“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”
Tan común y conocido es, que ya me referí a él en “Palabras de moda I”, una columna publicada hace unas semanas. Lo que sucede es que estas pequeñas piezas de literatura, los refranes, encierran mucho más de lo que parece, y por lo tanto puede reflexionarse sobre ellos (al menos un extremista de la reflexión como yo) en varios aspectos.
En aquella columna lo utilicé para pensar en relación a qué es lo inmediato –palabra de moda–, qué realmente debería preocuparnos; qué consideramos inmediato, y qué debería ser priorizado como inmediato.
Pero el mismo dicho puede pensarse de otra forma también, de hecho a la inversa: No hagas hoy lo que puedes dejar para mañana. Y esto, que en español se denomina procrastinar (diferir, aplazar), está notablemente de moda también.
Hoy es momento, mañana es proyecto, es porvenir. Hoy es “aquí y ahora”, mañana… quién sabe.
Hace tiempo me preocupa –me aterra en realidad– cuánto mañana dejamos de lado por el hoy.
Lo que muchas veces nos pasa, con este refrán invertido, es que se deja para mañana el proyecto, el porvenir, porque obviamente eso es mañana. El porvenir está por venir, no llegó, el proyecto (etimológicamente) es lo que se echa hacia delante.
Usamos el “no dejes para mañana” para algunas cosas como el disfrute, el consumo, el placer, los anehelos, y dejamos para mañana el proyecto, el trabajo, el esfuerzo.
Uno de los proyectos que normalmente se deja de lado es el de felicidad, que no es sólo disfrutar; que como proyecto que es requiere de inversiones para poder obtener un resultado. El disfrute es momentáneo, pasajero. La felicidad es proyecto, es aspiracional, es camino.
La felicidad no es sólo un conjunto de momentos disfrutables, es más que eso; de hecho, muchas veces un momento de “disfrute” rompe un proyecto de felicidad. Un exceso en una fiesta, una diversión que se va de límite, termina muchas veces estrellada en una pared o en un poste, destruyendo un proyecto de familia, de felicidad compartida, termina con víctimas inocentes.
Otra de los proyectos que dejamos para mañana es el ahorro, que es por-venir de fortuna para luego poder consumir lo construido, lo acumulado. El consumo es momento; construir lo que ha de consumirse es proyecto. El crédito permite el consumo sin ahorro, pero el crédito hay después que pagarlo, ¿cuál es entonces la gran diferencia?
Si hoy no planto un manzano, para algún día poder tener un momento en el que comer una manzana, si sólo como manzanas y no planto manzanos –ni yo ni nadie–, estoy privándome a mi mismo de momentos de mañana, que cuando lleguen serán presentes, serán “hoy”.
El mañana no existe, uno lo hace. Y, ¿cuándo se construye el mañana?: hoy. El hoy fue construido ayer. ¿Qué hice ayer para tener en el presente un mejor hoy? ¿Puedo disfrutar el presente, o tengo que sufrirlo por no haber echo ayer nada para que hoy fuese mejor?
A mí me gusta jugar con las palabras. Presente, pasado y futuro son palabras con las que se puede jugar, aunque no se deba. El futuro no es algo para jugárselo, el hoy de mañana es demasiado valioso como para echarlo a la suerte.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. No dejes para mañana el mañana. Hoy es el día de construir el mañana. Mañana es tarde.
J. R. Lucks
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