Había una vez una hormiga y una cigarra que eran muy amigas... Durante todo el otoño la hormiga trabajó sin parar almacenando comida para el invierno. No aprovechó el sol, la brisa suave del final de la tarde, ni la charla con amigos tomando una cervecita después de trabajar.
Mientras, la cigarra sólo andaba cantando con los amigos en los bares de la ciudad. Sin desperdiciar un minuto cantó durante todo el otoño, bailó, aprovechó el sol, y disfrutó muchísimo sin preocuparse por el mal tiempo que estaba por venir.
Apenas llegó el frío, la hormiga, exhausta de tanto trabajar, se metió en su pobre guarida repleta de comida hasta el techo.
Apenas se acomoda en el sillón, alguien toca el timbre de su casita. Al abrir la puerta, recibe una gran sorpresa, al ver a su amiga la cigarra dentro de un coche último modelo, y con un costoso abrigo de pieles. Desde la calle, la cigarra le dice:
–¡Hola amiga! voy a pasar el invierno en Paris. Nos vemos en el verano. –La hormiga intrigada responde:
–¡Guau!,… bueno... ¡excelente!… Pero ¿qué ocurrió? ¿Dónde conseguiste la plata para ir a Paris, y para comprar esa Ferrari,… y el abrigo? –La Cigarra, excitadísima y con tono de estrella consagrada, responde:
–Imaginate, yo estaba cantando en un bar la semana pasada, y a un productor le gustó mi voz... Firmé un contrato para hacer algunas presentaciones en Paris, y ya me voy. A propósito, ¿necesitas algo de allá?
–¡Si!, –dijo la hormiga– si te encontrás con La Fontaine, decile de mi parte que se puede ir… ¡A LA FÁBULA MADRE QUE ÉL ESCRIBIÓ!
Este tema de buscar la fama, el éxito rutilante e instantáneo, es increíble. No es que esté en desacuerdo con el triunfo merecido de los cantantes, actores o bailarines, me parece fabuloso que lo logren; pero como todo se acelera, una cultura basada en el trabajo y en el ahorro, es considerada prácticamente una cultura de fracaso al compararla con la fama súbita. El que no triunfa de la noche a la mañana, aunque más no sea por cinco minutos, tiende a ser considerado un mediocre o un fracasado. Parecieran más importantes las apariencias de esos cinco minutos, que la solidez de las cosas que nos deberían llevar a merecerlas. Incluso en este tema de la fama asociada al canto o al baile, una vida de conservatorio, es menos buscada que un reality show acelerante.
Para pensar y mucho. Trabajo y orgullo “privado”, o reality show y fama. Y no pregunto esto a los que llegan al reality, sino a cada uno de nosotros en función de nuestros deseos y de cómo vivimos la vida: ¿trabajando? o esperando el toque de la varita mágica. ¿Cuándo construir una familia y una reputación, aunque sólo la conozcan los cinco gatos locos que saben quiénes somos, dejó de ser preferible a dos semanas de espacio en los programas de chimentos? Cuando la fama es objetivo en vez de consecuencia, es cuándo los valores se transforman. Al menos eso creo yo. Para cerrar quiero dejar un cuento cortito (c), que tal vez nos de una pista o un punto de partida para reflexionar. Tiene que ver con la plata, con algo a lo que muchas veces le damos más valor del que realmente tiene, y que tal vez nos distorsiona un poco la visión de las cosas, dice así:
Un discípulo le pregunta a su maestro qué piensa del dinero. El maestro, sin pensarlo demasiado, invita a su joven seguidor a mirar por la ventana.
–Qué ves? –pregunta. El joven responde prontamente.
–Veo a un pobre y enfermo mendigo que pide limosna y piedad. A una anciana arrastrando una pesada bolsa con comestibles, a la que nada mal le vendría una ayuda. A un hombre ciego intentando cruzar la calle, a quién todos parecieran ignorar. Y a un niño corriendo con libros en la mano, pobre, debe estar por llegar tarde a su escuela.
–Bien,… ahora mírate en este espejo, y dime que ves.
–Bueno… –duda el discípulo– sin duda me veo a mí mismo maestro. Pero, ¿qué tiene que ver eso con mi pregunta sobre el dinero?
–Pues medita en lo siguiente: el espejo y la ventana están hechas del mismo vidrio. Sin embargo, una finísima capa de plata, hace que el hombre sólo se vea a sí mismo.
No sé donde dejamos los valores, cuándo los cambiamos, o si los que tenemos son mejores o peores que los que proponía La Fontaine en el siglo XVII. Tal vez haya que hacerle caso a la cigarra moderna, y no a la hormiga. Pero lo que sí me parece indiscutible, es que si sólo nos miramos en espejos, no vamos a ver a más nadie que a nosotros. Y lo peor, es que si sólo miramos a través de capas de plata, y seguimos sin ver a los demás, vamos a terminar chocándonos unos contra otros.
J. R. Lucks
Bibliografía
(a) Fábulas completas de La Fontaine. Edicomunicación, año 1997.
(b) La versión de donde se adaptó esta fábula fue publicada en la siguiente dirección web:
http://blogs.epi.es/eladarve/2005/12/03/la-cigarra-postmoderna/
(c) La versión original de donde se adaptó este cuento se publicó en Cuentos educativos para jóvenes, de Mateo Bautista. Editorial San Pablo, año 2007.
Notas de contexto
(1) Bill Clinton, ex presidente de los Estados Unidos de América, se había visto envuelto en un escándalo mientras aún ejercía la presidencia. Esto se debió a una denuncia de Mónica Lewinsky, ex becaria en la Casa Blanca, quien alegaba haberle practicado sexo oral al señor Clinton, en el propio despacho presidencial.
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