jueves, marzo 22, 2007

22-03-07. Las albóndigas y lo que está detrás de los porcentajes.

Con este asunto del INDEC (1), y de transformarlo en la distracción del momento (2), hoy les voy a hablar de estadísticas. Lo primero que quiero decir, es que acaba de salir una estadística que dice que el 50% de las estadísticas pueden ser usadas para demostrar lo contrario de lo que prueban, y que el otro 50% también.

Yo no se si saben, pero hay una regla estadística básica que dice que el resultado de una encuesta sólo es correcto si prueba lo que uno quería probar. En caso contrario siempre queda la posibilidad de rehacer la encuesta.

Así que hoy traje un cuentito que claramente muestra como es que las estadísticas nos engañan. Ya me la he agarrado varias veces contra las estadísticas, y lo cierto es que ellas no tienen la culpa, la culpa la tiene el que las usa. Pero aparte, y acá es que tal vez esté el mensaje de la columna de hoy si es que hay alguno, muchas veces, más allá de la posible mala intención del que tuerce los números o no, nosotros somos un poco cómplices de que las estadísticas sean un mal, ya vamos a ver.

El relato en cuestión es un cuento de Nasrudín. Antes de empezar a contar déjenme presentarles a Nasrudín para quién no lo conoce, ya que seguramente va a ser un asiduo visitante a la columna. Este personaje es utilizado por un autor llamado Idries Shah, hindú de nacimiento y que vivió entre 1924 y 1996. Idries Shah profesaba y escribía sobre la doctrina sufí. Esta doctrina, según el Diccionario de la Real Academia Española, es profesada por ciertos mahometanos, principalmente en Persia. Otros diccionarios la indican como parte de las enseñanzas más cercanas al corazón del Islam. Este autor pone en situaciones a veces cómicas, a veces más dramáticas, enseñanzas y consejos que de alguna forma muestran parte de la idiosincrasia o de la filosofía de los pueblos de esa parte de Asia, que va entre Medio Oriente y la India. La versión lucksizada del cuento en cuestión dice así:


El Mulá Nasrudín es denunciado y llevado ante el tribunal por mezclar carne de caballo dentro de sus albóndigas de pollo.
Tremenda acusación. Obviamente restaurante cerrado, todos los clientes del Mulá muy enojados, un desastre.
La cuestión es que llega el día del juicio y el Mulá, que de tonto no tenía un pelo, se prepara para su defensa. Ningún abogado había querido representarlo, ya que el restaurante del Mulá estaba cerca de los tribunales, y todos los abogados solían comer las famosas albóndigas de Nasrudín. Imagínense pues el ambiente de la sala cuando el acusado entra a la misma.
Alegatos de los acusadores, cientos de testigos, inflamados argumentos, en fin, lo imaginable.
Cuando llega su turno al Mulá, este se acerca al estrado, muy tranquilo, abre un libro y cita: “Albóndigas: preparado de carne picada, que debe contener como mínimo 90% de carne del animal, del cual se usa su nombra para nominar a la misma”.
Cuando el juez, asombrado, pregunta de qué se trata esa cita, el Mulá muestra el libro en cuestión. Nasrudín estaba leyendo: El Código Público de Alimentación y Sanidad para Restaurantes, del país en cuestión.
En base a esto él declara que en su restaurante se seguía al pie de la letra esta regulación. Si bien era cierto que se usaba carne de caballo, el código no lo prohibía siempre y cuando fuese dentro de los límites establecidos. Carne de pollo 90%, carne de caballo 10%. El juez, a quién las albóndigas también le habían traído alguna vez algo de acidez, no tiene otro remedio que dejar el juicio en suspenso, a razón de aplicar sobre el restaurante de Nasrudín algún tipo de revisión de porcentajes. Por lo pronto lo deja libre, no sin antes amenazarlo con todo tipo de inspecciones y controles.
Saliendo de la sala de audiencias, entre caras de pocos amigos, el Mulá se encuentra con un amigo, uno de los pocos que le habían quedado. Este amigo, que no sale aún de su perplejidad, le lleva hacia un costado y le pregunta si realmente el seguía la proporción indicada, porque la verdad es que últimamente las dichosas albóndigas tenían demasiado gusto a caballo.
El Mulá, que realmente se sentía inocente contesta: “Por supuesto, 90% de pollo y 10% de caballo. Cada nueve pollos pongo un caballo”.


Muchas veces los porcentajes, las estadísticas, los números engañan. Nos la pasamos discutiendo si el índice de precios fue de 0.5% o de 1.5%. Si la canasta básica subió 1.8% o 3.2 %. O si el desempleo bajó contra el trimestre pasado desestacionalizado o contra el año pasado sin desestacionalizar. La verdad, es que acá es donde nos quedamos enredados sin sentido. Es como el problema de Ezeiza: el asunto no es el radar y los puntitos que aparecen y desaparecen, lo importante son los aviones.

Se termina perdiendo la noción de lo real cuando uno habla tanto de la representación de lo real. Como en el caso de los radares, detrás de cada punto en el radar hay un avión con decenas o cientos de personas, y detrás de cada punto porcentual hay gente, concreta. Para cada una de esas personas, el problema del desempleo, o el problema de la suba de la canasta básica es el 100% de su problema, no el 1.5% u otro número con muchos decimales.

Todo mejora, los números dicen cosas buenas, pero no nos olvidemos de la gente, de lo importante. No nos enredemos con los números y pongámonos a hacer algo en el mundo real. Hay montones de organizaciones, grupos de personas, instituciones que hacen cosas concretas. En vez de discutir tanto los números y las tendencias, ¿no sería mejor hacer algo por un comedor infantil?, o si uno es empresario, ¿no sería mejor crear algún puestito de trabajo?, en blanco preferentemente. En fin, seguramente eso está ocurriendo, porque si no los porcentajes no mejorarían.

Siempre se puede tapar el sol con un índice, y si no me creen salgan a la calle un día de sol, pongan su dedo índice entre el sol y sus ojos, y acérquenlo o aléjenlo hasta que el sol quede tapado. Logren o no taparlo con el índice, o a lo sumo el pulgar, el sol sigue allí. Pero bueno, me pareció interesante esto de no confundirnos con los números y quedarnos con lo real, no va a ser cosa de que estemos comiendo albóndigas con 10% de carne de caballo, y para peor, seamos nosotros mismos los que ponemos un caballo cada diez pollos.






J. R. Lucks





Notas de contexto


(1) INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.

(2) Por esos meses el INDEC estaba en todos los titulares, ya que varios de sus funcionarios, que cuestionaban las formas en las cuales el gobierno nacional supuestamente influía los resultados de los índices de precios, habían sido destituidos. Se ponía en duda la transparencia de un instituto de estadísticas que no debía sufrir presiones de ningún tipo para la realización de su trabajo.

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