¿Queda claro? Por las dudas: yo soy pro mujer, de hecho soy de los que coincide con ellas cuando dicen que todos los hombres son una porquería, por eso yo prefiero a las mujeres. Se entiende, ¿no?
Pero bueno, una de las acepciones que encontré y más me gustó es la que dice que el termino mujer, o mulher –como se dice en portugués y con un sonido mas cercano al de su origen–, viene de mollis, que en latín significa blandura. Y aquí empiezan parte de los problemas. Algunos dicen que es una acepción prejuiciosa y que desmerece a la mujer porque la asocia con falta de firmeza, con falta de carácter. Pero en el diccionario de latín que yo consulto, mollis significa: sin dureza, sin asperezas, plácido, suave. Aparte de esto blandura, en el diccionario de la Real Academia Española, no sólo denota: cualidad de blando, sino que entre otras acepciones también quiere decir: regalo, deleite, delicadeza, dulzura y afabilidad en el trato. Así que yo prefiero quedarme con estos significados, ya que así tienden a ser las mujeres suaves, plácidas, sin asperezas, lo cual no significa de que no puedan ser lo contrario si hace falta, que no puedan ser duras cuando se necesita, y allí es donde esta lo bueno, tienen las dos capacidades y eso no las desmerece.
En fin podría hablar años de las mujeres, pero por hoy les quiero dejar algunas estrofas de un poema de una gran mujer, Sor Juana Inés de la Cruz (1), se llama: Hombres necios que acusáis, y dice así:
“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión,
de lo mismo que culpáis.
[...]
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis,
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel,
y a la otra por fácil culpáis.
Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada.
[...]
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Interesante ¿no?, recuerden que era una monja, una intelectual en realidad, y en la época que ella vivió, hace casi ya cuatrocientos años, una de las muy pocas formas en la que una mujer podía estudiar y dedicarse a la literatura sin ser mal vista era estar encerrada en un convento.
Y qué cierto esto que dice Sor Juana. Cuantas veces pedimos una cosa, y cuando nos la dan entonces no la queremos. Sor Juana ilustra esta cuestión que tenemos los hombres de pretender que las mujeres sean de fácil “acceso”, siempre y cuando no sean nuestras hermanas, madres, abuelas, y eventualmente esposas. Es como si exigiésemos que existan dos clases de mujeres. Mi amigo Freud (2) con este asunto se hizo una fiesta, y de hecho escribió grandes cantidades de cosas al respecto.
Hoy el mundo ha evolucionado, –o tal vez involucionado, no estoy seguro– con respecto a este tema, y la liberación sexual ha producido grandes cambios en cuanto a que es ser “fácil” y qué no, e incluso quién abusa de quién en la relación sexual casual, si es que hubiera abuso alguno. Sin embargo esta incoherencia de pedir una cosa y la contraria a la vez, sigue muchas veces presente. Los hombres quieren mujeres liberadas pero hogareñas, las mujeres quieren hombres sensibles pero que no se la pase llorando por una uña partida. Queremos que la policía tenga mano dura, pero que no nos haga la boleta por andar sin el cinturón de seguridad, o gobiernos que nos den subsidios pero que no nos cobre impuestos. En fin lo que planteaba Sor Juana no aplica sólo a la mujer, o a lo que el varón exige de la mujer.
¿Por qué no pensar un poco en esto? Tal vez lo que nos pide esta poetisa nos sirva para vivir un poco mejor la vida. Esta coherencia que muchas veces no tenemos, que nos hace pedir algo pero no tener la templanza de aceptar las consecuencias. Creo que de pensar en esto debemos concluir que pedir es fácil, lo difícil es pedir bien. Aprender a pedir sería entonces el arte a desarrollar, para que cuando nos dan lo que pedimos, no terminemos peor de cómo estábamos antes de recibir.
J. R. Lucks
Referencias:
(1) Sor Juana Inés de la Cruz: (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 – Ciudad de México, 17 de abril de 1695) fue una religiosa católica, poeta y dramaturga novo hispana. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de El Fénix de América y La décima Musa. Aprendió náhuatl con sus vecinos. Descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín en veinte lecciones, escuchando las clases que eran impartidas a su hermana, a escondidas. Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estaba activa. Muere por una epidemia el 17 de abril de 1695 a los cuarenta y tres años.
(2) Sigmund Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), fue un médico, neurólogo y librepensador austríaco, y el creador del psicoanálisis.
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