Para “coronar” esta visión negativa del desarrollo de la vida hay una especie de proverbio que dice:
“Un pesimista es un optimista con experiencia”.
Pareciera que esa experiencia es mejor no tener que adquirirla. Por eso es que algunos autores y corrientes de pensamiento recomiendan no perder (más bien recuperar) la visión de niño que todos alguna vez tuvimos, cuando no había forma de que tuviésemos experiencia, como si pudiésemos borrar nuestra memoria.
Otra versión –diría que más cruel– postula que la experiencia sólo llega después de lo necesario. Los que la sostienen aseguran que cuando nos equivocamos, cuando nos va mal, cuando erramos, ya es tarde porque el daño está hecho. Una versión representativa de esta línea de ideas es la que hizo popular el boxeador argentino Oscar Bonavena, cuando con sorna decía.
“La experiencia es como un peine que la vida te da cuando te quedaste pelado”.
Como si la vida, sádicamente, disfrutara de nuestras equivocaciones que no ha luego de permitirnos enmendar.
¿Será que es mejor quedarse chiquito? O vivir como si uno fuese chiquito, sin pensar demasiado y dejándose llevar por lo que otros dicen o hacen, ya que de esa forma habrá siempre a quién echarle la culpa.
Pesimismo. Irresponsabilidad. Inexorable sensación de que vamos a perder y sólo en el mejor de los casos nos vamos a dar cuenta tarde, para así poder coronar con amargura el sufrimiento.
Por suerte hay otras visiones del asunto. Particularmente una que rueda por allí y que se atribuye a un escritor y novelista inglés de nombre Aldous Huxley, autor, entre otros trabajos, de Un mundo feliz (1); una visión futurista del mundo pensada en 1932, que se parece demasiado a la sociedad en la que vivimos. Él dice de la experiencia:
“Experiencia no es lo que te pasa; sino lo que tú haces con lo que te pasa”.
Y esta es de las que me gusta, porque me devuelve el control. La experiencia no es algo fortuito que me pasa, no es lo que la vida me depara, no es algo que ocurre… el algo que yo hago ocurrir.
El libro de Huxley no es necesariamente optimista en cuanto a cómo nos habríamos de desarrollar como sociedad; pero evidentemente era su forma de “protestar” contra la experiencia que le parecía a él iríamos a ganar si seguíamos como íbamos.
Pues lamentablemente algo de razón tuvo. Me parece por desgracia que su visión no estaba tan errada. Están pasándonos cosas que “tal vez” no sean buenas como: despersonalización creciente de las relaciones humanas, consumismo al punto de consumirnos consumiendo, idiotización con drogas de todo tipo, y más… Pero por suerte la cuestión no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con eso.
La pregunta es, para los que creen como yo que algunas de las cosas que nos están pasando como sociedad (a nivel mundial) no son buenas: ¿Qué vamos a hacer con eso?
Y está bien pensar las cosas así: no es lo que ocurre, es lo que hacemos ocurrir. No es el por qué nos pasa algo (que tal vez podamos averiguar o no) es el para qué. Qué vamos a hacer con lo que nos pasó. Para qué vamos a usar una caída, un golpe o un error. ¿Para deprimirnos?, ¿para transformar el optimismo en pesimismo? ¿Para comportarnos como niños dependientes de las ideas de otros?... o para algo útil.
La humanidad ha construido y dejado desvanecer ya muchas veces grandes imperios, sociedades y formas de vida superiores que por dejadez y desidia se corrompieron hasta su desaparición. Si se las estudia un poco se encuentran siempre factores comunes que no son muy diversos a los que hoy nos afectan, y que Huxley proyectó hace casi ochenta años. Me parece que vale la pena pensarlo en términos de qué vamos a hacer con “esto”, para que sea buena experiencia y no sólo causa de pesimismos o regresiones infantiles.
Un gran escritor argentino, Roberto Arlt, nos da una pista de por donde empezar a “hacer” para tal vez, sólo tal vez, no volver a caer nuevamente con la misma piedra.
“Si estoy de buen humor, compro un diario y me entero de lo que pasa en el mundo, y siempre me convenzo de que es inútil que progrese la ciencia de los hombres si continúan manteniendo duro y agrio su corazón como era el corazón de los seres humanos hace mil años”.
Para que la experiencia no nos haga peder el optimismo, y podamos usarla antes de quedarnos pelados, me parece que vale la pena pensarlo e intentar al menos hacer algo.
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Un Mundo feliz. Aldous Huxley. Ed. Geminis 2003
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