Hoy, para no ser menos que el resto de la humanidad de origen argentino, les voy a hablar de los Pumas (1), sí, porque somos así. La mayoría de nosotros no sabemos nada de rugby, pero un seleccionado gana cuatro partidos y nos transformamos todos en fanáticos y entendidos, les damos espacio en los medios a pesar de que tal vez cuando lo necesitaron no se los dimos, en fin somos exitistas. No creo que sea una característica argentina solamente, debe haber otros países en los cuales su gente sea así. Pero en esos países que hablen otros. Yo estoy acá así que hablo de nuestro exitismo. Como todos estoy contento y les deseo lo mejor a los Pumas. Por eso prefiero decir esto hoy, sin esperar a ver si siguen ganando o no, porque me parece que lo que podemos aprender de esto no depende de que sigan ganando. Todo lo que la gente dice de ellos hoy es verdad, sigan ganando o no. Por eso no tiene sentido esperar para aprender.
Les voy a leer algunas de las palabras que vi o escuche en comentarios, tanto de la gente común que comenta en blogs de los diarios, como de reporteros que hablan en la televisión o escriben en los distintos medios gráficos. Fíjense en esta lista de palabras o expresiones: preaparición, respeto, temple, honestidad deportiva –u honestidad de cualquier tipo en el fondo–, “cuando se quiere se puede” –o sea constancia–, caballerosidad, humildad, garra, coraje, espíritu colectivo; y podía seguir pero en realidad con esto alcanza.
Dos temas relacionados con esta lista. Uno: es increíble la sed que tenemos de vernos representados por alguien que cumpla con esta lista. Estamos evidentemente tan huérfanos de que se asocie lo argentino a esto, que en cuanto olfateamos algo o alguien que lo tiene, despierta en nosotros el exitismo más salvaje. Buena señal, nos atrae una lista de virtudes en vez de una lista de defectos. Ahora, que triste que tengamos tanta sed de estas cualidades, es evidente que no estamos saciados de ellas, o dicho de otro modo: no las encontramos en el día a día. Nos vemos en espejos que no reflejan esto, y cuando encontramos uno que si nos devuelve lo que queremos ver, lo adoramos. Triste realmente.
Dos, o por otro lado, en esta lista no hay nada que no se pueda hacer desde la familia, o desde el trabajo, o desde la silla en la que estemos sentados. Para ser respetuoso, caballero, honesto, etcétera; no hace falta ser Puma, no hace falta estar en un mundial y golpearse la cabeza durante ochenta minutos contra un contrario que mide dos metros y pesa ciento cincuenta kilos.
Esta sed de virtudes que tenemos no es externa a nosotros, en gran medida es interna. No somos así. O tal vez sí seamos así, pero nos da vergüenza ejercer. No contribuimos tal vez lo suficiente a vivir en un medio en que esos valores los tengamos tan presentes, que no nos llamen la atención el verlos en un equipo de lo que sea. Estos muchachos se preparan, y hacen lo que hacen con ganas, respetando a los que tiene en frente. ¿No es imitable su ejemplo en vez de sólo loable? Y si hubiesen perdido porque sus rivales fuesen superiores, ¿su preparación y sus ganas no serían loables de la misma manera? Más allá de la alegría: ¿por qué no aprendemos algo de esto?, ¿por qué no nos proponemos incorporar alguna de las virtudes que nos agradan en estos Pumas, y que seguramente otros Pumas, o Dogos (2) o Murciélagos (3), o cualquier equipo de potrero del deporte que sea, también tuvieron?, aunque no nos hayamos enterado porque a los medios no les pareció tan noticiable.
En fin, no se, creo que se puede aprender. No digo todo esto para deprimirme y regodearme en mis incapacidades, sino para mirar para adelante y ponerme a tratar de ser como lo que me gusta ver en otros. Así que les traje un cuento (a) que espero que nos ayude a tratar de mejorar, a pesar de que tal vez no todos tengamos todas estas cualidades que tanto nos llaman la atención. Aquí va:
Dicen que en la carpintería hubo una asamblea extraordinaria. Se celebraba para arreglar diferencias, pues había un gran malestar.
El asunto empezó muy mal ya que no se podían poner de acuerdo ni para nombrar al presidente de la sesión.
La sierra se ofreció para el servicio pero fue abucheada de inmediato:
–¡Fuera!, sólo sirves para serruchar las ideas de los demás.
Luego de mucho batifondo se pusieron de acuerdo en que las tenazas presidieran, no sin antes anotar en actas el descontento de varios que sostenían que las susodichas sólo apretaban y cortaban toda iniciativa.
–¡Orden en la sala!, tiene la palabra el compañero clavo –sentenciaron las recién elegidas.
–Yo propongo que el martillo sea expulsado. Hace demasiado ruido, se la pasa todo el día golpeando –dijo el que tenía finalmente la palabra.
–Acepto mi culpa –dijo el martillo– pero pido entonces que también sea expulsado el tornillo que para que sirva de algo hay que darle muchas vueltas
–Es como se dice, pero entonces que tal la lija. Es muy áspera en su trato y siempre crea fricciones –se defendió el último imputado.
–Entonces que me dicen del metro –acotó la lija– se la pasa siempre midiendo a los demás como si él fuera perfecto.
Cuando los ánimos se estaban caldeando entró el carpintero. Las herramientas se callaron, y en manos del artesano, luego de unas horas de trabajo, la tosca madera que él había traído se había convertido en un fino mueble.
Al retirarse el hombre la sierra tomó la palabra:
–Compañeros, es más que claro que todos tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace útiles y valiosos. Propongo que no nos focalizemos en nuestros puntos negativos sino en los positivos.
La asamblea decretó entonces que el martillo era fuerte, que el clavo unía, que la lija eliminaba asperezas, etcétera, etcétera.
Entendieron que trabajar en equipo requiere de aceptación mutua, y de buscar en el otro sus cualidades en vez de sus defectos.
Aprendamos de los Pumas si es que no podemos aprender del Congreso, o de la junta parroquial, o de las empresas en las que trabajamos, o aún de nuestras familias, pero aprendamos, para que cuando seamos parte de esos “equipos” los hagamos funcionar como a los Pumas, y el país pueda festejar algo más que ochenta minutos de algún juego colectivo.
J. R. Lucks
Bibliografía
(a) El original utilizado para adaptar este cuento se llama: “Trabajo en equipo”, y fue publicado en el libro Cuentos educativos para jóvenes; autor: Mateo Bautista. Editorial San Pablo, 2007.
Notas de contexto:
(1) Seleccionado argentino de Rugby que en ese momento estaba disputando el mundial de la especialidad con muy buenos resultados.
(2) Equipo argentino que en el mes de septiembre se había coronado Campeón Mundial de Fútbol, en una competencia organizada para equipos de jugadores gay.
(3) Equipo argentino bicampeón mundial de fútbol de salón para jugadores ciegos o con discapacidades visuales.
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