“Hay que ponerle huevos, y evitar que se corte”.
No será esta frase una de las joyas de la literatura de todos los tiempos, pero no por eso deja de enfatizar una gran verdad.
La amistad no necesariamente es fácil, requiere de esfuerzo para mantenerse y para evitar que se corte, que se termine. Perder una amistad es perder una fortuna. Discépolo (1) se refería a esto de la siguiente forma en Cafetín de Buenos Aires (2):
“Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía...”
La magia de los poetas. En tan pocas palabras tantas cosas con respecto a un tema tan complejo. Primero se refiere a lo valioso de la amistad al compararla con el oro. La amistad no se transa, no se trafica, no se comercia. Se puede comprar un cuerpo, una oreja –para ser escuchado–, se puede pagar por un servicio de acompañantes o contratar a un actor para diga que fue con nosotros a la escuela en alguna reunión, y pretender ser por eso más valioso… pero la amistad, que es como el oro, no. Quién sabe si hoy la gente considere al oro tan valioso, después de todo el oro se atesoraba y hoy todo se gasta, todo se consume, todo se usa. Una letra de hoy tal vez debería decir que la amistad vale tanto como un plasma de 72 pulgadas o como un teléfono celular de ultimísima generación. No sé, lo que sé es que la tecnología, o lo que se considera valioso desde lo económico, puede cambiar, los sentimientos, en cambio, no cambiaron desde que el hombre es hombre. El amor sigue siendo igual al que profesaban los griegos o los egipcios, y la amistad también. Ya estaban terminados de inventar cuando aparecieron, el hombre no los pudo mejorar, como si pudo mejorar con su tecnología los televisores o los teléfonos. Lo que lamentablemente sí puede hacer el hombre con sus sentimientos, con el amor o con la amistad, es arruinarlos, así que sea cual sea la mejor forma de representar el valor de la amistad, que es muchísimo, no lo arruinemos.
Volviendo al poema de Discépolo, luego se refiere a ese apoyo que la amistad sabe brindar, ese aliento mutuo de los amigos, que es tan vital a la amistad como el aliento que produce el sistema respiratorio para nuestra vida.
También trata de alguna forma ese compartir de la amistad y el “casi” sentir lo que el otro siente. Vean que no se refiere a sus amigos como: José el de River o Marcial el de Boca. Los identifica con sus características más personales, “el de la quimera” –el que cree en cosas fantásticas, en ilusiones–; y el otro que espera, también cree en algo pero espera. Como si el de la quimera fuese activo en tratar de encontrarla y el otro, crea en lo que crea, espera. Personalidades diferentes, una mesa de café, sueños alcanzables o no pero sueños al fin, que mientras lo sean son lo que definen a quienes los poseen: ingredientes básicos para pintar un cuadro sobre la amistad.
Y una más, cierra con otra característica de la amistad: el flaco Abel, el que se fue. Falleció tal vez, o se mudo a un lugar lejano, en una época en la cual todavía no había chat o SMS y la gente perdía contacto, pero no perdía la amistad. El flaco Abel, que no estaba, todavía lo guiaba. No importa dónde. Ni dónde estaba el flaco, ni dónde el guiado se dejaba guiar, el vínculo se mantiene a pesar de la ausencia. La magia de los poetas. El poder de la amistad.
Esta frase no la dejó Discépolo sino que se le asigna a Aristóteles (3), pero contiene igualmente una gran riqueza poética:
“La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”.
Y ya que volví a las frases, estas otras dos también me gustaron. La primera es de Tagore (4) y dice así:
“La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”.
No sé si califique como poética, pero nadie puede negar que sea descriptiva, y vuelve al punto de que la amistad se verifica más en los momentos de necesidad que en las fiestas y celebraciones. Es una pena tal vez que sea así, pero si uno necesita realmente saber quiénes son sus amigos, la lista no puede hacerse en una fiesta de cumpleaños, habrá que hacerla en algún momento de pesar.
La otra frase (5) que quería compartir definitivamente no es poética, es más bien matemática:
“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”.
Ya que no hay etimologías o definiciones muy concretas, creo que el aporte de esta frase es interesante para los que crean más en las ciencias exactas que en la poesía.
Aún los personajes más solitarios de la literatura han tenido compañeros, amigos, han buscado y encontrado alguien con quien compartir. Un poco en broma, un poco en serio, pero Robinson Crusoe tuvo a Viernes, como Tom Hanks en Náufrago se inventó a Wilson en una pelota de vóleibol. Don Quijote conversaba de los temas más profundos con Sancho Panza, y hasta Tarzán tenía a Chita. El solitario por excelencia, ya más local y menos en broma, Martín Fierro (6), tuvo en Cruz a un amigo a quien despide, luego de muerto, de la siguiente manera:
“Aquel bravo compañero
en mis brazos espiró;
hombre que tanto sirvió,
varón que fue tan prudente,
por humano y por valiente
en el desierto murió.
Y yo, con mis propias manos,
yo mesmo lo sepulté;
a Dios por su alma rogué
de dolor el pecho lleno,
y humedeció aquel terreno
el llanto que redamé”.
Aún en la dureza de un hombre tan sufrido como el personaje que pinta José Hernández, estas lágrimas son comprensibles. Quedémonos ya con este poema tan argentino, en los consejos que él termina dando a sus hijos:
“Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada,
pero no le pidan nada
ni lo aguarden todo de él:
siempre el amigo más fiel
es una conducta honrada.
[…]
Bien lo pasa, hasta entre pampas,
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos:
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes”.
Fidelidad, honradez, respeto, prudencia, moderación, con los amigos y de los amigos.
Por ser un sentimiento la amistad es difícil de definir. Los poetas, los cantores, los literatos, nos dan algunas pistas, con las conductas que se exaltan en sus obras, para considerar cuáles han de ser ingredientes importantes en algo tan necesario para la vida del hombre como lo es la amistad.
Para estar rodeado de buena gente hay que ser bueno, no va a ser que no nos pase como al personaje de este relato (7) de Roberto Pettinato (8):
“No te voy a decir que yo era desagradable de pequeño, pero es cierto que tenía dos amigos imaginarios y… sólo jugaban entre ellos”.
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Enrique Santos Discépolo: (27 de marzo de 1901 – 23 de diciembre de 1951) Poeta, compositor, actor y autor teatral.
(2) Cafetín de Buenos Aires. Tango. Letra: Enrique Santos Discépolo, música: Mariano Mores.
(3) Aristóteles: (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
(4) Rabindranath Tagore: (1861-1941) Filósofo y escritor indio.
(5) Sir Francis Bacon: (1561-1626) Filósofo y estadista británico.
(6) Versos incluidos en La vuelta de Martín Fierro. José Hernández. EDAF, 1999.
(7) Entre la nada y la eternidad. Roberto Pettinato. Ediciones B, 2006.
(8) Roberto Pettinato: nacido en Buenos Aires, 15 de diciembre de 1955. Es un conocido músico, humorista, libretista, periodista, conductor de radio y televisión de Argentina. Su principal característica es el humor mordaz, la ironía, y la extravagancia.
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