jueves, marzo 29, 2007

29-03-07. La pascua y los jarrones de porcelana.

Hoy quiero traer a colación el tema de la pascua.

La pascua, es una fiesta que celebra tanto el pueblo judío como los cristianos. Es importante entender, que más allá de lo religioso, estas fiestas siempre tienen un sentido que vale la pena entender y analizar. Si a pesar de no ser practicantes, muchos igual se van a tomar el feriado, porqué no, aunque más no sea, tratar de entender de qué se trata la cuestión y ver si se puede aprovechar algo.

La fiesta de la pascua es una fiesta de transformación. Pascua quiere decir paso, de un lado al otro, de un estado al otro. También es inicio. El pueblo judío, que recuerda en esta fiesta la salida de Egipto, celebra en Pesaj el séder o principio de su conformación como pueblo.

Para los cristianos la pascua recuerda la muerte y resurrección de Jesús, que es el inicio del cristianismo. Espero que no nos escuche Bendictus, a ver si me equivoco y me excomulga en latín.

Así que pensé en esto y me dije a mí mismo, es interesante esta temática del inicio, del pasar, de animarse a dar el paso, de no quedarse donde uno está, estancado. Si los judíos no hubiesen cruzado el Mar Rojo y no se hubiesen ido de Egipto, no habrían llegado a la tierra prometida y no serían un pueblo. Si Jesús no hubiese subido a la cruz no habría resucitado. En fin, pascua es un animarse, un ver las cosas de otra forma y “pasar”.

Así que les traje un cuento que tiene que ver con eso, con pasar, con animarse. El cuento (a), en su versión lucksizada dice así:



Hace mucho pero mucho tiempo, en una escuela de estudios superiores, una especie de monasterio filosófico, una de esas casas de altos estudios en las cuales se preparan los grandes sabios, los poetas, los músicos geniales, el Gran Maestro decide poner a prueba al grupo más avanzado de estudiantes. Su intención era saber quién estaba realmente preparado. Quién, después de infinitas horas estudio, de grandes trabajos y pruebas, de miles y miles de libros leídos, había realmente comprendido y estaba listo para seguir adelante, para pasar de ser estudiante a ser maestro. Quién había logrado sintetizar toda la sabiduría del mundo y podía lograr lo importante, vivirla.
- Voy a colocar ante ustedes un problema -dijo el venerable Gran Maestro- aquél que aplicando todo lo aprendido logre resolverlo será el que demuestre haber comprendido, será el que merezca iniciar la nueva etapa. Pasar.
Luego de esta pequeña introducción, colocó sobre una delicada mesita de madera, ubicada en el centro del salón de estudios, un fabuloso florero de porcelana, antiquísimo, seguramente de inconmensurable valor. En el jarrón, como detalle que sólo incrementaba el misterio, una orquídea recién cortada de su amado jardín.
- Éste es el problema -dice el Gran Maestro- por favor resuélvanlo.
Los estudiantes contemplaron con gran asombro el "problema". Discutieron sobre arte, sobre historia, sobre botánica. Pensaron en todo lo que habían aprendido. Buscaron en su memoria y hurgaron en sus cerebros… pero nada. ¿Qué representaba aquello? ¿Cuál sería el enigma? ¿Qué problema encerraba ese bello jarrón?, ¿Sería un asunto ético? ¿Deberían analizarlo desde una óptica estética? Estaban realmente confundidos. El Gran Maestro, desde una esquina, observaba la situación que le causaba algo de gracia, pero también un poco de preocupación.
Los estudiantes se fueron cansando, el alboroto inicial se fue apagando, uno a uno fueron sentándose. El silencio y la concentración se apoderaron de la habitación. Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema". Repentinamente uno de los discípulos se levantó. Parecía como si un rayo lo hubiese tocado, irradiaba energía, su mirada y su rostro se iluminaron. Miró al maestro y a los alumnos, caminó firmemente hasta el florero y de un solo golpe lo tiró al suelo, destruyéndolo.
¡Al fin alguien lo resolvió -exclamó el Maestro-, empezaba a cuestionarme seriamente nuestra capacidad de formar sabios de valía!,
Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó: - Yo fui bien claro: dije que colocaría delante de ustedes un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado. Un problema es un problema; puede ser hermoso o llamativo, incluso muy valioso…, un lindo amor que dejó de tener sentido, un camino que sabemos debe ser abandonado, una situación cómoda pero injusta... Sólo existe una manera de terminar con un problema: atacándolo de frente. No vale la pena intentar acomodar a los problemas hay que eliminarlos. Nunca le den la espalda, nunca convivan con él, si no pueden destruirlo como al jarrón, esquívenlo y sigan adelante, pero pasen.


Así que espero que en esta pascua, seamos practicantes o no, podamos festejar que pasamos. Busquemos algún problema y pasémoslo, aprovechemos el feriado, y el chocolate que estimula las endorfinas, y hagamos algo con la pascua.



J. R. Lucks





Bibliografía
(a) Versión adaptada por el autor de un cuento llamado El Jarrón de porcelana. El original puede ser encontrado en la siguiente dirección de Internet: http://www.vocesenelsilencio.org.ar/modules.php?name=News&file=article&sid=1065

jueves, marzo 22, 2007

22-03-07. Las albóndigas y lo que está detrás de los porcentajes.

Con este asunto del INDEC (1), y de transformarlo en la distracción del momento (2), hoy les voy a hablar de estadísticas. Lo primero que quiero decir, es que acaba de salir una estadística que dice que el 50% de las estadísticas pueden ser usadas para demostrar lo contrario de lo que prueban, y que el otro 50% también.

Yo no se si saben, pero hay una regla estadística básica que dice que el resultado de una encuesta sólo es correcto si prueba lo que uno quería probar. En caso contrario siempre queda la posibilidad de rehacer la encuesta.

Así que hoy traje un cuentito que claramente muestra como es que las estadísticas nos engañan. Ya me la he agarrado varias veces contra las estadísticas, y lo cierto es que ellas no tienen la culpa, la culpa la tiene el que las usa. Pero aparte, y acá es que tal vez esté el mensaje de la columna de hoy si es que hay alguno, muchas veces, más allá de la posible mala intención del que tuerce los números o no, nosotros somos un poco cómplices de que las estadísticas sean un mal, ya vamos a ver.

El relato en cuestión es un cuento de Nasrudín. Antes de empezar a contar déjenme presentarles a Nasrudín para quién no lo conoce, ya que seguramente va a ser un asiduo visitante a la columna. Este personaje es utilizado por un autor llamado Idries Shah, hindú de nacimiento y que vivió entre 1924 y 1996. Idries Shah profesaba y escribía sobre la doctrina sufí. Esta doctrina, según el Diccionario de la Real Academia Española, es profesada por ciertos mahometanos, principalmente en Persia. Otros diccionarios la indican como parte de las enseñanzas más cercanas al corazón del Islam. Este autor pone en situaciones a veces cómicas, a veces más dramáticas, enseñanzas y consejos que de alguna forma muestran parte de la idiosincrasia o de la filosofía de los pueblos de esa parte de Asia, que va entre Medio Oriente y la India. La versión lucksizada del cuento en cuestión dice así:


El Mulá Nasrudín es denunciado y llevado ante el tribunal por mezclar carne de caballo dentro de sus albóndigas de pollo.
Tremenda acusación. Obviamente restaurante cerrado, todos los clientes del Mulá muy enojados, un desastre.
La cuestión es que llega el día del juicio y el Mulá, que de tonto no tenía un pelo, se prepara para su defensa. Ningún abogado había querido representarlo, ya que el restaurante del Mulá estaba cerca de los tribunales, y todos los abogados solían comer las famosas albóndigas de Nasrudín. Imagínense pues el ambiente de la sala cuando el acusado entra a la misma.
Alegatos de los acusadores, cientos de testigos, inflamados argumentos, en fin, lo imaginable.
Cuando llega su turno al Mulá, este se acerca al estrado, muy tranquilo, abre un libro y cita: “Albóndigas: preparado de carne picada, que debe contener como mínimo 90% de carne del animal, del cual se usa su nombra para nominar a la misma”.
Cuando el juez, asombrado, pregunta de qué se trata esa cita, el Mulá muestra el libro en cuestión. Nasrudín estaba leyendo: El Código Público de Alimentación y Sanidad para Restaurantes, del país en cuestión.
En base a esto él declara que en su restaurante se seguía al pie de la letra esta regulación. Si bien era cierto que se usaba carne de caballo, el código no lo prohibía siempre y cuando fuese dentro de los límites establecidos. Carne de pollo 90%, carne de caballo 10%. El juez, a quién las albóndigas también le habían traído alguna vez algo de acidez, no tiene otro remedio que dejar el juicio en suspenso, a razón de aplicar sobre el restaurante de Nasrudín algún tipo de revisión de porcentajes. Por lo pronto lo deja libre, no sin antes amenazarlo con todo tipo de inspecciones y controles.
Saliendo de la sala de audiencias, entre caras de pocos amigos, el Mulá se encuentra con un amigo, uno de los pocos que le habían quedado. Este amigo, que no sale aún de su perplejidad, le lleva hacia un costado y le pregunta si realmente el seguía la proporción indicada, porque la verdad es que últimamente las dichosas albóndigas tenían demasiado gusto a caballo.
El Mulá, que realmente se sentía inocente contesta: “Por supuesto, 90% de pollo y 10% de caballo. Cada nueve pollos pongo un caballo”.


Muchas veces los porcentajes, las estadísticas, los números engañan. Nos la pasamos discutiendo si el índice de precios fue de 0.5% o de 1.5%. Si la canasta básica subió 1.8% o 3.2 %. O si el desempleo bajó contra el trimestre pasado desestacionalizado o contra el año pasado sin desestacionalizar. La verdad, es que acá es donde nos quedamos enredados sin sentido. Es como el problema de Ezeiza: el asunto no es el radar y los puntitos que aparecen y desaparecen, lo importante son los aviones.

Se termina perdiendo la noción de lo real cuando uno habla tanto de la representación de lo real. Como en el caso de los radares, detrás de cada punto en el radar hay un avión con decenas o cientos de personas, y detrás de cada punto porcentual hay gente, concreta. Para cada una de esas personas, el problema del desempleo, o el problema de la suba de la canasta básica es el 100% de su problema, no el 1.5% u otro número con muchos decimales.

Todo mejora, los números dicen cosas buenas, pero no nos olvidemos de la gente, de lo importante. No nos enredemos con los números y pongámonos a hacer algo en el mundo real. Hay montones de organizaciones, grupos de personas, instituciones que hacen cosas concretas. En vez de discutir tanto los números y las tendencias, ¿no sería mejor hacer algo por un comedor infantil?, o si uno es empresario, ¿no sería mejor crear algún puestito de trabajo?, en blanco preferentemente. En fin, seguramente eso está ocurriendo, porque si no los porcentajes no mejorarían.

Siempre se puede tapar el sol con un índice, y si no me creen salgan a la calle un día de sol, pongan su dedo índice entre el sol y sus ojos, y acérquenlo o aléjenlo hasta que el sol quede tapado. Logren o no taparlo con el índice, o a lo sumo el pulgar, el sol sigue allí. Pero bueno, me pareció interesante esto de no confundirnos con los números y quedarnos con lo real, no va a ser cosa de que estemos comiendo albóndigas con 10% de carne de caballo, y para peor, seamos nosotros mismos los que ponemos un caballo cada diez pollos.






J. R. Lucks





Notas de contexto


(1) INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.

(2) Por esos meses el INDEC estaba en todos los titulares, ya que varios de sus funcionarios, que cuestionaban las formas en las cuales el gobierno nacional supuestamente influía los resultados de los índices de precios, habían sido destituidos. Se ponía en duda la transparencia de un instituto de estadísticas que no debía sufrir presiones de ningún tipo para la realización de su trabajo.

jueves, marzo 15, 2007

15-03-07. La olla embarazada y los consumidores.

Hoy les traje un cuento que leí una vez en un libro que se llama Recuentos para Demián (a), del amigo Jorge Bucay en el principio de su carrera literaria, cuando todavía no era tan mediático.

Él indica que la versión libre incluida en su escrito, se basa en un relato de A. H. D. Halka. Éste es un autor que entre otras cosas escribe, o recopila, cuentos, en general originados en Medio Oriente. El cuento en el libro de Bucay se llama La olla embarazada, y la versión lucksizada dice así:


Había una vez un vecino Pedigüeño que le pide a su vecino Prestador una olla. El Prestador accede, y entrega la única olla que tenía recomendándole mucho al Pedigüeño que se la cuidase. Pasan los días y el Pedigüeño no devuelve la mentada ollita, así que el Prestador, no sin un poco de vergüenza, va a la casa del Pedigüeño a reclamar por su propiedad. Cuando llega, el Pedigüeño lo recibe calurosamente y se deshace en disculpas.
- No sabés que pasó, -se ataja el Pedigüeño- ¡la olla que me prestaste estaba embarazada!
- ¿Cómo que embarazada? -pregunta sorprendido el Prestador.
- Sí, efectivamente, embarazada. Tardé en devolvértela porque el parto fue un poco difícil y la pobre ollita quedó muy dolorida. Aquí la tienes, ya recuperada, y al jarrito de aluminio que acaba de nacer. Te recomiendo que no lo dejes en lugares con corriente de aire porque aún es joven y delicado.

El Prestador no salía de su asombro. Saludó a su vecino y comenzó a caminar hacia su casa no sin pensar que el Pedigüeño estaba completamente loco. De cualquier manera, ahora tenía una olla y un jarrito, así que esa locura no le había resultado nada perjudicial.
A la semana el Pedigüeño vuelve a la casa del Prestador, esta vez solicitando un compás y una escuadra, para hacer un trabajo de geometría en el que decía estar enfrascado. El Prestador duda recordando la locura de su vecino, pero termina por acceder recordando que la vez anterior no le había ido nada mal.

La situación termina por repetirse. Demora en la devolución y reclamo. Cuando el Prestador pide sus cosas el Pedigüeño le cuenta:
- ¡Otra vez!, ¡increíble! Dejé al compás y a la escuadra solos la otra noche, y evidentemente eran pareja, porque el compás embarazó a la escuadra.
- ¡Sí!, seguramente -exclama irónicamente el Prestador.
El pedigüeño, agitado y entrando en su casa para buscar los utensilios, devuelve al Prestador su compás, su escuadra, una goma de tinta y una de lápiz.
- Esta vez el parto dio mellizos. Parto múltiple.
El Prestador estuvo a punto de no tomar las gomas y retirarse sólo con sus cosas. Pero no. Tomó todo lo que se le entregaba y se marchó a su casa. Sonriendo.

No pasaron muchos días antes de que el Pedigüeño volviese a la casa del Prestador. Pero esta vez el pedido toma otro cariz. El Prestador tenía sobre su mesa una preciosa fuente de plata de gran valor. Un lindo adorno. El Pedigüeño cuenta a su vecino que esa noche ofrecería en su casa una cena de gala. Un evento muy importante que podría representarle un gran aumento de sueldo. Por ese motivo, para impresionar a sus convidados, le pedía por favor que le prestase la fuente de plata. Con ella decoraría su mesa y dejaría a todos sus invitados boquiabiertos. El Prestador en principio se niega. Demasiado valiosa era esa fuente para prestarla. Pero ante la insistencia del Pedigüeño termina cediendo.
- Este loco me va a volver a salir con la historia del embarazo y tal vez me haga de algunos cubiertos de plata, o de alguna copa de cristal -se dice el Prestador a sí mismo mientras entrega la valiosa fuente.

Nuevamente la misma rutina. Esta vez el Pedigüeño no deja pasar muchos días. Se acerca a la casa de su vecino y enérgicamente golpea la puerta. El Pedigüeño sale a la puerta con su cara desencajada. Parecía que había estado llorando. Con tono compungido comienza a relatar:
- No sabés que pasó
- ¡Me imagino!, la fuente estaba embarazada -interrumpe el Prestador.
- Sí,… efectivamente,… pero esta vez no son buenas las noticias… La fuente desgraciadamente falleció en el parto,… y como pidió ser incinerada, aquí tienes esta bolsita con sus cenizas.


Coherencia, coherencia. Si creyó las dos primeras, cuando se beneficiaba, la historia de la fuente debería ser también aceptable, ¿no? Por eso yo quiero relacionarla con el Día del Consumidor, que es justamente hoy.

Mi planteo es el siguiente: si para el Día de la Madre los hijos tenemos que regalar algo; si para el Día de los enamorados hay que comprar y regalar algo… ¿será que para el Día del Consumidor los negocios donde compramos nos vana regalar algo a nosotros? Coherencia. Si nos hacen regalar en el día de los otros, que nuestro día nos regalen ellos, ¿qué les parece?

Tal vez pido demasiado, pero si no es un regalo, podría ser algún otro tipo de atención. Yo acá traje una lista de ideas. Que tal si por ejemplo para nuestro día nos hacen una de esas ofertas de dos por uno, pero reales, o sea bajando el precio a la mitad de verdad, no subiéndolo al doble antes de hacer el dos por uno.

O que tal si en nuestro día nos cobran márgenes razonables en vez de cualquier cosa. Vieron que hay ítems que son baratísimos de producir pero se cobran lo que el consumidor está dispuesto a pagar, por ejemplo un disco compacto, hacerlo cuesta un centavo pero te lo cobran treinta pesos. O un té en un restaurante, el saquito sale no más de dos centavos y calentar el agua no puede ser tan caro como para que te cobren tres o cuatro pesos, ¿no les parece?

O que tal si en el Día del Consumidor las publicidades dicen la verdad, como por ejemplo en los comerciales para adelgazar. Sólo por hoy. Que alguien salga y que explique que las modelos que actúan en el comercial jamás fueron gordas. Que aclaren que usan esas chicas, o esos muchachos, simplemente para incentivarnos a comprar, aunque no haya ninguna posibilidad de que alguna vez nos veamos como ellos. O los de los comerciales de abdominales, que aclaren que la gente que sale en las propagandas tiene esos abdominales porque a lo único que se dedican es a criar músculos. Que expliquen que con cinco minutos por día, sólo tal vez en ocho vidas un ser humano normal lograría el mismo resultado. Si todos los días nos venden y nos exageran un poco, que nuestro día nos regalen y nos digan la verdad, nada más.

Una opción más sencilla y más al alcance de todos. Que tal si te tratan bien cuando entras a comprar a un local. Que te traten como una persona en vez de considerarte una molestia. Que no te desprecien ni te traten hipócritamente. Que no te vendan, que te ayuden a comprar. Que te digan: “no, mire, eso la verdad es una porquería. Compre este otro que es más barato y de mejor calidad”. O en un restaurante que el mozo te aclare: “no, mire, esto mejor no lo pida hoy porque tiene como seis semanas en el freezer”. O que el chef salga de la cocina y te diga: “no, mire, este plato no lo pida porque es carísimo, y como el dueño me hizo bajar los costos, el escalope tiene sólo quince gramos de carne, el resto es pasto y salsa.

Soñar no cuesta nada. Felicidades a los consmidores en su día. Ojalá que alguno se encuentre a un comerciante coherente, y si le hace comprar para regalar a otro en su día, hoy le regale algo a usted ya que hoy, es el suyo.





J. R. Lucks




Bibliografía

(a) Recuentos para Demián. Jorge Bucay. Editorial Nuevo Extremo, año 1999.

jueves, marzo 08, 2007

08-03-07. Otra verdadera versión de la creación de la mujer.

Queridísima gente, ¿como andan? Aquí de vuelta, con muchas ganas, con mucha ilusión y muy contento de volver al aire de Palermo.

Este año vamos a seguir con la literatura, pero vamos a usar una forma particular de este arte. Tal vez no lo hagamos siempre, pero si sale bien, creo que mayoritariamente. Esa forma de literatura es el cuento.

El cuento, según los que saben es una narración corta de un hecho real o ficticio, que tiene como objetivo, además de informar de la situación que se desarrolla en el mismo, el de dejar algún “ganchito” para el aprendizaje o la reflexión. Así que como esta columna se trata tanto de literatura como de reflexión, vamos a intentar de usar cuentos de todas las épocas para pensar y si se puede mejorar en algo.

Para usar una definición de alguien que sabe de esto más que yo, déjenme citar a don Julio Cortazar, que de los cuentos dice lo siguiente:

"(…) un cuento es un relato en el que lo que interesa es una cierta tensión, una cierta capacidad de atrapar al lector y llevarlo de una manera que podemos calificar casi de fatal hacia una desembocadura, hacia un final."


Así que si la selección de cuentos termina siendo buena, vamos a tener suspenso, tensión y tal vez algo de fatalidad… pero de la buena.

Vamos a leer algunos cuentos de los llamados populares, que son tan antiguos como la humanidad. Muchos de estos cuentos populares llegan con el tiempo a denominarse leyendas, y estos, en general, son del pueblo. Si tuvieron, autor lo perdieron hace mucho. Con lo cual, si bien en algunos casos podré citar de donde vienen, lo más probable es que no pueda, o que alguien ya los haya escuchado viniendo de otro lado.

Aparte de estos cuentos populares voy a traer alguna vez otros que se llaman cuentos literarios. Estos son en general escritos y por ese motivo tienen normalmente autor conocido y forma concreta. Lo cierto es que cuando un cuento gusta se cuenta, se adapta, y con el tiempo, por ser bueno, se transforma en cuento popular.

Hablando de cuentos populares, no sé si recuerdan que el año pasado mencionamos un libro llamado: The Beatles, Dos de Nosotros (a), en el mismo los autores, se refieren a los temas de música, o a los poemas letras de las canciones, de una forma que me pareció excelente y por eso quiero volver a traer esa cita a colación. Ellos dicen en este libro así:

Un cuento (…) pasa de generación en generación y es como si se escribiese nuevamente cada vez que alguien (…) lo lee (…). Es un legado que cada nueva generación, afortunadamente, va asumiendo como propio.


Traigo a colación esta cita, porque lo que vamos a intentar hacer aquí este año es justamente eso. Hacer pasar cuentos de generación en generación. Rescribiéndolos muchas veces. Dándole a ese legado de sabiduría encerrado en el cuento la importancia necesaria como para que no se pierda. Asumiendo como propios, aunque con respeto por los millones de personas que antes que nosotros hicieron lo mismo, los contenidos, las enseñanzas, las lágrimas y las sonrisas que estos cuentos no puedan traer y dejar. Sintiéndonos así en la obligación de que no mueran en nosotros, sino que se hagan carne, y porque no, también letra de una nueva versión contada. ¿Están de acuerdo?

Bueno como hoy es el Día de la Mujer vamos a contar un cuento que tiene que ver con las mujeres. Concretamente con la creación de la mujer. Este relato anda dando vueltas por Internet, así que tal vez lo escucharon o leyeron. Yo tomé una de las tantas versiones que hay y la luckcisé un poco. Ahí les vá:


No se sabe bien cuándo el creador terminó por crear a la mujer, si dentro de los famosos seis días o después. Para el caso da lo mismo. Lo que si es bastante verificable es que fue una de las últimas cosas que creó. Las mujeres dicen que debido a esto, a que el creador había ya aprendido y ganado experiencia, ellas salieron “tan pero tan perfectas”. Pero lo cierto es que más allá de que esto puede ser verdad, el pobre tenía a esa altura muy pocos materiales. Después de todo ya había hecho el cielo y la tierra, los mares y las montañas, los peces y los pájaros, las plantas y los animales terrestres… y finalmente al dichoso hombre, -aclaremos que en su versión de varoncito-.

A pesar entonces de no contar con muchos materiales, ni corto ni perezoso, comenzó el creador su obra con mujer. Para hacerlo tomó: la redondez de la luna y las suaves curvas de las olas, la adherencia de la enredadera y el tembloroso movimiento de las hojas, la esbeltez de las palmeras y las delicadas tonalidades de las flores. También la extrema resistencia del diamante, la dulzura de la paloma y un poco de la crueldad de la rosa con espinas, algo de la frialdad de la nieve y todo el ardor del fuego. Para ir completando tomó la dulce mirada de los ciervos recién nacidos, la alegría de los rayos de sol y la timidez de la tórtola, la vanidad del pavo real y por supuesto la suavidad de su hermoso plumaje. Mezcló todos los ingredientes, le dio forma y se la entregó al hombre. El susodicho feliz, aunque obnubilado y confundido, ya que no estaba seguro de qué hacer con ella.

Dicho y hecho, a la semana el hombre vuelve con la mujer y pide hablar con el creador. Cuando es atendido, con tono de pocos amigos, el hombre lo increpa diciendo: -“Señor, la criatura que me presentaste los otros días me hace infeliz. Requiere toda mi atención y jamás me deja sólo. Habla intensamente, llora sin motivo y se divierte haciéndome sufrir, por lo que vengo a devolvértela pues ya no puedo vivir con ella”. El creador lo mira con algo de cariño y mucho de resignación y le dice: -“No te preocupes. Déjala conmigo”. No pasaron tres días antes de que el hombre volviese. Al ser recibido, esta vez con tono humilde y arrepentido, reconoce: -“Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la mujer. Ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era musical, era bella de mirar y dulce de tocar. Devuélvemela pues no puedo vivir sin ella.


Y así fue que se creó a la mujer y que el hombre no puede vivir sin ella. Así que hoy, en el día que recordamos especialmente lo especiales que son las mujeres, felicidades a todas.




J. R. Lucks






Bibliografía:

(a) The Beatles, Dos de Nosotros, Ester Vicente y Gustavo Ghisalberti, año 1997.