Me preocupa mucho este tema del desprestigio de la política. No vamos por buen camino así, la política tiene que ser algo aspiracional, no algo deleznable. Debería ser un honor para todos participar activamente. Por eso me puse a investigar un poco, a ver si podía ayudar, y ayudarme a resolver este asunto. Lo primero que hice fue buscar el significado de la palabra político en el Diccionario de la Real Academia Española (a) (RAE), y encontré varias cosas. Obviamente la definición básica, que dice: “Dicho de una persona que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado”, y acá es donde empiezan los problemas, “negocios del Estado”, ya allí, en la propia definición los políticos tienen permiso para meter la mano en los “negocios del Estado”, y el diccionario no dice más nada, no aclara: “ojo, no se lleven nada”, o no explica: “negocios del estado para el beneficio del pueblo, no para beneficio personal”.
Pero eso no es casi nada. La definición sigue y se complica, porque por ejemplo, político, también está definido como: “Denota parentesco por afinidad. Padre político (suegro), hermano político (cuñado)…”. O sea personas que caen en tu vida de casualidad, por decisión de otro, a la cual tenés que tratar bien y sonreírle de vez en cuando, y normalmente no hacen nada por vos excepto pedirte algún favor de vez en cuando.
También el Diccionario de la RAE define político o política como: “Arte, […] referente al gobierno de los Estados”. ¿Arte? Debe ser por eso que tenemos tantos artistas en política, gente que exagera, que hace tragedias con el pueblo, o que te hacen reír por las payasadas que dicen, y después llorar por las consecuencias. En fin, la parte que remató mi confusión y que aparte me convención de que político es un término que da para todo, es que para la RAE, político también significa: “Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto”. O sea: cariño y amor, nada. Vendría a ser como que “nos aguantan”. No nos echan después de que los votamos porque nos tienen que cobrar impuestos, y esperan que los volvamos a votar en cuatro años, pero afecto, cero.
Así que cerré el diccionario y entendí porqué son como son. Pueden actuarnos, tratarnos sin afecto, pedirnos favores o esfuerzos por un supuesto lazo no elegido del todo por nosotros (sobre todo en los cargos no electivos), y dedicarse a hacer negocios del estado sin que nadie les aclare que ellos no tienen que quedarse con nada. Patético. Tendríamos que escribirle a la RAE y darle una definición más conveniente para nosotros, por ejemplo:
Político: persona que debe ser íntegra. Debe expresarse diciendo siempre lo que piensa y únicamente la verdad. Si es elegido debe entregarse por entero a la función pública, única y exclusivamente por el bienestar de los gobernados. A los integrantes del pueblo cuales debe sentirlos como individuos tan, o aún más, importantes que sí mismo. Tiene la potestad, pero por sobre todo la obligación, de manejar los asuntos y negocios del Estado, sólo en beneficio del pueblo gobernado y de las futuras generaciones. Sería más claro así, ¿no? La duda que me queda, es si no entraríamos en una anarquía mortal por falta de gente que se quiera ceñir a esta definición. Aunque tal vez aun así fuese mejor.
Fíjense, que encontré también una lista de cosas por las cuáles aparentemente ningún político nos viene bien (b). Es una lista que produjo el filósofo postmoderno y saxofonista don Roberto Pettinato. Dice así:
“¿Por qué ningún político nos viene bien?, Pues por esto:
Si habla más de 20 minutos, es aburrido.
Si habla más bien poco es que no tiene mucho para decir
Si hace un gran despliegue de campaña, es que está comprado.
Si no tiene apoyo económico… ¿cómo va a gobernar después?
Si habla con énfasis, es que está actuando.
Si tiene un tono más bien bajo es que le falta fuerza.
Si visita su pueble es un demagogo.
Si no lo visita, ya no le importa nada la gente que lo votó.
Si es joven, no tiene experiencia.
Si es viejo… ya está en edad de retirarse."
Algo de razón tiene, no nos viene nada bien. Por eso no me satisfizo y seguí buscando. Y encontré, porque el que busca siempre encuentra, en un cuento (c), lo que creo que es la solución. Los políticos en general desconocen, por algún virus extraño que les extirpó ese conocimiento de sus cabezas, el significado de una palabra. Yo creo que si se los pudiésemos volver a enseñar se arreglarían todos los problemas. Así que les voy a leer este cuento, que ejemplifica claramente lo que quiero decir y después conversamos. La lucksización del cuento dio esto:
“El funcionario superior del M.F.E. (Ministerio de Falacias Económicas) de Yohagolamialandia, llama a su despacho, muy enojado, al muchacho que habían contratado para calcular las estadísticas oficiales. Este muchacho, si bien era joven y algo inexperto, tenía ojos y oídos, por lo tanto no era, ni se hacía, el ciego y el sordo. El organismo en cuestión se denominaba I.N.D.A.E. (Instituto Nacional de Aberraciones Estadísticas). Cuando el joven entra a las oficinas del funcionario, este lo increpa:
–Muchacho, esta información que me pasas no sirve para nada. Dices que los alimentos han subido mucho en vez de decir que sólo hubo ajustes mínimos. Dices que los empresarios no han invertido casi nada, en vez de asegurar que la confianza está en alza, y dices también de que los niveles de ocupación han mejorado un poco, en vez de afirmar enfáticamente de que ya no tenemos problemas con ese tema.
–Considere, –objetó el muchacho– que mis datos pueden ser insípidos con respecto al crecimiento, decepcionante en cuanto al nivel de precios, y tal vez chocante en cuanto a la recuperación del empleo, pero tienen la ventaja de ser la verdad.
–No entiendo lo que dices –dijo el funcionario rascándose la cabeza.
–Bueno, –aclara nuestro amigo–, la ventaja, eh… el mérito… la distinción… la provechosa excelencia…
–Oh, conozco muy bien el significado de la palabra ‘ventaja’ –aclara el funcionario–; pero ¿qué demonios quisiste decir con ‘verdad’?”
Para mí allí está la clave. Por algún contagio raro, un virus maléfico les reforzó el significado de la palabra “ventaja” y les extirpó el de la palabra “verdad”, es como si les hubiesen hecho una sincerotomía. A mucho de los políticos del mundo les han extirpado la sinceridad.
¡Hombres de ciencia!: busquen por favor un procedimiento para hacer un transplante de sinceridad, y empecemos a buscar donantes. Les reinjertamos sinceridad a nuestros queridos políticos, y yo estoy seguro de que la cosa mejora. Que así sea.
J. R. Lucks
Bibliografía:
(a) La versión digital puede encontrarse en: www.rae.es/
(b) Entre la nada y la eternidad. Roberto Pettinato. Ediciones B Argentina, año 2006.
(c) Adaptación de un cuento llamado “La palabra misteriosa”, publicado en Fábulas Fantásticas, de Ambrose Bierce. Editorial Errepar, año 2000.
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