabajar junto con otros es más fácil que pensar y sentir lo mismo. ¿Qué tal si buscamos cosas en las cuales se pueda co-laborar?, aun si no hay consenso en el cómo. Soy un convencido de que si todos trabajamos en lo mismo, aunque opinemos diferente en algunas cosas, vamos a lograr más que si tratamos de llevarle la contra a Sor Juana.
El consenso es bueno, es crecer, es encontrar una verdad más allá de la propia verdad, no es perder un pedazo de opinión. Trabajemos para eso, pongámonos de una vez, y en serio, a “co-laburar”.
J. R. Lucks
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