jueves, noviembre 06, 2008

06-11-08. Los consejos, unplugged

La literatura está llena de consejos. Tal vez no sea más que eso. Tal vez se pueda decir, sin exagerar demasiado, que la literatura no es más que un gran consejo.

Están obviamente los libros de autoayuda, que son consejos puros. Hay libros de ética o de filosofía, que ponen de manifiesto una forma de pensar, o un supuesto obrar correcto, con lo cual son de alguna forma consejos de cuáles conductas debemos seguir y porqué. Parecidos a estos están todos los libros religiosos, santos o no. Incluso las novelas, al menos las buenas, tienen un argumento y ponen de manifiesto una forma de pensar sobre algo. En las novelas a alguien le va bien o le va mal, y por lo tanto, implícitamente aunque más no sea, hay una opinión del autor en cuanto a qué se debería haber hecho o qué no.

Otras formas de literatura: los cuentos, gran fuente de consejos. La poesía, origen también de letras para temas musicales, exalta valores, cuenta conductas de las que el autor se queja o se alegra, recuerda con nostalgia o proyecta con esperanza; más o menos obvio, conductas recomendadas, opiniones con valoración que el autor transmite.

Seguramente estoy exagerando: ¡No me haga caso!... ahí fue un consejo.

Debe ser algo innato en la naturaleza humana. Vivimos, nos comportamos de una forma u otra y creemos –tal vez con razón– que a los demás les puede servir, les podemos servir.

Damos miles de consejos, aunque no siempre somos receptivos a los de los demás. ¿Por qué algo que nos gusta tanto dar, no pareciera ser tan bueno al recibirlo? Debe ser de las pocas cosas que mujeres y hombres estamos más dispuestos a prodigar, que a obtener o requerir de los demás, y eso que son gratis. Un amigo mío, José Castaña, boxeador de profesión, lo justificaba diciendo:

“Es como en mi actividad viejo, es mejor dar que recibir”.

Un viejo refrán, que yo repito mucho como aconsejando, pero, que evidentemente no termino de entender, dice:

“La experiencia ajena no le se sirve a nadie”.

Un consejo que nos aconseja no aconsejar. Una paradoja. Nos aconsejan no dar consejos basándose en una experiencia que no le sirve más que al que la vivió, o sea al que nos está aconsejando y diciendo que su experiencia no nos sirve, a pesar de que de alguna manera nos pide tenerla en cuenta.

El humano necesita comunicarse, y lo único que puede comunicar es en definitiva a sí mismo. Lo hace hablando, escribiendo, cantando, caminando por la calle, usando un tipo de ropa o practicando un deporte. En esas actividades, lo queramos o no, lo sepamos o no hay consejos, hay elecciones que hemos hecho y que consideramos correctas, hay decisiones tomadas y que con más o menos fuerza, con más o menos énfasis, muchas veces con buena intención intentamos o pretendemos imponer en los demás. Consejos.

Algunos dicen que en realidad los consejos no son más que materializaciones del amor. El que aconseja ama. Otros piensan que un consejo no es más que una muestra de soberbia, de engreimiento. Unos aconsejaran darlos por amor, aunque se supone que el que ama acepta al otro como es; otros aconsejarán, desde su soberbia, no aconsejar ya que sólo mostraríamos lo engreídos que somos.

No van a negarme que resulta agradable cuando alguien nos pide un consejo. Lo cierto también es que normalmente cuando nos los piden no sabemos que decir. Los consejos mejores son los que nos salen sin que nadie nos los pida. Cuando nos requieren nos ponen a pensar, pero aparte nos traspasan responsabilidad, y eso no le gusta a nadie.

Por eso, para que nos pidan consejos, pero no de lo que el otro necesita sino de lo que estamos pensando en cualquier momento, es que este consejo siempre me pareció interesante:

“Sonríe, esto hace que las personas quieran saber lo que estas pensando”.

Consejos, consejos y más consejos. Debo estar exagerando. Siga mi consejo: no me haga caso.



J. R. Lucks



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