La impostura de la que les voy a hablar, con la connotación negativa que le da la Real Academia, tiene que ver más con ideas, porque me parece que está un poco de moda esto de fingir algo con apariencia de verdad.
Les voy a citar un libro excelente que se llama Crónicas del Ángel Gris (1), del gran maestro y filósofo Alejandro Dolina. De hecho él aborda a este tema en su libro, y le dedica un capítulo maravilloso bajo el título de: El arte de la impostura. Llega incluso a imaginar un Servicio de ayuda al impostor, que, como su nombre lo indica, colabora con sus clientes para lograr imposturas que estos le solicitan. Léanlo porque es fantástico. Un párrafo que me llamó la atención entre otros dice así:
“Los gobiernos, lo mismo que las personas particulares, viven preocupados por la opinión de los de afuera. Continuamente sugieren a la población la necesidad de mejorar lo que se llama imagen exterior.
Para lograrlo se promueve la difusión de nuestros aspectos más brillantes. Cuando nos visitan los extranjeros, se les muestran nuestros rincones más presentables, se les hace comer una empanada y se les obliga a escuchar a la orquesta de Osvaldo Pugliese”.
Así es como en este benemérito país se han acuñado frases famosas, como: “Somos derechos y humanos” y “Argentina potencia”, entre otras igual de lamentables no por lo que dicen, sino por lo que de imposturas tenían. Pero parece que la cosa no termina allí, en tren de imponer imposturas, Dolina mismo sugiere que:
“La exaltación de nuestros méritos va casi siempre acompañada de un cuidadoso disimulo de nuestros defectos. Además, en tren de aparentar y a falta de extranjeros, se suele hacer bandera ante los propios criollos”.
De allí otras frasecitas como: “La casa está en orden”, “Estamos mal pero vamos bien”, incluso, “El que apuesta al dólar pierde”.
Últimamente tenemos un lío porque se nos cruzan los mensajes. Por un lado estamos en crisis, y por eso en emergencia económica, pero crece el Producto Bruto Interno como si los brutos fuesen de lo más prolíficos. O la recaudación impositiva, justamente hablando de imposturas e imposiciones, que crece treinta por ciento cuando el aumento de la actividad económica y la inflación juntas no superan el quince. Seguramente, esto último debe ser porque mucha gente que antes no pagaba impuestos ahora sí lo hace. El problema de esa cuentita es que de seguir como vamos, para justificar el crecimiento de la recaudación va a tener que pagar impuestos más gente de la que vive en el país.
Lo cierto es que a esta altura ya no estoy seguro de que estas últimas cuestiones que acabo de ejemplificar califiquen como imposturas, porque que en la definición se hablaba de fingimiento con apariencia de verdad, y algunas de las que mencione de verdad no tienen ni apariencia siquiera.
En fin. En mi casa me decían que las mentiras tienen patas cortas, y las imposturas, por lo que la Real Academia me dice no son más que mentiras, así que deben tener patas cortas también. Por otro lado, de tanto poner algo a la fuerza en algún lado, el lugar en donde ponemos termina reventando, así que: ¿por qué no dejar de imponer tanta postura no creíble?
He ya he citado varias veces en esta columna a otro “filósofo contemporáneo” llamado Homero Simpson. Él, que es un defensor a ultranza de casi todo lo contrario de lo que yo pienso, tiene sin embargo una frase que me parece absolutamente correcta. Homero, no el griego sino el dibujito animado, en uno de los capítulos le sugiere a su mujer que:
“Para que una mentira exista hacen falta dos partes, el que la dice y el que se la cree”.
Y yo coincido plenamente. Si nos dejamos de creer las imposturas, el impostor deja de existir porque ya no tendrá donde poner a la fuerza ideas engañosas. Así que hagamos nuestra parte, que es la única que podemos garantizar.
A los impostores simplemente les dejo, del mismo Dolina, este consejo con el que cierra su capítulo:
“Vale la pena intentar el camino difícil, el más penoso, el más largo pero también el más seguro. Es el camino de la verdad. El que quiera parecer honrado, que lo sea. El que quiera fama de valiente, que se la gane a fuerza de guapeza.
Y si queremos que el mundo piense que somos una gran nación, sepamos que lo más conveniente es ser de veras una gran nación”.
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Crónicas del Ángel Gris. Alejandro Dolina. Ediciones de la Urraca, 1988.
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