jueves, abril 03, 2008

03-04-08. El desplazamiento, unplugged

El amigo Smiles, del que hablamos la semana pasada, es realmente todo un personaje. Él comienza tratando de corregir las cosas desde la política, por eso formó parte de grupos reformistas que intentaban cambios políticos y sociales en el Reino Unido a mediados del siglo XIX. Entre otras cosas, el movimiento del cuál él participaba, abogaba por el sufragio universal de todos los varones mayores de 21 años, por el voto secreto, y por el hecho de que todos los miembros del parlamento tuviesen que ser elegidos por votación en una elección. Inclusive en uno de sus trabajos como editor del periódico de la ciudad de Leeds, en Inglaterra, promueve el derecho a voto de las mujeres, y el libre comercio. Temas todos estos, que en una Inglaterra de los 1800, no eran demasiado populares. Hoy nos suenan razonables, en aquella época el hombre era un revolucionario desde la palabra.

Me pareció una personalidad interesante para tomar y tratar de conocerla y entenderla. Aquí va otra cita de las primeras páginas de su libro Self Help (1), o Autoayuda:

“El gobierno de una nación es usualmente el reflejo de los individuos que la componen. El gobierno que está muy avanzado en relación a su pueblo, inevitablemente será arrastrado al nivel de este, como el gobierno que esté muy atrasado será llevado hacia el progreso. En el orden de la naturaleza, el carácter colectivo de una nación se encontrará seguramente reflejado en sus leyes y en su gobierno, como el agua encuentra su propio nivel”.

¿Entenderemos esto alguna vez en nuestro bienamado país? Ese deporte nacional de echarle la culpa al otro, en el cuál somos tan buenos, se ha hecho carne en nosotros de tal forma, que nos paramos frente al espejo y le echamos la culpa al que vemos reflejado con un desparpajo sublime.

¡Somos nosotros!, Smiles tiene razón, no es el gobierno el que nos hace vivir como vivimos, somos nosotros. Si fuésemos de otra forma tendríamos otro gobierno. Como él dice, si el pueblo realmente estuviese más adelantado, si nosotros no fuésemos corruptos, si no cortásemos camino cada vez que podemos, si no buscáramos ventajas más allá de lo justo, si no deseáramos sobresalir sin hacer ningún esfuerzo, si no fuésemos tan exitistas, eventualmente arrastraríamos al gobierno hacia ese estado que hoy, al menos a mí, me parece utópico. Somos nosotros, el pueblo en su conjunto, incluyéndonos aunque no nos consideremos parte del problema. Muchos se llenan la boca hablando de democracia, y no entienden que en democracia la mayoría decide.

Evidentemente la mayoría nos lleva a lo que acabo de describir más arriba. La democracia no garantiza que todos van a estar representados cabalmente, ni que cada uno tiene razón, la democracia garantiza que lo que se impone es la mayoría, y el gobierno, es reflejo de esa mayoría. Si queremos cambiar el gobierno, habrá que cambiar la mayoría, la mayoría deberá ser incorruptible, la mayoría deberá ser trabajadora en serio, la mayoría deberá despreciar cualquier tipo de prebendas, etcétera, etcétera. Hoy, evidentemente, no es así.

Sepan disculpar la insistencia y lo burdo del ejemplo, pero si no tirásemos basura en las calles, éstas estarían más limpias aunque el gobierno de turno no las barriese. En el fondo eso es lo que nos decía Smiles.

Otra frase incluida en su libro, que sería de lo más aplicable, dura, durísima tal vez, dice así:

“El peor esclavo no es el quien es gobernado por un déspota, a pesar de lo demoníaco que pueda ser el tirano, sino quien está bajo el yugo de su propia ignorancia moral, egoísmo y vicio”.

Vuelvo a insistir que esto fue escrito entre 1850 y 1900. ¿Qué le parecería a Smiles la sociedad de hoy en cuanto a estos tres defectos que esclavizan más que un tirano?, cómo se sentiría en esta sociedad sobre estimulada para consumir, en donde lo material ha pasado a un plano de exaltación permanente –al menos en comparación con las capacidades de acceso a bienes que tendría don Samuel y su mundo–.

Para sentirnos mejor, en gran medida, hemos redefinido vicio por autosatisfacción, o egoísmo por refuerzo de la autoestima, bueno, si eso no es correr el riesgo de transformarnos en moralmente ignorantes, entonces no sabría que puede llegar a ser. No soy puritano ni estoy en contra del avance, del progreso, o de los resultados positivos de los modelos económicos y sociales, los cuales nos han dejado en los niveles de consumo que tenemos hoy. No soy un predicador del ascetismo. Lo que sí me preocupa es que podamos perder el balance.

Samuel Smiles no era el único pensador de mitad del siglo XIX que se preocupaba por estas cosas. Sin ir muy lejos, José Ingenieros (2), en la misma época prácticamente, nos decía cosas muy similares desde su El hombre mediocre (3), o desde Las fuerzas morales.(4) No pareciéramos haber escuchado o leído a ninguno. El desplazamiento de ojos, orejas y sentidos que el Cronopoio de Cortázar nos contagió, hace que un siglo y medio después sigamos teniendo los problemas contra los que estos pensadores luchaban. Más aún, en algunos casos la situación empeoró, no sólo porque hoy somos más egoístas, tenemos más vicios, y somos probablemente más ignorantes desde el punto de vista moral, sino porque aparte aplicamos recetas contrarias a la autoayuda que personas como Smiles predicaban. Recetas que nos hunden más en el problema. Será porque en la época de don Samuel no votaba todo el mundo, y por lo tanto el clientelismo político no hacía tanta falta, pero ahora definitivamente estamos peor. No sólo con gente dependiendo de ayuda externa y no logrando nunca autoayudarse, sino con un sistema político y sociológico que hace preponderar la dependencia para asegurarse el acceso al poder. No lo digo sólo por nuestro país, o por el gobierno de turno, creo no estar muy errado si digo que esto es así en todo el planeta. En algún lado será una empanada y un puesto público, y en otros lados serán subsidios a agricultores de hierbas finas o productores de armas, pero para el caso es lo mismo.

Vayamos a una última cita que creo que resume un poco su forma de pensar. En el capítulo VIII del libro citado habla de la energía y del coraje como virtudes. Dice cosas como estas:

“El cultivo de estas cualidades es de gran importancia; resuelta determinación en la persecución de objetivos valiosos y loables, es la base de la grandeza de carácter. […]
Por lo tanto, la determinación enérgica ha de ser definida como la fuerza central en el carácter de los hombres –en una palabra, es el Hombre en sí mismo. Ella da impulso a cada acción y alma a cada esfuerzo. La verdadera esperanza se basa en ella, –y es la esperanza la que perfuma la vida. […]
Las simples intenciones y deseos no engendran sino una enfermedad en las mentes jóvenes, a menos que se transformen rápidamente en acción. […]
Una intensa anticipación en sí misma transforma posibilidades en realidades; nuestros deseos siendo a menudo nada menos que los precursores de las cosas que somos capaces de hacer. Por el contrario, los tímidos y dubitativos encuentran todo imposible, principalmente porque lo parece.”



Podría seguir pero citaría capítulos completos y no tiene sentido. Es mejor que lo lea usted directamente del original.

Lo cierto es que me parece importante rescatar estas ideas en un mundo en el que muchas cosas se han desplazado. Se han desplazado los centros de poder, los deseos y gustos de la gente, los tiempos dedicados a la reflexión o al compartir con la familia. ¡Tantas cosas no están en el mismo lugar en el que estaban hace siglo y medio!… y a pesar de todo las palabras y los conceptos de autores como Samuel Smiles siguen siendo de actualidad. Esto es así, lamentablemente, porque ese desplazamiento no ha sido en la dirección en la que se propugnaba. En un siglo y medio de aplicar conceptos como los aquí citados, seguramente tendríamos menos gente con hambre, menos guerras fraticidas, menos dependencia de parásitos políticos –a pesar de lo paradójico que pueda sonar el depender de un parásito–, menos niños sub educados, menos países “en vías de”, y más países “habiendo llegado a”…

En fin, nunca es tarde para empezar, determinación enérgica nos sugiere don Samuel como pieza fundamental del carácter del hombre. Pues falta nos hará. ¿Por donde empezar? Por nuestros hijos, por nuestras casas, por nuestras familias, por nuestros pendientes. Tal vez así, dentro de un siglo y medio alguien me cite a mí y diga que mis palabras son absurdas, o en el mejor de los casos obsoletas y anticuadas, porque problemas de este tipo ya hayan sido superados.







J. R. Lucks





Referencias:


(1) Self Help. Samuel Smiles. www.gutenberg.org/etext/935
(2) José Ingenieros, (24 de abril de 1877, en Palermo, Italia; 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires, Argentina), fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino.
(3) El hombre mediocre. José Ingenieros. Editorial Losada, 2008.
(4) Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.



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