El término lo inventó Tomás Moro (1), quién en a principios del siglo XIV tituló con ese nombre a un libro de su autoría en el que describía un hipotético reino, supuestamente ideal.
Sólo para que tengan alguna idea de que se trataba esta utopía de Moro, aquí van algunos párrafos sueltos:
“Es un país que se rige con muy pocas leyes, pero tan eficaces, que […], a nadie le falta nada. Toda la riqueza está repartida entre todos.
El trazado de calles y plazas responde al tráfico y a la protección contra el viento. Los edificios son elegantes y limpios […].
[…] se considera como un crimen capital, tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del Senado o al margen de las asambleas locales. Tal reglamentación se dirige a impedir que el Príncipe […] conspire contra el pueblo, le oprima por la tiranía cambiándose así la forma de gobierno.
Las instituciones de esta república no buscan más que un fin esencial: rescatar el mayor tiempo posible en la medida que las necesidades públicas y la liberación del propio cuerpo lo permiten, a fin de que todos los ciudadanos tengan garantizados su libertad interior y el cultivo de su espíritu. En esto consiste, en efecto, según ellos, la verdadera felicidad.
Los utopianos no se contentan con alejar el crimen por medio de leyes penales. Estimulan a la virtud con honores y recompensas.
[…] en Utopía, como no hay intereses particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; con lo cual el provecho es para todos”.
La definición que nos da la Real Academia Española nos deja una esperanza. Esta noble academia dice de utopía:
“Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación”.
Lo cual quiere decir que lo irrealizable del asunto es eventualmente temporal, ya que lo plantea irrealizable en el momento de su formulación, no para siempre.
En algún momento fue una utopía que todas las infecciones pudiesen curarse fácilmente, hasta que se descubrió la penicilina. Alguna vez habrá sido utópico que la mayor parte de la gente tuviese acceso a gran cantidad de información, y hoy Internet ha resuelto en parte esa utopía. Por eso José Ingenieros (2) nos dice:
“En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”.
Anatole France (3), un escritor francés tal vez un poco utopista como Ingenieros, también nos deja una frase que vale la pena recordar. Él nos dice:
“La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor”.
Por eso, y creo que no sólo en Argentina, sino en el mundo que vivimos, hay que ser utopista, hay que creer que hoy se puede fundar un país mejor para mañana, en vez de seguir fundiendo el que nos dejaron.
Por eso, para cerrar, les dejo una estrofas sueltas de una canción de Serrat, que también se llama Utopía como el libro de Moro. Allí van:
“¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura. [...]
¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía! [...]
Quieren ponerle cadenas Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena, que antes que lleguen los perros, será un buen hombre el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte”.
Así que si me dejan, les pido ser utopistas, creamos que lo que hoy es imposible, o parece irrealizable, se puede si nos ponemos a hacer algo para que ocurra. Pero no sólo les pido creer en utopías, sino construir utopías. Construir esas condiciones optimistas que hoy parecen irrealizables, para que eventualmente sean posibles y reales. Creer es el primer paso, pero el segundo, el de hacer que lo que creemos se haga realidad, es tan importante como el primero.
Construyamos utopías, que si no fuese por los que hace años construyeron las muchas o pacas que tenemos hoy, no tendríamos nada. Construyámosle algunas a nuestros hijos, para que vayamos a merecer haberlos tenido.
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Santo Tomás Moro Mártir: (1478 – 1535). Fue un escritor, político y humanista inglés. Además, destacó en poesía, fue traductor, canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles e incluso abogado. Su obra más famosa es Utopía, donde relata la organización de una sociedad ideal. Fue ejecutado por orden del rey Enrique VIII, tras sus divergencias frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana.
(2) José Ingenieros: (1877 – 1925) Fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo.
(3) Anatole France: (1844 – 1924) Escritor francés. Se comprometió en las causas de la separación de la Iglesia y el Estado, y de los derechos sindicales. Se presentó a diputado en las elecciones legislativas de 1914.
Volver al inicio
No hay comentarios:
Publicar un comentario