domingo, julio 12, 2009

Espejos públicos

Conversando con un amigo sociólogo, días pasados, me comentaba cómo él veía el fenómeno de las redes sociales; y cómo pensaba que los medios (particularmente los visuales) habían influido en la sociedad, de tal forma, que cada vez más “necesitamos” estar en una pantalla para “sentirnos”, para “confirmar” que existimos.

Esto me hizo acordar a un refrán que no es de ninguna manera nuevo, ni fue concebido a partir de la aparición de la televisión o de Internet, que dice:

“Una imagen vale más que mil palabras”

Y es bastante cierto. Un cuadro describe mejor una situación particular, (pensemos en una batalla o en un paisaje) que lo que podrían hacerlo mil palabras. Aun si las palabras son elegidas por un gran literato, es probable que una imagen termine siendo, muchas veces, más descriptiva.

Incluso puede decirse que la imagen muestra pero no concluye. Las palabras en cambio, por objetivas que traten de ser, transmiten la idea del que las elige para encadenarlas en la descripción. Ponen más énfasis en algunas cosas, subestiman otras, etcétera, son más parciales, subjetivas.

Desde hace tiempo los medios audiovisuales comenzaron a crecer en forma exponencial. Hasta antes de Internet para aparecer en una pantalla, para poder mostrar una imagen de uno en una pantalla, había que salir por televisión, y esto no era sencillo, ni barato.

La televisión se fue haciendo más y más popular, hasta que llegó el momento en que no es ya tan caro ni complicado “subirse” a un programa televisivo. Inclusive, con poco dinero y mucha caradurez, es factible tener un programa propio de cable, siempre y cuando se pague el alquiler mensual del estudio para hablar de lo que sea a audiencias probablemente inexistentes.

Pero es la llegada de Internet masivo y de las redes sociales lo que le da pantalla a todo el mundo. En blogs, en páginas propias, en redes o en lo que sea, el que quiere se filma, se fotografía, se grava, y… aire. Está en el aire. Está en la pantalla. Es parte del mundo audiovisual. Se transforma en contenido ahorrándole al que debería producirlo el esfuerzo y el dinero requerido para hacerlo.

Al ponerse en una pantalla uno se ve a sí mismo. Antes, para verse a uno mismo, había que verse en el espejo. Ahora ya no hace falta. La pantalla es incluso mejor, porque es un espejo que está conectado al medio de comunicación más ponente inventado hasta ahora, ya se puede acceder a este particular espejo desde casi cualquier lado.

Pero no es sólo el que se muestra el que “construye” este momento cultural, es también el que necesita ver para creer. Como todo se muestra si no lo vemos no lo creemos, y como tenemos que verlo perdemos la habilidad de describirlo, de contarlo, de conversarlo. El latiguillo “¿viste?”, se vuelve ahora una pregunta válida.

Es más fácil ver lo que hacen los propios hijos en Internet, que pretender hacerlo en sus habitaciones, colegios, boliches, etcétera. Ellos mismos “cuelgan” sus vidas de espejos públicos para que desconocidos las vean. Eso sí, (experiencia concreta de mi amigo sociólogo) se ofenden y se sienten invadidos en su privacidad si sus propios padres ven sus blogs, posts, o consultan sus perfiles en cuentas de redes sociales.

Cámaras integradas en las computadoras, teléfonos con videograbadoras y que sacan fotografías, y seguramente miles de aparatos más (que en breve nos estarán vendiendo como algo indispensable) son los encargados de capturar vidas para ponerlas en pantallas de computadores, más teléfonos, y cientos de otros aparatos que en conjunto con los anteriores se transformarán en las ofertas imposibles de dejar pasar.

Fama. Hay que ser famoso. Hay que ser visto. Hay que dejarse ver. Hay que difundirse. Interesante, difundir viene de fundir, que a su vez en latín significa propiamente derramar, desparramar, derretir. Además, fundir quiere decir arruinar en otra acepción, y la raíz da también origen a palabras como difuso, y confuso.

¿No nos estaremos di-fundiendo demasiado?, ¿no terminaremos derritiéndonos en imágenes?, ¿confundiéndonos los unos con lo otros entre tanta pantalla? ¿No terminaremos siendo entes difusos?, fundidos en una masa con otros miles a los que nos parecemos por usar la misma ropa, escuchar la misma música, y seguir las mismas tendencias y los mismos consejos publicitarios para hacernos famosos.

Fama, que viene también del latín, quiere decir voz pública, rumor. ¿Terminaremos siendo no más que un rumor visual de tanto ir de pantalla en pantalla, de ojo en ojo?

Este trabajo de la imagen a mostrar, de la imagen externa, se ha transformado en una gran obsesión. Ha ocupado una gran parte de nuestras vidas: tenemos que mostrarnos, y para mostrarnos tenemos que lucir bien. Tenemos que lucir como creemos que nos quieren ver, y siempre hay algún comercial que nos ayuda a saber cómo “es” que nos quieren ver.

Definitivamente no considero que seamos sólo exterior, por eso me interesó este otro refrán que asegura:

“Vanidad exterior es indicio de pobreza interior”.

Imagen es representación, no es contenido. Trabajando tanto en la representación, ¿no estaremos olvidando el contenido? ¿Serán cada vez más “ricas” nuestras imágenes y más pobre nuestro interior, al que no dedicamos tanto tiempo?

Espero que no sea así, que tanta necesidad de mostrar el exterior no se deba a que tenemos menos que mostrar en el interior. Espero que sea sólo otro momento en la evolución de la cultura en la que algo llama la atención y termina luego volviendo a su punto justo, a su equilibrio razonable, a su medida coherente.

No estoy en contra de Internet, después de todo caigo yo también en esta tendencia de “mostrar”. Yo, como otros, “me pongo” aquí en la pantalla de mi blog, que usted está leyendo, aunque yo elija la opción de las mil palabras. No necesariamente descalifico, sólo me pregunto, y muestro mi pregunta.

Si yo creyera realmente que una imagen vale más de mil palabras sería fotógrafo y no escritor. De cualquier manera no es uno o lo otro, habrá momentos en que una imagen sea mejor, habrá otros en que mil palabras lo sean. Por eso creo que el valor de la imagen, diría que hoy exacerbada, volverá en algún momento a su justo punto, y mostrarse no será más importante o necesario que contarse.

Lo que sí creo es que hay algunas palabras que definitivamente valen más que mil imágenes, por ejemplo: Amor, Fe, Solidaridad, Hijo, Familia… decida cuáles son las suyas, y cuídelas, dígalas, cuéntelas, cántelas, no las trate de encerrar sólo en imágenes.



J. R. Lucks




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