“La experiencia ajena no le sirve a nadie”.
Todos sabemos que esto es cierto. Pero lo decimos desde nuestra propia experiencia, ya que si la ajena no le sirve a nadie, no podemos fundamentarlo en experiencias de otros. Entonces, por ser un conocimiento adquirido por experiencia propia, no tiene sentido compartirlo, ya que nuestra experiencia no va a servirle a nadie más.
He repetido esta frase muchas veces en mi vida, y cada vez que termino de decirla me pregunto: ¿para qué?, si el que la acaba de escuchar tiene en mi propia boca la justificación para no hacerme caso.
Es una frase para justificar un fracaso, no para evitarlo: “Yo le dije, pero como la experiencia ajena no le sirva a nadie…”.
O para desanimar a alguien: “No insistas en querer explicarle, la experiencia ajena no le sirve a nadie”.
Pero no es verdad. Lo que no le sirve a nadie es justificarse o dejar de intentar. Bajar los brazos, y usar refranes para descargarse de culpa, es lo inútil.
Yo sé que suena a lucha contra molinos de viento o a juego de palabras, pero por qué no seguir probando. Si la experiencia de no haber tenido éxito en convencer a otros no sirve –en eso se basa la supuesta verdad del refrán– por qué tomarlo como inhibidor de seguir intentando, si no sirve… pues no sirve.
Seguramente es difícil. Seguramente requiere de mucha inteligencia emocional. Es muy probable que las probabilidades de lograr algún éxito sean ínfimas, pero eso no desanimó nunca a científicos que descubrieron cosas como la penicilina, o el filamento incandescente, o la fusión nuclear.
Los científicos tienen una visión distinta de este tema. La experiencia ajena sí les sirve, la toman como base para seguir por otros caminos cuando los anteriores demostraron ser inútiles. No hay muchos investigadores que vayan a probar el mismo compuesto que dio resultados negativos en una prueba anterior, al menos no en las mismas condiciones.
Un libro que me resultó notablemente interesante se llama: Eureka. Descubrimientos científicos que cambiaron el mundo (1). Este libro, como su título lo indica, relata historias de científicos y descubrimientos que han ido alterando la vida de todos nosotros desde las cavernas hasta el Internet inalámbrico. El autor dice entre otras cosas lo siguiente:
“‘La fortuna favorece la mente preparada’, dijo el químico francés Louis Pasteur, y el científico francés Bernard Fontenelle observó: ‘estos golpes de suerte son sólo para los que juegan bien’. Pero puede preguntar el lector, ¿Qué tipo de preparación exactamente? Para empezar, una mente preparada es una mente curiosa, abierta […]
Todos estos científicos tienen en común la capacidad de obtener inspiración de muchas fuetes diversas, y aparentemente no relacionadas.
En otras palabras todos estos hombres son grandes sintetizadores. ‘La activación repentina de una conexión efectiva entre dos conceptos o ideas, que antes no estaban relacionados, no es un caso simple de intuición’, señalaba el psicólogo D. O. Hebb.
En tanto que exploradores, la mayoría de los científicos cuyo perfil aparece en este libro fueron muy adaptables. Si sucedía que la ruta que tomaron inicialmente estaba bloqueada, en lugar de abandonar buscaban otra.
No sirve de nada que una oportunidad le salte a uno a la cara si uno no la ve como lo que es, o no sabe como sacarle partido. Esto es algo que sólo puede hacer una mente preparada.
Sin la capacidad de comprender el problema es difícil encontrar una solución”.
Creo que es una buena colección de citas. La experiencia es experiencia, ¿a quién le importa que sea ajena? Fuentes diversas no relacionadas como fuente de inspiración, perfiles adaptables, rutas cerradas que sólo incitan a seguir otras, avidez por conocer y saber, no mezquindad en el aprender según de dónde venga el conocimiento.
La experiencia ajena si sirve, a la mente preparada, al que tiene tantas ganas de conocer, al que acepta todo con tal de llegar a la solución correcta. La sabiduría que otros construyeron es el escalón que permite llegar más alto, ¿por qué desecharlo?
Creo que la respuesta a la pregunta que acabo de hacer tiene que ver con nuestro ego. Si no entendemos el problema no vamos a encontrar la solución, como sugiere el autor del libro que estoy citando. El problema con la experiencia ajena no es que no sirva, es que no la tenemos en cuenta porque es ajena. Para poder resolver el problema de uso de la experiencia ajena, hay primero que encontrar una solución a al verdadero problema de autosuficiencia y engreimiento.
Los seres humanos somos únicos, no necesitamos encerrarnos en nosotros mismos para reforzar esa idea. Abrirse a la experiencia ajena es crecer más rápido. Los científicos, motivados seguramente por su necesidad de saber más y más, son capaces de utilizar la experiencia ajena. ¿Será esta una experiencia que podamos tomar en cuenta?... a pesar de ser de otros…
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Eureka. Descubrimientos Científicos Que Cambiaron El Mundo. Leslie Alan Horvitz, Ediciones Paidós Ibérica, 2003.
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