1. Mi mamá me enseñó religión cuando me decía: –Mejor reza para que esto salga de la alfombra.
2. Me enseñó lógica cuando me repetía: –¡Porque yo lo digo!... y punto.
3. Me enseñó a ser ahorrativo cuando me sugería: –Guardá las lágrimas para cuando yo me muera.
4. Me enseñó ósmosis cuando ordenaba: –¡Cerrá la boca y comé!
5. Me enseñó flexibilidad diciéndome: –¡Mirá la roña que tenés en la nuca!
6. Me forjó en la constancia pronosticándome: -Te vas a quedar sentado hasta que termines esa sopa.
7. Me enseñó envidia y matemáticas al mismo tiempo cuando sentenciaba: –Hay millones de chicos menos afortunados en este mundo, que no tienen madres tan maravillas como vos.
8. Me enseñó ventriloquia insistiéndome: –¡No me sigas más, calláte y decime de una vez por qué lo hiciste.
9. Mi mamá me enseñó técnicas odontológicas: –Me volvés a contestar y te voy a estampar los dientes en la pared.
Y podría seguir la lista, ¿no? Cada cuál debe tener su frase favorita. Pero lo cierto es que todos en general, tarde o temprano, terminamos entendiendo que el esfuerzo que nuestras madres hicieron fue fabuloso aunque muchas veces nosotros lo hayamos desperdiciado. Es muy probable que el amor de madre sea uno de los amores más cercanos al ideal. El resto puede ser calentura, interés mutuo, compañerismo, o hasta amor; pero si hubiese una tabla para medir las distintas graduaciones del amor verdadero, es muy probable que el de las madres fuese de los más puros.
Lo cierto es que muchas veces ese amor deja cicatrices, así que les voy a compartir un cuento (2) que muestra este aspecto del amor de madre:
En un día de verano un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Se tiró al agua y nadaba feliz. No se daba cuenta que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá, desde la casa, miraba por la ventana y vio con horror lo que sucedía.
Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía.
Oyéndola, el niño se alarmó y comenzó a nadar hacia su mamá. Era demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer tiraba con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada. Un policía que escuchó los gritos corrió hacia el lugar y con su pistola mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, con terapia pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se remango las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo:
–Pero las que usted debe ver son estas –eran las marcas de las uñas de su mamá–. Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida.
En general las cicatrices que deja el amor son como estas, no dejan de ser cicatrices, pero uno en general las atesora, porque tarde o temprano entiende de que o fueron por el propio bien, o al menos, el que nos las dejó lo hizo pensando que era así. Por eso: gracias a todas las madres por las cicatrices que nos han dejado con sus enseñanzas y con su amor.
Para cerrar déjenme contarles otro cuento cortito (3), que explica porqué las madres son como son:
Estaba el creador en su taller trabajando arduamente en su última creación, cuando de repente, un grupo de ayudantes, intrigados, se atrevieron a interrogarle:
–¿Qué haces señor?
–La más grande de mis obras maestras –contestó–
–¿En qué consiste? –preguntaron.
–En un ser de tres pares de ojos y seis brazos.
Y sorprendidos, exclamaron:
–¡Y para que le van ha servir tres pares de ojos!
–Un par de ojos es para que pueda apreciar la belleza que le rodea, el segundo para comprender cada acción que realicen los pequeños de su especie, y el tercero para leer los pensamientos, las palabras no pronunciadas, para que pueda ver los corazones, y ante los cuales no pueda haber secretos.
–Y tantos brazos, ¿Para qué?
–Los primeros dos son para servir. Desde esforzarse en el trabajo más arduo hasta cultivar la flor más delicada. Dos más serán para acunar y acariciar con ternura y amor, y los últimos para levantarlos y luchar contra la injusticia y el abandono.
–Señor, este nuevo ser que estás creando, ¿Será inteligente?
–Tendrá capacidad ilimitada para abordar los temas más intrincados, poseerá la sensibilidad del poeta, el pensamiento mágico de la fantasía, y sabrá encontrar estrellas y esperanzas en los campos más áridos y desiertos.
Los ayudantes no cesaban de preguntar:
–Oye Señor, Y este ser tan raro, ¿Tendrá alguna función especial?
–Miren, con un solo beso podrá mitigar el llanto de un pequeño, perdonar la falta más grave, dar aliento a un valiente, acariciar el alma de un anciano, y seducir al guerrero más poderoso.
Uno de los ayudantes, tocó el modelo en proceso y exclamó:
–¡Señor, parece muy débil!
–Su aspecto es frágil pero su fortaleza es incalculable, puede soportar hambres, miserias, dolor, abandono, pero jamás se dará por vencida. Sabe hacer milagros con los alimentos, y tendrá la virtud de sonreír en medio de la adversidad.
Los ayudantes finalmente preguntaron.
–Oye, ¿Y cómo vas a llamar a este ser tan raro?
–Será reconocido por ser forjador de seres humanos extraordinarios, su aroma permanecerá por siempre, y su nombre estará escrito de forma indeleble en la humanidad. Finalmente hizo una larga pausa, como meditando el nombre que le daría, y sonriendo ante lo más sublime de su creación exclamó:
–Le llamaré: Madre.
Felicidades a todas el domingo.
Bibliografía
(1) El original de esta lista puede hallarse en: http://www.lukor.com/humor/textos_aprendimama.htm
(2) La versión desde donde se adaptó ligeramente este cuento puede encontrarse en la siguiente dirección: http://www.motivaciones.org/ctosecicatricesdeamor.htm
(3) Este cuento en otra versión puede hallarse en: http://www.buscadichos.com/Pensar/pensar_obra.htm
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