jueves, marzo 15, 2007

15-03-07. La olla embarazada y los consumidores.

Hoy les traje un cuento que leí una vez en un libro que se llama Recuentos para Demián (a), del amigo Jorge Bucay en el principio de su carrera literaria, cuando todavía no era tan mediático.

Él indica que la versión libre incluida en su escrito, se basa en un relato de A. H. D. Halka. Éste es un autor que entre otras cosas escribe, o recopila, cuentos, en general originados en Medio Oriente. El cuento en el libro de Bucay se llama La olla embarazada, y la versión lucksizada dice así:


Había una vez un vecino Pedigüeño que le pide a su vecino Prestador una olla. El Prestador accede, y entrega la única olla que tenía recomendándole mucho al Pedigüeño que se la cuidase. Pasan los días y el Pedigüeño no devuelve la mentada ollita, así que el Prestador, no sin un poco de vergüenza, va a la casa del Pedigüeño a reclamar por su propiedad. Cuando llega, el Pedigüeño lo recibe calurosamente y se deshace en disculpas.
- No sabés que pasó, -se ataja el Pedigüeño- ¡la olla que me prestaste estaba embarazada!
- ¿Cómo que embarazada? -pregunta sorprendido el Prestador.
- Sí, efectivamente, embarazada. Tardé en devolvértela porque el parto fue un poco difícil y la pobre ollita quedó muy dolorida. Aquí la tienes, ya recuperada, y al jarrito de aluminio que acaba de nacer. Te recomiendo que no lo dejes en lugares con corriente de aire porque aún es joven y delicado.

El Prestador no salía de su asombro. Saludó a su vecino y comenzó a caminar hacia su casa no sin pensar que el Pedigüeño estaba completamente loco. De cualquier manera, ahora tenía una olla y un jarrito, así que esa locura no le había resultado nada perjudicial.
A la semana el Pedigüeño vuelve a la casa del Prestador, esta vez solicitando un compás y una escuadra, para hacer un trabajo de geometría en el que decía estar enfrascado. El Prestador duda recordando la locura de su vecino, pero termina por acceder recordando que la vez anterior no le había ido nada mal.

La situación termina por repetirse. Demora en la devolución y reclamo. Cuando el Prestador pide sus cosas el Pedigüeño le cuenta:
- ¡Otra vez!, ¡increíble! Dejé al compás y a la escuadra solos la otra noche, y evidentemente eran pareja, porque el compás embarazó a la escuadra.
- ¡Sí!, seguramente -exclama irónicamente el Prestador.
El pedigüeño, agitado y entrando en su casa para buscar los utensilios, devuelve al Prestador su compás, su escuadra, una goma de tinta y una de lápiz.
- Esta vez el parto dio mellizos. Parto múltiple.
El Prestador estuvo a punto de no tomar las gomas y retirarse sólo con sus cosas. Pero no. Tomó todo lo que se le entregaba y se marchó a su casa. Sonriendo.

No pasaron muchos días antes de que el Pedigüeño volviese a la casa del Prestador. Pero esta vez el pedido toma otro cariz. El Prestador tenía sobre su mesa una preciosa fuente de plata de gran valor. Un lindo adorno. El Pedigüeño cuenta a su vecino que esa noche ofrecería en su casa una cena de gala. Un evento muy importante que podría representarle un gran aumento de sueldo. Por ese motivo, para impresionar a sus convidados, le pedía por favor que le prestase la fuente de plata. Con ella decoraría su mesa y dejaría a todos sus invitados boquiabiertos. El Prestador en principio se niega. Demasiado valiosa era esa fuente para prestarla. Pero ante la insistencia del Pedigüeño termina cediendo.
- Este loco me va a volver a salir con la historia del embarazo y tal vez me haga de algunos cubiertos de plata, o de alguna copa de cristal -se dice el Prestador a sí mismo mientras entrega la valiosa fuente.

Nuevamente la misma rutina. Esta vez el Pedigüeño no deja pasar muchos días. Se acerca a la casa de su vecino y enérgicamente golpea la puerta. El Pedigüeño sale a la puerta con su cara desencajada. Parecía que había estado llorando. Con tono compungido comienza a relatar:
- No sabés que pasó
- ¡Me imagino!, la fuente estaba embarazada -interrumpe el Prestador.
- Sí,… efectivamente,… pero esta vez no son buenas las noticias… La fuente desgraciadamente falleció en el parto,… y como pidió ser incinerada, aquí tienes esta bolsita con sus cenizas.


Coherencia, coherencia. Si creyó las dos primeras, cuando se beneficiaba, la historia de la fuente debería ser también aceptable, ¿no? Por eso yo quiero relacionarla con el Día del Consumidor, que es justamente hoy.

Mi planteo es el siguiente: si para el Día de la Madre los hijos tenemos que regalar algo; si para el Día de los enamorados hay que comprar y regalar algo… ¿será que para el Día del Consumidor los negocios donde compramos nos vana regalar algo a nosotros? Coherencia. Si nos hacen regalar en el día de los otros, que nuestro día nos regalen ellos, ¿qué les parece?

Tal vez pido demasiado, pero si no es un regalo, podría ser algún otro tipo de atención. Yo acá traje una lista de ideas. Que tal si por ejemplo para nuestro día nos hacen una de esas ofertas de dos por uno, pero reales, o sea bajando el precio a la mitad de verdad, no subiéndolo al doble antes de hacer el dos por uno.

O que tal si en nuestro día nos cobran márgenes razonables en vez de cualquier cosa. Vieron que hay ítems que son baratísimos de producir pero se cobran lo que el consumidor está dispuesto a pagar, por ejemplo un disco compacto, hacerlo cuesta un centavo pero te lo cobran treinta pesos. O un té en un restaurante, el saquito sale no más de dos centavos y calentar el agua no puede ser tan caro como para que te cobren tres o cuatro pesos, ¿no les parece?

O que tal si en el Día del Consumidor las publicidades dicen la verdad, como por ejemplo en los comerciales para adelgazar. Sólo por hoy. Que alguien salga y que explique que las modelos que actúan en el comercial jamás fueron gordas. Que aclaren que usan esas chicas, o esos muchachos, simplemente para incentivarnos a comprar, aunque no haya ninguna posibilidad de que alguna vez nos veamos como ellos. O los de los comerciales de abdominales, que aclaren que la gente que sale en las propagandas tiene esos abdominales porque a lo único que se dedican es a criar músculos. Que expliquen que con cinco minutos por día, sólo tal vez en ocho vidas un ser humano normal lograría el mismo resultado. Si todos los días nos venden y nos exageran un poco, que nuestro día nos regalen y nos digan la verdad, nada más.

Una opción más sencilla y más al alcance de todos. Que tal si te tratan bien cuando entras a comprar a un local. Que te traten como una persona en vez de considerarte una molestia. Que no te desprecien ni te traten hipócritamente. Que no te vendan, que te ayuden a comprar. Que te digan: “no, mire, eso la verdad es una porquería. Compre este otro que es más barato y de mejor calidad”. O en un restaurante que el mozo te aclare: “no, mire, esto mejor no lo pida hoy porque tiene como seis semanas en el freezer”. O que el chef salga de la cocina y te diga: “no, mire, este plato no lo pida porque es carísimo, y como el dueño me hizo bajar los costos, el escalope tiene sólo quince gramos de carne, el resto es pasto y salsa.

Soñar no cuesta nada. Felicidades a los consmidores en su día. Ojalá que alguno se encuentre a un comerciante coherente, y si le hace comprar para regalar a otro en su día, hoy le regale algo a usted ya que hoy, es el suyo.





J. R. Lucks




Bibliografía

(a) Recuentos para Demián. Jorge Bucay. Editorial Nuevo Extremo, año 1999.

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