domingo, junio 21, 2009

El árbol es un problema en el mundo del revés

Una empresa productora de automóviles tiene un gran cartel publicitario (evidentemente de su propiedad o al menos alquilado por mucho tiempo) en una de las autopistas de mi ciudad. Es un cartel inmenso en el cual, obviamente, se colocan avisos de sus productos.

El cartel está sobre un puente, y con el tiempo, debajo del mismo, han ido creciendo unos árboles. Las ramas de estos “molestos engendros de la naturaleza” han comenzado (hará unos seis meses) a tapar el cartel.

La empresa de automóviles, en un “evidente acto de grandeza”, ha colocado una leyenda en el mismo que dice:

“El problema que causan estos árboles es un problema que no queremos solucionar”.

Supongo que es suficientemente claro el mensaje: la empresa aprovecha para mostrar su lado ecológico, y comunica que decide (supongo que desde una magnanimidad que cree muy noble) no cortar los árboles a pesar de que tapan su precioso cartel.

¿No es ridículo? ¿Son los árboles los que causan el problema? ¿No será el cartel lo que en realidad molesta, distrae a los que conducen por la autopista y tapa la vista de un hermoso pedazo de cielo? ¿Se puede justificar tanta soberbia como para pensar que un árbol es un problema?

¡Pobre empresa!, un árbol se interpone en su camino. El árbol va a seguir creciendo, yo voy a ver por cuanto tiempo la propaganda ecológica sigue siendo funcional a la compañía que decide utilizar el cartel de esa forma.

Este asunto me hizo pensar en una poema llamado “El reino del revés”, de María Elena Walsh, que puede sonar muy ingenuo, muy infantil, o ser en realidad muy anarquista, muy revolucionario. Sus primeras estrofas dicen así:

“Me dijeron que en el reino del revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

Vamos a ver cómo es el reino del revés,
vamos a ver cómo es el reino del revés.

Me dijeron que en el reino del revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos más dos son tres. […]”

Tal vez se podría agregar una estrofa que dijese:

Me dijeron que en el reino del revés
creció un árbol otra vez,
que tapó un lindo cartel de bella tez
a cortarlo con fluidez.

¿Somos tan pero tan ingenuos? ¿Qué hace falta para despertarnos de esta pesadilla en la que dejamos que un ladrón sea vigilante y otro juez, o en la cuál un árbol es un problema, o dónde dos más dos son tres cuando hay que pagar un impuesto pero dos más dos tienen que ser cinco a la hora de recibir un subsidio?

¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar? ¿Comemos para alimentarnos, o sólo ingerimos cosas sin sustancia pero con colorantes y saborizantes que maravillen a nuestras papilas gustativas? ¿Amamos, o creemos que haciendo mucho el amor es suficiente?

El mundo del revés sólo existe en los carteles publicitarios, en los programas que hacen supuestamente famoso a alguien por bailar, cantar, o desvestirse durante algunas semanas en la televisión, o en las mentes fantasiosas o nefastas de algunos que quieren enriquecerse sin trabajar, ser amados sin amar, o ser respetados sin haberse esforzado nunca en la vida por ganar ese respeto. No dejemos que salga de allí.

Los carteles, los programas de televisión sin contenido, los fantasiosos y los nefastos nos van a afectar indefectiblemente, pero no tienen porqué contagiarnos. Lo básico sigue estando vigente: el trabajo es bueno, el verdadero amor es desinteresado, el esfuerzo del hombre por mejorar lo mejora realmente, los árboles no son un problema y los carteles publicitarios muchas veces, sí.

Los animales viven regidos por reglas “automáticas” impuestas por Dios (si creen en ese concepto), por la naturaleza o por algún mecanismo de preservación propio. Los hombres hacemos reglas, las escribimos y las validamos pasándolas por un congreso (algunas incluso en contra de nuestra preservación). Seguramente no es trascendental impedir que esta empresa corte un poco las ramas del árbol para que su cartel se siga viendo, lo que sí me parece debe ser defendido es el “derecho” del árbol a no ser considerado un “problema”.

El mundo del revés que vivimos, en muchos aspectos, lo es porque las reglas que nos inventamos los hombres para vivir ponen las cosas al revés. Estemos alerta, no vaya a ser que pronto salga una ley que diga que todos debemos andar por la calle agachados, porque somos un “problema” que impide ver los carteles bajitos.


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