domingo, junio 13, 2010

Que no los agarre la lluvia

No hace mucho escuche de un amigo esta historia, quién a su vez la escuchó de alguien que decía haberla escuchado por ahí. Dice así:

“Dos personas llegan a su lugar de trabajo completamente mojados. La recepcionista del lugar pregunta:
- ¿Qué les pasó?
Uno de ellos contesta:
- ¡Me agarró la lluvia!
El otro, casi al unísono con el primero, responde en cambio:
- No me acordé de traer el paraguas”.


Interesante ¿no? El mismo fenómeno natural a uno de ellos lo “agarró”, lo hizo víctima de algo “inevitable”. Este primero “sufrió” la lluvia, algo externo afectó su vida. El otro, en cambio, contesta revisando su conducta. Se hace protagonista de la “mojadura”. Sin dudas toma nota, y se da a sí mismo la posibilidad de tal vez aprender algo para la próxima.

¡Que gran diferencia! Vivir la vida como víctima, o como protagonista. Buscar terceros responsables de nuestras calamidades; o tratar de entender que hacer para evitarlas, esquivarlas, transformarlas en algo –de ser posible– aprovechable.

¿De qué lado estamos? ¿Del lado de aquél al que siempre lo agarra la lluvia, o del que se sabe con al menos cierta chance de prevenirlas?

Estas ideas me hacen acordar de un par de refranes que expresan básicamente lo mismo. Uno de ellos, tal vez el más conocido, aconseja:

“Mira la viga en tu ojo, antes que la paja en el ajeno”.

El otro asegura:

“El jorobado no ve su joroba, sino la ajena”.

Mucha gente se comporta así, “excéntricamente”, o sea buscando en el exterior causas malignas o terceros responsables… en vez de mirar cuál podría ser su capacidad o posibilidad de cambiar las cosas.

Es muy fácil ver defectos en otros, culpas en factores externos, victimizarse ante situaciones aparentemente incontrolables. Es en cambio más bien difícil mirarse críticamente en un espejo, reconocer faltas o desidias que nos llevan a quedar en posiciones de culpa o responsabilidad.

Pues la verdad es que prefiero ser culpable antes que víctima. Como culpable –o responsable– podré pedir perdón e intentar hacerlo mejor la próxima vez. Como víctima, en cambio, no se está más que esperando el golpe, el mal, el sufrimiento.

Hay otro refrán que, siento, tiene una buena relación con este tema. El mismo me gusta mucho y dice:

“El mundo es para los osados, no para los callados”.

Rebelarse contra uno mismo y sus incapacidades temporales es de osados. Asumir responsabilidad y protagonismo es de osados. Pretender hacer al mundo, en vez de sufrirlo, es de osados. Victimizarse es de callados. Me gusta creer que en grandísima medida el destino se hace –con la osadía de creer que se puede, al menos en parte–, y no que sólo se debe esperar por él, callado. Al que nada más espera es muy probable que le llegue cualquier cosa. El que trata de hacer, en cambio, incrementa mucho las posibilidades de lograr lo que quiere, en vez de cualquier cosa.

Pero si esto de hacer el destino resulta demasiado, si no hay ánimo de ser del todo osado, al menos debería tenerse en cuenta este otro refrán para evitar lluvias que mojen:

“Más vale prevenir que curar”.

Siempre se puede cambiar, sólo hay que pasar de víctima –de uno mismo– a protagonista de la propia vida; sin importar cuanto tiempo se haya dejado ir ya, porque también es muy cierto que:

“Más vale tarde que nunca”


J. R. Lucks



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