jueves, noviembre 27, 2008

27-11-08. Las utopías

Hoy les quiero hablar de las utopías. Utopía viene del griego, y significa literalmente lugar que no existe. En griego topos o topo significa lugar. Pero también se entiende como sitio, puesto, país, territorio, localidad, distrito, o región. Aparte de esto, y me extiendo porque después va a hacer sentido, también se puede usar para referirse a un espacio, una condición o categoría, una ocasión, o una posibilidad u oportunidad. La “u” con la que en español comienza la palabra quiere decir no, o negación o inclusive rechazo.

El término lo inventó Tomás Moro (1), quién en a principios del siglo XIV tituló con ese nombre a un libro de su autoría en el que describía un hipotético reino, supuestamente ideal.

Sólo para que tengan alguna idea de que se trataba esta utopía de Moro, aquí van algunos párrafos sueltos:

“Es un país que se rige con muy pocas leyes, pero tan eficaces, que […], a nadie le falta nada. Toda la riqueza está repartida entre todos.

El trazado de calles y plazas responde al tráfico y a la protección contra el viento. Los edificios son elegantes y limpios […].

[…] se considera como un crimen capital, tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del Senado o al margen de las asambleas locales. Tal reglamentación se dirige a impedir que el Príncipe […] conspire contra el pueblo, le oprima por la tiranía cambiándose así la forma de gobierno.

Las instituciones de esta república no buscan más que un fin esencial: rescatar el mayor tiempo posible en la medida que las necesidades públicas y la liberación del propio cuerpo lo permiten, a fin de que todos los ciudadanos tengan garantizados su libertad interior y el cultivo de su espíritu. En esto consiste, en efecto, según ellos, la verdadera felicidad.

Los utopianos no se contentan con alejar el crimen por medio de leyes penales. Estimulan a la virtud con honores y recompensas.

[…] en Utopía, como no hay intereses particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; con lo cual el provecho es para todos”.

La definición que nos da la Real Academia Española nos deja una esperanza. Esta noble academia dice de utopía:

“Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación”.

Lo cual quiere decir que lo irrealizable del asunto es eventualmente temporal, ya que lo plantea irrealizable en el momento de su formulación, no para siempre.

En algún momento fue una utopía que todas las infecciones pudiesen curarse fácilmente, hasta que se descubrió la penicilina. Alguna vez habrá sido utópico que la mayor parte de la gente tuviese acceso a gran cantidad de información, y hoy Internet ha resuelto en parte esa utopía. Por eso José Ingenieros (2) nos dice:

“En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”.

Anatole France (3), un escritor francés tal vez un poco utopista como Ingenieros, también nos deja una frase que vale la pena recordar. Él nos dice:

“La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor”.

Por eso, y creo que no sólo en Argentina, sino en el mundo que vivimos, hay que ser utopista, hay que creer que hoy se puede fundar un país mejor para mañana, en vez de seguir fundiendo el que nos dejaron.

Por eso, para cerrar, les dejo una estrofas sueltas de una canción de Serrat, que también se llama Utopía como el libro de Moro. Allí van:

“¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura. [...]

¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible.

¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía! [...]

Quieren ponerle cadenas Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?

No pases pena, que antes que lleguen los perros, será un buen hombre el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días.

Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte”.

Así que si me dejan, les pido ser utopistas, creamos que lo que hoy es imposible, o parece irrealizable, se puede si nos ponemos a hacer algo para que ocurra. Pero no sólo les pido creer en utopías, sino construir utopías. Construir esas condiciones optimistas que hoy parecen irrealizables, para que eventualmente sean posibles y reales. Creer es el primer paso, pero el segundo, el de hacer que lo que creemos se haga realidad, es tan importante como el primero.

Construyamos utopías, que si no fuese por los que hace años construyeron las muchas o pacas que tenemos hoy, no tendríamos nada. Construyámosle algunas a nuestros hijos, para que vayamos a merecer haberlos tenido.



J. R. Lucks


Referencias:
(1) Santo Tomás Moro Mártir: (1478 – 1535). Fue un escritor, político y humanista inglés. Además, destacó en poesía, fue traductor, canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles e incluso abogado. Su obra más famosa es Utopía, donde relata la organización de una sociedad ideal. Fue ejecutado por orden del rey Enrique VIII, tras sus divergencias frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana.
(2) José Ingenieros: (1877 – 1925) Fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo.
(3) Anatole France: (1844 – 1924) Escritor francés. Se comprometió en las causas de la separación de la Iglesia y el Estado, y de los derechos sindicales. Se presentó a diputado en las elecciones legislativas de 1914.


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jueves, noviembre 20, 2008

20-11-08. El demiurgo, unplugged

Al pobre demiurgo de Platón (1) lo fueron matando de a poco. Voy a mencionar sólo algunos de los filósofos que jugaron con la idea, como para poder entender un poco la evolución de este tema.

Uno de los “famosos” que algo tiene que ver con este asunto es Hegel (2). Con Hegel, el proceso del pensar se convierte en demiurgo. El filósofo alemán dice entre otras cosas:

“Todo lo racional es real, y todo lo real es racional”.

Cualquier semejanza con otra frase que hiciera conocida el ex presidente Juan Domingo Perón (3):

“La única verdad es la realidad”

no es pura coincidencia.

Hegel era un filósofo idealista, al igual que Platón. Pero en Platón, si bien podía ser alcanzado razonando, es como que ese mundo perfecto de las ideas estaba “fuera” del razonante, por eso el hombre debía alcanzarlo.  En Hegel pareciera que lo real es fruto del razonamiento. Por lo tanto fruto del que razona, o de alguien que razonó. Esto no se le ocurre a Hegel, ya Descartes (4) había empezado esta "moda" con su:

"Pienso luego existo"

Con estos filósofos el demiurgo comienza a mudarse dentro del razonante.

Una cosa es que el razonamiento nos acerque a lo ideal, y otra muy distinta es que lo racional sea real, porque lo racional es producto del que razona, el que razona es el hombre, y por lo tanto la realidad sería subjetiva. Si bien pudiésemos pensar que hay sólo una lógica verdadera, y por lo tanto un solo razonamiento válido, lo cierto es que en la práctica esto no ocurre. Hegel subjetiviza; si bien no define la realidad sólo como lo que percibimos –subjetividad total–, sino como lo pensamos, eso no la hace menos subjetiva.

Otro “famoso”, pero que reacciona contra esta idea de Hegel es Marx (5). Carlos Marx no es idealista, es materialista. Para él lo que existe es lo material y el humano lo percibe, eventualmente, después, lo pensará. Lo material, para Marx, está allí “antes” de ser pensado. No habla de demiurgos o de entes metafísicos –más allá de lo que la ciencia física pudiese explicar–, de dioses o creadores. Marx le dice a Hegel en su libro El Capital (6):

“Para Hegel, el demiurgo de la realidad es el proceso de pensar, al que convierte en un sujeto autónomo bajo el concepto de la ‘idea’, siendo la realidad tan sólo su apariencia externa. En mi caso es al revés, la idea no es otra cosa que la realidad material, transformada y traducida dentro de la cabeza humana.”

Marx explica al hombre como un ser de carne y hueso, producido por la historia económica. Casi podría decirse que el demiurgo pasa a ser esta historia. La realidad es consecuencia de sí misma en la historia. Cuando Marx habla de “realidad” hace referencia al contexto social e histórico, asegura que el hombre “es” sus relaciones sociales.

Aparece un poco más tarde mi gran amigo –con el cual no coincido casi en nada, pero al que no puedo dejar de leer y citar– Friedrich Nietzsche (7) . Nietzsche proclama que dios ha muerto, y ha muerto porque el hombre lo ha matado. El hombre no necesita creer en demiurgos creadores según Friedrich. El hombre debe crear –más bien el superhombre de Así hablaba Zaratustra–, no creer.

Un tiempo antes, Schopenauer (8) había afirmado que el hombre es voluntad de vivir. O sea que el hombre es, mientras y porque quiere vivir. Nietzsche ataca esta idea afirmando que el hombre es voluntad de poder, y que esta voluntad de poder va aun más allá, incluso en contra si hace falta, de la voluntad de vivir. Si alguien está dispuesto a arriesgar su vida por algo que quiere, claramente esta voluntad de poder es más fundamental que la de vivir.

En Nietzsche el concepto de voluntad de poder tiene que ver con obtener y aumentar lo obtenido. En su pensamiento si obtenemos algo y no buscamos aumentarlo, alguien nos terminará quitando lo que obtuvimos.

¿Cómo se conjuga todo esto con la idea del demiurgo de Platón? Al haber el hombre matado a dios, ya no hay un ente externo que crea la realidad. Cada hombre tiene que crear su propia realidad, e imponerla en función de su voluntad de poder. La forma de conquistar y aumentar es ser demiurgo de su propia realidad, e imponerla.

Nietzsche declara que el hombre es –o debe ser demiurgo–, lo que el hombre toma lo transforma en su realidad, y su voluntad de poder lo hace imponer su realidad a sus sometidos. Nietzsche dice:

“No hay hechos, hay interpretaciones”.

Hegel y Marx habían acercado el poder creador al hombre, sea en el pensamiento o en la historia social como demiurgo de sí misma, Nietzsche lo pone definitivamente en manos de los que tienen mayor voluntad de poder.

Para Nietzsche el hombre “común” queda un poco desamparado al no tener una realidad impuesta por un creador externo –de lo cual se da cuenta después de haber “matado” a dios–, por lo tanto lo reemplaza por los estados. Los demiurgos de Nietzsche son los estados, o mejor dicho las personas que los forman. Su idea de voluntad de poder llevada a líderes de estado le hace a él, y posteriormente a gobernantes que lo toman como filósofo primordial en sus ideologías, mucho sentido.
Las interpretaciones que para el hombre común serán realidad, son las de los que imponen su voluntad de poder. El resto no existe, (en realidad sí existe, pero si nadie lo ve es como si no existiese), al menos hasta que explota en una revolución, en un atentado terrorista, en un corte de ruta, o en cosas por el estilo.

Este es en gran medida el mundo en el que vivimos hoy. Luego de estos filósofos todas las corrientes que hablan de lo subjetivo como primordial florecen y se desarrollan. Los estados totalitarios declarados de la primera mitad del siglo XX son consecuencia de este pensamiento, y los estados totalitarios no declarados de la actualidad también.

Hay otros dos jugadores de la dinámica social y económica, que Marx enunciaba, que también tomaron estas ideas. Las empresas que venden cosas para crecer y ganar dinero, y los medios de comunicación que venden publicidad a estas empresas.

Más allá de los individuos y de la aplicación de todas estas teorías filosóficas a lo personal, el efecto causado por este concepto puesto en empresas que hacen publicidad de sus productos, en medios de comunicación que pretenden mayores audiencias para vender publicidad más cara a las empresas que venden productos, y en estados que buscan votos, es impresionante.

¿Cómo imponen la realidad las empresas, o mejor dicho la interpretación que quieren que creamos? Que tal pensar en la moda por ejemplo. ¿Es la moda lo que la gente quiere o le conviene usar?, o es lo contrario de lo que fue moda hace solo un instante para poder volver a vender zapatos, carteras, pantalones, camisas, etcétera, etcétera. La realidad de lo que se va a usar es, tal vez, la voluntad de poder de los que venden, hecha nuestra interpretación por alguien que creó esa realidad para su conveniencia.

¿Cómo imponen la realidad los medios? Que tal un trascendido a confirmar en la radio por la mañana, que en el noticiero del mediodía se amplia con reportajes a los supuestos involucrados. Por la tarde, con la polémica ya generada sobre las declaraciones, se publican un par de encuestas de opinión. En el noticiero de la tarde ya toma cuerpo y hay una noticia, que luego en el programa de opinión de la noche debaten y discuten líderes de opinión. Al día siguiente se publican en los periódicos de la mañana las repercusiones, y se prometen investigaciones a ser transmitidas en el noticiero vespertino. Que tal cuando todos los medios nombrados son del mismo grupo económico.

La realidad creada por los políticos es bastante más burda. No hay un solo discurso que hable de los aspectos positivos y negativos de una medida. Los positivos son argumentados por los oficialistas, y los negativos por los opositores. Pareciera que todos son, y nos terminan haciendo, tuertos. Verdades parciales, que son tan nocivas como las mentiras burdas, son interpretaciones impuestas como realidad por discursos y pseudo debates parlamentarios.

Pareciéramos vivir en el mundo que Nietzsche imaginó, aunque él lo que quería era evitarlo. Se cambió a su eterno enemigo, las iglesias –que según él nos imponían un demiurgo que no existía–, por otros que sí existen; y no solo eso sino que estos modernos aparte se reproducen. Nada de superhombres creadores nitzscheanos, sólo rebaños a los cuales las realidades les son impuestas para cobrarles algo a cambio de la “última moda” o de la “última noticia”; o sacarles algún voto a cambio del “último subsidio” o la “última prebenda”.

Dirán que soy un poco negativo. Puede ser. Prefiero creer que no es así, prefiero creer que entendiendo de que cada vez estamos más encerrados en una caverna –en la cual ahora ya no se proyectan sombras sino imágenes en plasmas de 42 pulgadas– puedo darme cuenta de que detrás de mío hay decenas de demiurgos que no merecen serlo. Puedo darme cuenta de que no estoy encadenado, y de que mi opinión de la realidad no tiene porqué depender de la proyección de una interpretación de otro, sino de la mía.

Nietzsche tenía razón en muchas cosas (aunque yo no esté de acuerdo). Ahora, si en su época, en la cuál no había ni plasmas ni aires acondicionados que nos mantienen adentro las cuevas, él decía que la gente prefería la realidad digerida por otro en vez de buscar sus propias ideas, ¿qué podemos esperar hoy con 180 canales en los televisores?

Para Nietzsche –y créanme que los actores sociales que mencioné antes confían en él como si fuese dios y no hubiese muerto–, la verdad la impone el poder. Podría volver a recordar la frase de Perón:

“La única verdad es la realidad”.

¿Se entiende?, la única verdad es la realidad; la verdad la impone el poder; por lo tanto: la realidad la impone el poder.

Fíjense que interesante. El filósofo sostiene que dios mató al hombre porque este dios, este demiurgo de la realidad, le pedía al hombre, cambio de esa realidad, demasiado –fe, sacrificios, compasión, cumplimiento de reglas, etcétera–, por eso el hombre se cansa y, dejando de creer, lo mata. El problema, es que como crear la propia realidad es un trabajo importante, el hombre cambia a este demiurgo por otros, los estados; aunque también puede ser la ciencia, la nacionalidad, incluso hoy una compañía que me dice que su gaseosa me hace “diferente”, u otra que proclama que sus zapatillas deportivas son lo único por lo que vale la pena vivir.

Me pregunto: ¿cumplir un par de mandamientos o ir a un templo de vez en cuando, no era más “barato” de lo que me piden a cambio de sus realidades estos nuevos demiurgos?. Cada uno sabrá la respuesta a esa pregunta, pero por lo que más quieran –dios o un par de zapatillas–: hágansela

Si fuimos capaces de matar a dios: dejar de tener fe en un multimedios disfrazado tras varias marcas y en sus “pastores” distribuidos en los distintos horarios, o dejar de rendir culto a una tarjeta de crédito, o de entregar el cuerpo –el alma no les importa– a una ideología política, debería ser bastante más sencillo.

Si no quieren resucitar a dios no lo resuciten, pero si dios no merece ser demiurgo, los que tenemos hoy menos.

Después de todo Nietzsche tenía razón, estoy tratando de imponer mi voluntad de poder, lo que yo considero que es verdad… No me deje “someterlo”. Hágale caso a Platón y salga de la caverna razonando. Deje de ver imágenes proyectadas por otros, incluidas las mías.





J. R. Lucks



Referencias:
(1) Platón: (circa. 427 a. C. /428 a. C. – 347 a. C.) fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia.
(2) Georg Wilhelm Friedrich Hegel: (27 de agosto de 1770 – 14 de noviembre de 1831), filósofo alemán.
(3) Juan Domingo Perón: (8 de octubre de 1895 – 1 de julio de 1974) fue un político y militar argentino, creador del movimiento peronista.
(4) René Descartes (31 de marzo, 1596 – 11 de febrero, 1650) fue un filósofo, matemático y científico francés.
(5) Karl Marx: (5 de mayo de 1818 – 14 de marzo de 1883) fue un filósofo, historiador, sociólogo, economista, escritor y pensador socialista alemán.
(6) El Capital: Kart Marx. Editorial Siglo XXI, 2002.
(7) Friedrich Nietzsche: (15 de octubre de 1844 – 25 de agosto de 1900) filósofo, poeta y filólogo clásico alemán, fue uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX.
(8) Arthur Schopenhauer (22 de febrero de 1788 – 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán.


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jueves, noviembre 13, 2008

13-11-08. El demiurgo

Hoy les voy a hablar del demiurgo, o más bien de los demiurgos. No es una palabra de las más usadas, pero tiene un significado sencillo. Básicamente quiere decir creador. Para algunas filosofías es la entidad impulsora del universo. Para otras es directamente un dios creador del mundo y autor de lo conocido. Uno de los que pensaba esto último era el filósofo griego Platón.

Demiurgo viene del griego demios, que significa público o popular; y de ergon, que significa trabajo, hecho, obra. La palabra compuesta se traduce literalmente como el que trabaja para el público. Se la entiende como artesano, maestro y en sentido figurado, creador, hacedor.

Para Platón existía la materia, que era informe y caótica, y las ideas que eran perfectas. El demiurgo se compadece de la materia y copia en ella las ideas dándonos así el mundo de nuestra realidad. Obviamente estas ideas perfectas eran las ideas del dios creador, del demiurgo, no nuestras ideas de las cosas. Para Platón, el mundo de las ideas era el perfecto, y el de la materia una copia imperfecta de aquel.

Esto queda explicado en forma metafórica en el libro VII de su obra La República (1), cuando expone cómo los hombres conocemos las cosas, y al plantear la existencia de dos mundos, el sensible (conocido a través de los sentidos), y el de las ideas (sólo accesible mediante la razón).

El pedía imaginar a la gente encadenada en una caverna, obligada a mirar hacia el fondo de la misma. Por la puerta de la caverna pasaban los verdaderos seres –las ideas perfectas–, la gente, por lo tanto, sólo podía ver las sombras de estos seres proyectados en el fondo de la caverna ya que no podían darse vuelta para ver hacia el exterior. Cada uno pensaba, equivocadamente, que esas sombras o proyecciones que veía eran las cosas reales. En el pensamiento de Platón, estas sombras proyectadas son a las realidades, lo que la materia es a la idea. Una mesa, por ejemplo, es a la idea de mesa, o dicho de otra forma a la mesa ideal, sólo una expresión menor de lo que la idea representa.

Sobre esto se habló, se filosofó, y se discutió desde Platón hasta ahora. Hubo distintas formas de interpretar este pensamiento, y obviamente mucha divergencia.

Lo que plantea, básicamente, es que lo que creemos de las cosas no es lo que las cosas realmente son, sino sólo nuestra percepción de la realidad. Lo interesante, es que esto de la caverna y las sombras de la realidad proyectadas me pareció algo muy similar a lo que nos pasa hoy con los medios de comunicación, y particularmente con los políticos que nos hablan a través de los medios.

Hoy tenemos la capacidad de recibir noticias de todo el mundo, pero no estamos viendo la cosa real, sino una proyección de esta cosa. Y de una forma u otra acá el que hace de demiurgo es el que transmite, y, o, el que da el discurso, porque nos hace ver, o nos deja ver, muy probablemente, la parte de esa realidad que le conviene. Lamentablemente, si bien no estamos encadenados como los personajes de Platón, pareciese que alguien nos tuviese atornillados a la silla enfrente del televisor.

Al demiurgo de Platón lo hicieron morir diversos filósofos, particularmente Nietzsche, pero aun él mismo dice que como a la gente no le gusta esforzarse, se busca alguien nuevo que oficie de demiurgo, o sea que le muestre una proyección de la realidad. De allí, a preferir opiniones de y por los medios, en vez de los hechos reales y cada uno sacar sus propias conclusiones, no hay distancia. Para Nietzsche los nuevos demiurgos fueron en su época los estados, hoy son en gran parte, además, los medios de comunicación. Unos y otros tienen gran capacidad de transmitir y de ser los que definen cual es la idea que ha de ser realidad.

Por eso les traje una cita de un libro muy interesante sobre falacias (2). Algunos de sus párrafos dicen así:

“Las falacias son un mecanismo que utilizan las culturas para evitar la responsabilidad de una situación y llevan a desarrollar permanentemente soluciones aparentes que luego resultan disfuncionales.

Sólo el contexto científico, o el largo plazo, hacen que la realidad triunfe sobre la falacia.

Cuanto mayor la incertidumbre del contexto, mayor es la difusión de las falacias […].

En el largo plazo las falacias destruyen lo que se construye, pero en el corto, las falacias construidas con mucho talento […] permiten construir pirámides de fantasías y hacerlas parecer reales.

La falacia genera una disminución de la responsabilidad del hombre en su acción frente al medio, ya que le permite enfrentar realidades sobre la base de falsos razonamientos y llegar a falsas conclusiones que luego busca explicar depositando el problema en otros”.

Me pareció fantástica la descripción y la actualidad de la cita. Hoy estamos en un contexto de incertidumbre. Hoy estamos rodeados de demiurgos creadores de imágenes de supuestas realidades que nos quieren hacer creer para que vivamos de la forma que ellos quieren, o votemos lo que a ellos les parece.

No es mi intención demonizar ni a los medios ni a los políticos, en ambos casos ellos se arreglan solos para auto demonizarse, mi punto es que podemos salir de la caverna, podemos ir afuera y mirar la realidad tal cual es, en vez de las sombras que alguien nos proyecta con la intención de que la creamos realidad.

Ya Platón, hace más de dos mil años, nos decía que los problemas de percepción deben y pueden ser evitados. En su alegoría había que romper las cadenas y salir a la realidad utilizando la razón. Tratemos de hacerle caso, no nos perdamos en un par de discursos televisados, o en los que luego de los discursos los critican en la misma pantalla; pueden ser dos falsos demiurgos entreteniéndose con nosotros.




J. R. Lucks



Referencias:
(1) La República. Platón. Espasa Calpe, 2007.
(2) El Origen de las Falacias Humana. Peter Belohlavek. Editorial Blue Eagle Group, 2005.


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jueves, noviembre 06, 2008

06-11-08. Los consejos, unplugged

La literatura está llena de consejos. Tal vez no sea más que eso. Tal vez se pueda decir, sin exagerar demasiado, que la literatura no es más que un gran consejo.

Están obviamente los libros de autoayuda, que son consejos puros. Hay libros de ética o de filosofía, que ponen de manifiesto una forma de pensar, o un supuesto obrar correcto, con lo cual son de alguna forma consejos de cuáles conductas debemos seguir y porqué. Parecidos a estos están todos los libros religiosos, santos o no. Incluso las novelas, al menos las buenas, tienen un argumento y ponen de manifiesto una forma de pensar sobre algo. En las novelas a alguien le va bien o le va mal, y por lo tanto, implícitamente aunque más no sea, hay una opinión del autor en cuanto a qué se debería haber hecho o qué no.

Otras formas de literatura: los cuentos, gran fuente de consejos. La poesía, origen también de letras para temas musicales, exalta valores, cuenta conductas de las que el autor se queja o se alegra, recuerda con nostalgia o proyecta con esperanza; más o menos obvio, conductas recomendadas, opiniones con valoración que el autor transmite.

Seguramente estoy exagerando: ¡No me haga caso!... ahí fue un consejo.

Debe ser algo innato en la naturaleza humana. Vivimos, nos comportamos de una forma u otra y creemos –tal vez con razón– que a los demás les puede servir, les podemos servir.

Damos miles de consejos, aunque no siempre somos receptivos a los de los demás. ¿Por qué algo que nos gusta tanto dar, no pareciera ser tan bueno al recibirlo? Debe ser de las pocas cosas que mujeres y hombres estamos más dispuestos a prodigar, que a obtener o requerir de los demás, y eso que son gratis. Un amigo mío, José Castaña, boxeador de profesión, lo justificaba diciendo:

“Es como en mi actividad viejo, es mejor dar que recibir”.

Un viejo refrán, que yo repito mucho como aconsejando, pero, que evidentemente no termino de entender, dice:

“La experiencia ajena no le se sirve a nadie”.

Un consejo que nos aconseja no aconsejar. Una paradoja. Nos aconsejan no dar consejos basándose en una experiencia que no le sirve más que al que la vivió, o sea al que nos está aconsejando y diciendo que su experiencia no nos sirve, a pesar de que de alguna manera nos pide tenerla en cuenta.

El humano necesita comunicarse, y lo único que puede comunicar es en definitiva a sí mismo. Lo hace hablando, escribiendo, cantando, caminando por la calle, usando un tipo de ropa o practicando un deporte. En esas actividades, lo queramos o no, lo sepamos o no hay consejos, hay elecciones que hemos hecho y que consideramos correctas, hay decisiones tomadas y que con más o menos fuerza, con más o menos énfasis, muchas veces con buena intención intentamos o pretendemos imponer en los demás. Consejos.

Algunos dicen que en realidad los consejos no son más que materializaciones del amor. El que aconseja ama. Otros piensan que un consejo no es más que una muestra de soberbia, de engreimiento. Unos aconsejaran darlos por amor, aunque se supone que el que ama acepta al otro como es; otros aconsejarán, desde su soberbia, no aconsejar ya que sólo mostraríamos lo engreídos que somos.

No van a negarme que resulta agradable cuando alguien nos pide un consejo. Lo cierto también es que normalmente cuando nos los piden no sabemos que decir. Los consejos mejores son los que nos salen sin que nadie nos los pida. Cuando nos requieren nos ponen a pensar, pero aparte nos traspasan responsabilidad, y eso no le gusta a nadie.

Por eso, para que nos pidan consejos, pero no de lo que el otro necesita sino de lo que estamos pensando en cualquier momento, es que este consejo siempre me pareció interesante:

“Sonríe, esto hace que las personas quieran saber lo que estas pensando”.

Consejos, consejos y más consejos. Debo estar exagerando. Siga mi consejo: no me haga caso.



J. R. Lucks



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