Se acuerdan que les había prometido traerles algunos discursos políticos de hace tiempo, como para ver en qué cambiaron los de antaño con relación a las sartas de pavadas que tenemos que escuchar hoy. Y creo haber encontrado uno realmente diferente.(a) Se los voy a leer y después discutimos de cuando es esta joyita de la oratoria. Dice así:
Señores, aspiro a ser candidato, porque pretendo robar en grande y a acomodarme mejor. Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que, ustedes tienen que comprender, es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato. Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, […]. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, […]. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente". […] sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor, es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que […] la posición del país, no encuentra postor ni por un plato de lentejas, créanlo..., […]. Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado […] no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, […], y no sólo traficaré al Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, […], impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! […] Piénsenlo aunque sea un minuto, señores ciudadanos. Piénsenlo. Yo he robado. Soy un ladrón, y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policía y consulten mi prontuario […]. He sido detenido en averiguación de antecedentes como treinta veces; por portación de armas […] otras tantas, luego me regeneré y desempeñé la tarea de rematador falso, corredor de juego, matón, extorsionista, encubridor, agente de investigaciones, […]; fui luego agente judicial, presidente de comité parroquial, convencional, […] tuve comercio y quebré, fui acusado de incendio intencional de otro bolichito que tuve... Señores, si no me creen, vayan al Departamento... verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas […], absolutamente el único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina... Incluso, me propongo vender el Congreso e instalar una casa de departamentos en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores.
El autor de este texto fue Roberto Arlt, un escritor argentino que nació en 1900 y falleció en 1942. Aparte de novelas, escribía para periódicos, y desde 1928 y hasta 1935 publicó diariamente una columna en el diario El Mundo bajo el nombre de Aguafuertes, ésta en particular es del año 1933.
No me van a decir que no es fantástico. Yo lo leía y me pareció notable la similitud con lo que uno observa casi todos los días. Nada ha cambiado, pero nada de nada. De 1933 hasta acá, y seguramente que de antes tampoco. Ni siquiera parecieran ser más creativos ahora, porque si ven la enumeración de cosas que pretendía hacer este personaje hace setenta y cinco años, no le falta ninguna, están todas.
La desfachatez con la que lo presenta es notable. Dos elementos rescato. Uno el tema de que evidentemente, el personaje, de corazón se presenta como apto. No esconde nada, al contrario, exalta. Si vamos a hacer algo vamos a decirlo, parece implicar, y por otro lado si vamos a hacer algo vamos a prepararnos para el asunto. No vale ser improvisado. El tipo presenta sus credenciales porque cree en ellas. Habría que votarlo por sincero, porque por lo menos eso es. La mayoría de los otros no sólo hacen lo enumerado, sino que aparte mienten, o sea que este candidato a candidato al menos es sincero. Sabiendo esto uno se podrá preparar en vez de que te agarren desprevenido, y no sólo te roben los que gobiernan, sino también los vivos, que se enteran un par de días antes del desfalco, y hacen negocio con los giles.
El otro elemento es su propuesta de dejarse crucificar si le traen a alguien honesto, a alguien que no pretenda robar. Está convencido de que es así, de que todo el mundo es igual. ¿Será que tiene razón?, ¿será que no hay forma de conseguir a alguien que no pretenda robar? No digo que todo el mundo sea igual, lo que pregunto es si se podrá conseguir un candidato que no quiera robar, o al que no lo hagan robar, o que pueda controlar que el resto del gobierno no robe. Porque en definitiva es casi lo mismo. No roba el dueño del circo pero salen a robar, con o sin instrucciones, los monos y los payasos, que en definitiva, como no son más que monos y payasos, roban peor. Al menos el dueño del circo debería ser un poco más educado, y por lo tanto robar con más elegancia, que las hordas que lo secundan.
Como verán hoy no estoy muy positivo. Así que antes de irme y dejarlos así, al menos le voy a contar un cuento gracioso, que tiene que ver con esto de que si no se tiene la información correcta de lo que va a pasar, se han de tomar malas decisiones.
Un asesino serial, depravado y sicótico, se escapa de prisión y entra en la casa de una joven pareja. Ata al marido a una silla y a la esposa a la cama. Se acerca a ella y pone su cabeza muy cerca del cuello de la asustada mujer. Ella se retuerce negándose a lo que él le pide e intentando alejarse, pero no puede. El marido se desespera y le grita:
- ¡Se fuerte querida!, ¡hacé lo que te dice!, nuestras vidas está en juego.
Ella se calma, le dice algo también al oído, y el asesino sale de la habitación como para buscar algo. El marido, con algo de remordimiento, le susurra:
-Gracias por tu sacrificio querida, seguramente accediendo a lo que te ha pedido nos irá mejor. ¡Yo te amo!
A lo que ella le contesta.
-Tenés razón, estaba en duda pero cuando hablaste resolviste mi problema y accedí a lo que me pedía. Fue a buscar el pan de manteca a la heladera ya que le dije donde está la cocina. Yo también te amo. ¡Ah!..., no soy yo la que le gusta, sino vos.
Moraleja clarísima: conociendo las intenciones del asaltante uno termina tomando mejores decisiones. Así que si encontramos algún candidato como los de Arlt, no seamos tontos y votémoslo, que es preferible ladrón sincero, que ladrón candidato mentiroso.
J. R. Lucks
Bilbiografía
(a) “Aspiro a ser diputado” por Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas. Editorial Losada, 1958, 4ta edición 1994. Una copia del texto original puede hallarse en la siguiente dirección de Internet:
http://www.elarcadigital.com.ar/62/notas/aguafuertes.asp
Una versión digital del libro Aguafuertes Porteñas puede encontrarse en la siguiente dirección web:
http://perylit.files.wordpress.com/2006/12/aguafuertes-portenas.doc
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