No importa qué país… después de todo no hay demasiada diferencia. La única que yo encuentro (¡y eso que he buscado!), es que en otros países (en algunos al menos) las mentiras, las barbaridades, las ridiculeces, etcétera, se dicen en otro idioma. Y claro, otro idioma casi siempre suena un poco más “elegante”.
Pero después de pensar (no mucho ciertamente) llegué a la conclusión de que la gente de esos otros países debe creer más “elegantes” las idioteces que se dicen en los nuestros, porque ellos también las escuchan en otro idioma. Por lo tanto, realmente, no hay ninguna diferencia.
El poema en cuestión es una traducción de una obra de Edgar Allan Poe, que en su versión en inglés se llama “To F..s S. O..d”. El nombre traducido significa: “Para F..s S. O..d”, y las iniciales misteriosas son aparentemente de Frances Sargent Osgood, una poetisa estadounidense con la cual Poe intercambiaba poesía romántica. El poema dice más o menos así:
“¿Quieres ser amada?
No dejes entonces que tu corazón se aparte de su rumbo,
siendo todo lo que eres, y nada de lo que no.
Así para el mundo tus modos, tu gracia y tu belleza,
serán cuestión de admiración sin fin,
y el amor, un simple deber”.
No es que esté enamorado de ningún político; pero ellos, que sí quieren ser amados por el pueblo, deberían tomar un poco el consejo del poeta.
Ser sinceros, ser lo que son y no otra cosa. Decir lo que son, lo que creen, lo que piensan, lo que realmente irán a hacer. Es obvio que algunos van a amarlos y otros no, los que piensen como ellos sí, y los otros no. El problema es que esto último no es aceptable por muchos candidatos. Deciden ser lo que son y lo que no, para que los amen, o voten, los que piensan como ellos y los que no también. Deben ser muchas veces lo que no son, y esconder absolutamente lo que sí. Siquiera pueden, en algunos casos, ser sinceros a medias.
Uno de los ganadores de la elección (representante de uno de los extremos del posible espectro), que consiguió un porcentaje de votos que nadie esperaba (ni él mismo), dijo en un reportaje efectuado al día siguiente de los comicios: “No somos utopistas…”, refiriéndose a cómo iría a presentar en el Congreso Nacional sus propuestas de campaña.
A seis meses de asumir, un día después de la elección, lo planteado con absoluta vehemencia dos días antes era calificado por el mismo candidato como ser utopista. No hubiese sido una maravillosa frase de campaña: No somos utopistas; no creemos que “cualquier” medida sea posible, no les vamos a prometer cosas que sabemos imposibles de llevar adelante por nosotros mismos, sabemos que la política es el arte de lo posible y no de lo correcto (lamentablemente). Pero seguramente ese discurso no logra tantos votos.
Me hizo acordar una frase maravillosa que dice:
“La política es como el violín: se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha”.
Fantasías de cuando derechas e izquierdas eran algo concreto. La izquierda, supuestamente, más dada a “repartir”, y la derecha a “conservar”. Como casi siempre hay más gente que espera que le repartan, que los que tienen que “defender” lo conseguido conservando, el poder es más sencillo de ser tomado con la izquierda. Pero luego, siguiendo consejos de Maquiavelo, entendiendo que el príncipe nunca debe enfurecer a los poderosos, por eso, una vez conseguido el poder a tocar con la derecha y reconciliarse con los “conservacionistas”, que tienden a ser normalmente más poderosos. ¡A no ser utopista!, diría este candidato ya electo.
El utopista soy yo. Los políticos no quieren ser amados ni admirados, sólo ser votados. Por eso el poema de Poe no les va. Tal vez se pudiese usar de “prueba de admisión” a las candidaturas: si se le lee el poema a un candidato, y le gusta, habría que prohibirle “ejercer”.
Soy optimista, pero de largo plazo. Algún día entraremos en razón, nos dejaremos de creer mentiras, nos dejaremos de decirlas, seremos “sólo” lo que somos y nos podremos admirar entre todos. Me gustaría ver ese día, por eso, cada mañana, trato de ser lo que soy y no otra cosa, y trato de transmitirle a mi hijo el deber de hacer lo mismo. No le prometo más que satisfacción personal por su coherencia, y el amor de los cuáles a él se entregue con esa sinceridad… después de todo, él no tiene que votarme.
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