jueves, agosto 21, 2008

21-08-08. Los juegos

Como estamos en medio de los Juegos Olímpicos, ¿a qué palabras creen que me voy a referir?... justamente de estas.

No tanto de la palabra Olímpicos, porque seguro que ya todo el mundo sabe que esta palabra viene de Olimpia, una antigua ciudad griega nombrada así por el Monte Olimpo, en donde supuestamente vivían los antiguos dioses griegos.

Aunque lo que no sé si se dijo tanto, es que olimpo significa brillante. La palabra viene de holo, que significa todo, y de lampos que significa luz o brillo. Olimpo entonces sería: lo todo brillante. Adecuado nombre para acomodar a los dioses griegos, y buen nombre también para unos juegos en los que todo debería brillar y ser una luz de paz y esfuerzo, individual y colectivo, para que vivamos como deberíamos y no tanto como lo hacemos.

Tampoco la idea es comentarles que no es lo mismo Juegos Olímpicos, que es lo que esta ocurriendo ahora, que Olimpíadas, que es el período que va entre dos juegos. O sea que las Olimpíadas terminan cuando empiezan los juegos y vuelven a comenzar al terminar los mismos. Por eso está mal decir que alguien va a competir en las olimpíadas, ya que se compite en los juegos, durante las olimpiadas se espera y se entrena.

Pero bueno basta de decirles de qué no les voy a hablar, y comencemos con lo que sí.

Hoy les quiero hablar de la palabra juego. Ésta es una palabra muy interesante que viene del latín iocus, que quiere decir lo contrario de serio. En su acepción original no necesariamente quería referirse a lo deportivo, sino más bien a lo relativo al esparcimiento o a lo divertido, incluso a lo ridículo. De esta última acepción vienen palabras como jocoso, o joke, que en inglés significa broma. También se derivan de aquí palabras como juglar, que si bien es un cantor se acerca en algunas variantes a lo ridículo o a lo gracioso, o incluso jugarreta, en el sentido de trampa, o sea de poner en ridículo a otro haciéndolo perder o caer en una artimaña.

En latín hay otras dos palabras, con significados ligeramente diferentes, pero a los cuales nosotros nos referimos hoy usando también la palabra juego. Estas son ludus, que envuelve la idea de ganancia, o sea participar de alguna competencia con intención de obtener ganancias; y la otra es lusus, que envuelve la idea de entretenimiento agradable y nada más, pero que no tiene necesariamente que ser no serio.

O sea que juego, para nosotros, que dejamos a ludus y a lusus de lado, es muchas cosas. Es algo para entretenerse, o algo para competir y ganar, incluso eventualmente dinero. También usado con sentido más negativo, o hasta peyorativo, se dice que algo no es un juego cuando se quiere decir que la cosa es en serio; o “no juegues”, al que no se lo ve dedicándose a su tarea en forma comprometida. El juego, aparte de todo lo demás, como sabemos, es una forma de aprender, los niños, y muchas veces los grandes también, aprendemos jugando.

Hay juegos de cartas, de guerra, de computadora. Juegos peligrosos y juegos divertidos. Juegos amorosos y juegos de azar, que son muy parecidos a los amorosos. Juegos por plata, juegos por jugar… e incluso, juegos olímpicos.

En función de que juego puede considerarse bueno o malo, positivo o negativo, divertido o incluso hasta revelador, es que hay en la literatura miles de frases, citas o refranes que usan al juego como protagonista.

Por ejemplo, cuando se ve al juego en sus aspectos negativo se dice:

“Afortunado en el juego, desafortunado en el amor”.
“El dinero del juego muchos lo tienen, pero pocos lo retienen”.
“Juego de manos es de villanos”.
“Si a tu amigo quieres conocer, hazlo jugar y beber”.

En todos estos refranes pareciera que el juego no es bueno, sea porque o es de villanos, o porque te absorbe tanto que no te podés dedicar al amor, o incluso, como sugiere el último, es comparable a la bebida en términos de sacar a la vista lo peor de uno.

Obviamente esta es sólo una visión del juego. El juego es sinónimo de placer y no sólo para los chiquitos, que parecieran sólo pensar en jugar, sino para los grandes también. Así es que don Joan Manuel Serrat canta:

“¿No le gustaría no ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas, para jugar al juego que mejor juega y que más le gusta...?”

Dejar de lado las responsabilidades y jugar, a lo que sea, a lo que se le ocurra que haya Serrat querido decir con esto.

Hay gente que juega también con las palabras, lo cual, como se habrán dado ya cuenta, es una de mis predilecciones. Ejemplos de estos juegos de palabras encontramos en estas supuestas frases de Woody Allen:

“Mi padre vendió la farmacia porque no le quedaba más remedio”.
“Los mosquitos mueren entre aplausos”.
“En los aviones el tiempo se pasa volando”.
“El eco siempre dice la última palabra”.

O cuando se pregunta:

“¿Cuál es el animal que después de muerto sigue dando vueltas?"

Y se contesta:

"El pollo al espiedo”.

Para jugar con las palabras, hay que apelar un poco al aspecto del ridículo que está incluido entre los sentidos del término jugar, hay que usarlo pensando en términos de oposición a lo serio. Más allá de que este supuesto ridículo, que permite usar las palabras para jugar con ellas, termine encerrando grandes verdades.

Hablando de juegos de palabras, hay un libro que me pareció fantástico que se llama: ¿Es real la realidad? (1), que utiliza, entre otros recursos, esta cuestión del ridículo para tratar de que entendamos que no siempre lo que nos parece es lo que es. En una de sus explicaciones encara este tema de la percepción parcial y subjetiva que tenemos, con un ejemplo que me pareció excepcional. Dice así:

“El científico estaba muy orgulloso de cómo la rata de laboratorio tocaba la palanca cada vez que quería comer. A su vez la rata comentaba con sus compañeras que bien amaestrado que tenía al científico, que cada vez que ella tocaba la palanca él le daba comida”.

Como muchas veces, un juego de palabras explica mejor las cosas que grandes discursos, sin llegar al extremo de Woody Allen que divierte, este pequeño ejemplo nos hace ver que tan cerrados muchas veces estamos a la realidad de otros.

Ojalá que jugando, con las palabras o con lo que más nos guste, como pedía Serrat, volvamos un poco a esa inocencia y camaradería que teníamos cuando niños, y jugar era nuestra principal actividad.




J. R. Lucks


Referencias

(1) ¿Es real la realidad? Paul Watzlawick. Editorial Herder, 1995.




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