Hoy quiero traer a colación el tema de la pascua.
La pascua, es una fiesta que celebra tanto el pueblo judío como los cristianos. Es importante entender, que más allá de lo religioso, estas fiestas siempre tienen un sentido que vale la pena entender y analizar. Si a pesar de no ser practicantes, muchos igual se van a tomar el feriado, porqué no, aunque más no sea, tratar de entender de qué se trata la cuestión y ver si se puede aprovechar algo.
La fiesta de la pascua es una fiesta de transformación. Pascua quiere decir paso, de un lado al otro, de un estado al otro. También es inicio. El pueblo judío, que recuerda en esta fiesta la salida de Egipto, celebra en Pesaj el séder o principio de su conformación como pueblo.
Para los cristianos la pascua recuerda la muerte y resurrección de Jesús, que es el inicio del cristianismo. Espero que no nos escuche Bendictus, a ver si me equivoco y me excomulga en latín.
Así que pensé en esto y me dije a mí mismo, es interesante esta temática del inicio, del pasar, de animarse a dar el paso, de no quedarse donde uno está, estancado. Si los judíos no hubiesen cruzado el Mar Rojo y no se hubiesen ido de Egipto, no habrían llegado a la tierra prometida y no serían un pueblo. Si Jesús no hubiese subido a la cruz no habría resucitado. En fin, pascua es un animarse, un ver las cosas de otra forma y “pasar”.
Así que les traje un cuento que tiene que ver con eso, con pasar, con animarse. El cuento (a), en su versión lucksizada dice así:
Hace mucho pero mucho tiempo, en una escuela de estudios superiores, una especie de monasterio filosófico, una de esas casas de altos estudios en las cuales se preparan los grandes sabios, los poetas, los músicos geniales, el Gran Maestro decide poner a prueba al grupo más avanzado de estudiantes. Su intención era saber quién estaba realmente preparado. Quién, después de infinitas horas estudio, de grandes trabajos y pruebas, de miles y miles de libros leídos, había realmente comprendido y estaba listo para seguir adelante, para pasar de ser estudiante a ser maestro. Quién había logrado sintetizar toda la sabiduría del mundo y podía lograr lo importante, vivirla.
- Voy a colocar ante ustedes un problema -dijo el venerable Gran Maestro- aquél que aplicando todo lo aprendido logre resolverlo será el que demuestre haber comprendido, será el que merezca iniciar la nueva etapa. Pasar.
Luego de esta pequeña introducción, colocó sobre una delicada mesita de madera, ubicada en el centro del salón de estudios, un fabuloso florero de porcelana, antiquísimo, seguramente de inconmensurable valor. En el jarrón, como detalle que sólo incrementaba el misterio, una orquídea recién cortada de su amado jardín.
- Éste es el problema -dice el Gran Maestro- por favor resuélvanlo.
Los estudiantes contemplaron con gran asombro el "problema". Discutieron sobre arte, sobre historia, sobre botánica. Pensaron en todo lo que habían aprendido. Buscaron en su memoria y hurgaron en sus cerebros… pero nada. ¿Qué representaba aquello? ¿Cuál sería el enigma? ¿Qué problema encerraba ese bello jarrón?, ¿Sería un asunto ético? ¿Deberían analizarlo desde una óptica estética? Estaban realmente confundidos. El Gran Maestro, desde una esquina, observaba la situación que le causaba algo de gracia, pero también un poco de preocupación.
Los estudiantes se fueron cansando, el alboroto inicial se fue apagando, uno a uno fueron sentándose. El silencio y la concentración se apoderaron de la habitación. Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema". Repentinamente uno de los discípulos se levantó. Parecía como si un rayo lo hubiese tocado, irradiaba energía, su mirada y su rostro se iluminaron. Miró al maestro y a los alumnos, caminó firmemente hasta el florero y de un solo golpe lo tiró al suelo, destruyéndolo.
¡Al fin alguien lo resolvió -exclamó el Maestro-, empezaba a cuestionarme seriamente nuestra capacidad de formar sabios de valía!,
Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó: - Yo fui bien claro: dije que colocaría delante de ustedes un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado. Un problema es un problema; puede ser hermoso o llamativo, incluso muy valioso…, un lindo amor que dejó de tener sentido, un camino que sabemos debe ser abandonado, una situación cómoda pero injusta... Sólo existe una manera de terminar con un problema: atacándolo de frente. No vale la pena intentar acomodar a los problemas hay que eliminarlos. Nunca le den la espalda, nunca convivan con él, si no pueden destruirlo como al jarrón, esquívenlo y sigan adelante, pero pasen.
Así que espero que en esta pascua, seamos practicantes o no, podamos festejar que pasamos. Busquemos algún problema y pasémoslo, aprovechemos el feriado, y el chocolate que estimula las endorfinas, y hagamos algo con la pascua.
J. R. Lucks
Bibliografía
(a) Versión adaptada por el autor de un cuento llamado El Jarrón de porcelana. El original puede ser encontrado en la siguiente dirección de Internet: http://www.vocesenelsilencio.org.ar/modules.php?name=News&file=article&sid=1065