domingo, septiembre 27, 2009

Ser hipócrita es una decisión, mala

Pensando en el tema de la integridad me encontré con una canción escrita por John Lennon para su álbum Imagine, que entre otras cosas dice:

“Tú puedes lustrar tus zapatos y usar un traje.
Tú puedes peinarte y lucir simpático.
Tú puedes esconder tu cara tras una sonrisa,
pero una cosa que no puedes esconder
es cuando estás “lisiado” en tu interior.

Tú puedes usar una máscara y pintar tu cara.
Tú puede llamarte a ti mismo la raza humana.
Tú puedes usar cuello y corbata,
pero una cosa que no puedes esconder
es cuando estás “lisiado” en tu interior.

Tu puedes ir a la iglesia y cantar un himno.
Tú puedes juzgarme por el color de mi piel.
Tú puedes vivir una mentira hasta que mueras,
pero una cosa que no puedes esconder
es cuando estás “lisiado” en tu interior.

…”

Crippled inside se llama este tema de Lennon, del cuál él mismo llegó aparentemente a decir que se trataba de un tema anti-religioso, anti-nacionalista, anti-convencional y anti-capitalista. Demsiados “anti” ¿no?

Tal vez estuviese “enojado” cuando la escribió. Tal vez decepcionado. Tal vez cínico –en la definición original con la que se denominaba a los filósofos griegos que predicaban, con su forma de vivir, en contra de los convencionalismos hipócritas, según ellos, de la sociedad en la que vivían–; tal vez con ganas de cambiar cosas desde uno de los lugares de donde él podía, desde su poesía.

Crippled significa lisiado, algo o alguien que tiene una falta, o un daño. Se usa muchas veces en forma peyorativa, no es una palabra políticamente correcta. Igual que corrupto: el que está roto, dañado, con un faltante.

Ni Lennon ni yo hablamos de faltas de pies o manos. El crippled inside (lisiado en el interior) de Lennon, o el corrupto al que me refiero, es el que no tiene valores sociales, o mejor dicho, el que decide no ser honesto, o sincero, o solidario, pero sabiendo y teniendo la capacidad de serlo. Es el que se mutila a sí mismo esa potencia, esa posibilidad que es a su vez un deber.

Hipócrita es el que desempeña un papel, según la etimología griega. El que vive bajo su “actuación” una verdad diferente de la que muestra. El que es algo diferente debajo (hypo es en griego debajo) de la capa superficial.

La canción de Lennon habla de los hipócritas, de los que esconden bajo un cuello y una corbata, o de un himno en la iglesia, a otra persona que no es coherente en sus acciones con la imagen que muestra. La canción de Lennon habla de los que viven una mentira hasta morir, y que además mienten con su vida a los que con-viven con él o ella.

Escarbando en la palabra la cosa se pone peor, o se entiende aún más al amigo John. Crippled viene del verbo creep que quiere decir moverse lentamente para no ser notado. Palabras y frases verbales derivadas de este verbo se usan para indicar algo que causa repulsión, o algo que se comporta en forma servil y obsecuente. Cualquier semejanza con lo que puede causar o significar la hipocresía, no es pura casualidad.

¿Qué tiene que ver esto con la integridad? Todo según creo. Íntegro es el o lo que está entero. Pero en referencia al ser humano es aquél que no sólo tiene todo lo que tiene que tener (valores, principios, ecuanimidad, sentido de justicia, sentido de pertenencia a su comunidad), sino que aparte se comporta como dice y como debe. Es el que no es hipócrita, es el que no se mutila solidaridad por avaricia, o el que no se inhibe de ser honesto por conseguir una ventaja personal, es el que no miente para esconder una verdad que lo incomoda.

Si tuviera que resumir lo que les falta, por decisión propia, a los no íntegros, a los corruptos, a los crippled inside de Lennon, tal vez lo mejor sería ir a otra canción del mismo autor: All you need is love (todo lo que necesitas es amor).

“Amor, amor, amor,…
No hay nada que puedas hacer que no pueda ser hecho.
Nada que puedas cantar que no pueda ser cantado.

Es fácil.

Ninguno que puedas salvar que no pueda ser salvado.
Todo lo que necesitas es amor, todo lo que necesitas es amor.
…”

Cuando escribió esta poesía estaba menos enojado, o más esperanzado. Lo cierto es que tanto la integridad como la no hipocresía son tan deseables como para no perder la esperanza; como para que no importe ser tildado de utópico en su búsqueda, su prédica y su práctica.

La hipocresía y la integridad son temas de decisión. Nadie es hipócrita por ignorante, todo lo contrario, hay que saber lo que se hace para decidir mentir u ocultar. El corrupto no está desinformado de lo que está bien o mal, decide no ser íntegro como persona y actuar en contra de su comunidad. No son inevitables estas dos mutilaciones voluntarias del ser humano. La persona que no tiene una pierna no puede “crecer” otra en su lugar. El hipócrita puede dejar de mentir, el corrupto puede convertirse en íntegro. Tal vez todo lo que necesiten es amor.

¿Se podrá eliminar la hipocresía del mundo cantando canciones?, ¿se podrá inculcar la integridad desde un libro o desde un blog? No se, pero tampoco sabe el hombre si hay vida fuera de la tierra y sigue mandando señales para ver si alguien contesta; o si tiene alguna utilidad visitar el planeta Marte y sin embargo gasta fortunas –que podrían sacar de la miseria a millones de personas– en darse el gusto.

Lo que seguro se puede hacer es educar para que nuestros hijos tengan un mundo más íntegro y sin hipocresía. ¿Cómo se hace eso? Muy fácil, no hay que saber hablar o escribir, y menos cantar como Lennon; lo único que hay que hacer es dejar ahora, ¡ya!, de ser hipócritas y corruptos. Hay que comenzar, ¡ahora!, a ser personas íntegras. Los chicos sólo tendrán que copiar lo que ven de sus mayores. Todo lo que se necesita es amor y la voluntad de tomar la decisión. Todo lo que ellos necesitan es amor, integro, sin hipocresía.


J. R. Lucks

domingo, septiembre 20, 2009

Proyectos de porvenir, hoy, no mañana

Uno de los refranes tal vez más conocidos es:

“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”

Tan común y conocido es, que ya me referí a él en “Palabras de moda I”, una columna publicada hace unas semanas. Lo que sucede es que estas pequeñas piezas de literatura, los refranes, encierran mucho más de lo que parece, y por lo tanto puede reflexionarse sobre ellos (al menos un extremista de la reflexión como yo) en varios aspectos.

En aquella columna lo utilicé para pensar en relación a qué es lo inmediato –palabra de moda–, qué realmente debería preocuparnos; qué consideramos inmediato, y qué debería ser priorizado como inmediato.

Pero el mismo dicho puede pensarse de otra forma también, de hecho a la inversa: No hagas hoy lo que puedes dejar para mañana. Y esto, que en español se denomina procrastinar (diferir, aplazar), está notablemente de moda también.

Hoy es momento, mañana es proyecto, es porvenir. Hoy es “aquí y ahora”, mañana… quién sabe.

Hace tiempo me preocupa –me aterra en realidad– cuánto mañana dejamos de lado por el hoy.

Lo que muchas veces nos pasa, con este refrán invertido, es que se deja para mañana el proyecto, el porvenir, porque obviamente eso es mañana. El porvenir está por venir, no llegó, el proyecto (etimológicamente) es lo que se echa hacia delante.

Usamos el “no dejes para mañana” para algunas cosas como el disfrute, el consumo, el placer, los anehelos, y dejamos para mañana el proyecto, el trabajo, el esfuerzo.

Uno de los proyectos que normalmente se deja de lado es el de felicidad, que no es sólo disfrutar; que como proyecto que es requiere de inversiones para poder obtener un resultado. El disfrute es momentáneo, pasajero. La felicidad es proyecto, es aspiracional, es camino.

La felicidad no es sólo un conjunto de momentos disfrutables, es más que eso; de hecho, muchas veces un momento de “disfrute” rompe un proyecto de felicidad. Un exceso en una fiesta, una diversión que se va de límite, termina muchas veces estrellada en una pared o en un poste, destruyendo un proyecto de familia, de felicidad compartida, termina con víctimas inocentes.

Otra de los proyectos que dejamos para mañana es el ahorro, que es por-venir de fortuna para luego poder consumir lo construido, lo acumulado. El consumo es momento; construir lo que ha de consumirse es proyecto. El crédito permite el consumo sin ahorro, pero el crédito hay después que pagarlo, ¿cuál es entonces la gran diferencia?

Si hoy no planto un manzano, para algún día poder tener un momento en el que comer una manzana, si sólo como manzanas y no planto manzanos –ni yo ni nadie–, estoy privándome a mi mismo de momentos de mañana, que cuando lleguen serán presentes, serán “hoy”.

El mañana no existe, uno lo hace. Y, ¿cuándo se construye el mañana?: hoy. El hoy fue construido ayer. ¿Qué hice ayer para tener en el presente un mejor hoy? ¿Puedo disfrutar el presente, o tengo que sufrirlo por no haber echo ayer nada para que hoy fuese mejor?

A mí me gusta jugar con las palabras. Presente, pasado y futuro son palabras con las que se puede jugar, aunque no se deba. El futuro no es algo para jugárselo, el hoy de mañana es demasiado valioso como para echarlo a la suerte.

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. No dejes para mañana el mañana. Hoy es el día de construir el mañana. Mañana es tarde.


J. R. Lucks





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domingo, septiembre 13, 2009

Agradecer a tiempo

Hay un poema de Borges que “juega” con la muerte y con la actitud del hombre ante ella, el destino posterior, el cómo encararla, etcétera.

Más allá de lo autobiográfico del poema, o de con o contra quién el autor y personaje se debatía, me llamó mucho la atención parte de la descripción inicial del protagonista humano:

“Un hombre trabajado por el tiempo,

un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura
…”

La simplicidad de lo que puede –y debe– disfrutarse y por lo tanto agradecerse. Irónicamente Borges las llama las “limosnas” de todos los días.

Un hombre que ha aprendido a agradecer, se ha hecho hombre. Se ha dado cuenta de que “todo” esta fuera, y que él, para ser, tiene que ponerse fuera de sí, hacia los otros, hacia los que reciben el agradecimiento.

¿A quién se le agradece el sueño, la rutina, el sabor del agua…? Quién sabe a quién, pero no es a uno mismo.

La simpleza del sabor del agua o del sueño, para los que los tenemos, un valor totalmente subvaluado en comparación con lo que trabajamos para conseguir alguna bebida con sabor a quién sabe qué, siempre y cuando nos adormezca en el proceso de ingerirla; y no necesariamente para acceder al sueño, sino para poder perder el control sin vergüenza.

Poder agradecer la rutina, la buena rutina, la rutina de hacer las cosas bien y poder seguir haciéndolas. La rutina del buen trabajo, la rutina del buen amor, de la familia. No la mala rutina de la soledad, del estar rodeados de mucha gente sin estar acompañados por nadie, la que terminamos construyendo por no querer entrar en la buena rutina del compromiso con otro.

El inmenso placer que da lo que a uno le apasiona: para Borges –y para mí también– una etimología o un poema. Con eso alcanza ¿no?, o hace falta que la etimología me la lean en un teatro, o en un estadio, lleno de luces y de olores a cigarrillos que no sólo hacen mal a los pulmones. ¿Cuál es la pasión?, el poema, el estadio, o el cigarrillo.

El poder agradecer el olvido, el recuerdo que de tanto haber pasado ya no duele, ya no amarga.

Que bueno sería poder agradecer sin tener que estar frente a la muerte. Que bueno poder hacerlo sin tener que tener muchísimos años. Es muy probable que lo que planteo sea demasiado utópico. Es probable que lo que quiero no sea posible.

Nos la pasamos –al menos yo me la pasé– gran parte de la vida queriendo llegar a lugares para darme cuenta después de haber llegado que lo divertido era ir acercándome; que lo que debía agradecer era la posibilidad de ir, no el hecho de llegar.

Por suerte la vida sigue presentando opciones, por suerte me imagino que dentro de un tiempo podré disfrutar del recuerdo de algo que ahora no puedo agradecer todavía, aunque se lo merezca. Agradezco el saber esto, aunque no lo entienda. Agradezco a Don Jorge por haber escrito ese poema para mí, aunque él no lo supiera. Agradezca, que también lo escribió para usted, ¿sabía?



J. R. Lucks





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domingo, septiembre 06, 2009

Formas o fondos

Llega la época del año en que nos empezamos a preocupar un poco más por las formas. El calor, y el proceso de ir sacándose las capas de ropa que el invierno obliga a utilizar, sacan del “fondo” algunas cosas que preferimos no mostrar.

En realidad las formas han tomado el control de la escena desde hace tiempo. La estética, lo externo, lo –en definitiva– superficial, se ha vuelto primordial y dominante.

La pregunta de Eric Fromm de mitad del siglo pasado ¿Tener o Ser?, se ha contestado indefectiblemente por el lado del tener. La ha contestado la sociedad de consumo, tanto los que producen y venden, como los que compran. La forma, la deseada, se ha convertido en un "bien", y se puede tener, se puede comprar.

Estoy exagerando, obviamente, debe quedar aún gente más preocupada por ser algo que por parecerlo. Pero si se exagera en lo importante que es un traje, o una crema facial, etcétera, ¿por qué no puedo yo exagerar para llevar agua para el otro molino?

Tener la forma, parecer, es más fácil, es más buscado, es hasta más dinámico, porque hoy se puede tener una forma y mañana otra, y así uno no se aburre. Siendo, en el otro extremo, es más difícil de cambiar.

Hay un viejo refrán que dice:

“Lo que importa no es la forma, sino el fondo”.

Jugando un poco con las palabras, hoy, a pesar de mi desacuerdo violento con lo que voy a escribir a continuación, estaría más de moda decir: “En el fondo, lo que importa es la forma”.

Pareciera que nos olvidamos de otros refranes interesantes que la sabiduría popular terminó transformando en consejos valiosos, como:

“La experiencia no se fía de la apariencia”. “No todo lo que brilla es oro”, ó “Las apariencias engañan”.

Hoy las fajas reductoras que dan forma de flaco al gordo, las prendas íntimas levantan lo caído y juntan lo separado, las camas solares dan colores caribeños al que no sale de su habitación más que para ir a cambiarse de color en una cama solar, etcétera, son el norte de muchas brújulas.

No es que me parezca mal, o crea que esto no debe ser permitido, pero: y en el fondo, ¿qué hacemos para no tener que parecer lo que aparentemente quisiéramos ser?

¿Quién publicita hoy un verdadero cambio, en vez de solamente un maquillaje?, ¿quién o cuánto se habla de una “inversión” en transformarse en lo que uno quiere aparentar? ¿Qué tal preguntarse por lo que debe uno ser? Por qué confiar sólo en avisos televisivos o en las tendencias de la moda para contestar esa pregunta.

Volviendo a los refranes, me gusta más este:

“Tal el hombre debe ser, como quiera parecer”.

No es que los otros citados anteriormente sean malos (excepto el que propuse como de moda); pero es que el primero sólo es enunciativo, y los últimos tres sólo previenen de lo que otros quieren hacernos creer. Éste último incita a la acción personal. Éste último es una llamada a levantarme y hacer algo concreto.

Si quiero ser flaco haré ejercicio, y si quiero lucir como caribeño me mudaré a Cuba. Aparte de eso, debo ser solidario, no sólo parecerlo colaborando con alguien de vez en cuando. Debo prepararme intelectualmente para lograr cosas, no sólo leer alguna revista de actualidad para poder opinar sin saber de qué estoy hablando, etcétera.

No pretendo decir que la forma sea irrelevante, la forma, muchas veces, hace. No es lo mismo saludar a un hijo con un grito que hacerlo con cariño, esa forma, esa, sí hace. La otra forma, la forma de la que estoy hablando, esconde. Usamos la forma (la cirugía estética, la ropa de pseudo marca, el lugar que frecuentamos para mostrarnos, etcétera) para comunicar algo que no siempre somos.

No somos lo que quisiéramos mostrar y por lo tanto, al sentir que no somos lo que deseamos, pareciéramos tener únicamente la opción engañar, la de usar las formas para esconder la realidad.

Los seres humanos podemos ser lo que queramos ser, y dentro de ese “querer” hay que combinar no sólo el gusto sino también la obligación, el querer lo que se debe, lo que nuestra situación de seres humanos nos pide. El hombre tiene esa capacidad y ese deber.

Ocupados todo el día en aparentar, en esconder, no nos queda tanto tiempo para ser. Tenemos tanto que terminamos siendo muy poco.

Si no podemos sacarnos la forma de la cabeza, usemos la palabra entonces para formarnos, para trans-formarnos. Para en el fondo, ser lo que queremos que los demás crean que somos. No falla.



J. R. Lucks



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